CAPÍTULO II COMIENZA LA TORTURA

8018 Words
PETER ¿Cómo se había dignado a golpearme? Sé que fui un total cretino, pero si no lo soy cualquiera se podría acercar a mí de manera más personal y sabría que en el fondo no quiero ser el «macho alfa». Esa enana… la recuerdo vagamente como la chica que me dio una patada en los huevos solamente porque no me mostré interesado en ella. Si se iba a hacer la difícil ahora, ¿yo tenía el problema? Parecía muy molesta, y eso que yo debería estarlo después de que casi me mata tirándome de las escaleras a propósito. Solo tomé mi venganza y recibo un golpe en mi nariz solo por hacer justicia. El profesor de gimnasia nos había dado una hora para practicar, así que podría contarle a Alex lo que pasó un poco más relajadamente. Vi que a lo lejos estaba haciendo rebotar un balón de básquetbol mientras miraba hacia el lado derecho observando a Megan, que usualmente venía a los entrenamientos con el consentimiento del entrenador. El chico estaba loco por ella, pero no ha dado el primer paso todavía. Era un tanto incómodo tenerlos a ambos juntos. —¡Oye! —le grité—, ¡ya llegó por quien llorabas! Fijó su mirada en mí y luego me puso una cara de pocos amigos. Reí levemente ante su actitud de novia celosa. —Casi estaba por ir a buscarte, Berni —dijo serio y luego le salió una sonrisa idiota. Sabe que odio que me llame así, solo porque tenía un perro San Bernardo que se «parecía» a mí. Según él porque yo soy testarudo, lento, grande y con el pelo suave por usar demasiado acondicionador. Igual que su anterior perro. —No creo que sea necesario ahora, Rosmmot —lo llamé por su apellido. Odia que lo llamen por su apellido y en los años que llevamos siendo amigos, nunca me ha dicho el porqué. —Imbécil —golpeó mi hombro—. ¿Hoy practicaremos para el campeonato en tu casa? —¿No puede ser en la tuya? —pregunté y negó—. Oh… vamos, no he ido a tu casa desde que teníamos como 13 años, además te cambiaste de esa y ahora estás en otra. ¡Solo fui una vez a esa! Por otro lado, siempre que iba solo nos quedábamos en el patio o en la sala. Su mamá nos cocinaba galletas de chocolate con chispas de chocolate en invierno, y siempre le ordenaba a Alex que le llevara unas cuantas a Jas a su cuarto. Al parecer tiene un hermano, pero nunca lo he visto en realidad. Un día, de pura curiosidad, le pregunté si tenía una mascota o un hermano, y él me contestó «algo así» mientras reía. —No me digas que cambiarse de casa significa eso —dijo con sarcasmo—. Peter, a mi madre le caes mal, lo siento. Sabía que eso era mentira, su madre me amaba desde que comencé a lavar los platos cada vez que iba a su casa. —Yo creo que Jas me ama —sonreí con suficiencia. —Si le sigues llamando por su segundo nombre, te odiará más de lo que me odia a mí —rodó los ojos—. ¿Y… puedo saber qué es lo que te pasó en la nariz? Está mucho peor que antes—me apuntó. Suspiré, recordando la escena que pasó hace como una hora. —Una chica me golpeó… y resulta que ahora debo darle tutorías porque además de luchadora está hueca —comenzamos a entrar tirarnos pases entre nosotros. —¿Te golpeó tan fuerte? —rio. No quería admitirlo, pero golpea bastante fuerte. Me reí por lo bajo al recordar sus grandes ojos verdes llenos de furia y sus mejillas rojas. De no estar enojado con ella a niveles que desconocía que tenía, diría que me resultó un tanto linda. —¿Y cómo era? —Alex me sacó de mis pensamientos—, ¿era sexy? —No estaba nada mal, pero no me agrada que me golpeen por hacer justicia —le quité el balón de sus manos y encesté desde lejos—. Es la misma que me empujó de las escaleras, así que tengo suficiente de ella con las tutorías —lo miré con una mueca, a la cual él respondió con una mirada sorprendida. —No creo que sea ella, de cualquier forma estabas un poco bebido como para recordar lo que pasó —tomó otro balón y lo examinó como si meditara algo—. Puede que ni haya sido ella. No podría olvidar esos ojos ni aunque cayera diez veces de una escalera. —De cualquier forma, ya me vengué haciéndole un chupón por hacerse la difícil… pero no me esperé que me golpeara —sonreí y él rodó los ojos—. Igual, es solo la primera fase de mi plan, su jueguito casi me cuesta mi participación en el campeonato. —¿Será la siguiente de tu lista? —me miró con una ceja alzada—. Ojalá que no haya estado con ella, sabes que no me gusta la idea de compartir chicas. —Yo creo que es nueva, nunca la había visto… y sabes que no hay una lista —vi llegar al entrenador y los chicos también—. De hecho, creo que la conoces, te vi saludarla hoy. Me miró extrañado y antes de que pudiera decir algo el profesor nos llamó con sus típicos gritos con cambios de tono. —¡Harrison y Rosmmot! ¡Vengan aquí! —Luego te explico —tomé un balón del suelo y corrí hacia el pequeño círculo que tenían hecho los chicos para recibir las instrucciones del entrenador. ANN —Hola otra vez —la voz de Jasper me sobresaltó—, ¿puedo sentarme aquí? —preguntó mientras acomodaba su trasero en el asiento frente a mí. —Ya lo hiciste… pero sí —reí y comencé a enredar los fideos de mi almuerzo con el tenedor. Soltó