Capitulo 02

1289 Words
Elara Montesinos La puerta de la oficina de Alexander Vance estaba a menos de tres pasos de distancia pero se sentía como a kilómetros, me giré, la furia y el terror me hacían temblar, no iba a permitir que me llamara su "propiedad". Yo era una maldita propiedad, ni de él, ni de nadie — No soy ni seré nunca su maldito juguete, ni su esclava. ¡Ni todo el dinero del mundo puede comprarme! Di el primer paso hacia la libertad pero un rugido frío y calculador me detuvo en seco. —¡Elara! —Alexander ni siquiera tuvo que levantarse su voz se elevó con una autoridad implacable, cortando el aire. Me quedé con la mano flotando a centímetros de la manija, sintiendo cómo mi rabia se congelaba en pánico. —Te doy 24 horas mañana a mediodía necesito tu respuesta, si tu respuesta es "no" —continuó, y cada palabra era un clavo en mi ataúd— mi abogado recibirá una orden de enviar todas esas fotos, perfectamente editadas y anónimas al director de la Academia de Lía y a tu buzón ¿Te imaginas que pensará la escuela? ¿Crees que alguna otra escuela prestigiosa o con algo de prestigio logra aceptar a la hermana de una bailarina exótica? ¿Sabías que los niños pueden ser crueles elara? Me giré lentamente sus ojos fríos no contenían una amenaza vacía contenían la certeza de que podía ejecutarla, Lía sabría la verdad, la escuela la expulsaría, la burbuja de inocencia que yo había mantenido durante años se reventaría en menos de un minuto. —Lo haré —susurré, sintiendo el gusto metálico de la derrota. —No te atrevas a dudar de mí, puedes irte y piensa en tu juramento. Salí de la torre no caminando, sino huyendo, bajé los ascensores, crucé el vestíbulo de mármol y le hice una señal desesperada al primer taxi que vi. Cuando entré, le di la única dirección segura que me quedaba en la ciudad. El taxi me llevó a través de la ciudad, yo miraba las luces de las calles, pero solo veía el rostro de Alexander, sentía las lágrimas en la garganta pero no permitía que cayeran, si cedía al llanto ahora no me quedaría fuerza para enfrentar lo inevitable. Un millón de dólares el dinero era una jaula de oro y Lía era mi precioso cebo, me sentía tan avergonzada, tan sucia, mi baja autoestima se reafirmaba la única forma en que un hombre como él me quería era como una posesión sin voluntad, una sumisa y la única forma de conseguir la seguridad que Lía merecía era venderme a mí misma. Alexander tenía razón yo tenía un juramento El aire en el cementerio era fresco y olía a tierra húmeda y promesa incumplida, me arrodillé frente a la lápida de mi madre, sintiendo una vergüenza tan profunda que me quemaba el pecho. —Lo siento, mamá, lo siento —sollozé, apoyando mi frente contra la fría piedra— Fallé voy a fallarle a Lía, me convertí en lo que juré que la protegería. Cerré los ojos y el pasado se abrió con una claridad punzante. "La alfombra vieja y el olor a sopa instantánea Volví de mi turno en la panadería, agotada, y encontré a mi madre acurrucada, sollozando silenciosamente, sujetándose el costado, la luz de la lámpara revelaba la delgadez de sus brazos. —Mamá, por favor ¿qué pasa? ¡Tenemos que ir al hospital! Ella me abrazó, aferrándose a mí con una desesperación que aún podía sentir. —No hay más dinero, mi amor, el seguro... ya no cubre nada, el doctor dijo que el tratamiento no está funcionando, es más grave, Elara, los medicamentos ya no sirven. Su voz se rompió me miró a los ojos, mis dieciocho años inútiles. Luego señaló la cuna donde dormía Lía de casi tres años años.—Tienes que ser fuerte por ella, prométeme que la sacarás de esta vida, que tendrá libros limpios y un techo seguro, serás su madre ahora. ¿Cómo me pedí eso? Yo no podía, yo no era capaz, no sin ella. — Mamá... — Elara prométemelo por favor — Pidió ¿Cómo le decía que no? —¡Lo juro, mamá! ¡Lo juro!" Abrí los ojos, yo solo era una adolescente cuando mi madre se enfermó la primera vez tenía 14 años y desde entonces había tenido que trabajar, luego mejoro y nacio Lia pero mi madre volvió a enfermar y empeoró rápido, luchamos pero nada funciono. Yo solo era una niña a la que le habían robado su adolescencia para convertirla en una adulta que tenía que ver a su madre morir y seguir fuerte por su pequeña hermana porque no había nadie más para ella, el padre de Lia había desaparecido apenas mi madre le dijo que estaba embarazada, Lia no tenía a nadie más que a mi. Desde los 15 la estaba cuidando pero me tocó hacerlo sola desde los 18, aunque mi pequeña Lia ya tenía 3 años no dejaba de ser un bebé que necesitaba a su madre. Me levanté frente a la tumba, la ira no era por Alexander sino por el destino por obligarme a tomar este camino, por obligarme a ser adulta cuando aún no debía serlo. —¡Fui solo una niña! —grité, con la voz rota—. ¡Fui solo una niña con demasiada responsabilidad! Tuve que crecer, pagar y mentir. Mi mente regresó al constante horror de las matemáticas. Recordé el abogado funerario, un hombre de cuello duro que me había ofrecido las cuotas mensuales 300 dólares. Cada mes era lo mismo pagar el funeral, los gastos médicos de mi difunta madre o la renta, elegí la renta Lía no puede dormir en la calle. Diciembre pagar el funeral, los gastos del hospital o el regalo de Navidad, elegí el regalo Lía no puede creer que Papá Noel la haya olvidado. Marzo pagar el funeral, gastos médicos o la despensa y la guardería de Lia, si nadie cuida a lia como trabajo Recordé el momento que decidí sacar a Lia de la escuela pública en donde estudiaba, llegaba llorando todos los días porque se burlaban de ella por no tener padres, creí en un escuela privada le iría mejor pero la más económica era muy costosa para mí, aún así la inscribí. Recordé el último recibo de la escuela de Lía 900 dólares, sabía que no podía seguir era demasiado dinero, era un rompecabezas imposible y ahora, Alexander Vance me ofrecía solucionarlo todo, sin que yo tuviera que mover un dedo más, aún tenía que pagarle alguna facturas del hospital que estaba pagando poco a poco, también pagaba el seguro de Lia, la enfermedad de mi madre era hereditaria y mi hermana tenía que estar en constante chequeo para asegurarnos que todo estuviera bien. Me arrodillé de nuevo, mis lágrimas finalmente cayeron sobre el nombre grabado en la piedra.— Lo siento mamá pero mírame, todo lo que he hecho ha sido para cumplir esa promesa, no puedo dejar que esas fotos la encuentren y arruiné todo el futuro que tiene por delante, no puedo fallarle. El silencio del cementerio era la única respuesta. Me levanté con una frialdad absoluta, el miedo se había ido solo quedaba la determinación.—Acepto —susurré, pero ahora mi voz era firme. Ya no le pedía perdón a la tumba, sino que le anunciaba una decisión.—Alexander Vance, seré tu sumisa, seré tu propiedad pero el futuro de Lía será seguro y pagarás por cada pieza de esa seguridad, es mi último acto de amor y mi última guerra. La decisión estaba tomada, mañana a mediodía, el juego comenzaría.
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