Susurró

481 Words
-Alfa- escuche desde lejos. Seguí El sirviente entró. No dijo nada. Solo me miró. Tenía los labios apretados, como si lo que iba a decir le quemara la lengua. -Continúa- le dije, riendo con tono rincón -¿Por qué te quedas callado? Asintió, tragando saliva. -Los ancianos de la manada lo esperan. Dicen que debe ir a una isla... donde vive una casamentera. Y ella es... Se quedó mudo. Lo observé. El miedo lo paralizaba. -¿Y ella es... qué?- le dije, mientras dejo de hacer lo que estaba haciendo. -Debe ir a una academia- soltó de golpe, como si eso lo salvara. Me reí. Fuerte. Grueso -Ya, Karina, puedes irte- dije sin mirar atrás. Coloco un paño a mi alrededor. Ella se detuvo en el sillon -¿Te gustó? Mi risa fue la única respuesta. No le debía más. El sirviente me ofreció un tabaco. Lo tomé. Lo encendí. -Todas son iguales. Solo quieren una cosa. Poder y a mi- -Pensé que ella era especial- murmuró el -No las hay- Caminé hacia la sala. Allí estaban los ancianos, sentados tratando de ser fuertes. Rodé mis ojos. -¿Por qué tengo el presentimiento de que ustedes no vienen a jugar cartas? Uno de ellos, el más viejo, el que aún cree en la mafia lobuna -¿Por qué le eres infiel a tu luna? Me reí. Me reí como si fuera dicho un puto chiste -La palabra luna está prohibida en esta manada. Así que le pido amablemente que no sigas. Otro anciano, más joven, más idiota, interrumpió -De seguro no puedes hacer ni un nudo. Triture el tabaco con mi mano. El humo se desvanecía en el aire. -¿Para qué quiero un maldito nudo? Además, no es satisfactorio. Pero sí gozo. ¿Usted me ve como un ejemplo para niños? No, por favor, no se engañen. Animales como yo solo merecemos vivir rodeados de mierda. El anciano serio, el que nunca sonríe, habló -Debe ir a la academia. Negué. Me reí en sus caras. Tomé el libro que estaba en mi sillón. Lo abrí. Leí en voz baja. -Ho... todo se arregló... -Stef irá- dijo el otro anciano. Cerré el libro de golpe. Caminé hacia ellos. Mi sombra los cubrió. -Jamás estaré en la misma casa que ese. Jamás. ¿Entienden? -Él aceptó- dijo otro -Seguro sabía que usted no iría. Pero ahora esta manada será de él. Negué. Señalé con fuerza. -Preparen mis cosas. No dejaré que ese cabello de algodón me gane. Y si hay... si hay una supuesta... Me detuve. Mi pulso se aceleró. Por culpa de la bestia que vive en mi. -Supuesta luna, debe morir. Porque no quiero a nadie a mi lado. Y mucho menos ser mi puta debilidad. -No puede hacer eso- dijo uno, temblando. Me acerqué. Mi voz fue un susurro -Ustedes no escucharon nada.
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