bc

ATRAPADA: Kings de la Mafia

book_age18+
674
FOLLOW
1.9K
READ
billionaire
dark
HE
opposites attract
badboy
kickass heroine
mafia
bxg
musclebear
friends with benefits
like
intro-logo
Blurb

La vida de Selina da un cambio radical cuando le ofrecen en trabajo de sus sueños, pero nada es como parece y lo que creía el paraíso, se convierte en un infierno. Secuestrada por un King de la mafia, obligada a adaptarse a su nueva realidad y presa del repentino deseo que comienza a sentir por un mafioso dominante, frío y peligroso.

Atrapada en todos los sentidos y sin escapatoria alguna.

chap-preview
Free preview
1. SECUESTRO
Capítulo uno: Secuestro Selina Vera Abro la cavidad torácica con una pequeña incisión. No esperaba hacerlo, no previmos esta posibilidad. La mirada de los presentes se encuentra fija en mi cabeza. Puedo sentir la tensión de sus cuerpos desde aquí. Sin embargo, los ignoro y continúo con mi labor. No pienso darme por vencida, puedo con esto. Exploro cada rincón en busca de mi objetivo sin resultados. Hay demasiada sangre. —Succión —llego hasta el mediastino bajo la atenta mirada de mis asistentes—. Venga, venga. Tiene que estar aquí. —La presión está cayendo. Abro las capas con cortes limpios sin detener mi búsqueda. No me voy a rendir. —Está a punto de entrar en shock —informa una enfermera. Como si no pudiese escuchar el sonido del monitor. —Doctora Vera, creo que… —No —detengo a mi colega. —Selina… —¡He dicho que no! —exclamo sin alzar la voz. Somos un equipo, pero en el quirófano mando yo—. Necesito succión y alguien que me enfoque la puñetera luz —alguien retira la humedad de mi frente mientras tomo una profunda respiración. No puedo seguir abriéndole. Si no encuentro nada en el mediastino, deberé dejarlo. Entonces, lo veo: el pequeño bulto del cual surgen las ramificaciones—. ¡Lo encontré! Pinza Kelly —con un ágil movimiento extraigo el tumor. Creo escuchar un suspiro colectivo al depositarlo en el recipiente—. Cromado, dos, punto, cero —comienzo a suturar—. Cruz, te toca cerrar. —Gracias, doc. —¿Se puede saber qué leches has hecho? Volteo la mirada ante su pregunta. Ya estoy acostumbrada a sus escenas. —No recuerdo haber solicitado tu presencia, Castillo —comento despreocupada mientras me deshago de los guantes. —Y esa será tu perdición —indica él. —¿No piensas dejar de hacerme la vida imposible? —Has tocado la cavidad torácica de ese paciente sin previa autorización o supervisión de un Cardiotorácico. —Soy cirujana general, creo que estoy lo suficientemente capacitada para explorar un mediastino. Además, no hubo tiempo. —Siempre utilizas las misma excusas. —Pues ya somos dos —termino de quitarme la bata—. Déjame pasar, Castillo. —Pienso notificar tu negligencia al jefe. —Haz lo que quieras —le reto sin perder mi sonrisa. —¿Habéis terminado? —somos interrumpidos por la imponente figura de Eduardo Salas—. ¿O vais a besaros? —Señor —ambos dejamos la disputa para adoptar una posición firme frente a nuestro superior, como si fuésemos militares. —A mi oficina, ahora. Bien —se queda frente a nosotros con los brazos cruzados una vez entramos al lugar—. Os escucho. Dejo los brazos detrás de la espalda mientras le cedo la palabra a mi colega. Estoy cansada después de dieciocho horas seguidas en cirugía y solo quiero recostarme un rato antes de comenzar la ronda de visitas. —La doctora Vera ha violado el protocolo al no solicitar la presencia de un especialista antes de proceder. Salas me observa en busca de respuestas mientras yo me remito a morder mis labios. ¿Por qué tiene que estar tan condenadamente guapo? Tengo un crush por mi superior desde hace un par de años y aunque no me cuesta negarlo, jamás me he atrevido a insinuarme. Eduardo Salas posee una larga lista de amantes o pretendientes dentro y fuera de este hospital y yo no quiero ser una más. Alejo mis pensamientos calenturientos mediante un suspiro—. No es cierto, señor. Sí, abrí la cavidad torácica del paciente, pero fue algo que surgió de improviso. No encontrábamos el origen del tumor y el sujeto se encontraba a punto de entrar en shock