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La chica atrapada (Un thriller de suspense FBI de Ella Dark – Libro 2)

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«UNA OBRA MAESTRA DE THRILLER Y MISTERIO. Blake Pierce hizo un magnífico trabajo desarrollando personajes con un lado psicológico tan bien descrito como para sentirnos dentro de sus mentes, seguimos sus miedos y queremos que tengan éxito. Lleno de vueltas de tuerca, este libro te mantendrá alerta hasta el final de la última página».

-- Libros y reseñas de películas, Roberto Mattos (sobre Una vez desaparecido)

LA CHICA ATRAPADA (Un Thriller de Suspense FBI de Ella Dark—Libro 2) es el libro #2 de una nueva serie muy esperada del autor de best-sellers, Blake Pierce, cuyo primer libro, Una vez desaparecido (Libro número 1) (de descarga gratuita), tiene más de 1.000 críticas de cinco estrellas.

A la agente del FBI Ella Dark, de 29 años, se le presenta la gran oportunidad de alcanzar el sueño de su vida: entrar en la Unidad de Crímenes de Conducta. Ella tiene una obsesión oculta, ha estudiado a los asesinos en serie desde que sabía leer, devastada por el asesinato de su propia hermana. Ha adquirido un conocimiento enciclopédico de cada asesino en serie, cada víctima y cada caso, gracias a su memoria fotográfica. Destacada por su brillante mente, Ella es invitada a unirse a las grandes ligas.

Se están encontrando víctimas asesinadas en el noroeste del Pacífico, con sus cuerpos colgados en lo alto de las ramas de las secuoyas. Se presume que es obra de un asesino en serie apodado "El asesino artista". Ella se siente muy cerca de atraparlo, está segura de que ya ha leído sobre asesinatos similares, pero esta vez sus conocimientos le fallan.

¿Podrá atrapar a un asesino sin su talento?

¿O su talento regresará demasiado tarde?

Un thriller policíaco apasionante y desgarrador protagonizado por una agente del FBI brillante y atormentada, la serie de ELLA DARK, es de un misterio fascinante, repleto de suspense, vueltas de tuerca, revelaciones, y con un ritmo vertiginoso que te hará seguir pasando las páginas hasta altas horas de la noche.

El libro #3 de la serie —LA CHICA CAZADA— también está disponible.

