Abrió los ojos y quiso moverse, pero no pudo, comenzó a retorcerse desesperadamente al descubrir que tenía las manos atadas al tronco de un árbol y una mordaza le impedía gritar.
El corazón le palpitaba rápidamente y el terror se apoderó de él, al ver a dos mujeres bailando algún tipo de ceremonia ritual a su alrededor.
Pilar, ataviada con un vestuario de tul que dejaba ver a través de la tela transparente sus hermosas curvas y Pina, que avanzaba hacia él con una daga en la mano, dispuesta a clavársela en el corazón.
—¡Aaahgg! — Un grito ahogado salió de su garganta y despertó sudando y con la respiración agitada.
La luz del sol entraba por la ventana dándole directamente al rostro.
—¡Eres un puto César! —Se dijo a sí mismo — Estás totalmente sugestionado por la noche de brujas, definitivamente, lo que pasó con Sara te afectó demasiado.
Se sorprendió al ver que, con la luz del sol, la habitación se veía totalmente diferente a como la recordaba, parecía haber sido un hotel de lujo.
Se desperezó y se asomó por la ventana, el pueblo era realmente hermoso, desde su balcón podía ver las calles empedradas y la plaza, con un hermoso quiosco estiló francés, las bancas pintadas de blanco y las jardineras rebosantes de flores.
Los árboles se veían majestuosos pintados de tonos amarillos y dorados propios del otoño y el clima era exquisito.
Estaba tan absorto mirando el paisaje, que se sobresaltó cuando escuchó el teléfono. Su sobresalto fue tal que se rio de sí mismo.
—Eres un pinche miedoso wey, ni porque traes tremenda pistolota — La noche anterior ni siquiera había reparado en el aparato telefónico, hacía tantos años que no veía uno igual que le pareció increíble que todavía tuvieran un teléfono de disco.
—¿Diga? —contestó
—Buenos días señor Zagal, el desayuno se va a servir pronto, lo espero en el restaurante.
—Buenos días señora Pina, bajo enseguida.
—Solo llámeme Pina por favor.
—Claro, Pina.
Se duchó para despejarse, aunque se tuvo que ponerse la misma ropa, puesto que no llevaba equipaje y cuando salió de la habitación, se dio cuenta de que todo lo visto la noche anterior, había sido producto de su imaginación.
El pasillo no era tan largo, únicamente había tres o cuatro habitaciones más, además de la de él y cuando bajó las escaleras, eran de tamaño y anchura normal.
Estaba muy sorprendido al ver que nada, absolutamente nada, era como lo recordaba, ya no había telarañas, ni polvo, por el contrario, todo relucía de limpio y ordenado.
Apenas llegó al lobby, el olor a café llenó sus pulmones, Pina estaba detrás del mostrador atendiendo a los que parecían ser unos huéspedes, por lo que aquello de que solo recibían un huésped al año, debió ser una falacia.
Se quedó mirando por un momento la escena, todo parecía estar ambientado en los años setentas, pero incluso, la ropa de las personas parecía de otra época.
—¡Buenos días señor Zagal! ¿Durmió bien? ¿Pudo descansar? Anoche se veía usted realmente mal, parecía como si algo le hubiera hecho daño.
César recordó el incidente con Sara, y atribuyó su falta de cordura al dolor de su engaño.
—Eso parece, pero esta mañana he amanecido mucho mejor Pina, gracias por preguntar.
—Entonces vamos a desayunar que el desayuno ya debe estar listo, y no se preocupe por nada detective que ya está incluido en el costo de la habitación.
—¿Cómo sabe que soy detective? ¿Y cómo supo mi nombre? No recuerdo haber llenado una ficha de registro.
—Por favor detective, ¿no pensará que tengo una bola de cristal de verdad? usted me dio toda la información y yo llené la ficha de registro por usted.
—Lo siento, en verdad no sé qué me pasó, toda la noche me pasaron cosas muy extrañas y está todo confuso en mi memoria, de hecho, este lugar no está como lo recuerdo.
—No se preocupe, debe haber tenido fiebre.
La mujer se sentó junto a él y ordenó a una camarera que les sirviera.
—¿Café? —Preguntó la chica con una sonrisa, César lo interpretó como un claro coqueteo.
—Sí, por favor —Le sonrió y la miró sorprendido, era casi una chiquilla.
Les sirvieron el desayuno y tal parecía que habían adivinado su desayuno favorito, tostadas, huevos con tocino y zumo de frutas cítricas recién exprimido.
—Wow, esto es a lo que llamo un excelente servicio —dijo bromeando por la coincidencia.
—Qué bueno que le haya gustado, en este hotel, nos esmeramos porque nuestros visitantes, se quieran quedar para siempre…
Terminaron de desayunar y César se sentía tan bien, que lamentó tener que irse.
—Pina, mi auto se quedó varado en la carretera, ¿Dónde puedo encontrar un mecánico?
—El único mecánico del pueblo, es Marcus, pero dudo que pueda arreglar su auto hoy detective, como es el único, siempre tiene mucho trabajo, tendrá que esperar hasta que le den un espacio.
—¿Me puedes decir dónde encontrarlo? Iré a buscarlo y tal vez logre convencerlo —Por muy ocupado que estuviera un mecánico, no creía que tanto como para no poder ir a revisar su auto, solo le tomaría un momento.
—Sí claro, puede intentar hablar con él y quizá logre convencerlo. Tiene que atravesar la plaza, luego caminar hasta el final del atrio de la iglesia, atravesar el cementerio y cruzar la barranca, ahí del otro lado es su taller.
—¿Cruzar el cementerio y la barranca?
—Ah sí, es solo el camino más corto, se puede rodear el pueblo, pero es mucho más lejos.
—Entiendo sí, será que comience a caminar entonces.
—Que tenga suerte y aquí lo espero en caso de que tenga que pasar otra noche en Ambrosía.
—Gracias por todo Pina, el desayuno estuvo delicioso, liquidaré la cuenta de una vez, ya que no creo regresar.
—Está bien detective, como usted desee.
Pagó por la habitación y emprendió el camino para buscar al mecánico, durante el trayecto, se dio cuenta de que la gente lo miraba, quizá porque se notaba que era un forastero, pero especialmente lo miraban las mujeres.
César era un hombre bastante atractivo, alto, moreno y se ejercitaba todos los días, pero no creía que lo fuera tanto como para provocar las miradas de tantas mujeres, que lo veían como si…se lo quisieran comer.
Llegó a la iglesia y le pareció extraño que estuviera cerrada, caminó sobre la acera y dio vuelta según las indicaciones de Pina. No tardó mucho en encontrarse con el cementerio, tragó saliva porque a lo lejos se vislumbraba una gran tormenta y si no se daba prisa, lo iba a sorprender la lluvia, aunque…ya no era temporada de lluvias.
Comenzó a caminar rápidamente, pero apenas uno metros adelante, la lluvia comenzó a caer y el cielo se oscureció de la nada.
—¡Maldición! —gritó y corrió a resguardarse bajo el techo de un mausoleo, por fortuna, tenía la puerta abierta.
—¡Hola guapo! Volvemos a encontrarnos —Saltó del susto, pero la voz de Pilar dentro del mausoleo le pareció angelical.