Londres, 2018.
Eyleen.
Caminar en medio de la fría lluvia no alivió el dolor, generó más nostalgia en mi golpeado corazón. Mi cuerpo está helado por las gotas gruesas que caen del nublado cielo. Mis lágrimas se mezclaron con las gotas de agua dándole un sabor agrio. Me abracé a mí misma preguntándome a dónde debía ir, después de todo no es necesario huir cada vez que un problema toque mi puerta.
Aferrarme a la idea de que solo despejo mi mente porque lo necesito, me hizo caminar por horas. No todos los días te llega una invitación de la boda del que creías el amor de tu vida, de la persona que compartiría el resto de sus días contigo, pero que al final decidió buscar algo mejor, o esas fueron sus palabras que me quebraron.
Huir no es propio de mí, siempre me enfrenté a cada adversidad porque desde pequeña tuve que enfrentarme a muchas. Luche contra lo que no me permitía brillar, aunque a veces termine cansada, y una parte de mí se perdió en ese proceso.
«¿Cómo fue capaz de avanzar?»
Esa pregunta ronda por mi mente.
Solo habían transcurrido nueve meses.
Meses dolorosos, donde tuve que dejar de luchar porque había entregado un pedazo de mí, era lógico, invertí ocho años en nuestra supuesta relación con un final feliz. Le di de regalo mi corazón y lo pisoteó, quebró cada parte valiosa de mi alma, sin importarle mi sufrimiento. Decía que me amaba, y solo fueron mentiras disfrazadas de sus intenciones, porqué si hubiera tenido el mínimo amor por mí, me aceptaría con mis errores e imperfecciones, pero para él nunca fui la mujer perfecta que esperaba. Por eso me humillaba, señalaba y criticaba cada aspecto de mí, que termine siendo un juguete moldeado a su antojo aunque no siempre podía porque en mi cuerpo no entraban en esos vestidos costosos que me compraba para cualquier evento importante de su empresa.
Mucho tiempo me prohibía decir que éramos pareja, me negó frente a sus amistades y solo me utilizaba cuando me necesitaba.
Un hombre así, no te ama.
Un hombre así, solo te destruye.
Y eso hizo. Me arruinó.
Me convirtió en lo que tanto odiaba, en una más de esta sociedad, que solo quería ser aceptada con sus kilos demás.
*
Toqué su puerta sin dejar de abrazarme para sentir un poco de calidez.
La puerta se abre, sus ojos me escanearon con tristeza. No es necesario comentar lo sucedido, lo sabía, su mirada lo decía todo. Se hizo a un lado dándome espacio para entrar, no pronunció una palabra, se mantuvo en silencio esperando que explotara, pero estoy tan casada que no tengo las fuerzas suficientes para seguir llorando o lamentándome de mi horrible vida.
Me detuve frente a su enorme espejo y miré mi reflejo en él.
¿Dónde se encontraba aquella chica llena de vida?
Está no era la mujer de hace años atrás, con colores pintorescos. Solo veía en mí, a una mujer con cicatrices y colores opacos.
¿En que me había convertido? En una mujer con muchas inseguridades y temores, que dejó de correr riesgos por el terror de seguir perdiéndose. En una mujer que se alimenta de las críticas de la sociedad y que le importa mucho el qué dirán.
En eso me convertí.
Y es tan lamentable.
Tampoco puedo arrepentirme, fueron mis decisiones las que me llevaron a esa etapa de mi vida, todo sucede por algo. Pero si me dieran la oportunidad de escoger, no dudaría en regresar a esos momentos donde era segura de mí misma; dónde era esa chica que no le importaba arriesgarse porque le gustaba tentar a la vida, podía sentir las chispas recorriendo por todo su cuerpo dándole brillo a su alma.
Extiendo en mis labios una sonrisa de lástima.
El maquillaje está recorrido, mis ojos hinchados y mi rostro ruborizado. Aprieto mis puños sintiéndome insuficiente, inútil y un desastre. Mis emociones están revueltas, no veo la claridad en mis pensamientos, solo lo negativo.
Lágrimas gruesas ruedan por mis mejillas, no puedo detenerlas.
