2. El pasado es mi condena del presente.

2351 Words
Agosto 2009. Hace 5 años atrás.   Había pasado un mes desde que había cumplido los 26 años, me sentía emocionado de por fin empezar a participar de manera más activa en las decisiones de la empresa; durante el último año, después de terminar mis estudios en Nueva York, me había perfilado para aprender más de mi padre y el cargo que como director ejecutivo de Elemental, anhelaba desempeñar.   Aquella tarde, después de terminar los últimos pendientes en la empresa, me dirigía a una comida de negocios, se me hizo muy extraño que no se hiciera una reservación en los sitios que siempre frecuentábamos, pero rechacé los pensamientos negativos cuando observé el restaurante tan lujoso donde vería a mi padre. Seguramente solo quería echarle un vistazo, y dado que el negocio que cerraríamos era con una persona importante, se pensó que este lugar podría ser más adecuado.   —    Soy Arturo Rizzo, me están esperando en el salón privado lavanda — le dije al hostess que me recibió en la entrada del lujoso lugar. —    Claro que sí, señor Rizzo, acompáñame, por favor.   Pasamos por el salón principal, donde algunos comensales degustaban de sus alimentos, el ambiente era tranquilo, formal, bastante elegante y con música clásica de fondo que resonaba en el entorno, rápidamente me sentí a gusto y me auto recordé volver en otra ocasión. Seguimos el recorrido por un pasillo donde sus paredes eran decoradas con cuadros de arte contemporáneo, hasta que por fin llegamos a los salones privados, nos detuvimos justo delante del que decía “Lavanda” en su letrero, el hostess llamó a la puerta y la voz profunda de mi padre le contestó con un “pase”.   La empleada deslizó la puerta para que yo pudiera entrar, frente a mí, en una mesa cuadrada para cuatro personas exactamente, observé sentados a mi padre, al abogado de este y a un chico más joven que yo, como de la edad de mi hermano menor, no entendía muy bien lo que sucedía, pensé que cerraríamos un negocio con unos proveedores de Hong Kong, ¿Quién era está persona sentado al lado de mi padre?   —    Siéntate, Arturo, hay muchas cosas de las cuales tenemos que hablar. – me dijo él, mientras me señala la silla vacía frente al desconocido.   Saludé al abogado de mi padre, el señor Alonzo Rinaldi llevaba trabajando para él durante muchos años y le conocía desde que yo era un niño, sabía que era de las personas a las que más confianza le tenía, así que el que estuviera presente, solo me auguraba el trato de un tema sumamente importante; después me decidí a mirar fijamente al muchacho frente a mí, se me hacía bastante familiar, pero seguro estaba de que nunca lo había visto, era un poco más joven que yo, así que descarté que fuera algún nuevo cliente.   —    Pensé que firmaríamos un contrato con el señor Yang, padre. —    He firmado con él, más temprano. Te he llamado por otro asunto, necesito que pongas atención a lo que te voy a decir y pedir ¿Entendido?   Yo solo asentí, me parecía bastante extraño que se comportara de este modo, le lancé una mirada al señor Alonzo y este solo me sonrió con confiabilidad, pero pude descifrar con rapidez que nada de lo que ocurriría a continuación sería bueno. Me quedé mirando por el gran ventanal durante unos segundos, me recordaba bastante a la Torre de Milán.   —    Bueno, antes que nada, debo presentarte a Ernest Bellini — dijo mi padre, mientras posaba su mano sobre el hombro del muchacho y sonreía — Ernest, él es Arturo, y ustedes son medios hermanos.   Mi asombro no daba crédito a lo que escuchaba, pasé mi mirada de mi padre hacia el chico, buscando similitudes, buscando diferencias ¿Hermanastros? ¿Cómo podía ser eso posible cuando el chico parecía ser mucho menor que yo?, busqué ayuda en el señor Rinaldi, pero esté solo me agarro por el brazo y con una sonrisa afable me dijo “tranquilo”, no estaba para nada tranquilo… Sí mi papá había engañado a mi madre, y el fruto de aquél engaño era este chico ¿Qué hacía él aquí?   —    No entiendo que tiene que ver esta persona con nosotros, padre — le dije, un poco colérico, porque no entendía nada de lo que estaba sucediendo en aquella habitación. —    Fácil, él también va dirigir Elemental, a tu lado, ambos van a llevar a nuestra empresa al éxito.   