El sonido de la puerta cerrándose es lo único que escucho en la habitación. Un golpe seco, seguido de un silencio absoluto que llena el aire. Mi cuerpo permanece inmóvil, incapaz de reaccionar a lo que acaba de suceder. Eduardo se ha ido, y aunque mis piernas tiemblan como si fueran a ceder, no me atrevo a seguirlo. Lo he perdido. El teléfono aún está en mi mano, las pruebas de la infidelidad de Sofía brillando ante mis ojos, pero ahora no hay ningún sentido en mirarlas. Todo lo que quería era acercarme a Eduardo, ser la única persona que lo entendiera, pero lo único que he logrado es empujarlo más lejos. ¿Qué hice mal? ¿Debería haber sido más cautelosa? ¿O acaso mi ambición me cegó tanto que ya no supe ver las consecuencias de mis actos? Me desplomo sobre la silla, el peso de la frustra