Esa noticia desestabilizó mi mundo, el cual se está recuperando de tantos golpes y de un fuerte desamor, que llevo cada pedazo de mi vida; al que entregó tanto esmero y esfuerzo, pero no fue tomado en cuenta.
—Toma bonita —extendí mi mano para recibir una toalla. —. Creo que mejor deberías darte una ducha. —sugirió, meneo mi cabeza. Se detuvo detrás de mí, mirándome por medio del espejo con una sonrisa orgullosa.
—¿Quieres hablar? —me preguntó, asentí.
Lorena, mi mejor amiga y prima, tomó mi mano y me guió hasta su sofá. Nos sentamos, me quito la toalla y comenzó a secar mi cabello, con delicadeza.
—Tranquila bonita, no te tortures—pidió cuando escuchó un sollozo escapar de mis labios. —. Es difícil asimilar la información. El dolor de saber su compromiso, pero no puedes dejar que esa noticia te haga retroceder el avance que has logrado estos últimos meses.
—Es mucho que procesar —dije en medio sollozos, mi voz sonó entrecortada. —. No estaba preparada para recibir tal noticia, no lo veía venir porque apenas llevan unos cuantos meses saliendo, ¿Por qué casarse tan rápido?
—Quisiera responder todas tus preguntas, pero no tengo una contestación y soy la menos indicada para hablar sobre casamientos. —me reí un poco.
—Lorena —gire mi cabeza, detuvo sus manos y me miró a través de sus largas pestañas postizas. —, ¿Sabes cuánto tiempo le tomó pedirme matrimonio? —negó con su cabeza. —Siete años, ese tiempo estuvo meditando si era bueno casarse conmigo. Y con ella, que solo tiene cinco meses, le tomó todos esos meses para darse cuenta que era el amor de su vida.
Escondí mi rostro entre mis manos, las lágrimas amargas brotaron de mis ojos. No deseo que me vea tan débil y rota.
—Duele no ser suficiente. —murmuré cansada.
—¡¿Qué dijiste?! —se exalto un poco, tirándome la toalla contra mi rostro.
—Auch. —me queje, puso sus manos en sus caderas.
Tomó mi barbilla y levantó mi cabeza: —Eres suficiente, cualquier hombre inteligente se daría cuenta de la maravillosa mujer frente a sus ojos. Llegará la persona indicada para ti, que te amará con tus miedos y defectos. Y en ese momento, comprenderás que a veces nos cruzamos con las personas equivocadas a pesar creer que son las indicadas cuando, en realidad, solo están de paso en nuestras vidas dejando enseñanzas y haciéndonos más fuertes.
—Perdí… —Hago una pausa.
—Se que lo perdiste.
—Y lo amo.
—Tú no lo amas, amabas la idea de una relación perfecta e idealizaste esa relación con la tuya, cuando lo único que logramos ver era un amor inexistente. —aseguró, acariciando rostro.
—No se siente de esa manera.
—En algún momento lo entenderás y me darás la razón, bonita.
No parecía una mujer de veintiocho años, con esa inmadurez y descontrol de mis emociones.
Suspiro.
Mi vida pasó a segundo plano.
—Deja de lado todos esos pensamientos negativos, no te ayudan a avanzar. —me da una mirada desaprobatoria.
—¿Irás al matrimonio? —cuestioné con un bulto en la garganta. —Será en la hacienda, estarás tres semanas rodeada de toda la familia y siendo torturada por la abuela.
—Iremos al matrimonio —me corrigió, la miré horrorizada y negué con mi cabeza. —. Lo haremos, le demostraremos cuán feliz eres y lo mucho que te alegre su boda.
—Pero eso sería mentir —reprocho. —. Me niego a ir a ese matrimonio, además no deseo que Catalina me restriegue en mi cara que consiguió lo que no pude.
—Por eso mismo, irás para demostrar que no te importa. —noté la seguridad en su mirada.
—No puedo.
—Esa palabra no existe en nuestro vocabulario—indicó con una mirada amenazante. —. Lo harás bien, tendrás el apoyo de tu familia incluso de la mía, sabes que eres la consentida de mi madre.
—¿Por qué sonó como si estuvieras celosa? —me burlé.
Puso sus ojos en blanco.
—Mi tía también te ama.
—Nadie puede resistirse a mis encantos. —pestañeó con coquetería, golpeé su brazo y reí limpiando mis lágrimas.
