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Un golpe de suerte

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Blurb

Un mafioso irlandés descubre que es feeder cuando comienza su relación con una joven tras separarse de su mujer. Es una historia de amor enlazada con historias paralelas y con la trilogía Fuego.

La vida te puede sorprender en cualquier momento y hacerte descubrir nuevos placeres que desconocias.

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Aprovechar la situación- Henry McMana POV
La mujer que tengo delante realmente me repugna y eso es algo difícil, pues me encantan las mujeres. Supongo que es una paradoja que me gusten tanto y solo haya estado con mi esposa, a la que conocí cuando aún eramos adolescente. Por aquel entonces era una chica irlandesa, con cara redonda, piel pecosa sonrojada y bonitas curvas en todo su cuerpo. No queda nada de ella ahora. Tiene tanta cirugía que a veces me cuesta reconocerla. Otra paradoja, esa cirugía que tanto le gusta se ha pagado con mi trabajo, ese del que no quiere saber nada pero del que disfruta con una vida de lujo. Como iba diciendo esta mujer me desagrada de tal forma que, aunque parece hermosa, no me agradaría lo más mínimo acercarme a ella. Dice llamarse Cristina y ser la última amante de Enzo Deluca, el viejo. Pretende que le pague por información, es evidente que muy lista no es, pero voy a aprovechar que ha venido hasta mi casa, no es cuestión de desperdiciar la oportunidad. -Entonces, me dirás todo lo que se está cociendo en el seno de los Pesci aquí, en España, y a cambio solo quieres 200.000 euros, ¿No es así?- Sentando detrás de mi gran escritorio de roble noble llevo la mano al cajón, voy a hacerla creer que le daré el dinero, pero en realidad es ahí donde guardo mi arma. -Si, señor. Estoy harta de aguantar a un viejo baboso que no me da más que migajas, y ya ni eso. Su hijo le ha quitado el puesto de capo y ahora malvive en un chalet enano cerca de Marbella. Pero ni urbanización de lujo ni nada, así yo no conseguiré otro rico del que vivir.- Lista no será, pero al menos es pragmática. -Entiendo, solo quieres vivir bien.- La miro esperando que diga que no, pero ni se molesta en negar. - Pues claro, siempre he sido pobre y ahora que he probado el lujo, me gusta.- Vaya, me estoy comenzando a apiadar un poco de ella. Yo también era pobre, como una rata, hasta que entré en esto. - Te entiendo. Mi familia tampoco tenía recursos. - Estoy buscando mi teléfono para llamar a mi asistente y darle algo de dinero a esta mujer, pero ella sigue hablando. - Si. Yo nunca he querido trabajar, yo tenía que ser actriz, pero mis padres eran mayores y no me daban mucho dinero, aunque mi hermana si que me lo daba a escondidas. Yo solo quería ser feliz.- Me choca lo que me está diciendo y dejo el teléfono otra vez en el cajón. - Entonces, ¿tenías para comer cada día y una casa limpia donde vivir? - Me enciendo de ira al pensar en los años de mi niñez en los que muchos días nos acostábamos sin cenar y mi madre no volvía en días tratando de conseguir algo de dinero y comida. Miro mis zapatos y la recuerdo con agujeros en los suyos. Siento que la mujer que tengo delante se está riendo de mí. -Si, claro. La compra semanal la hacíamos en casa entre todos.- Trato de aguantarme las ganas de revolverme hacía ella y trato de sacar toda la información de los italianos que pueda. - Bueno, vamos al trato, ¿que pasa con los italianos? - Pues Enzo hijo se ha rebelado contra su padre y desde Italia le han dado el beneplácito para hacerse con las riendas de la familia desbancando a Nero y a su propio padre. Están en plena guerra fría por el control mientras el lugarteniente de Nero a desaparecido con una mujer de la que se había encaprichado el propio Nero. - La mujer parlotea y yo anoto mentalmente todo lo que sucede con los italianos. Tengo que aprovechar para hacerme con alguno de sus negocios. - Bien, es suficiente.- Digo, mientras me pongo en pie y salgo de detrás de mi escritorio. - Ven conmigo. - Señalo la puerta y comienzo a andar, a cierta distancia de la mujer. - El dinero lo tengo en otro lugar.- Salimos del despacho y caminamos hacía la entrada de la casa. Mis hombres salen a buscarme. - Acompañarla fuera y que no vuelva.- Digo tan frio y sin mostrar ninguna piedad por esa mujer traidora, que comienza a pegar gritos desde el mismo momento en el que mis hombres la cogen por los brazos. Dejo el espectáculo de la mujer atrás y vuelvo a mi despacho. Hay que aprovechar la guerra interna de los italianos y voy a comenzar por el negocio del suministro de bebidas. Busco en la agenda del teléfono y marco el número de Jota, voy a abordarle de forma tan agresiva que no va a rechazar la oferta. Sentado en la recepción del hotel del aeropuerto vuelvo a mirar mi Rolex. Llega tarde, no me gusta la gente que llega tarde y los españoles suelen ser de lo más impuntual que he conocido hasta ahora. Pido otra tónica y vuelvo al periodico que me ha traído con la anterior copa el camarero. - Señor McMana. - Un hombre joven moreno, alto para la media española está delante de mi, con la mano extendida. A su lado hay una preciosa mujer de unos cuarenta años, de pelo castaño. Al mirar sus ojos puedo ver que no tiene un color definido, no son verdes ni marrones, pero lo que si me fijo es en su preciosa sonrisa natural. En eso y en un cuerpo redondo y llamativo que, no se como, hace que mi entrepierna se endurezca de repente. Con tal situación decido no levantarme y solo hago un gesto a la pareja para que se sienten, justo cuando llega el camarero con mi bebía. - ¿Queréis algo?- La chica niega con la cabeza, parece que está bien enseñada por el gamberro que tengo delante. El pide un Gintonic, supongo que ha creído que es lo que yo estoy tomando y comenzamos a hablar de negocios. No se que me pasa, pero no estoy siendo tan duro e implacable como tenía pensado, la mujer, que no quita ojo del gamberro, me está distrayendo. Casi una hora después he conseguido que sean mis suministradores los que a partir de ahora llenen las fiestas y discotecas de alcohol en Madrid. - Bueno, si eso es todo, le dejamos ya, Señor McMana. - Los tres nos ponemos en pie y el hombre me tiende la mano. Le correspondo. -Gracias Jota. - Deseo saber el nombre de esa mujer y le tiendo la mano a ella. - Encantado.... - Espero que me diga su nombre, pero solo me tiende su mano. - Carolina, Señor McMana, ella es mi novia y me ayuda con el negocio.- Que lastima, pienso mientras se alejan hacía la puerta del hotel.

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