una carcajada llamando la atención de varios y yo solté una risita. Siempre es tan exagerado, pero supongo que por eso me agrada. Después de que Charlotte me mandara a la oficina de la directora y Peter se fuera a su entrenamiento, me di cuenta de que no lograría nada si trataba de negociar en mi situación. No era la favorita de la profesora de Matemáticas, y, además, si la directora supiera mis calificaciones no haría más que empeorar la situación. Al final no me dieron un castigo porque siempre habían considerado a Charlotte exagerada y yo no solía meterme en problemas. Aún así, saber que tendría que encontrarme a propósito con Peter al menos tres días a la semana…, el castigo sonaba más atractivo. Me entretuve hablando con Jasper durante el almuerzo, debido a que casi siempre comía sola o me sentaba con personas que no conocía, y me reí exageradamente cuando se puso dos espárragos en la nariz y puso cara de idiota. El día ya no me parecía tan malo, pero al poco tiempo noté como alguien se acercaba a nuestra mesa y puse una mueca de horror. —Oye, fenómeno —dijo Peter apenas llegó a nuestro lado. No me digné a mirarlo y comencé a empujar una albóndiga con el tenedor. No tenía ganas de hablar con él ahora. De hecho, creo que nunca. —¿Me estás hablando a mí? —preguntó Jasper y yo sonreí un tanto divertida. Estaba jugando con él. —No, le hablo a ella —habló con voz molesta—. ¿Es que ves a otro fenómeno? Levanté la mirada y lo observé con una ceja alzada. —De hecho, te estoy viendo… —dije con sorna y Jasper rio—. ¿Qué es lo que quieres? Me analizó con la mirada y luego volvió la vista a mis ojos. Por un momento creí que iba a decir algo, pero pareció pensárselo mejor. Ahora que lo pienso me pregunto por qué nunca nos habíamos hablado antes. Félix y Alex son sus mejores amigos al parecer, debería de haber estado en la casa más de una vez. Pero ahora que lo pienso, antes tenía muchas amigas y siempre me invitaban a ir a sus casas. Claro, siempre y cuando le dijera a Alex si quería ir o decirle cosas buenas sobre mis amigas. Y cuando no era eso, me solía encerrar en mi habitación a dibujar y ver las películas que pasaban por la televisión. Además, no era lo mismo sin papá. —¿Cuándo y dónde prefieres hacer las clases? —me trajo de vuelta a la realidad. —Lo más rápido posible, en el gimnasio luego de clases —pinché una albóndiga y me la acerqué a los labios—. Me niego a que pongas un pie en mi casa —me metí la carne a la boca. Frunció el ceño y negó, para después sentarse a mi lado. Por un momento me sentí un tanto incómoda, así que me alejé deslizándome por el asiento. Me observó extrañado y debí tener algo en mi rostro, porque sonrió levemente. Le quitó la servilleta a Jasper, y este se dedicó a masticar su manzana mientras nos observaba a ambos. Sacó un lápiz de su bolsillo y comenzó a escribir en la servilleta. —Ten… —me lo pasó y yo lo tomé con desconfianza—, es mi dirección, no podemos quedarnos en el gimnasio porque los de coro practicarán ahí, pero yo no tengo problema en que vengas a la mía —sonrió y me guiñó un ojo. —¿Crees que poniéndote trucho al guiñarme un ojo vas a lograr que suspire como las otras? —puse cara de aburrimiento. Mi compañero de almuerzo soltó una carcajada y Peter nos fulminó con la mirada a ambos, en especial a Jasper. —¿Y tú crees que con esa cara te vez muy linda? —contraatacó a la vez que se levantaba. Tenía mil ideas de cómo contestarle su «insulto» pero me las guardé, ya que así se iría más rápido. Abrí la boca y alcé una ceja mientras movía la cabeza lentamente. —Puedes ir los lunes, miércoles y viernes a las cinco de la tarde—dijo entre dientes—, trata de ser lo más puntual. Jasper estaba aguantando una carcajada y yo asentí, rindiéndome. Miré el papel otra vez, sin creer que esta fuera la casa de ese tipo. Estaba frente a una casa-mansión-castillo bastante grande para mis ojos. Toqué el timbre y esperé que alguien me abriera pero nadie llegaba. —No tenemos limosna, así que lárgate —dijo un tono bastante familiar desde el citófono. —Si quieres me voy —dije mientras pulsaba el botón—, pero no volveré y tú te perderás la recomendación. Tomé mi patineta y comencé a alejarme. En menos de dos segundos la reja sonó y me devolví a empujarla. Entré y luego la cerré con más fuerza de la debida a propósito. En la puerta de entrada se encontraba una señora un poco mayor, pero parecía de la misma edad que mi mamá. —¿Qué deseas? —me preguntó apenas llegué a su lado. —Ehh… Vengo a que Peter… —comencé a decir algo nerviosa. —Por supuesto —rio ligeramente—. Casi todas las chicas vienen a lo mismo… aunque eres mayor que las otras. Bueno, a veces también son chicos, la verdad —se dio la vuelta y fruncí el ceño—. Peter está en el sofá. Creo que me metí con un tipo con fetiche por las jóvenes. Dejé la patineta afuera de la puerta y pasé a la sala, donde Peter se encontraba sin camisa y unos pantalones, estirado en el sofá. El lugar parecía más grande por dentro que por fuera, así que comencé a ver a mi alrededor lo más disimuladamente posible. Había un olor a madera y