Las dos nos sobresaltamos al escuchar el instrumental que provenía de mi móvil. Meto mi mano a mi abrigo, lo saco mientras parpadee muchas veces al mirar el nombre del remitente.
Debatí por algunos segundos, si debía responder o ignorar su llamada; al final opté por contestar y actuar como si nada pasara.
Aclaré mi garganta y conteste.
—Mi prima favorita, ¿Cómo estás? —Su emoción causó estragos en mí.
Sabía lo que intentaba lograr. Quiere saber cuanto me ha afectado su compromiso.
—Buenas noches, Catalina—salude, carraspeando. —. Estoy bien, gracias por preguntar.
—¿Te llegó mi invitación?
Apreté mi móvil contra mi oreja.
—Felicidades por su boda.
Intenté que mi voz saliera normal para despistar cualquier pregunta incómoda.
—¿Por qué me estás llamando? —pregunté
—Quiero pedirte un favor.
—Claro, ¿en qué puedo ayudarte?
—Quiero que seas una de mis damas.
—¿Qué? Creo que no escuche bien.
—Se que escuchaste, no tengo muchas amigas en esta ciudad y me quedo recurrir a la familia.
Nadie puede soportar la personalidad engreída de Catalina.
—Entonces, soy tu segunda opción.
—Oh, sonó horrible.
—No…
—¿Puedes decirle a Lorena? —me interrumpió.
—Dudo mucho que…
—Solo dile, por favor. —sonó desesperada.
Resople sin saber qué responder. Hubo un silencio.
—Eh, bueno.
—Muchas gracias, me llamas para confirmar.
No me dio tiempo de responder porque terminó la llamada.
—¿Por qué estás pálida? —cuestionó Lorena.
—Me pidió que te convenciera para que seas una de sus damas, y como se que no vas aceptar, entonces tampoco aceptaré. —suspiré aliviada.
—Lo haré. —arruino mi calma.
—¡No me puedes hacer esto!
—Preparas tus maletas, en dos días seremos damas de honor.
—Ni de coña.
Bufé.
Pase mis manos por mi rostro.
¡¿Qué está haciendo?! Me empuja al matadero, está cavando mi propia tumba.
Miré a Lorena en busca de una negativa, está negó.
—Vamos a ir a ese matrimonio quieras o no. Seremos las mejores damas y demostraras que eres mucho para ese bastardo, por eso tuvo que conformarse con Catalina.
—No hables así de nuestra prima.
Se encogió de hombros.
—¿Y? Eso no le impidió meterse en la cama de un hombre que no era suyo, sino de su prima.
No pronuncie ninguna palabra. Me sumergí en mis pensamientos pensando en que tenía dos días para prepararme y enfrentar al hombre que una vez creía perfecto.
El momento llegó.
*
Entre a casa esperando encontrar a todos para anunciar mi decisión.
Cual sea mi decisión tendría su apoyo, no son capaces de dejarme sola en una situación complicada. No lo harían porque sería la primera vez, después de nueve meses que lo vería tomado de la mano de mi prima, su futura esposa. Y no se si podré soportar todo ese dolor, de saber que nunca seré suficiente y es por ese motivo que me cambio por alguien mejor, mucho mejor.
Me detuve al mirar a todos reunidos en la sala, murmurando entre sí. Supongo que están esperando mi regreso para saber si me encuentro bien.
—Deben ir a dormir, es tarde. —hice notar mi presencia.
Todos giraron sus cabezas, preocupados.
Mi madre se levantó de su lugar y dio pasos largos caminando en mi dirección, con sus ojos llenos de lágrimas acumuladas. Su semblante reflejó aflicción, sentí un poco de culpabilidad, al darme cuenta de que hice que todos se preocupen.
Envolvió sus brazos alrededor de mi espalda y susurró unas palabras. No logro escuchar con claridad.
Se aferró a mí por largos minutos, no me dejo mover.
—Mamá la estás asfixiando. —comentó Eda, destelle preocupación en sus ojos.
Ignoró el comentario del pequeño tormento porque aprieto más su agarre. Intenté respirar profundamente, pero me fue imposible.
—¿Puedes soltarme? —pregunté con dificultad. El aire no ingresa a mis pulmones.
