Un Ocaso en el Río Támesis - Parte 1

4999 Words
El sol en la tarde, iba bailando al son del reloj, se confundía con las nubes y con la brisa, que, rodeaba toda la ciudad, las ramas de los árboles, se mecían tal y como lo hacían los niños, en los columpios de los parques, situados alrededor de nuestra infancia, felices, llenos de vida, de instantes desbordantes de sueños e ilusiones, de alegrías y sonrisas. Vibraba, iluminando cada centímetro de la ciudad de Londres, extrañamente, pues, era invierno pero, a su vez, se sentía, como si fuera verano. Su calidez, acariciaba cada mínimo rincón con su enérgica luz. Las flores de los jardines, danzaban, iluminadas, como si inhalaran las vitaminas que éste les otorgaba. Los transeúntes, caminaban a sus destinos, posiblemente, sin saber en realidad, cual era éste. Tan incrustados en sus asuntos y sus pensamientos, que se podría decir, que no percibían la magia del sol, bañándolos. Era un paisaje maravilloso, típico, para la inspiración de cualquier poeta: “Bajo el incandescente sol de las tres de la tarde hombres y mujeres apresuran su paso para encontrarse con los platos que degustan las mesas y la imaginación de aquellos que no tienen una libra esterlina para abultar sus bolsillos y sus estómagos los semáforos cambian en un abrir y cerrar de ojos no se sabe si el verde es para detenerse o el rojo para esperar y el amarillo para cruzar cada quien va perdido en su mente por el ventanal del bus o al subir el escalón de la acera o mientras pide un café de vasito en la esquina y enciende un tabaco de miel para endulzar el cáncer que hornean sus pulmones miradas impacientes manos vacías sienes preocupadas con un tic-tac observando el móvil sin prestar atención al otro escuchando las campanas de la iglesia sin sentir la brisa que hace danzar las ramas sintiéndose como el plátano maduro cayendo en el aceite para freírse sin dinero para pagar el pasaje de bus o con las cuentas a tope para gastar en quesos casas o cosas que no les dan la verdadera felicidad sin remesas con empleos que no los apasionan o sin algún oficio que les de el sustento diario y hasta sin esperanzas de obtenerlo Olvidándose de la alegría y la inocencia que nos deja la niñez y de realizar aquellos sueños con los que crecimos Cada cual busca perdido en su andar la solución al problema que le embarga Y entre tantos pensamientos en esa ciudad de locos semáforos y gente apurada con relojes y campanarios un girasol flota en una burbuja de cristal impregnando el espacio con aroma a vida silvestre a pétalos suaves y agua fresca todo alrededor se hace sublime y mágico caen hadas de los postes un arco iris rodea la avenida los autos levitan en nubes llueven rosas blancas como ángeles en los techos de los kioskos ahora elfos y grillos sonríen abrazan sueñan y siguen mirando por el ventanal del bus pero esta vez con bondad agradeciendo la vida aún sin remesas ni monedas ni mesas o estómagos vacíos sin el din-don del tiempo sin artefactos de otra generación la calle es otra vede amarillo y rojo es una canción de Gondwana el sol brilla en un ocaso perfecto y el girasol sigue ahí esparciendo su magia salpicando de rocío los cabellos de las criaturas danzantes cierro los ojos y me hallo respirando confetti en el vaivén de mis anhelos Suena el eco de una corneta Stop - Wake me up y todo vuelve al principio pero el girasol sigue flotando en la burbuja de cristal”. Las cinco luces, iban camino al lugar de encuentro, todas, envueltas en sus pensamientos, recordando cada una de las vivencias de ese día, que estaba a punto de terminar, a la llegada del tan esperado ocaso, en ésta oportunidad, junto al Río Támesis, se imaginaban, cómo sería ese evento aún en invierno. Sería algo, colosal, diferente, genuino, excesivamente interesante. Las amigas, se preguntaban, ¿cómo era que podrían ver un ocaso tan maravilloso, tras la secuela del invierno? Y es que, para Dios o para los Dioses, no hay nada