limón que parecía estar en toda la casa, y no se sentía una especie de ambiente de tensión. La casa era agradable. Peter seguía sin mirarme, parecía que se estaba haciendo el dormido. Tosí fuertemente para que se fijara en mí y él me volteó a ver con una ceja alzada y una sonrisa confiada. Me hizo darme cuenta que estaba en su territorio. —Bienvenida —suspiró a la vez que se levantaba y apagó el televisor. Me pasó a llevar un hombro cuando pasó por mi lado y yo apreté mis dientes—. Vamos a mi habitación, no me gusta estudiar en la sala —dijo desde el inicio de la escalera. —No voy a ir a tu habitación, es una tontería seguirte así como así —me crucé de brazos y me paré firme en mi lugar. —Tampoco es que tengas opción, Marissa va a hacer una reunión aquí y no creo que quieras quedarte a jugar póker con señoras de edad —se encogió de hombros y comenzó a subir a toda prisa las escaleras. Subió tan rápido que cuando lo vi ya estaba casi en el final de esta. Maldecí en mi interior y apresuré el paso hasta estar cerca de él, y como estaba sin camisa no pude evitar fijarme en su pecho desnudo. Cuando estuvimos en el segundo piso entró a su habitación y yo me quedé en el umbral de la puerta, analizando el lugar. Vi que tenía una cama de dos plazas y un montón de pósters en las paredes que iban desde películas hasta de básquetbol. En una repisa había varios trofeos de básquetbol y unas fotos que no lograba distinguir del todo, así que me acerqué y comencé a verlas sin que me importara que Peter lo notara. Me duele admitirlo, pero era bastante adorable. La que más se hacía notar era cuando tenía el pelo un poco largo y un mechón rebelde le cubría un ojo. Tenía un gorrito de cumpleaños y pastel en toda la cara. Parecía que estaba enojado, porque estaba haciendo un puchero que me hizo reír por lo bajo. Peter se sentó en su cama y sentí como me observaba. Lo volteé a ver y él me evitó la mirada de inmediato. —¿Por dónde quieres comenzar? —pregunté luego de un momento bastante incómodo de silencio. —Matemáticas —dijo con tono obvio—. Sabes sumar, ¿no? Caminé a sentarme en la silla del escritorio, ignorando su comentario. Estuvimos estudiando duramente y traté de concentrarme lo mejor que pude, pero me seguía sintiendo incómoda respecto a estar a solas con él. Sin embargo, después de una media hora comencé a ignorar quién era y me relajé. Sin saber cómo, me había sentado junto a él en la cama y de vez en cuando Peter me pegaba suavemente con el cuaderno si respondía mal cosas que me acababa de enseñar. En algunas ocasiones me defendía y reía un poco por su cara de frustración cuando decía que me equivocaba en cosas que, según él, eran simples. Se me olvidó el incidente que tuvimos en la mañana y me pareció que cada vez que sonreía se intentaba concentrar de nuevo en la materia que me estaba enseñando. Estuvimos así alrededor de dos horas, hasta que se comenzó a acercar demasiado a mi cuerpo y empecé a ser consciente nuevamente de la situación en la que estaba. —¿Entendiste? —me preguntó mientras se acercaba más a mí, cosa que ya me estaba cansando. —Sí —dije cortante y cerré el libro de golpe. Peter se alejó un poco por el repentino ruido y yo aproveché esa oportunidad para guardar mis cosas rápidamente—. Gracias por enseñarme, pero no te pases. Me levanté de forma brusca, pero cuando me estaba alejando para irme de la habitación sentí una presión en mi muñeca y antes de darme cuenta ya había caído en la cama, con Peter encima de mi cuerpo. Me sentí nerviosa por sentir nuevamente su respiración en mi cuello, y noté que en una de sus manos tenía la pañoleta que Rose me había prestado. Moví mi cabeza de forma que tapaba la parte donde debía estar el chupón, y al levantar la vista lo miré seriamente. —¿Podrías bajarte, pervertido? —dije en un tono seco. —No quiero —dijo con una sonrisa mientras se acercaba a mi cuello y comenzaba a dar pequeños besos. No entendía qué pasaba con él, primero me trataba como una fácil y ahora él se me ponía encima y empezaba a besarme el cuello. Supongo que todos los hombres son así de confusos, pero Peter se pasa. Quizás podría simplemente seguirle el juego… que tome una cucharada de su propia medicina y dañar su ego. Después de todo, no parecía que pudiera salvarme de esta tan fácil. —Peter… —subí mis brazos a su cuello y lo rodeé con ellos—, quiero decirte algo. Me miró a los ojos y puse la mejor cara de seducción que Rose hacía con mi hermano. Lo oí tragar sonoramente y observarme con nerviosismo. —¿Sí? —preguntó dudoso, mirando por unos segundos mis labios. Dios, esto es lo peor que he hecho. —Creo que quiero… que me beses —ugh, no entiendo cómo Rose puede hacer esto. Al parecer mi petición lo tomó por sorpresa, ya que entreabrió los labios un poco y su vista volvió a mis ojos. —Claro —comenzó a acercarse. Tenía que esperar a que bajara la guardia por completo, pero se me estaba haciendo difícil al sentir nuestros labios a pocos centímetros de distancia. Comenzamos a chocar nuestras respiraciones, la suya parecía un tanto más agitada que la mía, y yo estaba preparada