-- Tres meses después, me despierto en medio de la oscuridad de la habitación. Alargo la mano en busca de Marian, pero el colchón a mi lado está frío y vacío. Me incorporo, entrecerrando los ojos hasta que la veo en el balcón, envuelta en una de mis camisas, con un cigarro de hierba entre los dedos. Hace mucho que no la veía fumar. Me levanto y camino hacia ella, posando mis manos en su cintura con suavidad. —¿Qué haces aquí? Hace frío. Inclino el rostro hasta rozar su cuello con mis labios, inhalando su aroma, una mezcla de su perfume con el tabaco dulce que impregna el aire. Pero su respuesta me desconcierta. —No puedo dormir —susurra, con la mirada fija en la oscuridad de la noche—. Siento que alguien me observa cuando lo hago. Frunzo el ceño. —Es solo tu imaginación, princesa —le