hipovolémico. Si no actuaba con rapidez, podíamos perderlo. En este tipo de situaciones, tengo permitido actuar para intentar salvar la vida del paciente. —Pudiste haberlo matado —salta mi enemigo jurado. —Pero no lo hice. Soy buena en mi trabajo, Castillo. —Has tenido suerte, pero recuerda que tu buena racha no será eterna —rebate él. —Si tuviese suerte no tendría un compañero tan molesto como tú. —¡Basta ya! —se impone nuestro jefe—. Estoy cansado de vuestros enfrentamientos. Sois excelentes profesionales, mis mejores alumnos, pero no pienso aguantaros una más. La rivalidad entre colegas es buena cuando no sobrepasa los límites de la sanidad. Esta pequeña riña que tenéis entre vosotros no es sana. Os he enseñado todo lo que sabéis, incluyendo el trabajo en equipo. Me he jugado mi reputación apostando por vosotros y os advierto que no pienso perder. Gonzalo, deja de vigilar a tu compañera como un puto acosador y Selina… —¿Si, doctor? —poso mis ojos celestes en él con fingida inocencia. Suspira antes de continuar. —No cometas más imprudencias y deja de provocarle. ¿Quién dijo que la medicina era aburrida? —murmura para sí mismo—. Cambiando de tema, vuestras solicitudes para el programa de Primera Asistencia Médica y Traumatología han sido aceptadas. Formaréis parte del equipo de especialistas. Una sonrisa triunfal se dibuja en mis labios. Este es mi sueño desde hace meses: una temporada lejos de Madrid aprendiendo cosas nuevas y disfrutar de una isla paradisíaca. »¿Cómo lleváis el griego? Mi compañero deja ver una mueca mientras yo le guiño un ojo con actitud provocativa, lo cual le fastidia más. Aprendí varios idiomas en mi época universitaria al igual que Gonzalo; sin embargo, a él nunca se le dio bien el griego ni el turco. Algo muy contradictorio teniendo en cuenta que domina el mandarín a la perfección. Supongo que con los chinos se le cerraron las entendederas. —Sigo trabajando en ello, doctor. —Pues date prisa, solo te queda una semana. Dadas las circunstancias, no me queda más remedio que nombrar a Selina como líder del equipo. No lo tomes a mal, Gonzalo; quedarás como segundo al mando y deberéis trabajar en equipo. —Sí, doctor —mientras yo intento esconder mi euforia, él hace lo mismo para disimular su cabreo. —Podéis marcharos. Un enfrentamiento más en estos siete días y estáis fuera del programa. ¿Queda claro? —Sí, señor —respondemos al unísono. Mi compañero pasa por mi lado como si de un torbellino se tratase y choca su hombro con el mío a propósito. El lugar del golpe escuece un poco, pero sé que pasará. La satisfacción de haber ganado la partida no me la quita nadie. —No te cabrees, Castillo —me mofo—. Siempre podrás optar por el segundo puesto. Él gira sobre sus pies para enfrentarme con su mirada ambarina diabólica. Debo reconocer que es bastante guapo, la mayoría de los médicos en mi equipo lo son, pero un verdadero dolor de culo. —Algún día te encontrarás con alguien que baje tus humos de grandeza y yo estaré en primera fila para verte caer. —Puede que tengas razón. No obstante, ten por seguro que esa persona no serás tú. —Eres una engreída. —Y tú un envidioso —refuto—. Mejor ve a pulir tu griego, no querrás decepcionar a nuestro mentor. —Aún no estamos en Icaria, por tanto, todavía no puedes darme órdenes. —Haz lo que quieras —emprendo el camino rumbo a la pequeña sala de estar para cirujanos. —Eso haré. A medio camino me encuentro con mis amigas, quienes me reciben con un cariñoso abrazo. —¿Otra vez peleada con Gonza? —¿Cómo le soportas? —gruño provocando su risa—. En serio, Mar. Es un grano en el culo. —Ah, pero su culo es hermoso —se sonroja con sus propias palabras—. ¿Qué puedo decirte? Sus ojos diabólicos me atraparon y su polla grande me enamoró. —Amiga, esa polla enamoraría a cualquiera —secunda Luisa. —Eh, cuidado con mi chico —advierte la pelinegra del grupo. Gonzalo y Mar son novios desde la universidad. La única justificación posible que puedo concebir es que le haya conocido antes de volverse un completo amargado. —Hablo en serio, Mar —continuamos nuestro camino—. Ni se te ocurra