para terminar con esto. Apenas nuestros labios se rozaron retrocedí mi cabeza un poco y le di un cabezazo justo en la nariz. Se separó rápidamente de mí y cayó al suelo. Lo único que hacía era tratar de no reírme mientras le salía sangre de nariz, pero fue imposible después de que me levantara de la cama, tomara mis cosas y saliera de la habitación, no sin antes darle una mirada de triunfo. —¿Se puede saber con qué cabeza piensas? —dije entre risas y lanzándole un beso—. ¡Adiós, bebé! Comencé a bajar por la escalera feliz de la vida, pero la señora que me abrió la puerta me sobresaltó tocándome el hombro. —¿Te vas tan rápido? —dijo mirándome extrañada—. Normalmente se quedan más. Yo no vine a lo mismo que las otras, así que tengo el derecho de salir con mis ropas bien puestas y el orgullo por las nubes. —Sí, ya hemos terminado —le sonreí. —¿Lo hizo bien? —preguntó con curiosidad y fruncí el ceño—. A veces es muy frustrante su actitud, pero déjalo ir a su ritmo —me sonrió de forma maternal. ¿Cómo sonríe así después de decir eso? Pasos apresurados se comenzaron a escuchar desde el segundo piso, lo cual me puso un tanto nerviosa. —Escuche, me tengo que ir —acomodé mi mochila sobre mis dos hombros—. Fue un gusto, señora… —¿A dónde te quieres ir, enana? —Peter habló desde el medio de las escaleras y comenzó a bajar los escalones que le quedaban rápidamente. Tenía un algodón que se estaba tiñendo de rojo en un orificio, por lo que me tuve que aguantar una carcajada y que un sonido extraño se escuchara desde mi garganta. —A mi casa —dije con tono obvio—. Terminamos por hoy, así que no tengo por qué quedarme. —Marissa —le habló a la señora que tenía al lado—. ¿Puedes ir a la cocina a hacerle un té a esta loca para que se tranquilice? —me miró con los ojos entrecerrados. La tal Marissa comenzó a caminar rápidamente hacia la cocina y lo miré con el ceño fruncido. —¿Así es como tratas a tu madre? —fijé mi mirada hacia arriba cuando el castaño llegó a mi lado. Tensó la mandíbula y tomó mi brazo fuertemente. Me quiso arrastrar hacia arriba, pero me mantuve firme y no avancé lo suficiente como le hubiera gustado. No me soltó, así que pisé su pie y en el momento en que me soltó para llevarse las manos a la zona herida, comencé a correr hacia cualquier parte, ya que la salida estaba detrás de Peter, no era una opción pasar por ahí. No tardé en escuchar los pasos rápidos que venían tras de mí apenas estuve un poco lejos, así que me apresuré y entré a una habitación que suponía era el garaje por la forma de la puerta. Estaba muy oscuro, aunque aún así cerré la puerta lentamente y comencé a caminar de espaldas. Mis piernas dieron con un metal y me hizo perder el equilibro, caí de espaldas por lo que sea que me había tropezado y ocasioné un ruido estruendoso. Abrí los ojos con susto y miré hacia todos lados en busca de una salvación. La puerta se abrió y suspiré en signo de rendición. Peter me buscó cansadamente por todo el lugar, y cuando me vio en el suelo, suspiró fuertemente y se acercó a mí. Me tomó de nuevo del brazo y me hizo levantar de forma brusca. Ahí fue cuando noté que me ardía la pierna, como si me hubiera cortado con algo. —Duele —me quejé y saqué mi brazo de su agarre con un movimiento brusco. —¿Por qué no solo escapaste por la puerta principal? —me regañó entre dientes mientras levantaba lo que había botado. —Tú estabas enfrente, no soy tan lenta —estaba muy oscuro, apenas lo veía. Me encogí de hombros acomodando mi mochila de nuevo. Me pregunté qué había botado, pero no parecía de mucho humor como para responder mis preguntas. —¿Es muy importante esta cosa? —toqué mi pierna y solo noté un hilo de sangre, que pude sacar con mi dedo. —Claro que es importante —gruñó—. No estás en tu casa como para correr como maniática y entrar a habitaciones las cuales no te incumben —habló serio. Me extrañó su actitud, ya que nunca lo había visto tan molesto por algo. Fruncí el ceño y comencé a caminar hacia la puerta, otra vez. Miré sobre mi hombro y vi a Peter restregando su rostro fuertemente con sus manos. Salí de allí, tomé mi patineta y me alejé apenas se abrieron las puertas del portón. —¡Escúpelo de nuevo! —me gritó Rose con la boca llena de galletas. Me saqué unas cuantas migas de la cara y tomé mi vaso con gaseosa de la mesita de noche. Bebí un poco y lo volví a dejar donde estaba al mismo tiempo que mordía la galleta. —Peter Harrison es mi tutor de Matemáticas —dije por tercera vez—. La profesora de Matemáticas no es capaz de enseñar bien, así que me dio a un intento de chico lindo como tutor. —De nuevo, que no me lo creo —estaba atragantándose con otra galleta. Me froté las sienes con ambas manos y me levanté de la cama, cansada de decirle una y otra vez lo mismo. Hoy no hablé con Peter respecto a lo que pasó el lunes, pero al parecer me estaba evitando porque mandó a uno de primer año a decirme que estaría ocupado y no podría darme tutorías hoy. Pensé que fue infantil, pero no le di muchas vueltas al darme cuenta de que si él no quería enseñarme no era mi culpa. Eso sí, estaba comenzando a pensar