Lizbeth era agradable pero bastante sinvergüenza, su manera de coquetear con Grayson me pena ajena por el nivel de descaro. Incluso las encargadas del servicio doméstico susurraban.
Yo no decía nada al respecto, si ella transformaba en su amante: bien, así seguramente querría darme el divorcio más rápido y eso era lo que yo más deseaba.
A pesar de todo continuó con la habitualidad de dejarme flores, con una nota que yo ya tenía la costumbre de coleccionar. Era algo que me gustaba.
Estaba desayunando y leyendo la nota que Grayson había puesto en los girasoles que había dejado para ese día: «Eres muy linda, G.V», los cuales el fontanero había visto con cara de añoranza por lo cual al preguntarle descubrí que a su esposa le encantaban por cuanto accedí obsequiarlos cuando Lizbeth entró.
Me miró con una cara rara, parecía un poco molesta pero preferí no preguntarle nada puesto que ella me parecía una mujer muy compleja de entender.
—¿Por qué le regalas las flores que Grayson te dio a ese hombre?—cuestionó pareciendo sumamente irritada.
—Porque dijo que a su esposa le gustaban—contesté con tranquilidad mientras seguía comiendo—igual siempre me dejó las notitas que el pone pero a veces regalo las flores—ella entorno los ojos.
—Eres una malagradecida—respondió de forma grosera.
—No lo soy—ataje—no todas las personas tienen los mismos privilegios, para nosotros un ramo de flores parece algo muy sencillo de costear pero para ese hombre quizás no sea igual. A lo mejor tiene una carga económica muy pesada al tener que mantener a su familia. No me molesta ayudar a los demás si tengo la oportunidad, eso te incluye
—¿Te puedo preguntar algo?—su actitud cambió al no poder inciar una disputa conmigo—sin ofender.
—Adelante—sonreí con amabilidad.
—¿Por qué lo desprecias?—lo miré sin entender bien a que se refería—me refiero a Grayson, cualquiera sería feliz estando con él... Es guapísimo, multimillonario e inteligente. No entiendo como a ti te da tan igual, como si fuera un insecto pegado en tu parabrisas—me hizo gracia la comparación pero me contuve de soltar una risotada.
—Porque fui obligada a este matrimonio y una unión de este tipo cuando es mediada por el deber y no por el amor es muy difícil que funcione.
Ella no dijo nada más sin embargo cada vez que estaba cerca mío notaba que me miraba de reojo, «quizás también se está enamorado de mí» pensé sonriendo porque sabía que nada más lejos de la realidad, Lizbeth estaba como loca por mi esposo.
A media tarde Grayson me mandó un mensaje diciendo que cualquier cosa que su aprendiz quisiera o necesitará yo debía dársela. Le contesté afirmativamente pues no me afectaba.
La jovencita era bastante aprovechada y me pidió desde joyas que me había visto puestas hasta dinero en efectivo, desde mis productos para el cabello hasta usar nuestra piscina. Yo accedí a todo sin saber muy bien porqué.
Al pasar de los días me pregunté si ella ya sería su amante o solo una extraña relación de poder, igual no quise indagar demasiado. Grayson y yo con costos compartíamos habitación para dormir y muy pocas veces pues la mayoría del tiempo él se quedaba en su estudio, dormía en el divan que tenía ahí.
Esa noche el llegó a la habitación, lucía algo tenso, su mirada fría e impenetrable estaba igual que de costumbre: me abrumaba un poco cada vez que lo observaba.
—Karinna—dijo sentándose sobre la cama—debo conversar contigo, resulta que Lizbeth me contó que tú regalas las flores que te doy, creí que era un detalle que te gustaba pero si no es así dímelo.
—Por supuesto que me gustan—respondí con seguridad—solo he regalado un par de veces cuando alguien me lo pide, no me cuesta nada... De todas formas conservo el escrito siempre es divertido esperar para ver que vas a poner la próxima vez.
—De acuerdo—él me analizó en silencio—ella también dice que la tratas mal, te pedí que fueras gentil... Si ella se deja algo te lo puedo comprar nuevo, me interesa que tenga una buena experiencia es una chica sumamente capaz y quiero que sea mi mano derecha—una sensación de incomodidad me recorrió la espina dorsal al escuchar esas palabras.
—Lo siento—respondí con sinceridad—no me había dado cuenta de que estaba siendo mezquina. Normalmente actuó sin pensarlo, ya sabes que me cuesta conectar la lengua al cerebro... Aunque he tratado de darle todo lo que me ha pedido, no es problema para mí—suspiré—es como una hermana menor, me recuerda a mí cuando iba a la universidad.
—No, ella no es como tú—dijo cortante—ni un poco.
—Cierto pero solo en ciertos aspectos, yo era una indecente Lizbeth se ve que es una mujer recatada y de buenos principios—mi sarcasmo era tan fino que era difícil percibirlo.
—Pues según lo que cuentas si—contestó él—ella me dijo que aún no ha tenido relaciones.
—¿Si es tan importante para ti por qué no me dejas y te casas con ella?—lo miré a los ojos pues no estaba acusandolo, realmente quería saber porque continuaba con esta treta sinsentido—para Liz tu eres admirable estoy segura de que sería una esposa estupenda, además de tu mano derecha.
—No—contestó secamente.
—¿Por qué no, Grayson?—contesté con hostilidad—estás empeñado en que seamos profundamente infelices.
—No es así—dijo mirándome directo a los ojos me sentí cohibida ante tal intensidad—¿sabes? Yo en lo único que estoy empeñado es en conseguir que tu te enamores de mí.