3.RETENCIÓN SELECTIVA
-¡Joder, qué buena cara tienes últimamente! ¿Has cobrado una herencia… o estás de estreno de amante?curiosea Manolo, tu colega del trabajo.
¿Respuesta? ¡Lo segundo! Te acabas de echar un amante, o más bien un pack de amantes envasado en tu pareja de siempre. Cierto: aún no ha ocurrido nada, pero paseas sin embargo cada noche por la frontera soñando en pegar el salto. Piensas que, aunque acabes no dando el paso… ¡que te quiten lo bailao! Sí, amigos, ¡esa es la actitud!
La excitación reina en las noches del lunes, del martes, del miércoles… Se acelera a medida que llega el fin de semana, territorio de esa posibilidad con la que llevas flirteando desde hace ya casi un mes. Cada vez te acercas más. Diseñas y descubres (a través de esas ventanas virtuales que son internet y tus fantasías eróticas, locales, encuentros fortuitos, tríos, sexo en grupo, voyeurs, exhibición, lugares y espacios hasta ayer inimaginables en los que gozar en libertad) un potencial de situaciones sin límite. El sexo se sienta ya a la mesa todas las noches, como un honorable invitado de excepción
...
¿Sabías que, de los millones de parejas que se plantean en alguna etapa de su vida ir a un club swinger o provocar una situación de intercambio, más de la mitad no consumarán jamás ese sueño? Eso sí, pasarán años alimentando la fantasía de esa posibilidad. El temor a lo desconocido, el miedo al rechazo y al juicio de los otros -además de los riesgos aparentes que inculca una herencia emocional asentada sobre el matrimonio tradicionalfrenan los impulsos de experimentación sexual
...
-¿Te imaginas..?
¡Claro que te lo imaginas! La pareja del chiquipark se convierte en algo así como un tótem, el referente de una vida posible que cada vez está más aquí que allí, al alcance de un tropiezo deseado, puro anhelo de experimentación de lo que hasta ahora era mero pensamiento desbocado. Incluso miras a la gente de manera diferente. ¡Miras el mundo de manera diferente!
Como “por casualidad”, caen en tus manos artículos y libros sobre el intercambio. Cambias el canal de televisión y pasan precisamente un documental sobre el tema. En la cafetería, un grupo de hombres hablan de ello. Tus compañeras de oficina bromean sobre ese mundo liberal que quizá desconocen… o quizá no. De la noche al día es como si todo el mundo quedara bajo sospecha, o al menos sometido a análisis. “¿Quieres decir que esa pareja no…?”. “¿Habrán probado…?” “¿Te los imaginas…?”. Pura retención selectiva, de pronto toda tu agenda se te antoja liberal… o swinger. Te has preocupado en descubrir la diferencia, en entender qué quería decir el amigo galán de la sonrisa perenne y su hermosa amante.
Un swinger, intuyes, debe ser algo así como algo más respetable que un liberal. Otra liga. Lo confirmas como por carambola el día que el equipo de tu chaval va ganando tres a cero y tienes al lado al papá del goleador en plena euforia.
-¡Goooooooooooool!
-¡Qué partidazo! ¡Qué pena! Si hubiésemos jugado así toda la liga…
-¡Ya verás el año que viene! En agosto lo envío a un clinic con jugadores de primera. Una pasta, ¡pero el chaval lo vale!
¿Y no vais de vacaciones?
-¡Y tanto! Me voy solo con María diez días. Nos vamos “de novios” a Francia.
-¡Qué suerte! ¿Dónde vais? ¿A París?
-Jajajajajaja. Sí, a Eurodisney… ¡pero en versión para adultos!
-¿Cómo?
-¿Has oído hablar de Cap d’Agde?
-¿Cap… qué?
-¡Cap d’Agde, hombre!
-Pues… no.
-Ya… Je, je, je. Bueno, ya te lo contaré otro día.
-Vale… Cap d’Agde…
(Cap d’Agde… Cap d’Agde… Cap d’Agde… Cap d’Agde… Cap d’Agde…)
4.RAZONES INTELECTUALES, FÍSICAS, METAFÍSICAS, MÍSTICAS…
Como suele ocurrir con otras obsesiones, llega un momento que uno se cansa de teorizar y acumular datos sobre un tema que no genera ningún tipo de movimiento y acción. El saber no ocupa lugar, cuentan, pero se come el tiempo a bocados. Si además uno no siente que ese saber es aplicable a su realidad, todo se agota en simple erudición para vacilar en alguna sobremesa open mind, pero poco más. Puro postureo snob y cool. Mostrar tanto conocimiento sobre el intercambio de parejas sin haber probado bocado tiene como riesgo esa pregunta que es como un ventilador frente a un castillo de naipes:
-¡Caramba! Sí que estáis informados. ¿Y qué tal la experiencia?