que tenía un serio problema de doble personalidad; pues en algunos momentos le excitaba y en otros me odiaba con toda su alma. Hoy salimos temprano de clases ya que el profesor de Biología no vino porque estaba enfermo, así que Rose decidió que debíamos hacer una tarde de chicas. El lunes me canceló, así que era lo mínimo que podía hacer. —Mañana le voy a decir que mejor lo dejemos, que no resultó y ya —me encogí de hombros—. Peter no sirve para esto de enseñar. —¿No crees que estás siendo muy dramática? —rodó los ojos y me señaló con otra galleta—. Además, ya conoces a la fósil de Matemáticas… nunca va a dejarte cambiar de tutor. Es cierto, no me daría el gusto en nada ni aunque tenga la mejor calificación en un examen. Como las que tiene Jasper, siempre le va bien… oh… —Podría decirle a Jasper —susurré para mí misma. —Perdona, pero… ¿quién es ese? —preguntó confundida—. Me distraigo un momento y ya tienes cuatro chicos en tu vida. —No hay ningún chico en mi vida además de Alex —me di vuelta y me le quedé mirando—. Jasper es mi compañero de asiento, es el mejor en Matemáticas de nuestro año —paré porque ella me miraba con una ceja alzada—. Es mi mejor opción, tiene buenas notas. —Buenas, pero Peter obtiene excelentes —dijo moviendo el índice. —¿Me estás apoyando? —le dije cansada. —Es que… le puedes dar una oportunidad —se encogió de hombros—. Peter es un buen chico, deberías ver qué pasa con él y luego formar una pareja y casarte. La miré con horror, pero ella seguía mirando a la nada mientras soñaba en su mente rosa. Quizás tenía razón respecto a que debía darle una segunda oportunidad, él había salido perdiendo en más de una oportunidad y aún le debía una por lo de la fiesta. Me sentía con las manos atadas. —Admito que golpearlo es divertido… —negué con una sonrisa un tanto cruel—. Bueno, me quedaré con él. Pero si suspendo mi próximo examen, pido cambio —la amenacé y ella subió las manos. —Como digas, pero no me vengas después con cuatro novios—habló rápidamente y me abstuve de corregirla, porque sabía que su cerebro no daba para mucho—. Me voy a ver a Justin, nos vemos mañana —me abrazó y abrió la puerta de mi pieza. —¿Quién es Justin? —le pregunté antes de saliera de mi habitación. —¡Lo conocí en la fiesta! —me respondió desde las escaleras. Pronto escuché como arrancaba su Jeep y aceleraba para que nadie la viera en mi casa. Odiaba que ocultara nuestra amistad, pero al final, ella era la única amiga que tenía. Fui hacia la cocina para dejar los vasos y platos que usamos para comer en mi pieza. Abrí el frigorífico frotándome los ojos y me serví un poco de zumo de naranja que quedaba en una botella. Eran las seis de la tarde, así que debían de estar dando alguna película buena en el cable. —¡Alex, busca una…! Oh, verdad que salió —recordé que estaba en la casa de Félix jugando fútbol. Me encogí de hombros y me fui a la sala para echarme un rato en el sofá. Comencé a quedarme dormida después de la mitad de una película de romance empalagoso, pero el sonido de mi celular me sobresaltó de pronto y empecé a buscarlo por todas partes, hasta que revisé mi bolsillo y puse los ojos en blanco. Seré más idiota. Noté que me llegó un mensaje de Rose, así que lo abrí un poco extrañada ya que casi nunca me mensajeaba a no ser que fuera importante o quisiera algo de mí. Rose: Hey… gózala ;) No entendí a qué se refería y decidí ignorarlo e irme a dormir una buena siesta antes de que mamá llegara y me llamara para ayudarla a preparar la cena. Dejé mi celular en la mesa y cuando ya me encontraba a la mitad de las escaleras sonó el timbre de la puerta. Gruñí un poco y grité que ya iba. Abrí la puerta y no me esperé encontrarme con… esa cosa. —¿Qué quieres? —dije en un tono cortante, al mismo tiempo que me apoyaba en la puerta medio abierta—. ¿Cómo me encontraste? —¿No me vas a invitar a pasar? —puso una media sonrisa—. Rose Figgins me dijo dónde estabas, no sabía que a parte de mí también tenías algo con Alex Rosmmot —me observó con falso reproche. Maldita Rose. —No, y lo de Alex no te incumbe —al momento que dije eso le cerré la puerta en la nariz y se escuchó un gruñido de Peter al otro lado. —¡Por qué siempre la nariz, j***r! No pude evitar que una pequeña risa se escapara. Bueno, tal vez no fue pequeña, tal vez fue un poco más alta de lo que esperé. Rose tenía razón, lo único divertido era golpearlo y verlo quejarse como una princesa. —¿Acabas de reírte? —se escuchó su voz incrédula. —No —dije solo un poco nerviosa. Hubo un momento de silencio, así que supuse que se había marchado. Iba a abrir la puerta, pero su voz me detuvo en el último segundo y casi me da algo al corazón. —Necesito curación para mi nariz —su voz se escuchaba como si se estuviera tapando la nariz. —Ve al hospital —me negué rápidamente. —Entonces llama a Alex para que me deje entrar a su casa. —Alex no está, vete —hablé con tono monótono. Se escuchó un suspiro de frustración al otro lado. —Por favor, Annabella —gruñó—. La necesito ahora o mancharé toda tu alfombra de bienvenida con sangre y mocos. Pensé unos segundos sobre las ventajas de tener a Peter en mi territorio, y así evitar que mi mamá me obligara a limpiar la sangre que dejaría en el piso y la alfombrilla con mi cepillo de dientes. De cualquier forma, no creo que Alex tardaría tanto como para que él pudiera hacer algo. No estando del todo convencida le abrí la puerta lentamente, pero me sorprendí un poco al ver que no estaba. La cerré confundida, aunque apenas me volteé el cuerpo de Peter estaba frente a mí. Casi se me escapa un gritito de nena, pero me aguanté y puse la mano en mi corazón a la vez que lo observaba con odio. —Pero que… ¿por dónde has entrado? —miré a todos lados—. No me vuelvas a dar esos ataques de susto. —Por la ventana —dijo encogiéndose de hombros. —Estaba cerrada, ¿cómo?