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PRÓLOGO
PRÓLOGO Solo había espacios abiertos, y así era como le gustaba. Eran las 7 de la mañana, en el umbral del amanecer invernal. Claire entró en el parque al compás del ritmo de sus zapatillas de correr. No había ni un alma por ninguna parte. Solo filas de árboles a cada lado de ella, y detrás de ellos una extensión de vegetación iba más allá del alcance de la vista. No había nada como hacer ejercicio por la mañana, a pesar del clima frío. No tenía ni idea de cómo la gente podía levantarse y empezar su día sin estirar las articulaciones, bombear la sangre, estimular las endorfinas. Sin ello, pensó, la vida no tiene sentido. El letargo era el asesino silencioso y ella se aseguraría de que nunca se apoderara de ella como le ocurría a tantos otros. El parque de Green Valley era tan extenso que uno podía correr durante dos horas y no ver la misma zona dos veces. Claire solía seguir la misma ruta cada vez que venía, pero hoy decidió cambiar las cosas para variar. «Es viernes ―pensó―. Hay que celebrar». Subió corriendo por el camino y se desvió a la derecha, pasando por una zona de juegos para niños. Como siempre, mantuvo la mirada dirigida al frente. No podía soportar ver nada relacionado con los niños, no desde la operación. Le provocaba demasiadas emociones extrañas que se esforzaba por controlar. Era aún peor cuando veía un cochecito abandonado o un zapato de niño tirado en la carretera. Había algo en esas imágenes que la llenaba de temor, de angustia. Un anhelo de algo que quería pero que no podía tener. Claire pensó que tal vez este nuevo impulso de hacer ejercicio físico era el resultado del descubrimiento de que no habría hijos en su futuro. En los tres meses transcurridos desde el hallazgo, había comenzado a aceptar la idea. La aceptó como la verdad que era, y no había ninguna cantidad de relaciones sexuales oportunas o maravillas médicas que podrían cambiarlo. Así era la vida. Solo se puede controlar una parte de ella. Pero en cuanto empezó a sentir la energía y ese impulso, todos los pensamientos sobre el trabajo, el estrés y las circunstancias desaparecieron. Era solo ella y la naturaleza, y nadie podía quitarle eso. Una cortina de niebla se extendía sobre el estanque de los patos cercano. El frío había expulsado a la fauna hacia otros lugares. Era mediados de febrero y el invierno estaba en pleno apogeo, pero había un atisbo de primavera asomando más allá de la bruma. Un breve destello de sol o un narciso recién brotado. La idea de que las mañanas más brillantes y el clima más cálido podrían aliviar el dolor de sus recientes problemas se le vino a la mente, pero la apartó para concentrarse en el ahora. «Vive en el ahora, no en el "qué podría ser"», se dijo a sí misma. Estos caminos le resultaban familiares. Se alejaban de su ruta habitual, pero no habían sido completamente ajenos a sus zapatillas Nike rosas en las últimas semanas. Llegó a un cruce con tres direcciones diferentes, y por primera vez continuó por el mismo camino, eligiendo no doblar ni a la izquierda ni a la derecha. El hormigón dio paso a una larga franja de pasto fangoso, que conducía hacia abajo y a través de un pequeño puente. Bajo sus pies, un río fluía con una fuerza sorprendente. Se detuvo brevemente para admirar sus aguas cristalinas y luego continuó hasta llegar de nuevo al terreno llano. Claire nunca había visto esta parte de Green Valley. Se dio la vuelta para recordar por dónde había venido, pero no pudo distinguir gran cosa, ya que aún faltaban unos treinta minutos para el amanecer. Esta mañana había un poco de luminosidad, pero la oscuridad era la protagonista. Aún le quedaban dos horas antes de empezar a trabajar, así que tenía tiempo para lanzarse a la aventura. Además, esperaba que hubiera una salida para volver al camino aquí abajo. Green Valley tenía tantas entradas y salidas que incluso dudaba que los guardabosques las conocieran todas. Las cosas se pusieron más oscuras abajo. Los árboles de madera de hierro eran más altos y los arbustos más densos. Al desviarse del sendero hacia un tramo de hierba, una sensación de claustrofobia comenzó a invadirla. La hierba le producía menos impacto en los pies, así que se alegró del alivio, pero decidió que si no podía encontrar una salida en esta sección, regresaría a territorio conocido. Algo la hizo detenerse. Justo ahí, en medio de un bosquecillo de árboles. Se detuvo y escuchó su propia respiración durante un segundo, luego bebió un trago de su botella. Observó el entorno y vio algunos aparatos de gimnasia al aire libre, oxidados hasta el punto de desmoronarse. El terreno desconocido le provocó una repentina respuesta de lucha o huida. Algo le decía que debía salir de allí a toda prisa. Era pura intuición, la misma que le decía lo que iban a decir los médicos antes de que se lo dijeran. La misma que le decía que su marido la seguía amando a pesar de sus limitaciones. Los árboles crujían. No por el viento que sacudía sus copas, sino abajo, cerca del suelo. Justo al lado de ella. Entonces se produjo un movimiento. Una sombra pasó a su lado, haciendo crujir las hojas y pisoteando la vida vegetal a su paso. Vio una silueta humana, con el rostro oculto por una capucha gris y sin ninguna ropa de ejercicio. Fuera quien fuera, no estaba aquí por la misma razón por la que estaban todos los demás en un parque público a las siete de la mañana. La figura pasó a toda prisa, manteniendo el rostro hacia el suelo. Claire observó cómo desaparecía por la ruta por la que ella había venido, luego se dio la vuelta rápidamente y continuó con su camino. Algo la hacía sentir incómoda aquí. Tal vez fueran los circuitos desconocidos, o el hecho de que esta parte del valle se sintiera más baja, más ignorada. Siempre confiaba en su instinto, así que empezó a buscar una salida. Pero Claire captó algo en su visión periférica. Entre los borrones verdes y marrones de las alturas, había una imagen antinatural. Se detuvo bruscamente, se frotó el sudor de los ojos y se aseguró de que no estaba alucinando. Se acercó lentamente, convenciéndose de que la imagen que tenía delante era producto de su imaginación. Un puñado de hojas, unas cuantas ramas rotas, un nido de pájaros revuelto... todo ello combinado para asemejarse a la imagen de un ser humano estirado. No. Vio los brazos, las piernas, los zapatos, la ropa. Vio la cara, los ojos abiertos y la mandíbula caída. Claire dejó caer la botella. Se llevó la mano a la boca para contener un grito. Había un c*****r colgando del árbol. No sabía cuánto tiempo había estado mirando atemorizada, pero el sol naciente arrojó nueva luz sobre su descubrimiento. Este c*****r no solo había sido colgado, sino también expuesto. Los brazos y las piernas estaban extendidos, atados a diferentes ramas del árbol. El torso estaba atado al tronco principal. Claire estaba segura de que le habían peinado el largo pelo castaño de la mujer. Se recompuso y, al alejarse para tener una visión más clara, algo la hizo retroceder asustada. ―Dios mío ―gritó una voz. Dos personas aparecieron junto a ella. Hombres jóvenes. Se quedaron mirando con la misma combinación de fascinación y horror que Claire. Ella trató de decir algo en respuesta, pero no pudo formar ninguna palabra. Claire buscó el teléfono en su bolsillo, lo sacó y marcó el 911. Alguien respondió tras el primer tono. ―Novecientos once, ¿con qué departamento desea hablar? ―P-p-policía ―dijo, tratando de recobrar el aliento. La conectaron al instante. Ahora se oía la voz de un hombre. ―Novecientos once, ¿cuál es su emergencia? Como buitres alrededor de una presa, otra pareja apareció junto a ella y se quedaron mirando boquiabiertos. ―Un c*****r. Green Valley Park ―tartamudeó―. Zona sur. ―Por favor, no cuelgue, señora, y rastrearemos su ubicación exacta. ¿Qué más puede decirme sobre el cuerpo? Claire repasó las palabras en su mente, dándose cuenta de que nunca en su vida había articulado una frase semejante. ―El cuerpo ha sido atado al árbol. Miró a su lado y vio a un hombre con un niño pequeño que también miraba hacia la monstruosidad. No era de extrañar. Cualquiera que pasara por allí seguramente lo vería. Entonces pensó en el hombre de la capucha gris. ¿Por qué no se había detenido y mirado boquiabierto como todos los demás?

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