imposible. Agatha, Regina y Caridad, llegaron al Puente de la Torre, con un par de minutos de retraso, pues, aunque iban relativamente a la hora, en la Avenida, se presentó una situación, bastante extraña a la que poco le prestaron atención, pero que a Agatha, le erizó por completo los vellos del cuerpo. Por otra parte, Constanza, iba más demorada aún, la visita a Fabián, en el hostal, se excedió un poco más de lo esperado y Denisse, iba en su bici-moto, tratando de no desviar su atención, hacia el recuerdo, del mini globo aerostático que bañó la acera de escarcha magenta y destellos amarillos-violetas. Éstas, aún no llegaban al sitio de encuentro pero, mientras lo hacían, como por cosas del destino, las tres primeras, reciben un mensaje de sus pretendientes, en el mismo instante: Bip, Bip, Bip Bip, Bip, Bip Bip, Bip, Bip - ¿Son cosas mías o a todas nos llegó un mensaje, al mismo tiempo? Comenta Regina. - Me parece que sí, ¿serán las muchachas? Acota, Caridad, sacando el móvil de su bolso. - No son ni Constanza, ni Denisse. Les dice, Agatha. - Y tú, ¿Cómo sabes eso?, si ni siquiera has sacado tu móvil de la cartera. - Simplemente, lo sé. Chequeen sus mensajes y verán que no me equivoco. Cari y Regina verifican su móvil, dándose cuenta que, tal y como les dijo Agatha, no son ninguna de las dos amigas, que no han llegado al Puente de la Torre. - Tienes razón, no son ellas, me acaba de escribir Sebastián. - Y a mi, me ha escrito Robert. Comenta Caridad, con la sorpresa en sus ojos. - ¡Se los dije!, ¿Cuándo será que alguna vez en la vida, crean lo que les digo?, a mi, me acaba de escribir Ignacio. - Esperen un momento, ¿de qué me perdí?, ¿Quién es Robert? Pregunta, Regina. - Larga historia, querida amiga, que ya Caridad, se encargará de contarles. - Ah, eso quiere decir, que tú ya estás al tanto de ello, ¿o me equivoco?, era esa la fulana misión en la que andaban, ¿no es así? - Sí, Regina. Pero les contaré a su tiempo, apenas, lo estoy conociendo. - ¡Wow!, ¡Qué maravilla!, la que faltaba, bueno, a excepción de Constanza, que aún no se tropieza con su media naranja, porque Denisse, anda en algo raro con el mesero del bar-café, de Don Alvaro. - No te creas, ya se topó con ella, una vez más. Dice Agatha, con mucha seguridad en sus palabras. - ¡Ah, se me había olvidado!, que tú te las sabes todas más una, mi querida brujita. - ¡¡Tú lo has dicho!!, me las sé todas y las que están por llegar. Por cierto, Caridad, ¿qué te ha dicho tu Capitán? - ¿Ah, es Capitán?, ¿de qué?, ¿del ejército, de la marina mercante o de la policía? - ¡Bingo!, es de la policía, pero no diré nada más, que se encargue la protagonista de ésta historia de novela, contarles. - Sí, Regina, es Capitán de la policía y lo conocí, ésta mañana. - Vaya, vaya, recién llegado y para Agatha, ya es tu galán. Aquí, hay algo más y me lo van a contar todo. - Claro que les voy a contar, pero, todo a su tiempo. Por lo pronto, me escribió a ver que iba a hacer ésta noche. - Dile que estarás en uno de los sitios cercanos al Támesis, de pronto, se anima y viene, así lo conozco. Exclama, Regina con mucha curiosidad. - No sé si sea buena idea. - ¿Por qué no sería una buena idea?, yo quedé en verme con Ignacio, ésta tarde. De hecho, ya debe estar por llegar. - Pero ¿no se suponía que sólo estaríamos nosotras? Pregunta Caridad. - Sí, pero, a veces, hay que aprovechar las oportunidades cuando se presentan, no sabemos qué nos deparará el destino. Acota, Agatha. - Deberías tú de saberlo más que nosotras mismas. Comenta Regina. - Precisamente por eso lo digo, el destino, es impredecible. Hoy podemos estar aquí compartiendo; mañana, no lo sabemos. - Aunque pienso que Dios, tiene la última palabra, por un momento creo que tienes razón. Ahora sé que el destino, es parte de nuestras vidas y que sí, existe. - Aquí, han cambiado muchas cosas. Una no puede estar trabajando tranquila, porque pasan cosas de las que no nos enteran (Risas). - Descuida, Regina. Ya