… Idiota —comenté, golpeándolo en el hombro. Se rio un poco de mi actitud y me dieron unas ganas tremendas de arrancarle los ojos de sus cuencas con una cuchara. Tenía una conversación pendiente con él, pero su mera presencia era una molestia para mí en todos los sentidos. —Necesito pedirte disculpas —me miró a los ojos y yo desvié la mirada para buscar algún papel higiénico para su nariz. Al encontrarlo, caminé hacía él y Peter me siguió un poco, aún hablando—. Creo que fue un poco tonto haberte tratado así. Yo… —¿Qué quieres realmente? —le dije en tono cansado. —Lo que dije —frunció el ceño mientras tapaba con el papel higiénico uno de sus orificios—… vine a pedirte disculpas. —Sí… claro —reí—. Y Alex no está loco por Megan —dije con sarcasmo. —¿Cómo sabes sobre Megan y Alex? Solo se lo dice a sus amigos más cercanos —se cruzó de brazos y se puso más derecho, haciendo que mi cuello casi se quebrara por subir tanto mi vista. —Pues porque soy… Unos golpes de la puerta me interrumpieron sobresaltándonos a ambos. Miré a Peter por última vez y le di la espalda para abrir la puerta a quien sea que pudiera ser y Alex entró de golpe, pasándome a llevar. Hice una mueca de felicidad, ya que si mi hermano estaba aquí no tendría que enfrentarme al lobo sola. —Ann, necesito mis llaves porque me iré de copas con… —no terminó la frase cuando notó que Peter estaba aquí—. ¿Qué hace él aquí? —preguntó confundido. —Es la chica de la que te conté en el entrenamiento. Vine a pedirle disculpas por lo del chupón y por echarla de mi casa así como así después de que me subiera sobre ella y hasta casi besarnos —dijo encogiéndose de hombros y me observó con los ojos entrecerrados—. Pero no me cree… ¿y por qué está en tu casa? Me golpeé la frente con la mano por lo imbécil que había sido. No me molestó que fuera sincero y directo con mi hermano, pero no tenía ni idea en el problema que se había metido apenas mencionó la palabra chupón. Me alejé unos pasos de ambos, porque ya veía como Alex estaba hecho piedra. Estallaría en cualquier momento, y lo más importante era que mataría a Peter. Alex me miró con los ojos abiertos y luego regresó su mirada a Peter. Lo miró con una ceja alzada y me observó nuevamente, con cara de pocos amigos. No sabía si aumentar la llama o bajar el calor de la situación, así que decidí decir la verdad y nada más que la verdad. —No miente, yo le dejé la nariz peor de lo que estaba —dije con los brazos cruzados y con toda la calma del mundo. Volteó a ver a Peter, pero ahora sí parecía que iba a asesinar a alguien con sus propias manos. —¿La siguiente de tu lista? —preguntó mirándolo fijamente. —Eh… no lo sé —habló rápidamente, un tanto confundido por la actitud de mi hermano. Lo miré con una expresión sorprendida. ¿Lista? La poca rabia que me dio desapareció en el momento en que Alex tomó del cuello de la playera a Peter y lo tiró contra la pared. Por una parte quería que le destrozara la cara, pero sabía que no era lo correcto. Según mi conciencia. Hice una mueca con la boca y me extrañó ver lo furioso que se le veía a Alex, así que comencé a pensar que las cosas se saldrían de control si no hacía algo pronto. —¡¿Le hiciste algo?! —me apuntó con su dedo índice y se acercó peligrosamente a Peter. —No… —dijo Peter algo nervioso y extrañado por su reacción. —¿La tocaste? —su tono era algo más calmado pero seguía enojado. —Yo… ¿tal vez? —su nariz comenzó a sangrar y nos quedamos en silencio. Adiós Peter. No fue un gusto conocerte. El puño de Alex comenzó a cerrarse a la vez que miraba a su mejor amigo con ojos de asesino. Levantó su mano para poder golpear su rostro con fuerza, por lo que pude notar. Pero antes de que se acercarse lo suficiente al rostro de Peter, se detuvo a centímetros ya que el culpable dijo la salvación más idiota que se le ocurrió. —¡No sabía que era una de las tuyas! —tenía los ojos cerrados esperando el golpe que nunca llegó. Ugh, fue horrible pensar en la simple idea de Alex y yo teniendo una relación. Nunca lo vería como más que el que me pegaba mocos en el cabello cuando éramos más pequeños. Alex tuvo una reacción parecida a la mía, ya que lo vi hacer una mueca de asco. Me miró un tanto confundido, así que me encogí de hombros al momento que me acercaba más a ellos. —Peter, Alex es mi hermano —hablé asqueada por su deducción. No podría