Regresé a mi nuevo hogar tal y como Dios me trajo al mundo: llorando y en contra de mi voluntad. Bueno, tal vez no tan exagerado pero si me sentí triste de dejar aquel paraíso tropical para volver a la cotidianidad.
Grayson vivía en el barrio más rico de la ciudad(incluso era más exclusivo que el mío): "Villa Metropolis", un hermoso conglomerado de mansiones, parques, gimnasios, supermercados, tiendas de conveniencia, canchas de distintos deportes y más.
Su casa era sin duda la más bonita del barrio, me impresionada todo lo que había logrado en tan poco tiempo. Si bien era cierto él no lo había hecho solo convirtió una mina de oro en diamante. No era solo tener las herramientas también era darles un buen uso.
La Mansión Vallmonth era desproporcional, con un jardín plagado de fuentes, estatuas y arbustos. Se alzaba imponente con su fachada blanca, contemporánea y original. Por dentro todo era lujo y comunidad: candelabros, cientos de habitaciones, cuadros con dibujos hermosos y más.
Grayson no esperó demasiado para regresar al trabajo, eso me alegro pues en aquel lugar inmenso podía encontrar mucho que hacer sin necesidad de verle la cara. Mejor así.
Paso varios días en que nos topamos, hasta que una mañana en el desayuno me topé con un ramo de rosas amarillas con una nota:
«Ten un lindo día.
–G.V»
Coloqué las flores en un jarrón, agradada ante el detalle. Rápidamente se convirtieron en una costumbre, cada mañana un ramo con un mensaje distinto.
Un buen día una de las mujeres de limpieza de la casa me pidió que le regalará unos tulipanes rosados para su hija, dijo que siempre hablaba de eso pero no había podido comprarle, accedí encantada de ayudar pero conserve la nota:
«Disfruta de hoy
–G.V».
Una tarde él regresó antes pero no volvió solo, traía consigo a una hermosa chica de cabello dorado miel y ojos verdes. Su belleza era impresionante, me pregunté si acaso era su amante aunque no me molesté porque dado nuestra nula química romántica lo mejor sería abrir la relación.
—Mucho gusto—la saludé cortesmente, extendiendo mi mano.
—Señora Vallmonth—dijo sonrojandose, se me hizo raro escuchar que alguien me llamará así puesto que no estaba para nada acostumbrada—un placer conocerla en persona, Grayson me ha hablado muchísimo de usted.
«¿De cuándo aquí los hombres les cuentan tanto sobre sus esposas a las amantes?» me cuestioné pero solamente sonreí sin agregar nada más.
—Ella es Lizbeth Turner—dijo él—es mi pasante y aprendiz—lo miré esperando a que dijera algo más—se graduó con honores en la Universidad del Norte y espera poder unirse pronto a nuestra empresa sin embargo se le complica bastante el tema de la estadía ya que su familia es de una zona muy alejada. Pensé que no habría problema con que se quedará aquí, tenemos muchísimas habitaciones libres y así le ayudamos a ahorrar un poco.
—Por su puesto que si—respondí alegre, tanto Grayson como Lizbeth parecieron contrariados con mi respuesta afirmativa y efusiva—yo también hice varias pasantías... Por suerte tuve la suerte de que hubo gente buena que en su momento me acogió si no hubiera sido porque ellos me dieron posada quien sabre que habría sido de mí. Ser foránea no es fácil, tienes todo mi apoyo—sonreí, luego me retiré del lugar porque necesitaba un café con urgencia.
Mientras estaba disfrutando de una humeante y deliciosa taza de capuchino y unas reposterías escuché las voces de los susodichos conversando:
—Es muy amable—decía Lizbeth—me sorprende su gentileza no sé porqué me dijiste que no lo sería—fruncí el ceño.
—Conmigo no lo es.
—Vamos Grayson—escuché que reía nerviosa—debes de estar exagerando, eres el tipo más rico de la ciudad y además eres sumamente atractivo no veo porque tu mujer no sería un amor contigo.
—Pues no lo es, a ella no le importa nada de eso.
—¿Entonces por qué fue linda conmigo?, tu le trajiste imponiendome de la nada pudo haber hecho un berrinche o tener un ataque de celos.
—Es que ella nunca tiene celos—alcé la oreja para seguir espiando, no podía evitar entrometerme puesto que el chisme estaba muy bueno.
—¿De qué hablas?—cuestionó Liz con tono hilarante—todas las mujeres tenemos celos y hacemos dramas.
—Probablemente Karinna diría que eso es una generalización un tanto machista—sonreí, al parecer el sujeto en cuestión me conocía mejor de lo que yo esperaba.
En mi vida pasada yo dejé mis principios e ideales por él sin embargo en un inicio no los oculté nunca pero ya habían pasado varios años desde eso, creí que no lo recordaría.
Ahora sabía que no valía la pena renunciar a quien era, que alguien que realmente me quisiera lo haría tal y como era. Esa era mi esencia y la celebraba por todo lo alto.
—Ay Grayson—chilló ella, jocosa—¿no me digas que te casaste con una feminista?—sonreí al escucharla, era agradable pero un poco arrastrada.
—Que te diré—lo escuché decir—pero si como te decía a ella no le dan celos ni nada así porque... No me quiere no tanto por sus ideales políticos. Si me amará quizás prestaría más atención a ciertos detalles pero pasa de mí por completo—y si ella era una arrastrada él tenía un terrible complejo de víctima.
—Con lo afortunada que es de tenerte como esposo no puedo creer lo que estas contándome—la chica continuaba incrédula—es una locura.
—No es una locura, ella no me ama.
Después de un rato más de Grayson haciendo drama la charla cesó me alegre de haberla oído, el café me había pasado muy bien por el estómago con semejante chisme. La vida que parecía tan trágica a veces se volvía cómica.