te enterarás de todo lo que tengas que saber. - Eso espero. Sino, ya saben como me pongo. (Risas). - Tú estás de pura risas, Regina, a ver ¿qué te dice tu adorado Chef en ese mensaje? Pregunta, Caridad con un toque de curiosidad en sus palabras. - Bueno, para que vean que no soy egoísta, les leeré el mensaje: “Mi Limoncito Agrio, ¿cómo estás?, he llegado hoy de viaje, tengo infinitas ganas de verte. ¿Te parecería bien, si nos encontráramos ésta noche?, mis brazos añoran sentir tu calor”. - ¡Wow!, ¡Qué romántico es!. Comenta Caridad - Y cuánta razón tiene, con eso de “Limoncito Agrio”, acota Agatha. - Pues sí, es romántico y maravilloso, de verdad, no sé si deba agradecerle a Dios o al destino, su llegada a mi vida, me hace sentir feliz, a pesar, de lo mal que pueda ir mi día. Exclama, Regina. - ¿Qué esperas?, contéstale, dile que sí, que se acerque ésta noche aquí, luego le das las coordenadas del lugar donde estaremos ubicadas. Dice, Agatha, con cierta emoción en su mirada. - Y ¿tú que piensas Cari?, ¿le digo que venga aquí? - Pues, pensando mucho en lo que han venido hablando de oportunidades y destinos, yo creo que sí. Así, yo también invito a Robert. ¿Y tú, Agatha, invitarás a Ignacio? - Sí, ya lo invité, de hecho habíamos quedado ésta mañana, cuando me escribió, en vernos hoy. Y para que no digan que no les comparto, lo que me escribió, aquí les va, por lo que veo aparte del saludo hay un poema. - Sí, sí, léelo, me encantó lo que te escribió en la servilleta, la otra noche. - Okey, escuchen atentamente: “Buenas tardes, hermosa mujer de cabellos en tonos fríos, que se desbordan de atardeceres lavanda, espero te encuentres muy bien. Te escribo para hacerte saber, que no has salido de mis pensamientos, ni por un sólo instante en éste día, por lo que escribí algo para ti, anhelando que sea de tu agrado: Profunda pradera de ocasos donde el viento mece pequeñas espigas de trigo, azules campos literarios dorados por los tenues paseos del brillante astro, éter de un fascinante atardecer melocotones en almíbar cayendo de un cálido otoño, tierras ávidas donde duermen las libélulas de tu pestañear En tus ojos veo llover las hojas de los vivos rosales, danzando entre susurros en la melodía de la suave brisa, efímeras notas como canoas de guayaba envueltas en almíbar revoloteando cristalinos latidos por las golondrinas de mi calma. En ti los girasoles florecen entre anhelos de esperanza y vida, abrazos de magenta creciente se van posando en mi ser como Lunas de Plata, anocheciendo y tus ojos como dos constelaciones formando una algarabía en sus bocetos entrelazando en una nube la unión de nuestros corazones. Con tu mirada siembras ternura (y picardía) en las cosechas de mis versos, que transformo en palabras volátiles en el cielo, evocando tu nombre. Y solo en tus ojos veo tiritar planetas cuando el Sol emerge tras la cima, color de pálido rosáceo, energía brillante de cristalino espejo. Ojos marrones fruto del jardín ventanas celestes del alma mía, entre suspiros hoy te escribo y te dedico mi admiración hecha poesía”. - ¡Wow!, ¡Qué impresionante como éste hombre, escribe!, con razón Constanza, lo llamó “El Caballero de los Versos”, uff, para enamorarse. Exclamó, Regina con gran emoción. - ¡Sencillamente, precioso!, no puedes dejar pasar ésta oportunidad, Agatha. Se nota que le gustas mucho. - Sí, y a mi, particularmente, me encanta. Es un hombre, excepcional. Le contestaré, lo mismo deberían hacer ustedes con sus galanes (Risas). - Pues sí, le diré a Sebastián que nos veamos por éstos lares, a eso de las ocho de la noche. - Y yo, a Robert, que venga más o menos a esa misma hora, sólo espero, que pueda, pues no sé que tan lejos le quede de su residencia. Comenta Cari, preocupada. - No te preocupes por tonterías, Caridad, que si está interesado en verte, no le importará cruzar toda Inglaterra para hacerlo. - En eso, Regina, tiene toda la razón. Las amigas, continuaban conversando