Año 2015. Actualidad.
Me despertó el ruido de la alarma, me había quedado dormido mientras recordaba cosas del pasado, miré de nuevo el reloj y chequé las notificaciones de mi smartphone, de nuevo me cruzó por la cabeza todo lo que había sucedido la noche anterior.
Me dirigí al closet, y suspiré cuando vi ganchos tirados, cajones abiertos, algunas prendas en el suelo, zapatos revueltos, Elena había dejado un desastre en aquél cuarto, y también en mi vida. ¿Cómo podría arreglar todo esto?
Después de alistarme y hacerle una llamada rápida a mi ama de llaves, para pedirle que hiciera el trabajo extra, me puse en camino hacia mi empresa, no podía perder ningún segundo, la precolección estaba a escasos unas semanas de presentarse y este tipo de problemas personales, tenían que quedarse fuera de mi vida con rapidez. Mientras manejaba, entró una llamada, el número era un contacto conocido, sin dilación la tomé.
— Buenos días, soy el señor Rinaldi — la voz del abogado de la familia se escuchó por los parlantes del auto.
— Buen día, Rinaldi, ¿Qué puedo hacer por ti?
— En realidad, yo tengo que hacer algo por usted, ¿A dónde se dirige?
— Voy de camino a Elemental… ¿Es urgente que nos veamos? — pregunté un poco ansioso.
— De hecho, sí, es sobre su pareja sentimental…
— Ex pareja – le corregí, mientras fruncía el ceño, y apretaba el volante con violencia, no podía creer que la terminación de mi relación ya había llegado a oídos de mi abogado. Esto solo significaba problemas.
— Ex pareja – confirmó él con rapidez — ¿Lo puedo ver en Dolce dentro de media hora?
— Sí, Rinaldi… voy para allá — colgué.
Todo el camino no dejé de maldecir, en serio, Elena no podía elegir peor momento para hacer un escándalo ante la prensa, porque eso era, seguramente Rinaldi ya tenía en su poder las demandas de ella. Esto tenía que ser una maldita broma.
— Señor Rizzo, gracias por reunirse con rapidez conmigo — dijo mi abogado, en cuanto me vio.
— Rinaldi, dime solo Arturo, que me hables así solo me hace recordar a mi difunto padre — le dije sonriente, mientras le estrechaba la mano.
— Claro, si usted lo prefiere así. — asentí con la cabeza, y lo invité a tomar asiento.
Rinaldi me hizo un resumen de la situación, durante la medianoche recibió una notificación por parte del abogado de Elena, donde prácticamente nos demandaba cierta cantidad de dinero para pagar por su silencio.
— ¡No le pienso pagar ni un solo euro, a esa mujer! ¿Cómo puede ser tan cínica? Después de lo que me hizo, debería tener vergüenza de su petición. — exploté.
— Lo sé, Arturo, pero esto es sumamente delicado… no puedes darte el lujo de que está noticia salga a la luz. Sabes que no solamente está en juego tu nombre, sino también el apellido y la empresa. Debemos pensar en llegar a un acuerdo con la señorita Port.
— Pues bien, dígale a esa señorita que sí no detiene sus amenazas, le voy a arruinar la carrera por completo y deseará nunca haberse metido conmigo.
— No le recomiendo que contesté su demanda con una amenaza. Necesita tranquilizarse, este carácter explosivo no es propio de usted, señor — comentó Rinaldi, y por un momento volví a recordar que el hombre sentado frente a mí, me conocía de muchos años.
— Perdón… es solo que estoy tan enojado con todo lo que ha sucedido, aun me cuesta creer que me haya engañado — confesé, mientras me ponía las manos en la frente y agachaba mi cabeza.
— Entiendo, no se preocupe, puedo encargarme de todo… podemos levantar una contra demanda, en caso de que ella levanté falsos contra usted, la podemos acusar de perjurio, y con ello, Elena Port no tendrá modo de vender su historia a ningún reportero. Sin embargo, me gustaría que usted estuviera enterado de que, en caso de ser necesario, usted tendría que declarar.