-Bueno, de hecho nosotros aún no… Nos interesa el tema pero…
De vuelta a casa, un tenso silencio en el coche, y una atmósfera cargadita y densa.
-¿Te pasa algo?
-¡Pareces idiota! ¡Deja ya de hablar del tema, bocazas! ¡Haces el ridículo! Estoy más que hartita de tus swingers, tus liberales, mazmorras, códigos y locales. ¡Cuando hables de algo, hazlo por tu experiencia! ¡Déjate de teorías y de perder el tiempo!
¿Entendido?
Entendido. Noche de nubarrones. La cena vuelve al bocata, a la tensión de no saber de qué hablar y te has vuelto a olvidar el vino.
¡Fantástico! Sentados frente al televisor, con el pulgar enganchado al mando a distancia y el retorno del tic del zapping, paseas por toda la parrilla hasta que tu pareja empieza a dormitar. Es el final de un largo sueño bello… o no. Y es que al final parece cierto que Dios aprieta, pero no ahoga del todo. Das (¿otra “causalidad”?) con un documental que va a salvarte los bártulos. “Cap d’Agde: el paraíso liberal”. ¿Cap d’Agde? Cap d’Agde… ¿De qué me suena? ¡Un momento! ¿No es ése el lugar donde van Pablo y María en agosto?
¡Bingooooooo! El documental no tiene desperdicio. Una pareja cruza una barrera y tras ellos se cierra el universo teórico para adentrarse en la versión más hardcore del mundo liberal. El pueblecito francés, a un par de horas solo de La Junquera, acoge un complejo naturista con playas plagadas de gente desnuda que practica sexo en la orilla rodeada por una nutrida comitiva de voyeurs que no dudan en apuntarse al festival. Por la noche, las calles se llenan de gente vestida con cuero, lencería y tacones altos o plataformas con lucecitas para exhibir un amplio catálogo de fantasías y propuestas sexuales de camino a clubes temáticos dedicados al bondage, al sadomasoquismo, al sexo grupal, al tantra y a todas las transgresiones imaginables.
-Cariño, ¿tú has visto esto?
-Sí, y estoy flipando. ¿Dónde está este sitio?
-En el sur de Francia, a un par de horas de coche desde Barcelona, máximo tres.
-¿Cómo han dicho que se llama?
-¡Cap d’Agde! ¿A que no sabes quiénes van este mes de agosto a pasar diez días allí?
-…
-¡Pablo y María, los del fútbol del crío!
-¡Estarás de broma!
-¡Te lo juro! Me lo dijo él el día del último partido.
-¡No me lo puedo creer! ¿María?
-Sí, sí, ¡María!
-¡Yo alucino! Pero ellos, ¿son también liberales?
-¡Pues deben serlo, digo yo!
El documental no se anda con chiquitas. Algunas parejas salen con la cara deformada por píxeles, o hablan de espalda, o en un plano cerrado que les oculta el rostro. Pero la mayoría hablan a cara descubierta. ¡Ole tú! ¡Con un par! Practican sexo con otras parejas ante las cámaras y explican abiertamente sus razones, de lo más variopintas imaginables. A falta de un buen francés, dejas la carne a un lado y te concentras, con la boca abierta, en los subtítulos.
Habla un matrimonio. Llevan veintitantos años casados y treinta y muchos de relación. Tienen tres hijos: dieciocho, dieciséis y once años, detallan. Llevan en el mundo liberal quince años (joder, ¿y el tercer hijo?). Dicen haber mantenido relaciones, calculan, con cerca de un millar parejas distintas, entre los veintidós y los cincuenta y cinco años más o menos (discuten en este punto, pero pronto sonríen y consensuan las cifras). Raramente repiten, para evitar adicciones emocionales (¿¿¿???)