y enviando los mensajes de respuesta a cada uno de sus pretendientes, mientras una aurora boreal, se desprendía del cielo, justo encima de sus cabezas, y, comenzaban a caer finas gotas de rosa ilusión y diminutos pétalos de margaritas, sobre el puente. Escenario que no perdieron de vista y que comentaron entre sí. - Chicas, miren eso. Dice Caridad, señalando hacia el firmamento. - ¡Wow!, parece que se desprendiera magia de las nubes. Comenta Regina, anonadada. - ¡Qué hermoso paisaje!, ¿están viendo que llueven gotas de colores y pétalos de flores?, ¿A qué se deberá? - ¡Es realmente hermoso!. Son los Dioses, ellos han hecho todo esto. Todo con un propósito, nos está lloviendo el amor sobre nuestros hombros y ante nuestros ojos, para que no les quepa dudas, que ellos, son nuestra Otra Mitad. Las tres amigas, se quedan embelesadas, mirando el espectáculo natural, que les ha regalado la Madre Naturaleza. De pronto, aparece de la nada, una anciana, con ropajes de la época del año 1800, que se acerca a ellas, preguntándoles, si les ha gustado el espectáculo a lo que ellas, responden en una sola voz: - Sí, es impresionante. - ¿Me permiten contarles algo? - No tenemos mucho tiempo, esperamos a alguien. Acota, Regina. - No se preocupen, no me llevará mucho tiempo. Lo que quiero es responder a la pregunta, que se hacía la señorita de ojos dulces, en su mente, hace un rato, cuando venía para acá. Refiriéndose a Caridad. - No la entendemos, ¿a qué se refiere? - Deben saber, que la construcción de este puente, surgió debido a la necesidad de cubrir demandas de desarrollo en el aspecto económico y mercantil de Londres., hace mucho tiempo atrás. Tanto fue así, que en el año de 1876, exactamente, el día de mi cumpleaños, fue convocado un concurso público, para buscar soluciones para el problema y durante éste proceso se escogió la propuesta de un hombre al que mentaban, Horace Jones, que vendría siendo, el arquitecto del puente. Tuvo que diseñarlo y construirlo de forma levadiza ya que, de otra modo, podía obstruir el paso hacia el puerto de Londres. - Sigo sin entender, ¿Por qué nos habla acerca de la historia de éste puente? Y, ¿Por qué dice que mi amiga, quería saberlo?, Pregunta Regina, una vez más. La anciana, que a medida que iba contando la historia del Puente de la Torre, también iba haciéndose, un poco más joven, de lo que parecía cuando las abordó. No le prestó la menor atención al comentario y continuó diciendo: - Dicen los libros de historia que la extensión del Puente de la Torre es de unos doscientos cuarenta y cuatro metros, siete metros de ancho y dos torres de sesenta o sesenta y un metros cada una, de verdad no recuerdo muy bien los números, pues, la edad va avanzando y las cosas, se me van olvidando. ¿En qué íbamos? - En la longitud del puente. Contesta Agatha, mientras que Regina, le da un codazo, para que se calle. - Ah sí, gracias mijita, como les decía, hay una distancia entre las dos torres, que está dividida en dos pistas levadizas, ambas, pueden elevarse hasta un ángulo de ochenta y tres o de ochenta y cuatro grados, que permiten el paso del transporte fluvial. También tiene unos carriles que bordean el puente y son solo para uso de los peatones. Hace mucho tiempo atrás, cuando yo aun era joven y bonita, como ustedes, la presión de agua que se ejercía en varios acumuladores hidráulicos, mantenía el funcionamiento de las pistas levadizas. Y en mil novecientos setenta y cuatro o en el setenta y cinco, no recuerdo mucho, porque en ese entonces, yo había fallecido ya, se reemplazó por un sistema electro, electro,¿cómo se llama? Ah, sí, electro-hidráulico. - Señora, usted... usted.. está... Pregunta Caridad, algo aterrada. - Muchachita, ¿no te han dicho, que es de mala educación, interrumpir cuando un adulto está hablando?, tienes que dejarme hablar. Como les decía, muchos no saben que el Puente, se inauguró el 30 de Junio de 1894 por el Príncipe de Gales y futuro Rey Eduardo