Pequeña sorpresa

1091 Words
Dalton se calaba su sombrero para salir aquella mañana, el sol aun no salía de su escondite detrás de las montañas. Era la hora perfecta para montar a caballo e ir a liberar el ganado para que se alimentaran. Sami salió primero corriendo por todo lo ancho de sus dominios. Éste fue directo a los establos en busca de su caballo. Unos minutos después Stone cabalgaba lejos de su rancho. Sami lo seguía de cerca casi que a la misma altura de su caballo. El vaquero encontró a sus vacas reunidas en el mismo lugar donde las dejo la tarde anterior. Así que se dispuso hacer su trabajo de esa mañana como todos los días, pero sin dejar de pensar en su loca vecina entrometida. Solo esperaba no tener que lidiar de nuevo con esa mujer. Mientras que Dalton hacia su trabajo bajo un implacable sol, Gayla terminaba por desempacar sus cosas. A pesar de mantenerse ocupada la gran parte de la mañana no dejaba de pensar en su vecino. Tenía un grave problema de mal genio ese vaquero. —¿Acaso no sabe tratar a una mujer? ¡Lo dudo! Es un hombre muy atractivo, no creo que tenga problemas para liarse con una mujer. Lo que no comprendo es porque diablos me trato así. Decía mientras doblaba la ropa en el closet. Mordió sus labios al recordar cuando lo pillo desnudo. Era todo un monumento de hombre, todo de aquel sujeto era músculos y piel brillante. Nadie podía culparla de quedarse allí fisgoneando a ese odioso vaquero. —Bueno, tampoco es que él se cubriera mucho mientras que yo lo observaba. Aunque no le vi el rostro, bueno… para tener ese cuerpo indudablemente sus facciones deben ser tan atractivas como el resto de él. —De pronto siente las mejillas arder. En eso ella detiene su trabajo, se preguntó ¿Por qué carajos estaba pensando en una tontería como esa? A ella que mIerda le importaba si el tipo era sexy o no. Lo único que tenía que tener en claro era que su vecino era un patán que no sabía tratar a una mujer. —¡Por dios Gayla! Viniste aquí solo a descansar no para estresarte por un sujeto mal portado. La castaña continua acomodando sus cosas para luego ponerse a preparar algo para comer, ya no quería seguir atormentándose con su odioso vecino. Más tarde la joven se encontraba sentada en el porche de la casa leyendo un libro, pero siempre levantaba la mirada hacia el rancho de su vecino. No sabía porque, pero lo hacía. ¿Qué estaba esperando? ¿Verlo? Ya la tarde estaba por caer, mientras que la brisa seguía siendo calurosa. Esa mañana había sido muy calurosa, sus vacaciones no eran como las esperaba. De pronto a lo lejos pudo ver un caballo con su jinete… la chica supo que era su vecino desnudista. Al parecer siempre regresaba a esa hora a su casa, se preguntó ¿Qué hacia todo el día afuera? En eso mientras ella lo miraba el vaquero giro el rostro. A pesar de la distancia Gayla sintió vergüenza por ser pillada mirándolo, así que llevo la mirada rápidamente a la seguridad del libro. Dalton regresaba a su casa, agotado y lleno de polvo de pies a cabeza. Y por no hablar del hambre que sentía. Por el camino llevo la vista hasta la casa de su vecina, desde lejos la observo sentada en el pórtico. Pudo notarla que ella lo estaba observando, eso le molesto y no supo porque. Al estar a pocos metros de la entrada de su casa, Dalton detalla un pequeño paquete en la puerta de su casa. O bueno más bien era una canasta, ¡eso era nuevo! Cabalgo más rápido para ver de qué se trataba lo que quien sabe quién habría dejado en su rancho. Cuando desmonto el caballo en seguida fue hasta la puerta lleno de curiosidad. Pero en cuanto lo hizo sus ojos se abrieron enormemente, no se podía creer lo que estaba viendo dentro de esa canasta. Dalton se inclinó para ver a una pequeña bola rosada con manos regordetas y cabello dorado metida en aquella canasta. El bebé estaba envuelto en una manta rosa, y dormía. Éste pestañeo varias veces intentando creer lo que estaba viendo. ¿Quién carajos pudo haber dejado un bebé en la puerta de su casa? Se puso en pie, mirando todo el terreno pero no había nadie. Ni un carro, o caballo… —¡Pero qué mi3rda! —Exclama con voz alta. Pasa una mano por su cabello, ¿ahora que iba hacer con esa criatura? Él no sabía nada de bebes, frunció el ceño cuando noto al bebé moverse. Se preocupó porque lo que menos quería era que despertara y comenzara a llorar. Era muy pequeña, ¿Qué madre desnaturalizada pudo abandonar a su hijo en el rancho de un desconocido? El vaquero observo que al lado de la canasta había una pequeña mochila morada. La tomo revisando el interior de esta, no había mucho allí dentro solo un par de pañales y dos biberones ¿Qué se supone que debía hacer? ¿Cambiar pañales? —¡Mierda! Esto no es nada bueno. ¿Qué carajos voy hacer? Una brisa un poco fría paso como coletazo por su rancho, podría ser tosco pero estaba consciente de que esa brisa no era buena para un niño. La temperatura estaba por bajar, por las mañanas el clima era ardiente, pero por las noches la mayoría de las veces era fría… el vaquero tomo con cuidado la canasta con el infante para meterlo dentro de la casa. Por fortuna el bebé no se había despertado, lo que le daba tiempo para pensar que carajos iba hacer. Como pasaría la noche con una criatura en la casa. Miro nuevamente el bolso, pero no había nada más. Entonces detallo algo importante en la canasta, había un sobre por un costado del bebé. Al tomarlo su propio nombre estaba plasmado en el papel, eso le puso los vellos de punta. Definitivamente aquello no era nada bueno. Con las manos un poco temblorosas abrió el sobre leyendo detenidamente cada palabra escrita en él. Y aunque fuese una locura tremenda que una mujer pudiera abandonar a un bebé en casa de un extraño, resulto que al final no era tan un extraño para ese bebé. Al terminar de leer todo lo que decía nuevamente observo a la niña que dormía ajena a todo ese problemón que crecía minuto a minuto. 
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