Ben salió molesto de la habitación. Gerald, con su tono amable y su sonrisa ensayada, había irrumpido sin previo aviso, interrumpiendo el único momento de descanso que había conseguido tras una noche entera en vela. Y lo peor: por fin había logrado dormir, justo cuando sus pensamientos lo habían llevado hasta Gina. Un sueño dulce. Malditamente dulce. Ella estaba entre sus brazos, sonriéndole solo a él, murmurándole cosas que aún ardían en su piel. En ese mundo no había dudas ni terceros. Solo ellos. Solo él, con acceso a sus besos, a su cuerpo, a esa mirada que lo desarmaba más de lo que él quería admitir. Y entonces, ¡pum!, la voz de Gerald lo arrancó de ese paraíso. Como siempre, apareciendo en el peor momento. ¿Qué demonios hacía buscándola tan temprano? ¿Y si habían peleado? ¿Y