VII y por la princesa de Gales, Alexandra de Dinamarca. Y otra cosita más, debajo de ésta maravillosa construcción, viven muchas sirenas, que llaman a los hombres con su hermoso canto, llevándolos a las profundidades, de donde jamás vuelven a salir. Eso, le pasó a mi esposo, Antonio, hace muchos siglos atrás, y yo lo sigo esperando, aquí, sentada en ésta piedrita. Aunque un día, mucho antes que hicieran esas chozas de allá, escuché que él me llamaba y buscando su voz, caí al agua, nadé todo cuanto pude, pero, no lo encontré, por eso, me salí de esa agua helada, que me cubría con sus algas y me congelaba la sangre, antes que un tritón, comenzara a llamarme a mi y yo, perdiera la razón por su voz y sus melodías. - Pero, señora, ¿quién es usted?, ¿de dónde salió? Y ¿Por qué nos cuenta todo esto? - Soy Auristela, estaba sentada en esa piedrita, cuando ustedes llegaron, pero ya me voy, seguiré esperando a mi esposo, mas allaíta, si lo ven, le dicen que he venido a por él, que vine a salvarlo de las sirenas malvadas. - No, ahí no había nadie, cuando llegamos, este lugar estaba solitario. Por esa razón, precisamente, fue que nos quedamos aquí. - Tal vez, no me vieron, pero, yo tengo sentada ahí todo el rato. Incluso, desde que cayó el sol y se ahogó en las aguas. - No, eso no puede ser, el sol aún no se duerme y... - Regina, basta por favor, estamos en una situación diferente, les explicaré, luego. Exclama Agatha, mientras siente un ventarrón que le eriza nuevamente los vellos del cuerpo. - Ustedes, no entienden nada. Si ven a mi Antonio, díganle, que estoy buscándolo, por favor, que la espera se me hace impaciente desde que se ha ido, que lo necesito junto a mi, para descansar en paz. ¿Le dirán? - Sí, señora, descuide, se lo haremos saber, si llegamos a cruzarnos con él. Le dice, Agatha a la anciana, mientras Caridad y Regina, la observan. Las tres amigas, se quedaron lelas, escuchando las barbaridades que decía la anciana, que curiosamente iba cambiando a medida que contaba la historia del Puente de la Torre, algo que les pareció, de otro mundo, incluso a Agatha, aunque ésta, ya sabía que no era más que un alma en pena, recorriendo las zonas aledañas al puente, de donde se habría lanzado su esposo y, tiempo más tarde, ella, en su búsqueda; imágenes que pudo ver Agatha, en cuestión de segundos, mientras escuchaba como fue construido el Puente. De un momento a otro, la anciana desapareció y las chicas, quedaron anonadadas, por la visita y toda la información que recibieron. Agatha, les explicó, lo que había pasado, así como también, la visión que tuvo, mientras la señora Auristela, hablaba acerca del Puente de la Torre, su construcción y la desaparición de su añorado esposo. Éstas, quedaron completamente asustadas por el suceso. Mientras tanto, Denisse, busca donde parquear su bici-moto, cuando de lejos, ve el auto de Constanza, el cual conoce, no solo por su elegancia y belleza, sino también por una pequeña calcomanía de una coronita de reina, que lo diferenciaba de todos los otros autos parecidos, en toda la ciudad. Se acerca un poco y divisa, un estacionamiento, relativamente cercano al punto de encuentro. Continúa manejando hasta allá, coincidiendo con su querida amiga, Constanza. A quién, le toca corneta, pero ésta, va tan sumergida en sus pensamientos que, no le presta atención, hasta que Deni, se acerca un poco más, quedando al lado de la puerta del piloto, por lo que la toca, con el puño cerrado. Toc, toc, toc. - ¿Alguien por ahí? Constanza, se despabila, saliendo de sus pensamientos, al voltear, se da cuenta que quien le toca la ventanilla, es Denisse. - Deni, amiga de mi alma, ¿cómo estás?, Te hacía ya en el Puente de La Torre. - Pues, no, estoy aquí buscando donde parquear, como tú. Sabes que no me gusta dejar mi bici-moto, en lugares públicos, ya que me han robado dos y créeme que no tengo más ahorros, para comprarme otra por ahora, además es mi medio de transporte y debo