Estaba muy guapo, elegante y hasta me puse brillantina en el pelo. Esperé tranquilamente y sin desesperarme a Daniela hasta que terminaran sus clases. Ella es profesora, como les conté. Le había comprado un bonito oso de peluche y una caja de chocolates, su preferido. Justo relampagueó el timbre del colegio y salieron atropelladamente los chicos, dando gritos eufóricos, ganándose entre ellos, entre muchas risotadas, y en medio de una ensordecedora vocinglería que un poco más y me rompe los tímpanos. Un buen rato después salió ella, llevando muchos folders en sus brazos, cuadernos, su cartera inmensa, chupando un lápiz, los cabellos revueltos y sus lentes grandotes, redondos, que le daban un aire de suficiencia y misterio a la vez, de intensa belleza. Tenía puesto un vestido de flores hasta

