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El secreto de Avril

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Avril vive una vida perfecta a los ojos de todos, un marido guapo y exitoso, un hijo al que ama con locura y un negocio próspero pero, su pasado es otra cosa. Antes del matrimonio vivió la mejor experiencia de su vida haciéndola romper con todos los parámetros de que según su familia era lo correcto y eso la hacía verdaderamente feliz. En un momento de su vida en el que peleaba con ella misma y con su baja autoestima, su pasado vuelve para hacer tambalear todo a su alrededor.

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Capítulo 1
Rutina. Este momento mi vida es el más tranquilo que he vivido, tengo todo lo que algún día podría haber soñado cualquier mujer, una bonita casa, un negocio próspero y un hijo sano y encantador. Pero por alguna razón mi mente sigue rebelde a reconocer toda la felicidad que me rodea, por alguna razón que ningún terapeuta ha podido ayudarme a encontrar tengo la tarea de recordármelo a diario, cada mañana al levantarme me repito como si fuera un mantra milenario que soy muy feliz, que todo está bien y que soy una mujer muy afortuna, como mi madre se encarga de decirme cada vez que puede para reforzar mis valores… Oh si, definitivamente tengo una vida privilegiada. Mis mañanas giran en torno a mi pequeño hijo, un hermoso caballerito de cinco años, muy inteligente y curioso que llena mi vida de alegría, me ocupo de ordenar un poco mi hogar arreglarme para trabajar y dejar todo preparado para la cena, momento que comparto en familia junto a mi esposo y al pequeño. Si no fuera por esa melancolía que de vez en cuando me ataca enturbiándolo todo, haciéndome tener pensamientos impropios de inconformismo con mi entorno y hasta con mi propia vida… si no fuera por eso, por esos pequeños momentos de locura, todos a mi alrededor podrían decir sin temor a dudas que soy la mujer más feliz del planeta. Para el mediodía mi pastelería “pequeña tentación” trabaja a tope, esa es la hora en la que me gusta sentarme en el piso de arriba, en mi pequeña oficina de donde puedo ver el movimiento de todo el local a través de un cristal que del lado de los clientes es un hermoso espejo que oculta mis dudas y mis esporádicos temores. Pequeña tentación no es grande, es más bien como un pequeño café en donde la gente de este lado de la ciudad de Nueva York, mejor dicho de este pequeño lado, puede ir a conversar con amigos o sentarse a leer algún buen libro y disfrutar de un rico postre, que dicho sea de paso y no es porque las recetas son mías… Mis postres son de lo mejor de por aquí, y no lo digo sólo yo o mi familia, lo dicen las personas que cada día vuelven por algo diferente para probar o para repetir lo de la vez anterior porque estuvieron encantados como lo hacían muchos que quedaban prendados con la especialidad de la casa, mi receta favorita, mi ya famoso pastel de manzanas. No es que fuera algo fuera de lo común, pero es esa suavidad de la masa, lo cremoso de las manzanas y lo especiado de su sabor lo que hace que el postre sea una sensación. Desde mi lugar secreto me gusta mirar indiscretamente a los clientes, cada uno de ellos me hace imaginar una historia diferente, algo personalizado para cada uno. Me gustaba creer que mis apreciaciones acerca de ellos son ciertas y que a mis treinta años ya tengo la experiencia suficiente como para tener ese ojo experto del que se enorgullecen los mayores y que tanto he admirado desde muy joven, ese sexto sentido que según mi familia me ha fallado en más de una oportunidad. Me gusta observar parejas e imaginar cómo son cuando están a solas, si son cariñosos como aparentan o si son realmente felices, evado mi subconsciente que se empeña en salir a flote todo el tiempo con sus contradicciones y secretos profundizando en la vida de otros aun sabiendo que lo único que hago es imaginar cosas, que lo más probable es que quizá nunca acierte con mis deducciones y que lo que saco de tales cavilaciones es pura pérdida de tiempo. Pero aun así me gusta y me lo permito cada día después de encaminar las recetas que se prepararan en la cocina, de