Mi madre me soltó luego de unos segundos.
Tomó mi mano y caminamos para llegar a donde todos están reunidos. Pasamos al lado de mi padre, me detengo para que pudiera besar mi frente y mirarme con sus profundos ojos. Seguimos caminando hasta llegar al sofá, me senté a lado de Eva, quien tomó mi mano entre las suyas y me dio un ligero apretón. Mi mirada se cruzó con la de mi hermana mayor, formó una sonrisa a boca cerrada.
Todos me miraron con pena, y por sus comportamientos formaron un ambiente melancólico que nos rodeó. Me molesto porque espere que me dieran fuerzas, no que me depriman más.
—Estuvimos hablando como familia y acordamos no ir a la boda. —rompió el silencio mi madre. Mis hermanas movieron sus cabezas afirmando las palabras, mi padre mantuvo una expresión neutra.
—De seguro será aburrido. —expuso Eva.
—Tengo mucho trabajo para esa fecha, no tendré tiempo para asistir. —añadió Elizabeth.
Esperé las palabras de Eda, pero nunca llegaron.
—¡¿A quién mentimos?! Todas queremos ir a esa boda y criticar a Catalina, pero no lo decimos por respeto a Eyleen, tienen el descaro de buscar excusas para que sea creíble —las delató Eda, con una expresión acusatoria. —. Yo no fingiré ni pienso inventar excusas para quedar bien con mi hermana—me miró. —. Prefiero decirte la verdad, que mentirte porque te estaría lastimado.
—¡Eda! —gritaron al unísono mi madre y hermanas.
—Lo siento, no soy hipócrita como ustedes —las señalo con su dedo, culpándolas. Eva llevó una mano a su pecho haciéndose la ofendida. —. Perdón, media naranja.
Mi madre le dio una mirada penetrante a Eda, mientras Elisabeth con sus ojos le decía que hablarían después. Por otro lado, mi padre mantuvo su postura seria y rígida, y Eva apretó sus labios para no dejar escapar una risa por las palabras de su gemela malvada.
Forme una sonrisa en mis labios.
—Cada día sobrepasa los límites, Eda. —contuve mi risa, mi hermana me guiño un ojo.
—Mi lema es: Sinceridad ante todo. —movió sus manos al pronunciar su lema. —. No quiero romper mi lema engañando. Si mis palabras te lastimaron, me declaro culpable, pero no me arrepiento de ser sincera, es necesario ser honesta contigo para no decepcionarte, no soy como otras. —miró a mi madre y hermanas.
—Y te lo agradezco —ensanche más mi sonrisa. —. No necesito que busquen excusas para no asistir a la boda —miré a mi familia. —, pueden ir porque sé cuánto han esperado este momento de reunirse de nuevo con toda la familia, será muy divertido.
—¿Y tú? —Por primera vez en todo el día escuche la voz de mi padre. Mire en su dirección manteniendo mi sonrisa. —No pretendas estar bien, no me gustaría.
—Y no lo haré, no me encuentro bien, es evidente porque pase años a lado de ese hombre, pero decidió cancelar todo para estar con la que ahora será su esposa, mi prima.
Respire hondo.
—Si no quieres ir, te apoyaremos porque somos tu familia. —dice mi madre.
—Lo haremos aunque perderemos la rica comida.
Sonreí ante las palabras de Eda.
—No te preocupes Eda, no te perderás nada porque iré a esa boda. —anuncié mirando sus reacciones.
Silencio.
Y más silencio.
No podía distinguir sus expresiones.
—Me están asustando.
—¿Cómo es eso de que iras? —preguntó Elisabeth, confundida.
—Sí, explícanos. —exigió Eva, exasperada.
—No tengo porque explicar nada, solo decidí asistir a la boda.
Me encogí de hombros.
Me puse de pie, necesito descansar para asimilar toda la información. Mañana será un largo día. Rodeé el mueble sin dar una explicación congruente tampoco me obligaron.
Camino en dirección de las escaleras porque no tenía fuerzas para ir a mi departamento, pero gire para comentarles otro detalle.
—Ah, seré su dama de honor. —informe.
Escuche sus jadeos. Me gire con una sonrisa que se desvaneció y fue reemplazada por una inmensa tristeza.