Mis oídos no daban crédito a lo que estaba escuchando, tenía que ser una broma, totalmente, ¿Qué derechos tenía está persona de poner sus manos sobre nuestra empresa? Él era un bastardo, un hijo fuera del matrimonio ¿Qué rayos estaba pensando papá? Me paré de mi asiento con rapidez, no podía quedarme sentado sintiendo una revolución de sentimientos dentro mío, le eché otra mirada al chico, estaba tranquilo, no decía nada, era como sí él ya estuviera enterado de todo, me moví cerca al gran ventanal y pronto advertí que había comenzado a llover.   —    Debes tranquilizarte, Arturo – escuché la voz del señor Rinaldi tras de mí. —    ¿Por eso estás aquí? ¿Para poner en las escrituras a… - pausé un momento, y mi buena educación me hizo pensar mejor mis palabras - … esta persona? —    Tu padre me ha pedido que funja como testigo de lo que hoy ocurra, necesito que te tranquilices para que podamos llegar a un acuerdo, sí te pones de este modo, solo estás demostrando que no estás listo para asumir el cargo de presidencia de Elemental.   Sus palabras me pegaron de lleno en el orgullo, toda mi vida me había preparado para este momento, para ser directivo de Elemental, y con ello seguir llevándola al éxito, pero todos esos planes se me habían derrumbado por un pequeño desliz de mi padre… por ese pequeño error en su vida. Me volteé a verlos, ambos conversaban entre murmullos, aquello solo me molestó más, pero, decidí demostrar mi madurez y volví a ocupar mi lugar frente a ellos.   —    ¿Mamá sabe de la existencia de esta persona? —    No, y por su bien, y el de la empresa, te ruego guardes el secreto. —    ¿Guardar el secreto? — le cuestioné indignado — ¿Cómo me pides que haga eso, padre? Quieres meter al hijo de tu amante en NUESTRA EMPRESA, la empresa familiar, sabes que mamá tiene derecho a saberlo, ella está como socia. —    Arturo, entiende… sabes lo sensible que es, esto la destrozaría por completo, no puedo decírselo, no podría pensar en lastimarla más, estoy al tanto de mis errores y créeme que estoy pagando por ellos. Ahora mismo, no solo es tu madre lo que me preocupa… — suspiró con pesar, y se volteó a ver a su abogado. —    La madre de Ernest, ha amenazado a tu padre de que sí su hijo no figura entre los herederos de Elemental, ella misma daría la noticia a voces, vendería su historia al mejor reportero — comentó Rinaldi, con la mirada fija en el muchacho y luego se dirigió a mí — No solo es por tu madre, Arturo, el futuro de Elemental también depende de que lleguemos a un acuerdo con la señora Bellini. —    No lo puedo creer — dije, tapándome con las manos el rostro.   Sentía demasiada ira dentro mío, vergüenza por mi padre, lastima por mi madre y el no poder hacer nada para revertir todos estos sucesos, lo que me ponían cada vez peor.   —    Sé que tienes miedo de que arruiné la empresa… — por primera vez desde que entre en el salón, el muchacho me dirigió la palabra — pero también me he preparado para poder hacer un buen trabajo. —    No deberías preocuparte por algo que no es tuyo — mascullé con desdén — Si piensas figurar como heredero de mi empresa, es por las amenazas de tu madre, no porque realmente te necesiten. —    ¡Arturo! — me reprendió papá, y se llevó una mano a la cabeza como sí está le doliera — Lo que menos necesito ahora es que inicien una batalla campal. Las cosas están así, y es mejor que te vayas haciendo a la idea de que Ernest es parte de nuestra empresa.   Iba a responder ante las palabras de papá, pero su abogado me detuvo.   —    Mejor tomemos un descanso de 20 minutos, es bastante obvio que la revelación de tantas cosas nos ha dejado sumamente perturbados y necesitamos tiempo para procesarlo. ¿Les parece que pidamos la carta? —    Comeré en el salón principal, permiso. — me levanté de mi asiento, y sin mirar a nadie, salí de ahí.   Mientras esperaba que me trajeran mi platillo, mi mente tenía un torbellino de pensamientos, prácticamente debía de dirigir la empresa junto con un total desconocido, y aunque se hubiera preparado en las mejores universidades de Italia o del mundo entero, nunca tendría lo que, por derecho de sangre, nos pertenecía a los Rizzo.   