La despedida de soltero de Gerald se llevó a cabo en un club privado de luces suaves, música elegante y copas carísimas. Jason y Evan llegaron juntos, curiosos por el grupo de amigos que Gerald había invitado. No los conocían, o al menos no en forma personal. Eran hombres de traje, de risas contenidas y sonrisas afiladas, socios del mundo empresarial que hablaban más con el ceño que con la boca. Ben llegó después, solo, con una camisa oscura desabotonada más de lo necesario, el gesto tenso, la mirada esquiva y el sarcasmo afilado en la lengua. Desde el primer momento, la atmósfera se volvió densa. —Miren nada más al prometido perfecto —soltó Ben con una sonrisa ladeada, levantando su copa—. Ya hasta huele a fidelidad. Gerald no respondió. Se limitó a alzar su bebida en gesto educado, com

