La asesina perfecta

Ekatherina Expósito Me encuentro con Sergey Ivanov en un antro de mala muerte, recibiendo indicaciones suyas para mi siguiente trabajo, el cual consiste en asesinar a un gran capo de Italia llamado Stefano Belucci, miro su expediente y mientras lo leo rápidamente comienzo a memorizar todo lo referente a su vida, sé que a muy temprana edad sus padres murieron a manos de otro mafioso llamado Marcus Morelli, quien al parecer siempre tuvo envidia de Leandro Belucci, su padre ya que este consiguió casarse con Marena Belucci, de quien ambos estuvieron enamorados por años, desde ese momento las riñas entre ellos solo crecieron hasta que al final Marcus asesino a sangre fría a sus padres. Luego miro otros datos de él, donde se menciona que su punto débil es su nonna Stella Belucci quien lo crio cuando quedo huérfano a la edad de 6 años, debido a que es una mujer mayor permanece en una casa de reposo la cual esta resguardada hasta los cimientos por hombres del propio Stefano, es muy triste su historia, pero dado que es mi nuevo objetivo no me tiento el corazón ante esta información; sigo mirando los documentos hasta que llego a información más exacta de él. A pesar de que su abuela intento inculcarle el amor al prójimo, este siguió el camino equivocado y comenzó a reunirse entre pequeñas pandillas de diferentes bandos hasta que logro unirlos y a la tierna edad de 15 años, consiguió su objetivo, derrocar a Marcus lo cual, a decir verdad, me ha dejado sorprendida, nunca me hubiese imaginado que tuviese el potencial de hacerlo tan joven (ahora entiendo porque es tan temido en Italia), con lo cual se ganó el nombre de Stefano “El despiadado” ya que fue capaz de matar a los hijos más pequeños de Marcus frente a sus propios ojos con tal de verlo sufrir ante la inminente perdida de seres indefensos. Continúo leyendo y en cuanto a su vida personal no está interesado sentimentalmente en ninguna mujer, únicamente el placer s****l que estas puedan ofrecerle (ruedo los ojos típico de todos los hombres como él), cuando miro su fotografía y veo sus ojos grises tan fríos como el mismísimo hielo los cuales no tienen nada que envidiarle al Océano Ártico, me doy cuenta de que este hombre no es capaz de albergar sentimientos por nadie que no sea su nonna, viéndolo bien aunque es un poco mayor tal vez unos 38 años lo encuentro bastante atractivo, lo cual lamento profundamente en el alma dado que muy pronto dejará de ver la luz del Sol y será una gran pérdida para todas las féminas con las cuales se ha involucrado. —¿No me digas también te ha cautivado? —Pregunta Sergey cuando observo su foto más tiempo del necesario. —No seas imbécil, sabes perfectamente que soy muy profesional en mi trabajo. Solo trato de memorizar su cara. —Este me mira con sospecha, pero no agrega nada respecto a este asunto. —Te daré la mitad en este momento, en cuanto el trabajo esté concluido recibirás el resto. —Luego me tiende un sobre con todo mi dinero, el cual comienzo a contar frente a sus ojos solo para hacerlo rabiar al darle a entender que no confío en su palabra, lo cual es cierto, no confío en él aun cuando trabajo desde hace años para él, una vez que termino de contarlo, guardo el sobre dentro de mi blusa y me levanto de mi asiento. —Esta completo, como comprenderás no puedo fiarme de nadie y mucho menos en este tipo de negocio, ahora si me despido, no te preocupes muy pronto saldré de aquí y te tendré buenas noticias, no por algo soy la mejor y eso lo sabes de sobra. —Me doy la vuelta ignorando sus palabras filosas sobre lo arrogante que soy y salgo rápidamente colocándome la capucha de mi cazadora, para mezclarme entre el gentío. En cuanto el aire invernal de Rybatskoye me golpea la cara colándose por mis huesos, me abrazó a mí misma y me apresuro a tomar uno de los tantos callejones que ya me sé de memoria de este horrible barrio, tomando algunos atajos por si alguien me está siguiendo, protocolo que siempre llevo a cabo cuando consigo un buen trabajo como este, después de unos diez minutos entro a la pocilga que rento y comienzo a hacer una pequeña maleta solo con lo necesario, ya que estoy segura de que en unos