Una Noche con el Griego

Positivo. Es la tercera prueba y arroja el mismo resultado. —No puede ser —susurro a nadie en medio del solitario baño del departamento que comparto con Constantine. Con y yo nos conocimos mientras era practicante en su empresa de construcción. La atracción fue instantánea. Sus ojos negros me atrajeron hacia él de una manera tan hipnótica que, caí en un juego de seducción que termino con ambos acostándonos después de nuestra primera cita. Ese fue el inicio de una relación que ha perdurado por los últimos siete meses. Termine mis prácticas en su empresa y él me pidió tiempo para los dos. De eso, ya hace tres meses. Pero, lo que no estaba en los planes próximos era esto. Un embarazo. No sé cómo lo va a tomar Con. No hemos hablado mucho sobre, darle un nombre a nuestra relación. ¡Jesús! Ni siquiera sé, si estamos en una. Cuando estamos en la misma habitación no hablamos. Solo sentimos. El hombre tiene la capacidad de hacerme olvidar el tiempo y espacio en el que nos encontramos. Salgo del baño y escondo las pruebas dentro de mi bolso. Constantine llega, está por llegar de Grecia. Había tenido que ir a un viaje relámpago. No era extraño, ya que tiene a su padre en Atenas. Me miro en el espejo y me soy un repaso. Llevo un vestido rojo escote profundo. Con ama el color rojo. El sonido de la puerta principal me alerta y salgo de la habitación. Cuando llego al salón del departamento de lujo que comparto con Constantine. Lo encuentro dejando su maleta en la entrada. —agápi mou. Me observa de arriba abajo y veo la aprobación en sus ojos mientras camina hasta mí. —Es como si estuviera frente a la misma afrodita —susurra antes de besarme. Es un beso suave y al mismo tiempo sensual. Cuando el mismo acaba, mi respiración es pesada. —Te extrañé—. Susurro contra sus labios. —No podemos permitir eso —dice antes de llevarme hasta el sofá más cercano. Me cubre con su cuerpo. En un abrir y cerrar de ojos, nuestras ropas están esparcidas en el suelo y nuestros gemidos llenan el departamento al tiempo que el placer se apodera de nuestros cuerpos. Me río entre diente cuando, Con mordisquea mi cuello mientras estamos sobre el sofá después de nuestro encuentro. —¿Qué tal fue en Grecia? — inquiero. —Aburrido porque no estabas—. Sonrío y me muerdo el labio. —¿Con? —Mmm —dice besándome de nuevo. —¿Qué somos en realidad? — este se paraliza —No sé cómo describir nuestra relación. Me mira frunciendo el ceño. — Nuestra relación es lo que hay. Aquí y ahora —dice en tono impecable. —¿Cómo? Quieres decir que solo estamos acostando, ¿No? —Eve —suspira —¿Qué más quieres de mí? — se aleja y me mira con atención. Es extraño, pero me siento incómoda hablando de este tema estando desnuda. Alargo la mano, tomo el vestido y me lo pongo mientras me pongo de pie. —Quiero que podamos salir como una pareja, acompañarte a Grecia, ¿Tal vez? —lo miro con incredulidad. En silencio, se levanta y se pone los pantalones de vestir dejando su torso al descubierto. Se pasa la mano por su cabello oscuro. —Estamos en una posición que me gusta y es cómodo para ambos. —No lo es cómodo para mí, es como si lo nuestro fuera un secreto sucio, ¿Qué no me estás contando Constantine? —No comiences con tus maquinaciones. —Quiero más —susurro y de manera inocente llevo una de mis manos a mi vientre —Yo te amo, ¿Es difícil de entender? —No lo compliques —dice entre dientes. —Tengo muchas cosas en las que ocuparme para que encima tú vengas con esto. Mis ojos se empañan ante sus palabras, pero no me echo para atrás. —Esta es la cosa, Con. Si no quieres darme mi lugar, entonces no sé qué hago aquí—. Niego —Quiero a mi lado un hombre que me ame y vea una vida conmigo, hijos. —¿Hijos? ¿Te estás escuchando? —Dice en tono serio— Yo no quiero hijos, no están, es mis planes. Las palabras me caen como un balde de agua fría. Abro y cierro la boca como un pez fuera del agua. —Con… El sonido de la puerta principal nos hace mirar al mismo tiempo. —¿Esperas a alguien? — inquiere frunciendo el ceño. —No. No traigo a nadie aquí. Así que debe ser para ti. —Se termina de vestir mientras yo me alejo a la habitación e intento recomponer lo que siento. Siento como mi corazón late rápido. Me calzo unas sandalias planas y arreglo un poco. Cuando estoy por salir, escucho los gritos femeninos y segundos después, la puerta de la habitación se abre. —Así que, por esto, no querías que viniera a Londres. Una mujer, alta, elegante, de cabello n***o, me fulmina con la mirada. —Por esta puta no quieres estar en Grecia conmigo, ¡Tu esposa! —¿Qué? — susurro. Con, maldice. —Deja que te explique, Eve. —¿Que vas a explicar? —lo corta la mujer —Eres mi marido —esta me mira con odio —Hemos estado juntos por tres años y ninguna puta barata me va a quitar a mi marido. Mi garganta pica y siento el corazón a punto de volverse añicos. Mi mirada va a Con que está de pie a escasos metros de mí. —¿Es verdad lo que ella dice? —susurro —¿Es tu esposa? —Eve. —¿Es tu esposa? — doy un paso y me detengo al frente de él. —¿Estás casado? Maldice antes de asentir. —Dilo —siseo con las lágrimas ya derramándose por mi rostro —Necesito oírte. Lanza una retahíla de insultos en griego antes de mirarme a los ojos. —Estoy casado. Mi mano impacta contra su rostro. Este no se inmuta mientras me mira con súplica. —Deja que te explique. —No quiero explicaciones ante esto tan horrible que has hecho —me inclino un poco tratando de mantener la compostura —Me has roto el corazón Constantine. Has tomado lo que siento por ti y lo has pisoteado. Respiro de manera entrecortada y en la habitación se ha instalado un silencio. —No quiero verte nunca más en mi vida. Alarga la mano tratando de detenerme. —¡No! —grito —¡No me toques! Me has convertido en tu amante —señalo a la mujer junto a la puerta —Ella tiene razón, soy una puta. En eso me has convertido. Sus facciones se descomponen. Me alejo y recojo mis cosas más esenciales. No toco el armario que está lleno de la ropa que él me obsequio. Vestidos que acepte a regañadientes porque amaba lucirlos para él. —Tienes que escucharme agápi mou. —No tengo nada que escuchar—. Digo limpiando mis lágrimas. —No le mientas a la pobre infeliz, Con. —Cállate Ariadna, ¡Cierra tu maldita boca! — grita sobresaltándome. —Es claro que no tenemos nada —lo miro con atención —soy tu sucio secreto. Por eso no me llevas a Grecia, por eso vas a los eventos solo—. Niego —Soy una estúpida. —Déjame solucionarlo—. Dice casi rogando. —No hay nada que solucionar, Con —susurro —Si hubiera sabido que eras casado no me habría acercado a ti. Me has traicionado de la manera más vil —me limpio las lágrimas con el dorso de mi mano —No quiero verte nunca más. Paso junto a la esposa de Con. Y los escucho discutir, ella grita como histérica. Dejo el departamento y aunque sienta que el mundo se me ha venido encima, tengo algo por quien no derrumbarme. Mientras bajo en el elevador, pongo mi mano en mi vientre y niego. —No lo necesitamos, cariño.