Se iniciaron en “El Ambiente” porque la monogamia llegó a aburrirles. Ella alarga el argumento. Ningún animal (excepto algún pájaro, cuenta) es monógamo. “¡Eso es un invento cultural y religioso!”. Esgrime incluso razones políticas (¡divide y vencerás!), y habla de encapsulamiento, de mundos compartimentados (o al menos así lo traduce el documental), de vida de penurias, restricciones y sometimiento a la voluntad masculina. Pura “Teoría de la Conspiración” en versión X, se te antoja. Una frase gloriosa aparece a pie de pantalla: “Follar acerca a los pueblos. Si folláramos más con otras culturas, habría menos guerras”. La conclusión tiene cierto aire “Woodstock” y “Flower Power”. El marido ríe la ocurrencia de su amada y la escucha con admiración. Sigue el discurso hasta que otra pareja se acerca a ellos, se manosean frente a la cámara y se despiden… a la francesa.
La cámara hace un barrido. Al fondo, con poca luz, se adivina un corro de hombres masturbándose frente a una mujer que reparte atenciones sin dejarse ni un plato por atender. Luego se sienta en posición de yogui y la cubre una lluvia de fluidos. Cuando se queda sola en el centro, secándose con una toalla aún en pleno éxtasis, le acercan el micro y ella habla en voz baja, pausadamente. Acaba de recibir La Vida, El Flujo del Universo (sic), y se siente “en total plenitud y comunicación con el cosmos” (sic). “El sexo – prosiguees el nexo de unión de la Humanidad y solo a través de él se restablecerá el equilibrio perdido para entrar en la Era de Acuario” (sic). Metafísica y mística se mezclan con la sexualidad de una forma natural y tan convincente que uno se siente integrante de un orden superior. Flipas. Flipa. Flipáis.
Avanza hacia el final el programa con otra pareja madura, él… ¡sesenta y ocho años! Ella dice tener cincuenta y cuatro. Las ideas, muy claras. Su discurso, el más coherente. Su relación se inició tras sendos fracasos matrimoniales tres décadas atrás. Usan un lenguaje práctico, sin aspavientos ni pose. No saben cuántos años de vida les quedan y, puestos a escoger, la piensan vivir así, y morir con las botas puestas. El tipo, con casi setenta años, tiene un cuerpo envidiable. Luce piercings en los pezones y en el glande. Perfectamente depilado, cabeza rapada, cuerpo esbelto y bronceado, palabra ágil. Viven en Madrid y van a “Cap” (esa es la forma familiar con la que la gente se refiere a Cap d’Agde) al menos tres veces al año. Luego prosiguen hacia el norte, cerca de Rotterdam, hasta otro de los clubes swinger emblemáticos de Europa (el Fun4Two). Más tarde será Berlín. Dos jubilados dedicando sus últimos años a disfrutar de los placeres de la vida, a un culto al hedonismo sin tapujos ni coartadas culturales… “Nos sube la autoestima, nos cuidamos como nunca y hace años que no estamos enfermos. No nos lo podemos permitir” (apunta el hombre sonriente). La mujer, más parca en palabras, le coge la mano. Alza luego la mirada hacia la cámara. Le acercan el micro, y habla levemente para afirmar algo que se te va a clavar en la cabeza durante mucho tiempo. “No somos liberales. Somos swingers”. “¿Cuál es la diferencia?”. “El código swinger es muy sencillo: Yo te entrego y tú me entregas porque yo me entrego y tú te entregas. Esas cuatro cosas deben ocurrir simultáneamente. Si alguna de ellas falla, la magia no tarda en romperse. El liberal no pide explicaciones ni presencialidad al otro. Para los swingers, solo existe el “nosotros” y el “ellos”. El “tú” y el “yo” los dejamos para la vida cotidiana. Si tiene que haber un “él” o “ella” lo negociaremos en forma de trío… si nos apetece a los tres”. Brillante, simple y esclarecedor, ¿o no?
...
Glosario comparativo: Si bien para algunos no hay diferencia entre el swinger y el liberal, parece tender a generalizarse la denominación “swinger” para aquellas parejas que comparten cada instante de esa “promiscuidad consentida y con sentido” como un placer y beneficio simultáneo. El liberal en cambio pone el acento en la experiencia individual, con relativa indiferencia hacia lo que en ese momento está viviendo su pareja. Es, digamos, como una dicotomía entre un mismo placer a dos voces o dos placeres solistas que no necesariamente hay que compartir o que, en cualquier caso, compartirán como un relato en diferido