supervisar el empaquetado de las galletas y otras pastas que los clientes pueden simplemente tomar del mostrador y llevar a casa, luego de las obligaciones de rigor, no consigo la fuerza para evitar lo que ya es un vicio para mí, sentarme en ese, mi escondite, mi lugar seguro, a ver a las personas y soñar historias ficticias con sus vidas. De todas esas horas perdidas en mirar a la gente sin que ellos lo notaran me han quedado muchos recuerdos, personas a las que nunca conocí, con las que jamás crucé palabra pero que dejaron en mí una sensación específica, un sentimiento, algo especial que me conectó con ellos, como aquella abuelita que venía cada semana por un trozo de pastel de chocolate, lo comía a solas sentada en la mesa más alejada del local, su rostro cambiaba a penas se sentaba con el postre frente a ella, una infinita nostalgia parecía apoderarse en sus facciones hasta que por medio de un viaje en el tiempo sus ojos adquirían un brillo especial que para mí traslucían ilusión y recuerdos felices, en sus labios se podía ver una hermosa sonrisa que iluminaba su entorno haciendo que el tiempo retrocediera incomprensiblemente, a mí me gustaba pensar que ese trozo de pastel le recordaba un gran amor, un gran sentimiento que la hizo feliz un día y que mi receta le hacía volver a la vida aunque fuese por escasos minutos. ¡Qué sensación tan maravillosa! Pero un día ella ya no volvió, se fue negándome el placer de compartir conmigo esos momentos de felicidad a los que yo ya me habida acostumbrado y los que necesitaba tanto. También recuerdo con un especial cariño a una pareja de jóvenes que vinieron un par de veces, hombres en sus veintitantos que a pesar de parecer sólo un par de amigos conversando en el fondo tenían un secreto, ocultos bajo la mesa se tomaban de manos mientras se miraban con una mezcla de cariño y angustia que quizá solamente yo por estar de fisgona podía ver. Con ellos me gustaba imaginar que se amaban en secreto porque sabían que sus familias los iban a juzgar y a condenar por no ser lo que se esperaba de ellos, por no ser lo que la sociedad esperaba que fueran, ellos igual que muchos un día dejaron de venir, espero que en su caso el amor haya ganado y ambos hayan encontrado paz uno al lado del otro espero que hayan encontrado la manera de vencer los convencionalismos impuestos por la sociedad con los que se pretende decirle a las personas con que cosas deben ser felices y que cosas deben rechazar por no ser “normales” o convencionales, esas que son socialmente aceptadas. Cuando no hay mucho que ver me dedico enteramente a la cocina, siempre he disfrutado el arte de la pastelería, a pesar de tener en mi negocio a excelentes pasteleros, me encanta batir yo misma algunas mezclas o rellenar pasteles, decorar galletas… lo malo es que además de prepararlas también me gusta comerlas. Siempre fui de complexión normal, mi peso no representaba gran problema para mí, antes de mi embarazo me enorgullecía de mi cuerpo, me sentía muy a gusto con él, tenía curvas en donde debía tenerlas y por supuesto no había estrías en mi abdomen, eso para mí no es un problema, pero para Roger, mi esposo sí. Parece que ese detalle junto a las veinticinco libras de más que se niegan rotundamente a abandonarme son más visibles e importantes que ningún otro atributo de mí cuerpo, o de mi personalidad. Muchas cosas han cambiado en mi vida en seis años, no sólo mi cuerpo, también mi alma y mente han cambiado, se han visto obligadas a adaptarse, mi corazón es el que rebelde se impone a esos cambios obligándome a sentir la añoranza del pasado para enturbiar mi presente, agradezco profundamente que mi conciencia es fuerte y poco a poco aprendió a dominar mi memoria haciendo que guardara en un pequeño rincón quizá de mi cerebro, quizá de mi alma, gran parte de ese pasado que para muchos fue tan nocivo en mi vida que casi me hace caer en desgracia. En cambio, desarrollé ese gusto por la vida ajena que satisfacía y llenaba el espacio vació de esa época a diario en mi pastelería. - ¡Avril! - ¿Qué pasa Angela? – contesté sobresaltada a mi amiga y cajera del negocio una morena alta y corpulenta que había estado a mi lado desde que