casarte con ese c*****o porque desde ya te advierto que no pienso ir a la boda. —Bueno —la escucho vacilar—, creo que es un poco tarde para tu advertencia. —¡Oh mi Dios! Mi amiga deja ver un espectacular anillo en su dedo anular. —¡La madre que la parió! —maldigo—. ¡Te voy a matar, María Teresa Martínez! —Recuerda que soy tu mejor amiga. —¡Te vas a casar con mi enemigo! Ella suelta un bufido muy poco femenino. —Ambas sabemos que en el fondo le tienes aprecio. —Pero muy en el fondo —ruedo los ojos mientras tomo su mano para detallar la alianza. Menudo pedruzco lleva. El imbécil se ha lucido esta vez—. No puedo creerlo. —Diez años de relación, Selina —expone ella extasiada—. Estamos a finales de nuestros treinta. ¿Qué esperabas? —Que entraras en razón y mejoraras tus gustos —contesto—. ¿Ya tenéis fecha? —Cuando regresemos de Icaria, porque sí, amiga, también iremos a la isla paradisíaca. Tendrás a una ortopédica y una anestesista en tu equipo. —¡Esto es la gloria! —exclama Luisa eufórica—. ¿Os imagináis sentadas en una tumbona, disfrutando del sol y piñas coladas mientras vacilamos a los dioses griegos? —Ver tantos culebrones mexicanos te ha dejado el cerebro frito, Lu —señalo—. Os recuerdo que no vamos de vacaciones. —Tonterías, siempre hay tiempo para tomar un respiro. Venga, chica, iremos a una isla griega con nombre mitológico, en primera clase y sin siquiera pagar un duro. ¡Es la leche! ¿Para qué negarlo? La isla Icaria parece el sueño de todo ser humano. *** Esto tiene que ser una maldita pesadilla. Apenas bajamos del avión, fuimos recibidos por un ejército de hombres armados. Nos arrebataron nuestras pertenencias, dejándonos únicamente con la ropa que llevábamos puesta y nos encerraron en una habitación lujosa bajo llave. Al principio creímos que se trataba de una pantomima, pero con el primer disparo todo se volvió real. A partir de ese momento, la situación ha empeorado; algunos se rebelaron ganándose una buena golpiza. Llevamos tres días sin ingerir alimentos sólidos, solo agua y azúcar para mantener nuestras energías. Creo que están empleando algún tipo de tortura psicológica. ¿En dónde leches me he metido? —Necesito salir de aquí —siento el cuerpo de mi amiga temblar—. Después de tanto sacrificio... no puedo terminar así. —Calma, Luisa. —¡Que no puedo, joder! —se exaspera—. No lo entiendes. No puedo estar aquí. —Luisa… —intento consolarla, pero no puedo hacerlo siquiera conmigo misma. No tengo ni idea de lo que pasará con nosotros. La puerta se abre de buenas a primeras para dejar entrar al menos a diez hombres armados, a excepción de uno, quien con su traje de firma y sin armas a la vista, parece ser el líder. —Bienvenidos a Icaria —pronuncia en nuestro idioma natal con un marcado acento—. Lamento que vuestro recibimiento no haya sido muy caluroso. Mis hombres tienden a olvidar sus modales cuando no estoy presente. Mi nombre es Abdul Schabass y soy vuestro anfitrión. Habéis sido seleccionados para formar parte de nuestra selecta población. Olvidad todo lo que conocéis sobre el mundo y sobre esta isla. Despedíos del internet al menos por ahora. No intentéis pedir ayuda porque será en vano. Cada habitante de Icaria pertenece a mi organización. Somos un pueblo pequeño, pero muy unido. No intentéis huir, no hay escapatoria. Estáis rodeados por agua y nadie os dará un barco o boleto de avión. Estáis atrapados bajo mis dominios y solo tenéis dos opciones: adaptaros o morir. Mi piel hormiguea, una sensación extraña me recorre el cuerpo mientras siento la sangre calentarse en mi cerebro. Mi paraíso se acaba de convertir en un infierno y presiento que este es solo en comienzo. Mierda. ¿Y ahora qué?

editor-pick
Dreame-Editor's pick

bc

Mafioso despiadado Esposo tierno

read
25.5K
bc

La embarazada sacrificada

read
3.2K
bc

Prisionera Entre tus brazos

read
101.8K
bc

Una niñera para los hijos del mafioso

read
53.2K
bc

Venganza por amor: Infiltrado

read
64.6K
bc

Eres mío, idiota.

read
3.6K
bc

Profesor Roberts

read
1.7M

Scan code to download app

download_iosApp Store
google icon
Google Play
Facebook