días estaré de regreso, también he decidido que a más tardar mañana por la noche debo salir de aquí y cumplir con mi nuevo trabajo. Al día siguiente cuando está por oscurecer me dirijo rápidamente hasta el puerto de San Petersburgo ya que a las 9 de la noche zarpará un pequeño barco que llevará mercancías de contrabando hasta Copenhague, observo de un lado al otro y para suerte mía solo hay unas cuantas personas paseando sin prestar atención a lo que sucede a su alrededor, llego hasta el embarcadero y diviso el pequeño barco que me llevará hasta mi nuevo destino, me acerco rápidamente y le entrego mis documentos al tipo que me ayudará a cruzar sin que nadie sepa que he salido del país, este me mira y una enorme sonrisa cruza su rostro. —¡Vaya, ahora eres Trina Vólkova!, ¡Que tengas un excelente viaje! —Comenta con sarcasmo a lo cual le ruedo los ojos y le lanzó un bufido. —Déjate de tonterías, sabes que no puedo salir con mi verdadera identidad, eso sería demasiado peligroso. —Siseo y tomó de regreso mis documentos, después Yuri me da un abrazo y suelto una pequeña carcajada apenas perceptible cuando me carga lo suficiente para que mis pies se despeguen del piso, él es algo así como un tipo padre para mí por lo que gustosa acepto su cálido abrazo. —Cuídate Trina, te lo he dicho un millón de veces, no me gusta para nada ese negocio en el que estás y mucho menos le tengo confianza a Sergey. —Me repite lo mismo que me ha dicho unas mil veces, a decir verdad, ya perdí la cuenta de ello, por lo que yo también le respondo lo mismo de siempre cada vez que sale este tema. —Digamos que tu negocio tampoco es algo seguro, en todo este tipo de trabajos siempre habrá algún riesgo y eso es algo que tú y yo sabemos de sobra Yuri. —Solo menea la cabeza y me indica que entre a la cabina, dado que aquí a la intemperie el aire es tan frío que me hace temblar aun cuando voy tan abrigada que parezco una enorme botarga. Después de casi tres días de viaje los cuales disfruto de su compañía, me despido de Yuri a quien le aseguro que en unos cuantos días estaré de regreso; gracias a los múltiples contactos que él tiene aquí, consigo hospedarme en un hotel económico ya que necesito darme un baño y descansar unas cuantas horas antes de tomar el tren que me llevará hasta Italia, he decidido tomar este tipo de ruta, ya que lo considero más seguro en cuanto a los documentos falsos con los que cuento, no quiero que en la aerolínea se den cuenta que no son auténticos. Me ha tomado cerca de tres días llegar hasta Italia y a decir verdad es que este lugar es hermoso, la vista que me ofrece Cinque Terre es de lo mejor, el lugar es tan pintoresco que es digna de una postal navideña y aunque quisiera seguir apreciando la vista tengo trabajo que hacer, solo tal vez cuando lo termine me de unas merecidas vacaciones en este lugar, por lo que me apresuro al pequeño hostal que me recomendó una amable pareja en nuestro viaje en tren, les mentí un poco al decirles que venía a conocer la ciudad y sin dudarlo me hablaron de los lugares más emblemáticos y seguros donde podría ir al ver que viajaba sola, pobres si supieran la clase de persona que soy nunca hubiesen sido tan amables. Cuando llego al lugar veo que la pareja tenía razón, es económico, pero bastante acogedor, no se compara con nada al cuarto donde vivo en Rusia donde duermo con mi arma bajo la almohada todo el tiempo, me tiro a la cama y me quedo dormida en cuestión de minutos, agradecida por al fin estar en un cómodo colchón. Después de algunas horas despierto y veo que la noche ya ha caído, por lo que decido darme un baño y salir a recolectar un poco de información sobre mi nuevo objetivo Stefano “El despiadado”. Llego al lugar que me indicaron, me encamino al callejón al final de la calle y una vez allí miro de un lado para el otro antes de tocar la puerta, espero unos segundos y por ella aparece un hombre tan enorme que debo levantar la vista para hablarle. —Me comentaron que este lugar tiene cierto tipo de gustos que concuerda con los míos. —Comento mientras le tiendo un pequeño fajo de billetes, este lo mira en su mano y después de darme un pequeño vistazo, me permite pasar.