— Yo declaro lo que usted necesite, con tal de no tener nada que ver con esa mujer, nunca más. Gracias Rinaldi.
— No es nada, señor. A esto me dedico, y he estado con su familia por varios años… — pausó un momento y me miró comprensivo – no es el primer escándalo que me toca evitar.
— Lo sé, pero realmente espero sea el último.
Cuando dejé a Rinaldi sentí mucho alivio y un peso menos sobre mí, no me debía preocupar porque de esto saliera un escándalo, aunque era de vital importancia anunciar mi rompimiento con Elena, decidí que lo haría cuando la colección ya estuviera en venta. No quería desperdiciar mi energía dando entrevistas acerca de compromisos desechos… Además, esto también significaba estar nuevamente muy lejos del contrato que hacía cinco años había firmado junto con mi padre y Ernest Bellini. Y eso era lo que más me preocupaba.
Llegué a Elemental y con alivio, observé que todos mis empleados me seguían tratando con normalidad, no es que le temiera a lo que la gente dijera sobre mi relación, pero no me sentiría cómodo sabiendo que ellos tenían conocimiento del motivo principal por el que esto hubiera sucedido.
Me dirigí directo a mi oficina para dejar mis cosas, pronto tendríamos la junta de medio día, así que debía prepararme, despejar mi mente de todo lo que sucedía ajeno a la empresa y poner mi atención en lo que como siempre era lo verdaderamente importante, la nueva colección.
— Veamos los pendientes que quedan para la pre colección y seguido de eso, podemos ver los fittings con las modelos — le dije al equipo de trabajo que tenía reunido frente a mí.
La junta no duró mucho, en definitiva, tenía personas totalmente cualificadas para hacer su trabajo, muy pocas veces me habían fallado, y les admiraba por ello.
Las próximas horas me dedique a checar papeleo, y firmar algunas autorizaciones de pago, quería dejar la mayoría de mis pendientes listos, para evitar que se me juntaran, claro que todo esto era una forma para no pensar más en Elena, pero creo que ella, en definitiva, no me dejaría en paz.
El teléfono de la oficina comenzó a sonar, tomé la llamada, era mi secretario.
— Señor Rizzo, la señorita Elena Port está por la línea dos.
— César, ahora no estoy para nadie, dile que no me llamé hasta que salga de trabajar — le contesté un poco irritado, esto era el colmo, hablarme directamente al trabajo después de lo que había hecho, no lo podía creer.
— Enseguida, señor – colgó.
Me quedé mirando fijo al teléfono, mientras nerviosamente golpeaba el bolígrafo contra la mesa, de nuevo volvió a sonar.
— Señor Rizzo, intenté persuadirla, pero dice que es muy urgente, y que sí no toma la llamada vendrá a verle. — comentó mi secretario y mi enojo solo aumentó.
— Está bien, César. Tomaré la llamada. — escuché cuando mi secretario me conectó y colgó, apreté el botón para poder comunicarme — Soy Arturo Rizzo.
— ¿En serio pensabas que me ibas a poder ignorar para siempre? — la voz de Elena se escuchaba nerviosa y bastante afectada, no sabía decir con certeza sí se escuchaba como sí hubiese estado llorando durante bastante tiempo o solo era que estaba irritada.
— Yo no tengo porque estar hablando contigo, Elena, mi abogado ya se contactó con el tuyo y entre ellos llegaran a una resolución…
— ¡Pues no estoy de acuerdo! Te entregué ocho meses de mi vida, Arturo. No puedes simplemente dejarme así, sin nada, no tengo casa, ni dinero, y desde hace meses que no trabajo ¡Me debes ayudar!
— ¿Te estás escuchando? ¿En serio me estás pidiendo ayuda? ¿Acaso tienes amnesia? ¡YO NO TE DEBO NADA, ELENA! ¡ME HAS ENGAÑADO! — grité lo último, y maldije mentalmente, me había olvidado por un momento que no estaba en casa, evité pensar en aquello pues lo más seguro es que muchos de mis empleados podían haberme escuchado. — Escúchame bien, Elena, porque es la última vez que lo voy a repetir, yo no quiero tener nada que ver contigo ¿entendiste? Para mí, tu no existes más en mi vida, sí necesitas ayuda, pídele a tu fotógrafo, espero que te dé todo lo que, según tú, yo no pude darte. Y sí me vuelves a llamar, amenazar, o a buscar, no me tentaré el corazón y te voy arruinar, estas avisada.