besar a este gusano apestoso. —¿Hermanos? —me miró más aliviado, aunque enseguida se dio cuenta de que era peor. —Por ser mi amigo no te golpearé tan fuerte —Alex hizo sonar sus dedos y Peter se encogió en su lugar. No me sentía culpable ahora, así que me daba lo mismo si terminaba con un diente menos. Noté que las posibilidades de que saliera ileso de aquí eran muy pocas, así que no me esperaba que sobreviviera. Si el imbécil de Peter no decía algo creativo o se disculpaba de rodillas, las cosas no resultarían bien para él pero sí bien para mí. No me molestaría más después de eso. Mi hermano tomó a Peter por el cuello de su playera, para evitar que huyera, y lo levantó un poco del piso. Ambos eran de casi el mismo tamaño, así que no sé cómo era posible. —¡Fue culpa de Félix, él me dijo que hiciéramos una apuesta para ver si podía acostarme con ella! —juntó sus manos frente a su rostro con una mirada de súplica—. ¡No me golpees, Alexito bonito! Resultó un poco, ya que lo soltó y se quedó parado unos segundos antes de dirigirse hacia la puerta. Claro, no sin antes regresar sobre sus pasos y golpear a Peter en el estómago. El agredido colocó las manos en la zona herida y cayó sobre sus rodillas, mientras que yo lo miraba con una sonrisilla en mis labios. Alex agitó su mano en el aire y me volteó a ver con cara de pocos amigos. La sonrisa que tenía desapareció de golpe tragué con fuerza el nudo que se formó en mi garganta. Entrecerró los ojos hacia mí, así que lo único que supe hacer fue mirar a otro lado para evitar problemas. Suspiró, y antes de que me diera cuenta me estaba agarrando de los hombros y me miraba fijamente. —Vuelvo en seguida. Si intenta algo sabes que puedes golpearlo con mi consentimiento —me echó una última mirada y yo asentí—. Y tú —señaló a Peter— te quedas aquí, tenemos cosas pendientes que hablar cuando vuelva. —Un gusto ser tu mejor amigo —dijo Peter sin aliento desde el suelo. Alex se fue rápidamente por la cabeza de su próxima víctima, así que me quedé al lado de la puerta, escuchando como alguien trataba de recuperar la respiración con mucha dificultad. Miré en su dirección y noté que había manchado el piso con la sangre que chorreaba de su nariz, así que suspiré cansada y me agaché frente a él para ver si podía levantarse e irse de mi casa de inmediato. —¿Y… desde cuándo que son hermanos? —me preguntó apenas, así que me dio un poco de lástima. —¿No se te ocurre una pregunta mejor? —lo golpeé en la frente con mi dedo—. Pues desde que nací yo, obviamente. —Pero no entiendo, Alex tiene un hermano llamado Jas, no una hermana —levantó la vista y me observó con los ojos entrecerrados. Rodé los ojos con frustración. Al parecer me había confundido con un chico y además me llamaba por mi segundo nombre. Me levanté y comencé a caminar a la cocina para sacar el algodón y el alcohol del botiquín de emergencias. Al poco rato noté que Peter me siguió el paso, porque se sentó en una silla que estaba detrás de mí. —Jazmín es mi segundo nombre, mi mamá suele llamarme Jas a veces —saqué lo que necesitaba y lo puse en la mesa a su lado. —Oh… eso explica mucho —habló con tono de comprensión y me volteé—. Pero tienen diferente apellido. Cerré la puerta del botiquín con fuerza. —Eso no te incumbe. Volví con él y saqué una gran cantidad de algodón, para después ponerle mucho alcohol. Noté que me miraba extrañado y al ver que iba a decir algo —probablemente estúpido— apreté con fuerza el algodón en el orificio de su nariz. Maldijo fuertemente, y yo sonreí con malicia por hacerlo callar tan fácilmente. Estuvimos en silencio mientras yo limpiaba la sangre de su nariz y hacía muecas pequeñas de dolor. Pero como él no podía mantener su boca cerrada, se puso a hablar como un loro. —No necesitabas alcohol para limpiar mi nariz —se quejó de pronto. —Es por si acaso, además quería ver qué tan nenita eres —me encogí de hombros. Otro silencio. —¿Te gustó la función? —me miró con una sonrisa falsa. —Mmm… he visto mejores. Soltó una risa leve y me comenzó a mirar mientras yo estaba concentrada limpiando el resto de sangre que quedaba. Después de unos instantes comencé a sentirme incómoda porque me observara de esa forma, no me gustaba que me vieran por tantos segundos. Levanté la vista al mismo tiempo que él, así que volví a recordar el incidente de la fiesta, cuando caí casi sobre él en la bañera. —¿Qué miras? —pregunté un poco avergonzada. Sonrió un poco y sentí mi corazón ir solo un tanto más rápido. —Tu pijama de Bob Esponja es ridículo —comenzó a reír mientras negaba con la cabeza. Lo observé con cara de no tienes remedio y me crucé de brazos ante su estúpido comentario. Sus ojos se desviaron automáticamente a mis pechos y lo miré indignada, a la vez que lo golpeaba de nuevo en el estómago, justo donde mi hermano lo hizo antes. Se agachó sobre sí mismo y aproveché de tomar los algodones usados para tirarlos al basurero. —Eres cruel —me habló desde su asiento. —Claro, pero porque te comportas como un cretino —respondí—. Levántate, te ayudaré a llegar al sillón. Puso su brazo sobre mis hombros y