CAPÍTULO III

2372 Words
Edimburgo, 2018.  Eyleen. Me apresure a bajar del coche con el corazón acelerado, mi nerviosismo me hizo sentir incomodidad. Tengo unas inmensas ganas de huir porque temo que la situación se salga un poco de control, no deseo estar frente a esas personas que no se detuvieron a pensar en cómo me sentiría al respecto.  Respire hondo controlando mi ansiedad e inquietud. Limpié mis manos sudorosas en mi falda y me aferre a esa tela cuando me di cuenta que los futuros esposos venían a nuestro encuentro derrochando felicidad.  Mire en todas las direcciones buscando un escape. El pánico ataca mi pecho cuando solo nos separa una corta distancia. Alguien entrelazo nuestras manos, me acarició los nudillos y me dio un suave apretón, gire mi rostro dando con Loren, que me miró con seguridad y soltó mi mano alejándose.  Intente no salir corriendo cuando se pararon frente a mí. Ahogue un jadeo al encontrarme con sus hermosos ojos. Esa mirada cautivadora aun hace que mi corazón se acelere mientras me embelesa con su sonrisa.  Miré sus manos entrelazadas. Sentí una punzada en mi corazón al observar el costoso anillo de compromiso, quise llorar al darme cuenta de que era mi anillo de compromiso. Levanté mis ojos con rapidez mirando a Gabriel, dolida.  Me pregunté: ¿Por qué? Le di tanto sin esperar nada a cambio. Me esforcé para ser la mujer perfecta, así no sintiera vergüenza de mí. Sufrí mucho cuando me obligaba a mí misma hacer dieta solo para verme saludable sin saber que matarme de hambre no era nada recomendable para la salud.  Años. Años de mi vida le di a este hombre, para que al final decida que no era suficiente y termine casándose con la persona que consideraba mi prima, pero no dudo en ningún momento en hacer que fuera suyo luego de dos semanas de nuestro rompimiento.  Y aquí estoy, frente a ambas personas que me destruyeron, dándoles una de mis mejores sonrisas mostrando que no me afecta su compromiso. Ignore la mueca de desagrado de Catalina al mirarme de pies a cabeza.  Me dio una de sus tantas sonrisas falsas y aferró sus manos al brazo de Gabriel. —Me alegro de tenerte aquí. —Su falsa alegría me hizo rodar los ojos.  —Felicidades por su boda, me alegro por ambos. —traté de sonar bien, me esforcé. —Gracias, seremos muy felices. —comentó Catalina —No lo dudo. —murmuré incómoda al notar la mirada de Gabriel. —¿Podemos hablar? —su pregunta me tomó por sorpresa. Catalina miró a su prometido.  —¿Por qué debes hablar con ella? —se adelantó a preguntar Catalina.  —No es de tu incumbencia. —respondió Gabriel, con sus ojos puestos en mí.  Negué con mi cabeza. Se formó un incómodo silencio, implore que Loren viniera a salvarme de esta tortuosa conversación, pero uno de los tormentos me rescató. —Eyleen, mamá está preguntando por ti—llego hasta nosotros, miro de un lado a otro. Detuvo su mirada en mí. —. Serás la encargada de asignar habitaciones, mueve tu trasero sexy para la casa.  —Primita, me alegra verte. —fingió estar emocionada .  Eda curvo sus labios con una sonrisa malvada.  ¡Oh, no! —Diría lo mismo, pero estaría mintiendo—pestañeó con inocencia. —. A mí no se me da fingir, sin embargo, ¡eres una experta! —destacó, su sonrisa traviesa se asomó.  —¡Eda! Se ganó una mirada recriminatoria.  —¿Qué? No me gusta fingir —se encogió de hombros. —. Sinceridad ante todo.  Entrecerré mis ojos, me guiñó un ojo. —Fue bueno verlos. —forcé una sonrisa. Pase por su lado rozando nuestros hombros, de reojo puedo ver como me está mirando. Tome la muñeca de Eda. —Gracias, pequeño tormento. —susurré, apenas habíamos dado seis pasos.  —De nada, estoy para cubrir tu espalda. —bese su mejilla. Entrelazó su mano en su brazo. Miré a los alrededores descubriendo pequeños cambios en la hacienda. Charlamos un poco en el camino preparándome por la efusiva bienvenida de mi familia. Estoy segura que recibiré muchos abrazos y miradas de lástima.  —No quiero entrar —imploró Eda, con ojos suplicantes. —. La abuela siempre tiene esos comentarios que me hacen llorar.  —Tienes a tu media naranja para que te consuele. —lo alenté. Al menos tenía a alguien que la defendiera de los comentarios fuera de lugar de nuestra abuela, en cambio, para mí es un tanto complicado responder a la abuela cuando señala mis defectos.  