inauguramos el local. - Está listo. - ¿Qué está listo? - •​El pastel de aniversario de tus padres -dijo poniendo los ojos en blanco- ¿quieres venir a verlo? - Si, ya voy. - Vives en las nubes… - Ya quisiera yo. Angela tiene un carácter fuerte, se ocupa de la contabilidad, de cobrar y hasta de mí en diversas maneras, ella siempre está a mi lado cuando la necesito, o, mejor dicho, cando necesito que me recuerden porque es que hay que levantarse en las mañanas. Me dirijo hasta la mesa de trabajo del pastelero que acababa de terminar con la decoración del dichoso pastel de aniversario, mamá dio instrucciones exactas de como tenía que quedar, una torre de tres pisos color perla con flores amarillas… “que quede perfecto Avril” me dijo mil veces mientras me explicaba lo que tenía que hacer. Siempre me explica mil veces lo que tengo que hacer, parece que mi madre “doña perfecta” no cae en cuenta de que yo ya soy adulta y que puedo hacer las cosas a mi manera, y es que ese era y sigue siendo el problema entre nosotras, mi manera parece no gustarle a nadie en mi familia. El pastel parecía estar bien, el color era el indicado y las florecitas eran del tamaño que se suponía tenían que ser. - Excelente trabajo Máximo, gracias. – dije sonriendo al chef pastelero que lo había preparado con tanto esmero. El también conocía a doña perfecta y sabía que de no ser como ella lo exigió no le costaría nada meterse en la pastelería para armar uno de sus ya bien conocidos espectáculos en donde termina haciendo sentir a la víctima de su ira el ser más desdichado del planeta. - De verdad espero que tu madre quede satisfecha Avril. -dijo el joven- no quiero que vuelva a pasar lo del cumpleaños de Peter, te digo con sinceridad, si eso vuelve a pasar me niego a hacerle de nuevo ningún otro encargo a tu madre. - Lo sé, eso fue demasiado. Pero no te preocupes, lo que pasó el cumpleaños de mi hijo no va a ocurrir de nuevo. Ella sabe que se excedió. - Recuerdo cómo llegó aquí con el trozo de pastel en un plato y su cara de indignación… -comentó Angela conteniendo un ataque de risa- ¡casi lloraba por que el relleno no le había gustado! - No querida. -exclamó Máximo siendo contagiado con la misma hilaridad- no era el relleno, era la cubierta. ¿ya no lo recuerdas? Yo rio con ellos, pero rio solo por fuera, por dentro muero de envidia al ver como a ellos no les afecta lo que doña perfecta hace o dice, pero claro, ellos no son sus hijos y no tienen por qué tenerla en cuenta, ellos podrían no volver a verla nunca más y no pasaría nada, para mí es diferente, no sólo es mi madre, son mis hermanos y mi padre también, todos con la misma manera de pensar y el mismo poder sobre mí, poder que un día no tuvieron. Es la hora de salir a buscar a mi pequeño, esta parte del día es la mejor, porque adoro estar con mi hijo, es mi ilusión, mi razón de ser. Pero a la vez provoca en mí una sensación de vacío que trato de llenar comiendo mi porción de galletas de chocolate y nuez de cada día, habito que comenzó de a poco cuando me fui acostumbrando a esos momentos de soledad que tenía en la pastelería, salir de allí me provocaba estrés, si no fuera por el niño jamás volvería a casa, esa hermosa casa que mi esposo compró para mí, esa casa que mi madre “ayudo” a decorar a su gusto convenciéndome de cada cosa que debía comprar y de donde debía colocarla, esa grande y hermosa casa que cada día tengo compartir con él. No, de ser por mí no volvería nunca. Aquí estoy, de nuevo conteniendo esos pensamientos impropios que me hacen sentir una mala persona a punta de chocolate con nuez, pero es inevitable, no sé cómo es que los científicos no han descubierto en esta deliciosa combinación la clave para la felicidad, porque yo hasta le tengo la dosis, cuando la situación es tranquila, con una sola galleta tengo ánimos suficientes como para afrontar lo que queda del día, cuando Roger estaba pesado, o mejor dicho más de lo habitual, debo comer tres o cuatro… pero para un día como este en el que tengo que afrontar una fiesta familiar debo comer dosis extra. **Espero que esta novela sea de tu gusto, recuerda dejar tu punto positivo**

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