Le colgué con violencia, y descargué mi odio contra la mesa de un puñetazo. Me dejé caer en la silla y por un momento me quedé totalmente en silencio, deseaba tanto que está fuera la última vez que tenía que saber de ella. No podía creer que aún me buscara para ayudarla, después de todo lo que me hizo ¿Qué rayos estaba pensando?
Volteé a ver mi reloj de mano, y decidí despejar mi mente saliendo a comer, necesitaba un poco de tranquilidad y pensar en otro ambiente, muy alejado de mi oficina, me alisté y salí de ahí, noté que todos los empleados del piso me miraban expectantes, pero al cerrar la puerta tras de mí, todos regresaron a realizar sus actividades, los fulminé con una mirada, recordé que seguramente me habían escuchado mientras discutía con Elena por teléfono, los ignoré y me dirigí hacía la mesa de mi secretario, quién se puso de pie con rapidez al acercarme.
— César, saldré a comer, manda todas mis llamadas al buzón, no quiero saber nada de trabajo, hasta que vuelva.
— Por supuesto, señor Rizzo — dijo él, diligentemente, mientras volvía a tomar asiento.
Comencé a caminar hacía el elevador, pero a mis espaldas ya podía escuchar sus murmullos, lo que menos quería era que la noticia de mi rompimiento fuera un chisme de pasillo, y realmente esperaba que el motivo del mismo no saliese a la luz… ¡Maldición! Me apresuré a tomar el elevador, y cuando las puertas se cerraron, suspiré aliviado.
Me dirigí a almorzar a una de las cafeterías que siempre frecuentaba, ubicada en Montenapoleone, el lugar tenía un lindo jardín y tanto el café, como los postres, eran deliciosos, me sentía un poco fatigado por la falta de sueño y realmente necesitaba de un ambiente confortable, relajado, donde pudiera distraerme de todo lo que me estaba pasando.
Mientras un host me dirigía hacia fuera, al jardín, observé a mi alrededor, los árboles diminutos, los arbustos de un verde intenso y algunas plantas con flores, las mesas tenían sombrillas color amarillo paja y alrededor de algunas habían sillones con cojines o bien sillas con respaldos altos, podía escuchar las voces de las pocas personas que estaban en el lugar y agradecí cuando me dieron la mesa más alejada de todo el ajetreo, ocupé mi lugar y después de que le expresé a la mesera lo que quería comer y ella se retirara, me dispuse a pensar en todas las opciones que tenía para encarar el tema con la prensa, con Elemental y por último, pero no menos importante, mi familia.
La prensa, haría un revuelto, ya lo podía imaginar, los titulares en los periódicos y r************* haciendo burla de mi poca capacidad para formalizar una relación, “Una vez más el hombre del año en la revista Forbes, se presentaba soltero ante la sociedad”, era algo por lo que tenía que volver a pasar y aunque me fuera cansado, tristemente estaba acostumbrado.
Pensar en mi familia no me traía menos alivio, a pesar de que mi madre se encontraba en Copenhague, estaba al corriente de mi situación sentimental, aunque por lo que me decían mis hermanos, ella nunca había tenido muchas expectativas por mi relación con Elena, y seguramente por lo mismo podría no considerarlo verdaderamente importante, aunque eso no me salvaría de un pequeño sermón recordándome que el tiempo pasaba a prisa, ella se hacía vieja y yo ya no era un niño, que ya debería “sentar cabeza”.
Mis hermanos presentaban un problema menor, aunque habían conocido a Elena, la verdad era que todo se había vuelto una relación bastante superficial entre los tres, muy pocas veces se frecuentaban y en su mayoría era en eventos de moda, debido a esto, nunca me animé a presentarla de manera formal a mi familia. Siempre pensé que primero le pediría matrimonio y entonces, solo entonces, la presentaría ante todos.