lo ayudé a caminar hasta la sala. A pesar de que estaba caminando encorvado, me seguía ganando en tamaño y eso me hacía sentir una niña de nuevo. Tenía suficiente con Alex para que viniera él y me intimidara con su tamaño de gigante. Lo tiré sin mucha delicadeza en el sillón, por lo cual se quejó y me observó con resentimiento. —Si quieres que te ayude mira hacia acá —señalé mis ojos, pero con una sonrisa volvió a mirar mis pechos a propósito—. ¡Dios! ¡No se puede contigo! Froté mis sienes y noté que Peter se había levantado del sillón con dificultad. A continuación, me agarró de la muñeca izquierda y me apresó en la pared que estaba más cerca de nosotros. Parecía que le dolía hasta estar de pie derecho, pero si ese era el caso no le importaba mucho. —¿Se te va a hacer costumbre esto? —gruñí, a la vez que apretaba mis dientes. Me miró con una sonrisa confiada en su rostro. —Tal vez no me puedo resistir —alzó una de sus cejas y yo rodé los ojos. Corrió mi cabello del cuello para ver su maravillosa obra de arte. Había tratado de cubrirla con el maquillaje de Rose los días anteriores, pero como me había duchado después de la escuela no me di el tiempo de hacerlo de nuevo. Mi madre no se había dado cuenta porque solo me veía en la mañana y a veces en la tarde, así que solo tuve que andar con un pañuelo para evitar que Alex lo notara. —Vuelve a poner tu sucia lengua en mi cuello, Harrison, y te juro que no tendrás hijos —fruncí el ceño. —Créeme que si te hago otro chupón, ya no será en tu cuello—dijo mientras se acercaba peligrosamente. —Aléjate, Peter —gruñí a la vez que movía mis brazos tratando de liberarme, pero era imposible porque estaban detrás de mi espalda. —No, hasta tener lo que me debes desde que estuviste en mi casa —comenzó a estar cada vez más cerca de mi boca. Me comencé a poner incómoda por su cercanía y las hormonas de la adolescencia estaban comenzando a aparecer en el peor momento. Me di cuenta de que ya no me movía por resistirme, y que quizás quería besarlo porque, muy en el fondo, quería probar qué era lo que pasaría. No perdía nada en intentarlo, ya que nadie se enamora después de un beso. Nuestros labios se rozaban y mi respiración estaba un poco agitada, al igual que la de Peter. Acunó mis mejillas en sus manos y entrecerré los ojos, esperándolo inminente. Pero, justo un segundo antes de que nuestros labios se juntaran su celular comenzó a sonar, sobresaltándonos a ambos y separando a Peter de mí rápidamente. Parecía molesto y a la vez confundido. Noté lo que estaba a punto de hacer y abrí mucho los ojos. ¿Había estado a punto de besar a Peter Harrison? ¿Yo? Peter sacó su celular del bolsillo y contestó de mala gana. —¿Qué quieres, Félix? Estoy ocupado. —¿Estoy ocupado? —escuché como imitaba su voz—. Peter, Alex me contó todo. Ahora tengo la nariz quebrada y un buen moretón en el ojo. Nunca hemos hecho una apuesta —dijo Félix con calma, pero sabía que lo quería matar. Peter iba a decir otra cosa, pero me le adelanté y lo golpeé con fuerza en los bajos. Cayó al piso con un ruido sordo, así que aproveché, de tomar el teléfono y mirarlo con cara de pocos amigos. —Félix, soy Ann —hablé mientras caminaba hacia el sillón y me sentaba con calma en él—. Yo me encargo de él, no te preocupes. —Lo dejo en tus manos, sé cómo te pones cuando estás molesta —habló un poco más aliviado—. Adiós, nos vemos. Tenía el presentimiento de que Félix se vengaría, pero eso ya no era mi asunto. Vi por el rabillo del ojo que Peter se estaba levantando con ayuda de la pared, así que me crucé de piernas y lo observé con una mirada de profunda molestia. —Si eso era lo que querías lograr —dije con tono monótono— puedes irte de mi casa, señor masoquista. —Alex me dijo que lo esperara aquí —se encogió de hombros. —Yo creo que mi hermano entenderá que no quiero pasar más tiempo contigo —sonreí con los labios apretados. —De acuerdo —suspiró rendido—, pero dame mi teléfono al menos —extendió su mano hacia mí. Le lancé el celular sin mucho cuidado, logrando que pusiera una cara de espanto y lo agarrara apenas. Me fulminó con la mirada, pero yo me dediqué a observarlo con una ceja alzada. Me levanté rápidamente y empecé a empujar su cuerpo para que saliera de mi casa, pero en el último momento se apoyó en el umbral de la puerta con manos y pies para evitar salir. —¿Cuándo seguiremos con las clases? —preguntó adolorido. —El viernes. En la biblioteca —dije en tono seco mientras trataba de sacarlo—. ¿Puedes irte? —Quiero mi beso de despedida —se acercó de un movimiento brusco, pero mi mano empujó su cara en el último instante. —¿Notas que estás en una pose prometedora? —crucé mis brazos y lo miré con una ceja alzada. Se quedó paralizado y por fin notó que podía golpear su entrepierna en cualquier momento. Inmediatamente se alejó y aproveché de cerrarle la puerta apenas estuvo afuera. —¡Nos vemos el viernes! —gritó para que me lo escuchara por si acaso. Rodé los ojos y sonreí, ya que no me creía que fuera así de masoquista. Diablos, está volviéndome loca.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD