Prólogo

3731 Words
Parte I Cuando dos destinos se cruzan “Porque cuando el frío invierno esté en su punto más helado, dos almas perdidas encontrarán el descanso que tanto necesitaban…” “Por el amor de Naeem soy capaz de dar hasta mi propia vida.” - Jia Reagan. “Disfrutar hasta el último segundo de mi vida es la mejor decisión que he tomado. No importa quién sufra, buscaré la felicidad por mi propia cuenta.” - Addie Ainsworth. [Jia] Mientras miro por la ventana, no puedo evitar pensar en lo largo y helado que ha sido este invierno. Para muchos, una época triste y solitaria; para otros, llena de recuerdos felices y cálidos… ¿para mí? Una combinación de ambas. El frío invierno me traía recuerdos tristes, melancólicos e incluso llenos de culpa. Ver a mi padre deprimido durante ese tiempo, al recordar su aniversario con mamá, me hacía sentir culpable por haber nacido. Sabía que no era mi culpa, pero cuando ves a las personas más importantes de tu vida sufriendo sin poder hacer nada para remediarlo, no te queda otra opción más que pensar que, de alguna manera, es tu culpa. Lo siento, papá… Mamá ahora mismo estaría contigo si yo no hubiera nacido. Quizás si mi intrusa alma no hubiera decidido entrar en el cuerpo de mamá, a pesar de que ella se estaba cuidando, ahora estaría aquí. Si no hubiera decidido adelantar el parto, mamá no habría muerto aquel día… justo después de darme a luz. Perdóname, papá. Te he hecho el hombre más infeliz del mundo. Sé que de alguna manera tampoco fue mi culpa, ya que no era algo que pudiera controlar, pero… ¿y si la historia fuese otra? Papá aún sería feliz y no estaría debatiéndose entre ir al helado cementerio y llorar por millonésima vez la pérdida de su gran amor, o quedarse en casa bebiendo hasta más no poder. Siempre era lo mismo en aquella época. Quizás por esa razón decidí irme a mis veinte de la casa y comenzar una nueva vida. Pensé que dejar a papá lo ayudaría a no recordar a mamá siempre, ya que físicamente era una copia de ella, pero no… eso tampoco funcionó. Él solo estaría bien el día que volviera a reencontrarse con mamá, pero eso no sería posible, nunca lo sería. Al menos no mientras viviera. ¡¿Cómo diablos puedo vivir a plenitud si siempre recuerdo su triste mirada?! Otra razón más para encerrarme en el trabajo. Creo que trabajar como asesora de modas en HBP Entertainment fue la mejor decisión que tomé en mi vida. Al principio fue duro y comencé desde abajo, como asistente personal de la diseñadora principal de la empresa. Sin embargo, cada esfuerzo, buenas ideas y eternas noches sin dormir me permitieron ir creciendo poco a poco, hasta lograr el tan anhelado puesto que ostentaba ahora. Claro, casi no tenía tiempo para socializar ni para descansar, pero era un trabajo que me llenaba de vida. Después de cuatro años trabajando duro, puedo decir que había crecido tanto a nivel profesional como a nivel personal, y eso me llenaba de mucho orgullo, pues pensé que nunca lograría nada, y que la muerte de mi madre me perseguiría como una enorme sombra, impidiendo con su recuerdo que me permitiera ser feliz por un momento. Y es que a veces me sentía mal con solo vivir. Piénsenlo: el día de mi cumpleaños se celebraba la muerte de mi madre. Muy pocas personas tendrían la osadía de ser felices ese día, y aunque se quisiera ser feliz, sería imposible evitar sentirlo como una mala acción. Así somos los seres humanos. Nunca había podido celebrar mi cumpleaños… Hasta que llegó él. Naeem Kean. El chico que me hizo sonreír sinceramente, sin sentir culpa ni mirar a mi alrededor. La única persona que se sentó a mi lado por horas y escuchó mi historia, mis sueños y miedos. El hombre que, bajo su atenta y oscura mirada, grababa cada una de mis tristes palabras, para luego convertirlas en hermosas fantasías que, sin él, nunca habría sido capaz de lograr. Naeem era la única persona que no me tenía lástima y que se instaló en mi vida para nunca más salir de ella. Es por esa razón que habíamos compartido cuatro años de una hermosa, pero extrema relación. ¿Por qué digo eso? Bueno, Naeem Kean era uno de los actores y modelos más codiciados de este tiempo. El hombre que todas las chicas deseaban, pero que nadie podía tener, puesto que era mío. Claro, eso no era de conocimiento público y así debía ser mantenido, al menos un tiempo, para que mi carrera no fuese interrumpida debido al escándalo que esto conllevaría. Tenía muy claro que al descubrirse nuestro noviazgo, mi vida cambiaría para siempre y estaba dispuesta a correr ese riesgo, pero no ahora. Afortunadamente, habíamos sabido llevar nuestra relación a escondidas y éramos más que felices así como estábamos; ya más adelante nos haríamos cargo de las consecuencias de nuestro secreto. Lo más importante es que, después de tantos años, me sentía extremadamente feliz y era gracias a ese chico. Como lo dije anteriormente, el invierno suele ser frío y solitario para algunos, pero para otros cálido y acogedor. Y de eso me doy cuenta cuando un par de manos me abrazan por la cintura, mi espalda chocando contra su pecho. —¿Qué te despierta tan temprano en tu día libre? —Su voz baja y rasposa me hace sonreír. Últimamente compartíamos su departamento. Yo tenía el mío, pero era más complicado para ambos vernos en él; siempre llegaba alguien a molestar. En cambio aquí, estábamos solos y así éramos felices. —Tengo frío… y está nevando. —Sonrío de nuevo al sentir su agarre mucho más fuerte. —En nuestra cama podría haberte hecho entrar en calor. —Dice con voz lasciva y yo lo empujo levemente, soltando una carcajada. —¿Nunca te cansas? Anoche no me dejaste dormir y tú… —Lo señalo de arriba hacia abajo y luego me arrepiento. Estaba usando únicamente la bata de baño —tiene una sesión fotográfica en dos horas. Naeem bufa al recordarle sus deberes, pero no me hace caso. Al contrario, ahora me levanta y me lleva hacia la habitación. Me quejo repetidas veces, pero él no me suelta en ningún momento. —Solo necesito quince minutos. —Intenta seducirme con su voz y varios besos en mi pecho— Necesito comenzar de buena manera este día… Ámame, Jia. Finalmente, y como casi siempre pasaba, soy presa de su cuerpo y me entrego por millonésima vez al hombre del que estoy enamorada y con quien quiero compartir el resto de mi vida. […] —¿Irás a contarle a tu padre, cierto? —La voz de Milent, mi mejor amiga, me detiene de mis anotaciones. Debía tener todo preparado para el evento de Naeem esta noche, pero su pregunta me dejó en silencio. —Amiga… —Basta, Jia… No puedes esconderte de tu padre para siempre. —No me escondo, pero entiende… —Es demasiado difícil para mí volver a esa casa y enfrentar tanta tristeza— No puedo contarle esta noticia ahora. Milent rueda los ojos, toma una enorme caja llena de muestras de telas y se aleja de mí, no sin antes decirme: —¿Acaso le dirás a tu padre que te casarás con Naeem el día de la boda? Ya basta con todo este sufrimiento, sé que tu padre estará feliz por ti, Jia. —Antes de marcharse, me regala una pequeña sonrisa reconfortante. Ella sabía lo mucho que me dolía ver a mi padre y, mucho más, en esta época del año. No creía que fuera correcto decirle, unos días antes de su aniversario de bodas con mamá, que me iba a casar. Porque sí, Naeem me había propuesto hace un mes que fuera su esposa. Y yo, envuelta en el éxtasis que me producía su cuerpo, le dije que sí. Ya eran cuatro años compartiendo todo de nosotros, haciendo planes para el futuro y sabía lo importante que era para él formar una familia lejos de las luces, las cámaras y los reflectores. Él había hecho mucho por mí, me había ayudado a salir de mi depresión, a aceptar un poco que lo que pasó con mi madre no fue mi culpa y aún seguía intentando que fuera y visitara a mi padre… ¿Cómo podría negarme a seguir compartiendo una vida juntos? Amo a papá, él y Naeem son lo único que me queda. Necesitaba que él también estuviera a mi lado el día de mi boda, pero no podía ser tan egoísta como para lanzar mi felicidad encima de su tristeza. Esa no era Jia Reagan. No puedo ser egoísta, no con el dolor de papá. Naeem y yo aún no habíamos hablado de la fecha de nuestro casamiento. Sé que quería hacerlo en privado, sin que nadie lo supiera, y realmente esperaba que también me apoyara con mi decisión de no contarle nada a papá por ahora. Quizás más adelante, cuando el invierno no siguiera congelando su débil y muy lastimado corazón. Suspiro y, después de verificar cada una de las especificaciones, tomo una de las enormes cajas y salgo de mi pequeña oficina, rumbo a ver a mi futuro esposo. Esta noche debía lucirse en ese desfile de modas. […] Después de cuatro años, era extraño estar aquí… frente a mi antiguo hogar. Naeem me dijo que era necesario ir acercándome a mi padre, que no era sano para mí estar haciendo suposiciones tontas acerca de los sentimientos de papá, que él me necesitaba tanto como yo a él. Así que, después de pensarlo tanto, y aprovechando que Naeem no estaba en el país, me armo de valor y toco el timbre de mi antiguo hogar. Mientras esperaba, las manos me sudaban, mi corazón se aceleraba y todo parecía darme vueltas. Era duro para mí volver después de tanto; papá nunca fue malo conmigo, jamás me dio una mala mirada, pero a pesar de todo, podía ver esa tristeza en sus ojos cada vez que me miraba. Supongo que le duele ver a mi madre en mí y no poder tenerla a su lado. Toco el timbre una segunda vez, y después de un minuto, la puerta se abre dejándome ver a mi padre después de cuatro años. Robert Reagan; aclamado y condecorado ex policía. Su mirada al verme después de tanto tiempo era de sorpresa y admiración. La última vez que me vio no era ni la cuarta parte de lo que era ahora. Maquillada, ropa cara y estatus un poco alto, pero aun así manteniendo la misma esencia. Nunca me había gustado creerme más que los demás. —¿Jia? —Su voz es un suspiro, como si aún no creyera que estaba parada frente a él. Respiro hondo y, por primera vez en años, le sonrío sinceramente. —Hola, papá. Él simplemente se echa a un lado, dándome acceso libre para que entrara a la casa, cosa que hago, pero a pasos muy lentos. No era fácil volver, por más que lo intentaba, era imposible que los recuerdos tristes no me invadieran. En un instante estamos en la sala. Me tomo la libertad de sentarme en el viejo sofá de mamá y miro a todos lados. Papá definitivamente estaba perdido y sumido en su dolor; después de veinticuatro años, todo seguía igual con él. La casa ya no era la misma, no tenía ni un solo rasgo de haber sido limpiada, varias botellas vacías tiradas por todos lados; en fin… El aspecto de mi papá debió haberme dado una idea. ¿Hace cuánto que no cortaba su cabello o se rebajaba la barba? ¿Qué pasa contigo, papá? No me gusta verte así… —Jia, estás… diferente. —Su voz rasposa y algo enredada me daba una pequeña idea de lo que estaba haciendo antes de que llegara— Qué hermosa estás, pensé que jamás volverías a ver a tu viejo padre. —Papá… Yo, lo lamento… —Mi voz se quiebra al mencionarlo de esa forma en voz alta. Eran muchas emociones encontradas— He sido una pésima hija. —Y yo un pésimo padre. —Sus palabras me sorprenden. Su cabeza estaba gacha, mirando directamente a sus manos— No puedo, Jia… No puedo hacerlo solo. Ya perdí a tu madre… No quiero perderte a ti. Me levanto del sofá y voy directo a él para abrazarlo sin pensarlo mucho. Naeem tenía razón, necesito a mi papá tanto como él a mí. ¿Cómo pude ser tan tonta al abandonarlo? Sí, he sido una mala hija. —Calma, papá… —Murmuro mientras él se desmorona en mis brazos— Saldremos de esta, solo déjame ayudarte… Necesitas ayuda, por favor… Él se detiene un momento y me mira brevemente. Su mirada me daba algo de miedo al principio, ya que conocía su postura acerca de las terapias, pero luego simplemente suspira y asiente poco a poco. Ese simple gesto hace que sonría y llore de emoción al mismo tiempo. Quizás pueda recuperar a mi padre. —Viene un nuevo comienzo para ambos, papá… Lo prometo. […] —No fui muy brusco, ¿cierto? —Naeem me abrazaba por la espalda mientras ambos reposamos de una intensa sesión amorosa. Niego en silencio— Por cierto, me he enterado de que tu padre lleva un mes en rehabilitación y terapia. Me alegro mucho por ustedes, Jia. Sonrío sabiendo que no puede verme y luego me giro para poder encararlo. —Naeem… ¿no estás molesto porque papá aún no sabe acerca de nuestra boda? —No puedo evitar preguntarle. Había pasado un mes desde que papá volvió a entrar en mi vida y aún no había sido capaz de contarle acerca de mi boda con Naeem. No sé, no quería que pensara que de alguna manera este matrimonio me iba a alejar de él. Sé lo débil que estaba emocionalmente y esta noticia podría tener consecuencias negativas, así que me había estado callando durante este tiempo. —Molesto, molesto… no. —Frunzo el ceño. O sea que sí le molesta un poco— Estoy desesperado, Jia. Quiero que nos casemos lo más pronto posible. —A veces hablas como si ambos tuviéramos ochenta años. —Me burlo de sus locas palabras— Tenemos todo el tiempo del mundo para ser felices, solo hay que aguantar un poco. Quiero que cuando nos casemos estemos bien, sin ninguna preocupación adicional. Naeem suspira y se acerca a mis labios para darme un largo y profundo beso. —Tengo miedo de perderte, Jia. —Susurra contra mis labios. ¿Perderme? ¿Alejarme de Naeem? ¡Jamás! —Aquí estoy, amor. —Hago que me mire fijamente— No iré a ningún lado. Aquel hermoso chico, que muchas veces se sentía inseguro de su propio futuro, me levanta un poco y me coloca encima de su cuerpo para luego volverme a besar con pasión desbordante, como si de alguna manera quisiera tatuarme en sus labios. Como si no quisiera olvidarse de este momento. —Te amo tanto, Jia. —Murmura entre besos a la vez que masajea mis pechos— No me dejes nunca. —Naeem, te amo… No iré a ningún lado. Después de esas palabras, es poco lo que puedo decir, ya que mis gemidos y uno que otro grito reemplazan mi cordura y me permito perderme en el mar de sensaciones que me regalaba Naeem Kean. […] —¡Apresúrate, Jia! —Exclama Naeem mientras caminaba por delante de mí— Tengo frío… No sé por qué siempre le hago caso a tus locas ideas. Me río y me tomo mi tiempo para disfrutar del frío clima. La nieve estaba algo fuerte, pero era un espectáculo digno de ver. Amo ver la nieve caer; a pesar del frío, mi corazón se sentía tan cálido. Y pensar que eso comenzó desde que le entregué mi corazón a Naeem. —¡Naeem, mira! —Mi chico se detiene con una expresión cansina y me mira. Él odiaba el invierno— Tómame una foto… ¡Hay mucha nieve aquí! —Jia, vámonos… —Se queja de nuevo, pero al ver que de ninguna manera me iba a ir sin una foto de este espectáculo, simplemente suspira y saca su teléfono para complacerme— Solo una foto y nos vamos… ¡Ni siquiera se ve, hay mucha nieve! —Ya deja de comportarte como un viejo y toma la foto. —Me burlo y hago mil y un poses para que mi chico capturara este hermoso momento. Lo más seguro es que a este punto atrapara un resfriado, pero no importaba. Amaba este clima y, muy por encima de todo, amaba exasperar a Naeem. Después de muchas fotos y algunos videos románticos entre ambos, seguimos caminando rumbo a nuestro auto. El suelo estaba algo resbaloso, pero ambos caminábamos con extremo cuidado. Naeem estaba cada vez más estresado por haber tenido que salir con este clima tan malo, pero yo realmente quería comer fuera del departamento, algo diferente y para mí había valido la pena. Sabía que para él también, pero a veces su mente de niño consentido le ganaba. Decido dejarlo en paz y camino a su lado, tomándolo del brazo y sonriéndole agradecida por seguirme en mis locuras. Ese simple gesto basta para que me devuelva la sonrisa y su humor mejore un poco. Él solo estaría feliz cuando estuviera bien calentito en su cama. Estamos por cruzar la calle para llegar a nuestro auto cuando su teléfono suena. Naeem lo saca y frunce el ceño al ver que se trataba de su manager, responde y cierra los ojos al oír las primeras palabras. Oh, no… —¿Tienen fotografías nuestras? ¿Desde hace cuánto nos espían? —Escucha lo que le dice en silencio— ¿Cuánto quieren? ¡Ni hablar! Que publiquen lo que quieran; si se atreven, los demandaré… Me desconecto de la conversación y le indico en silencio que cruzaré la calle para entrar en el auto. A Naeem no le gustaba que me quedara escuchando sus conversaciones con el manager, ya que tendía a estresarme por las tantas amenazas de los reporteros con exponer nuestra relación y casi siempre acababa con dolor de cabeza. Hasta el momento, habíamos logrado mantener el secreto, pero ambos sabíamos que no iba a ser así para siempre. Así que había que estar preparados para ese día. Mi novio asiente y continúa con su conversación. Me acerco al borde de la acera y miro hacia ambos lados. La calle estaba desierta, pero el asfalto era muy resbaloso; tenía que tener cuidado si no quería que mi trasero tocara con fuerza el frío y mojado suelo. Ya me podía imaginar el regaño de Naeem si eso llegase a ocurrir. Cuando cruzo al otro lado, aún podía verlo hablar y parecía bastante afectado por lo que fuera que le estuviera diciendo su manager. Intento hacerle señas para que desactivara la alarma del auto, pero no me veía. Se había puesto de espaldas y estaba nevando mucho más que antes; incluso le grito, pero, tal como solía pasar en estas situaciones, él no tenía cabeza para otra cosa más que para proteger mi identidad. Siempre era igual. Me quedo ahí un momento, soportando el frío y mirando los copos de nieve caer, cuando de pronto unas luces parpadeantes llaman mi atención. Por la carretera venía un auto a baja velocidad que encendía y apagaba sus luces constantemente. Frunzo el ceño al ver la situación, pero suponía que el conductor tenía problemas con las luces del auto, y es que realmente estaba bastante oscuro. Aquel vehículo blanco continuaba con su marcha lenta y Naeem seguía distraído con su llamada. Yo me aburro y vuelvo a concentrarme de nuevo en los copos de nieve que caían en mis guantes. De pronto, el auto comienza a acelerar con fuerza y se acerca derrapando descontroladamente. Sus luces ya no estaban encendidas, por lo que era difícil distinguirlo, pero aún se veía un poco y, al parecer, el conductor había perdido el control del mismo. No, no… Me pongo en alerta al ver que se había salido de la carretera y que iba en dirección hacia Naeem, quien aún no se había dado cuenta de lo que estaba pasando y continuaba hablando por teléfono. —Naeem… ¡Naeem! —Le grito en un intento de llamar su atención, pero él no me escuchaba. El auto seguía zigzagueando sin control por el camino y, de un momento a otro, aumenta mucho más que antes su velocidad, logrando que mi cerebro entrara en pánico e hiciera que mis pies se movieran hacia adelante sin pensar en nadie más. Corro y me resbalo varias veces intentando llamar la atención de Naeem, pero, mientras más corría, el camino lo sentía más lejos; era un camino interminable lleno de miedo. —¡Naeem, cuidado! —Le grito con todas mis fuerzas una última vez y él se gira de golpe, aun con el teléfono en la mano. Al auto lo teníamos casi encima y él ni siquiera tiene tiempo para mirar hacia los lados; simplemente se me queda viendo mientras me acercaba a él. Y en solo cuestión de segundos, puedo empujarlo fuertemente con mis manos hacia atrás, alejándolo del peligro, para que luego el auto me golpeara por el costado, logrando que me elevara un poco y cayera con fuerza, golpeando mi cabeza contra el suelo. —¡Jia! —Apenas lo escucho porque estaba ocupada mirando el cielo oscuro y con pequeños copos cayendo sobre mí— ¿Estás bien? ¡Jia, háblame! Bajo la mirada y medio puedo ver a mi Naeem resbalarse hasta llegar a mí. Intenta tocarme, pero se detiene en el acto y habla varias veces, pero no podía entender qué decía. Un pitido inunda mis oídos y no puedo escuchar nada; mi visión tampoco es buena y me estaba dando mucho sueño. ¿Debería dormir? Sí, quizás eso haga que me sienta mejor… No llores, Naeem. Solo tengo sueño; voy a despertar muy pronto. Decido sonreír un poco y cierro mis ojos, confiando en que, en unas horas, despertaría y disfrutaría de un abrazo de mi hermoso Naeem.
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