— Gracias a dios eso nunca pasó — suspiré al aire, mientras bebía un expresso doble y observaba a lo lejos.
De regreso en la oficina, sabía que me tenía que enfrentar nuevamente a los murmullos de los empleados a mis espaldas. El elevador se abrió en el piso de ejecutivos, y con paso seguro me dirigí a mi oficina, estaba muy calmado, seguramente muchos estaban disfrutando de su horario de comida, mientras me acercaba, observé que César hablaba animadamente con una de las chicas de contabilidad, me di cuenta que no habían advertido mi presencia, cuando escuché mi nombre ser pronunciado, fui más cauteloso, sin lugar a dudas estaban hablando de mí, mi curiosidad por el tema me hizo acercarme con cuidado para no ser descubierto.
— Entonces, ha peleado con su novia ¿verdad? — preguntaba la chica.
— Ya no son novios, han terminado.
— ¿En serio? Todos los del piso de contabilidad se han enterado que fue porque ella le puso los cuernos. — aseguró, y aquello solo hizo que perdiera mi cauteloso andar, me dirigí con rapidez a su encuentro.
— ¿Quién anda diciendo semejante tontería? — cuestioné a sus espaldas, y ambos voltearon a verme asombrados.
— Señor Rizzo – susurró la joven, con manos temblorosas agarró unas carpetas y se las llevó al pecho — yo solo vine a recoger estos documentos…
— Claramente no fue eso lo que le pregunté, señorita — le dije, sentía el rostro sumamente caliente de la ira que estaba sintiendo en estos momentos. — ¿Quién anda diciendo que me han puesto los cuernos?
— Jefe… — empezó César, y yo lo silencié con un movimiento de mi mano.
— Después hablaré contigo, César — le dije, sin voltearlo a ver, pues seguía con la atención puesta en la señorita que tenía en frente — ¿Y bien?
— Señor Rizzo, es solo un chisme que anda… anda rondando por los pasillos de la empresa — me contestó, con la voz entrecortada y temerosa.
— Pues bien, efectivamente, es un chisme, así que es mejor que deje de andar inventando cosas sobre mi vida íntima, es algo que no le concierne a ninguno de ustedes. — dije, elevando la voz en la última oración, para que los pocos que estuvieran presentes, me escucharan. — ¿Lo ha entendido, señorita?
— Si, si, por supuesto, no volverá a pasar.
— Puede retirarse – en automático, la chica pasó corriendo a un lado mío. Me dirigí hacía César — ¿Puedes explicarme?
Mi secretario miró a su alrededor, le descubrí un poco de temor en la mirada, a pesar de que era la persona que más contacto tenía conmigo, seguro estaba que nunca me había visto tan molesto, así que lo observé con atención para evitar que me mintiera.
— Señor Rizzo, no fue nuestra intención… — pausó y se llevó una mano a la nuca, reacción que demostraba vergüenza — muchos empleados le escucharon, mientras tenía la llamada con su… con la señorita Elena, y sacaron sus conclusiones.
— Entiendo — le dije, manteniéndome la calma, mientras apretaba el puño – no quiero escuchar ninguna sola palabra al respecto, están avisados.
Y mientras mi secretario inclinaba la cabeza en señal de arrepentimiento y se disculpaba, yo me moví hacia mi oficina. Una vez adentro, me llevé las manos a la cara, me froté los ojos con fuerza y después me dejé caer en mi sofá. ¡Maldita seas, Elena! Tenía tantas ganas de gritar, pero mi sentido común fue más rápido, lo que hizo que me detuviera, respiré profundamente muchas veces durante los últimos minutos, no podía calmarme, estaba sumamente enojado, colérico, quería gritar, quería llorar, quería…
Tocaron la puerta, y una voz femenina se escuchó al otro lado.
— Señor Rizzo, vengo a revisar la organización de la pre colección, con usted — era la voz de mi coordinadora, suspiré.
— Pase.