cuidarlo bien. - Sí, amiguita, lo sé. Vamos a estacionarnos allí. - Dice Constanza, señalando hacia un galpón que funciona como parqueadero. - Me han dicho, que es un lugar semi-privado pero que cuidan muy bien los vehículos, sin importar su tamaño. - Vale, vamos. Cada una, continúa manejando hasta entrar al lugar, saludan respetuosamente al encargado, éste les da un ticket a cada una, sellado previamente y a Denisse, una cadenita con un candado y una llave, explicándole: - Buenas tardes, señorita, tome su ticket, éste candado con llave y ésta cadena. Debe elegir, el sitio donde parqueará su bici-moto, le va a colocar la cadenita, abrazada a uno de los cilindros de piedra, que se encuentran ahí, le pone el candado, lo cierra y listo. Si gusta puede llevarse la llave, la cual debe cuidar muy bien, de no ser así, le cobraremos una multa de quinientas libras esterlinas, para que pueda llevarse su vehículo. ¿De acuerdo? - ¡Oh, sí, claro!, muchas gracias. - A su orden. Con respecto a usted, también debe elegir el puesto, donde estacionará su auto, yo le recomendaría que lo hiciera, allá, a mano derecha, ya que ese es el lugar más cómodo para que las damas, se estacionen, pues, es más amplio. - ¡Muchas gracias, señor!, lo tomaré en cuenta. Cada una, se dispone a estacionarse, luego que lo hacen, se encuentran casi a la salida, para acompañarse hasta el lugar donde sus amigas, las esperan. Suena el móvil de Constanza, con la canción de Beyonce, Ave María: “ She was lost in so many different ways Out in the darkness with no guide I know the cost of a losing hand But for the grace of God go I I found Heaven on earth You are my last, my first And then I hear this voice inside Ave Maria” - Es Caridad, que está llamando, ¿habrá llegado ya?, ¿Qué has sabido de las chicas? - Ni idea, con quien hablé fue con Agatha, que me dio las coordenadas. - Ahora que recuerdo, ella andaba con Agatha. Le contestaré: - Aló, Cari, Cariiiiii, ¿cómo estás?, ¿ya llegaron?, ¿Qué saben de Regina? - Por acá todo bien, Constanza. Aunque, todavía, algo asustadas. Pero sí, ya llegamos aquí, las estamos esperando. Regina, llegó con nosotras. - Okey, perfecto. Denisse y yo, casualmente, nos encontramos, estamos parqueando los vehículos. En unos minutos, estaremos allá. Por cierto, ¿por qué dices que están asustadas?, ¿les paso algo? - Ya les contaremos aquí, ¿está bien?, las esperamos por aquí para ver donde nos vamos a instalar. - Vale, Cari, ésta noche, promete. Ya nos vemos. Las amigas, colgaron la llamada a la par. Mientras Denisse y Constanza, terminaban de despedirse del encargado del estacionamiento, quien, muy amablemente, les deseó una feliz tarde y un hermoso y placentero ocaso. - ¿Cómo sabría éste señor, que nosotras vamos a ver el ocaso? - Seguramente se lo imaginó, Denisse. Muchas personas, vienen aquí para hacerlo, pueda que, la gran mayoría, parquee su auto aquí. - Ummm, tienes razón. Bueno, vamos que las chicas nos esperan. - Sí, vamos. Afirma, Constanza. - Por cierto, es muy raro que tú, con lo puntual que eres, estés llegando tarde. ¿Se puede saber qué te detuvo en el camino? - Tú siempre tan observadora, Deni, pues nada, que salí tarde de la oficina, hoy fue un día, extenuante y estresante para mi, por no decir, terrible. - ¿Me lo dices a mí?, aunque no fue del todo tan terrible, pues por fin conseguí el lugar idóneo para hacer el reportaje, que tan mal me traía, éstas últimas dos semanas. - ¿Ah, sí?, y ¿qué conseguiste? Pregunta, Constanza demostrando gran interés. - Es un complejo natural de montañas, ehh, las llaman Las Montañas de Firenever. ¿Las has escuchado antes? - Pues, fíjate que no, y, ¿dónde se encuentran ubicadas? - Acá mismo en Inglaterra, es un lugar poco explorado ya que encierran grandes secretos y tesoros, aguardados en la profundidad de un bosque espeso, al cual debe irse, con algún amuleto de protección, pues, los pocos que han ido, y que, han salido con vida de allí, dicen que