Ella no me considera parte de su familia. Escuché el bullicio de toda la familia. Nunca me tomé el tiempo para contar la cantidad de parientes que tenía por parte de papá, son muchos, que en cada reunión es imposible seguir el hilo de la conversación.  En mi camino se atravesó mi prima, me abrazó con fuerza y me susurró: —Estoy conmigo, como me gustaría que impidieras esa boda. —¿Cómo estás Fiorela? —pregunté tratando de no reírme. —Y eso es ser malvada, no se deseo eso para su hermana.  —Lastimosamente es mi hermana. —fingió estremecerse.  Los abrazos continuaron y las burlas también. Algunos me miran con lástima mientras otros se alegran por verme. Miré a mi tía Anastasia, corrí a sus brazos que me envolvieron.  —Mi amor, estás hermosa —alegó con una enorme sonrisa. —. No esperaba verte en esta boda, pero me alegra verte. —No podía perder esta ocasión, tía.  —Lorena no me dijo que venías, por eso me sorprendió tu presencia.  Miró a su hija. —Le pedí que ocultara esa información, quería sorprenderla.  —MAMÁ DEJA DE ACAPARAR A EYLEEN —protestó en un grito Loren. —. Necesito que me acompañe a mi habitación.  —¿Qué son esos gritos Lorena? —preguntó Amanda, nuestra abuela. Me tensé en los brazos de mi tía.  —Solo ignora sus comentarios, no le des tanta importancia a mi madre. —me aconsejó tía Anastasia.  —¿Ahora no puedo gritar? —cuestionó Loren, un poco disgustada.  —Muchacha malcriada—señaló Amanda, miró a mi tía. —. Mucho la malcrías, ¿No te di unas lecciones para ser severa? Tía Anastasia pasó por alto su pregunta sonriéndome. Enfoco sus ojos en mí mostrando ternura y amor.  —Ve con Lorena—pidió mi tía, beso mi mejilla. —. Después tendremos tiempo para charlar de temas importantes, tendrás que contarme de ese nuevo trabajo. —Como corren rápido los chismes. —murmuré entre dientes dando una mirada fugaz a Loren. —Eso es lo malo de pertenecer a una familia numerosa—me reí, desvió su mirada a su chismosa hija. —. Debes dar las gracias a Loren, fue un buen informante.  —¡NO ES CIERTO! —grito Loren, note la burla en su voz. —Ella no pertenece a esta familia. —destacó mi abuela, su comentario me hizo sentir mal. —Ignórala. —susurró mi tía.   Asentí. Beso mi mejilla, tomó mi mano y me hizo caminar para sacarme de ese lugar. Mi abuela nos detuvo y me obligó a saludarla con dos besos en las mejillas. —Sigues igual, no te esfuerzas en mejorar tu aspecto —señaló mirándome. —. Es por eso que prefirieron algo mejor.  Retrocedí por el impacto en sus palabras.  —Mamá, nadie ha pedido tu opinión… —Tía, tiene razón. —concuerdo.  Suelto su mano y pasó por su lado ignorando su mirada. Subí las escaleras, con mis ojos empañados de lágrimas, me detuve a respirar hondo para controlar mis lágrimas.  —Puedes soportar —me digo. —. Eres fuerte. Limpie mis lágrimas y camine para ir al encuentro de Loren. Detengo mis pasos al reconocer su silueta; ingreso y observó cómo se encuentra entretenida mensajeando.  —¿Qué me querías decir? —pregunté, asustándola. —Tengo curiosidad.  —¿De qué? —cuestionó con la mirada en el móvil. —De saber que te tiene tan entretenida.  —No es tu asunto —se quejó. —. Solo respondo mensajes. —De tus pretendientes —agregué, divertida. Hundió su entrecejo. —. Y me parece muy bien, estás en la edad de casarte… —Detente—levantó su mano, silenciándome. —. Ya me estás casando, ¡Detente mujer! Ese momento aún no llega. —Llegará y caerás.  —Me han comentado que toda la familia del novio estará presente—soltó de pronto. —. Solo te digo para que estés preparada.  —Es lógico —aparte mi mirada. —. Será incómodo, teniendo en cuenta que conozco a casi toda su familia a excepción de su hermano menor. Nunca le llegué a conocer, ha vivido todos estos años en el extranjero. —¿En serio? —asentí. —¿Lo has visto en fotos? Negue. —¿No te resulta raro? —preguntó pensativa. Me encogí de hombros. Si se me hacía raro. Muchas veces fue un misterio y resultaba pensando en cómo sería su hermano. Tenía muchas preguntas, ya que nunca le había visto en una reunión familiar. * Se supone que debí estar en su lugar: Saludando a los invitados, mostrando una enorme sonrisa mientras enseñaba ese hermoso anillo.  