Me era difícil creer que papá me pidiera guardar tan oscuro secreto de su vida, el cual nos afectaba a todos, a su matrimonio, a nuestra familia, y a Elemental, por un lado, no quería que Ernest figurara en nuestro patrimonio, y por otro, tampoco era conveniente el escándalo que ocurriría de no dejarlo ser parte. Además, ¿Los socios de papá e inversionistas de Elemental, aceptarían está decisión? No podía ser el único que no estuviera de acuerdo con esto, ¿No levantaría más sospechas el que metiera a un “total desconocido” como directivo o vicepresidente de la compañía? Todos estos pensamientos los tenía en mente, listos para expresarlos frente a mi padre, esperando tuviera otro plan en mente.   —    Dividiremos a Elemental — fue lo que dijo mi padre a mi regreso, cuando ocupé mi asiento dentro de aquel salón privado. —    ¡Imposible! — exploté, mientras daba un manotazo contra la mesa — ¿Cómo puedes decir eso tan relajado? ¿No te has puesto a pensar en que dirían los socios? ¿Qué va a decir mamá cuando vea que has vendido una parte de la compañía? —    No dirán nada — me contestó en total calma. —    ¿No me digas que esto también piensas ocultarlo…?   Mi padre negó con la cabeza, y con ayuda de su abogado comenzaron a contar aquél elaborado plan. La idea de sacar una parte de Elemental y convertirla en otra empresa de modas, pasaría bajo el nombre de “inversión” ya que, la idea original era que, en un determinado tiempo, ambas empresas volvieran a juntarse.   —    ¿Estás diciendo que cada uno va a dirigir su propia empresa de modas? – pregunté perplejo, la idea no me desagradaba, eso significaba que volvía a vislumbrar el sueño de dirigir Elemental, pero tras este nuevo acuerdo, seguramente había cosas que no se habían dicho. —    Así será, hasta que se cumpla lo estipulado en el contrato – contestó el señor Rinaldi, mientras tomaba notas en su portátil — después de eso, ambas empresas se volverán a unir. —    ¿Y cuáles son esas cláusulas? — preguntamos al unísono, Ernest y yo, por fin volvía a dejarse escuchar. —    Fácil… — comenzó mi padre, poniendo una pausa dramática, mientras bebía un poco de agua — la primera y más importante, mantener sus empresas con excelente administración durante los próximos diez años y la segunda, está es la que más me va a encantar, deben casarse y dar un heredero.   Ambos, tanto Ernest como yo, nos hicimos hacia atrás en nuestros asientos y contemplamos la nada durante lo que parecieron infinitos segundos, él se recuperó primero y habló.   —    ¿Un heredero? — preguntó. —    Sí, un hijo… saben que en los negocios es primordial que se tenga un heredero, para seguir dirigiendo la empresa. —    Pero, padre… esta persona ni siquiera va a heredar tu apellido, ¿En serio planeas dejarnos sin empresa? — lo cuestioné. —    Por lo que veo, Arturo, desde el inicio ya estás dando todo por perdido… esperaba más de ti. — me dijo severamente, y sus palabras me aguijonaron el corazón, pues tenía razón. —    No es eso, solo que… es mejor ver ambas caras de la moneda. —    Tranquilo, Arturo — sentí como el señor Rinaldi posaba su mano sobre mi espalda — pensemos positivo. —    Me inclino más a ser el tipo realista. —    Hijo, o estás de acuerdo con este contrato o permites que Ernest lidere Elemental junto contigo. — proclamó mi padre, mientras me miraba con atención, intentando adivinar el próximo movimiento que haría. No había mucho que pensar, no tenía otra salida, debía aceptar. —    Ok, hagamos esto.   Las próximas horas, seguimos detallando el contrato final, el cual firmaríamos en los próximos días cuando nos viéramos de nuevo en una notaría de la ciudad.   —    Todo irá bien, hijo — me dijo papá con una sonrisa, cuando por fin nos encontramos solos, fuera del restaurante. —    Eso espero… pero nunca te perdonaré lo que le has hecho a la empresa y a mamá — le contesté fríamente, y me alejé deprisa hacia mi coche.   Retrasé lo más que pude mi llegada a casa, pensar que tenía que guardar esté secreto a toda la familia, especialmente a mi madre, era algo para lo que no estaba preparado, una parte de mí quería ser honesto ante lo que estaba sucediendo, quería contar todo, pero la otra sabía que eso era un terrible error, no por mi padre, seguramente él recibiría su merecido en algún futuro o tal vez ya lo estaba padeciendo, el error era que al contarlo, dañaría a muchos y seguramente quedaríamos fragmentados para siempre.   Claramente, el futuro que siempre había planificado para nosotros y la empresa, había sido cambiado. Ahora, tenía que aceptarlo y seguir adelante… Aprendería de los errores de mi padre y me cuidaría de no volver a cometerlos.
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