hay ánimas solitarias, errantes, que se los llevan o espíritus del bosque, que no los dejan salir jamás. - Pero, qué cosa tan aterradora, ¿Tú no pensarás ir allí? ¿o sí? - Claro que voy a ir, aparte de todo lo que dicen, es un lugar mágico, hermoso, repleto de manantiales y hadas. - Sabes que me encantan las hadas, y, que creo en ellas. Es como si yo, en mis vidas pasadas, hubiera sido una de ellas, pero, creo que ni loca, visitaría ese lugar. - Tal vez, lo fuiste, quién sabe. Pero deberías de acompañarme, por el amuleto, no me preocupo, confío en que Agatha, puede hacerlo. Tiene todos los conocimientos y facultades para elaborar, no uno, sino cinco. Es más, deberíamos ir todas, de ésta manera serían como unas vacaciones. - ¿Estás loca?, a ver si por mala suerte, ¿no salimos vivas de ahí?, no, no, no, que va. Yo paso y gano, como dicen en los pueblos. - ¡Ay, qué miedosa!, cuando escuches el llamado, no te quedará de otra que ir. - ¿Cuál llamado?, Inventas muchas cosas extrañas, no, yo no voy y punto redondo. - Les comentaré a las demás, estoy segura que nos vendría bien unos días de descanso y aventura, juntas. Hace mucho tiempo que no vamos de excursión, en grupo, como solíamos hacerlo en la universidad. - No digo que no hagamos un paseo en grupo, Denisse, pero a un sitio donde no tengamos que exponernos, ¿me explico? - Sí, te explicas muy bien. Igual, ya veremos. - Ah, sí, ya veremos. Denisse y Constanza, siguen caminando hacia el lugar donde las esperan Regina, Agatha y Caridad. La primera, va pensando que es una buena idea invitar a sus amigas, de ésta manera conocerían un nuevo lugar y podrían compartir como lo hacían antes de tomar rumbos de vida y esclavizarse a sus empleos, mientras que Constanza, va pensando que a Denisse, le falta no solo un tornillo sino la ferretería completa. - ¡Por fin llegaron!, por un momento pensé que veríamos el ocaso desde aquí y no, desde aquellas terrazas que se ven a lo lejos. Además, estaba que me iba a casa. Exclama, Regina, saludando a sus amigas. - ¡Ay Regina, no exageres!, y ¿ustedes, por qué se demoraron tanto?, añadió Agatha, cambiando el tema y haciéndole señas a Regina, con la mirada. - A mí, se me hizo tarde en la oficina. Añade, Constanza. Mientras, Agatha, la mira con complicidad. - Y yo, tuve que escaparme del viejo estresante de mi jefe, aparte que un mini globo aerostático, me perseguía y casi me lleva por el medio. - ¿Un mini globo aerostático? Preguntan las otras cuatro, al unísono. - Sí, ¿no me creen?, casi me arrolla, luego desapareció sin dejar rastro aunque llovía escarcha y pétalos. - ¡Ay, no!, yo sabía que estabas loca pero no tanto. Mejor vayamos andando, antes que, o caigamos en tus locuras, o sea el sol, el que nos aplaste. Vamos chicas, es por allá. Dice, Constanza, señalando al lugar donde despejarán sus mentes. - ¿Llovía escarcha y pétalos?, como extraño ¿no? - Caridad, ¿Y le vas a creer?, ¿no ves que tiene una loca de atar en la cabeza?, si les contara lo que me ha propuesto, no estarían tan tranquilas. Vamos, que se hace tarde, no vaya a ser que no consigamos mesa disponible. Las cinco amigas, se enganchan de los brazos, como lo hacían años atrás, cada vez que iban a fiestas de la universidad, piscinadas o excursiones. Solían hacerlo todo juntas, aún sin hacer algún pacto eterno de amistad incondicional, como lo habían hecho la noche anterior, en el bar-café de Don Alvaro, quién por cierto, extrañaba que las Cinco Luces, no hubieran aparecido por allá, esa tarde, cuando se suponía que ya tenían conocimiento del misterio que las aguardaba. Después de caminar un largo rato, llegaron a un lugar, muy curioso, que llamó la atención de todas y que por un lapso no menor de dos minutos, les dio una sensación extraña, como si ya hubieran estado en ese lugar, no en ésta sino en otras vidas, pasadas, claro está. El pub, que visitaban, llevaba por nombre, “Mi talismán”.
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