Pero suponer no conlleva a nada. Solo es lastimar una herida que aún no se cierra y dudo que eso suceda porque este compromiso me hace daño, me está haciendo una brecha muy larga y difícil de cicatrizar. Suspiré. Entrelacé mis manos, mordí mi labio inferior para no llorar porque estar presenciando lo felices que son, me destroza. Me hace entender que fui la defectuosa en nuestra relación o eso me hizo entender con ese mensaje indirecto, mostrándome que una mujer perfecta es la que cuida su físico. Catalina es esbelta, con piernas largas, caderas anchas, pechos pequeños y una cintura delgada. Estomago plano y tonificado. Su rostro es impecable, sin ninguna imperfección. Eso es lo que la sociedad quiere, así nos han estereotipado: Una mujer tiene que ser delgada, ya que si eres gorda las miradas y murmuraciones no faltan. Así no han educado, incluso en nuestros propios hogares se escuchan burlas por el aspecto de una mujer, lastimosamente es triste.  Hacer creer a las mujeres que si no son delgadas, no son suficientes. Me contaminé con esos pensamientos erróneos, me convertí en lo que tanto odio, solo por el amor de un hombre machista. Gracias a sus comentarios pasaba horas en el espejo queriéndome quitar las imperfecciones de mi cuerpo. Yo tengo mis kilos demás. Mi altura no ayuda a no verme muy gorda. Tengo las caderas anchas y no tengo una cintura delgada, mi estómago no es plano ni mucho menos tonificado, tengo algunos rollitos. Mis pechos son grandes. Tengo suerte de no tener una papada, pero esa suerte no corría mis piernas, brazos y nalgas que tienen estrías.  Tal vez, por esa razón no me escogió. Prefirió a alguien mucho mejor porque le daba vergüenza. «¿Debí mostrar más interés? ¿Debí esforzarme en bajar mis kilos demás? ¿Debí tratarlo mejor? ¿Debí ser perfecta?» Esas preguntas  destacan en mi mente, atormentándome.  Desvié mi mirada de los futuros esposos. Contuve mis lágrimas por largos segundos y traté de no mirar en su dirección.  No mostré mi tristeza, puse una máscara de frialdad en mi rostro mostrando indiferencia para no demostrar lo afectada que estoy. No quería que hablaran de mi comportamiento en su noche de celebración.  Elisabeth camina en mi dirección, su sonrisa es reluciente. Se sentó a mi lado, tomó mi mano y me dio una mirada de consuelo, apreté mis labios furiosa.  —¿Todo bien? —preguntó, asentí.  —Todo perfecto y, por favor, no lo hagas. —masculle un poco enojada. —¿Qué cosa? —se hizo la desentendida.  —Mostrarme tu mirada de consuelo—gruñí entre dientes. —Lo siento, lo siento, es que…—se detuvo buscando las palabras adecuadas. —No sabes cómo manejar está situación—complete por ella, asintió. —, pero, por favor, no me veas con esa mirada. —No se volverá a repetir—prometió. —. ¿Quieres bailar? —negué.  —¿Estás segura? —asentí.  Se levantó de la mesa manteniendo esa sonrisa y regresó a la pista de baile. Detuvo sus pasos y giró cuando la llamé por su nombre, le lancé un beso volado y me guiñó un ojo gesticulando una palabra que comprendí, fruncí mis labios para no reír. Volví a mirar a los prometidos, torturándome y cuestionándome. Pero prometí que en estos días superaría esta adversidad. Mi noche llegó a su fin. Es momento de volver a mi habitación y terminar de realizar unos trabajos pendientes. Necesito descansar, fue un día desastroso y prepararme mentalmente para los siguientes días. Me levanté, pero me detuve cuando distinguí una sombra a mi costado.  Giré mi rostro, ahogué un jadeo y retrocedí cuando sentí su presencia magnética. Mis piernas no se movían y por mi cuerpo recorría una electricidad. Está tan cerca de mí, mirándome con una intensidad absorbente que me hace tambalear.  —¿Quieres bailar? —me preguntó hipnotizándome con tan solo su voz. Es rasposa, varonil y sensual. Parpadeo, confundida por su invitación.  Mordí mi labio cuando esbozó una hermosa sonrisa en sus labios y me sentí especial por ser receptora de una de las más maravillosas sonrisas que había visto. Su mirada recorrió por mi cuerpo y una extraña conexión nos envolvió. No podía apartar mi mirada de él, es tan magnético con ese aspecto… Cautivante, seductor y misterioso.   Algo en él despertó mi curiosidad, llamó mi atención. Extendió su mano. Debatí si era lo correcto tomar su mano. Después de todo necesito disfrutar de esta hermosa noche, no haría nada malo, sólo gozaría bailando con este hombre magnético.  —Sí, quiero bailar.  Tomé su mano.  Ladeó su sonrisa y me guío hasta la pista de baile. Nunca imaginé que este hombre se convertiría en alguien importante en mi vida y, sobre todo, quien me abriría las puertas a un mundo lleno de vida. 
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD