Mariana jamás imaginó que volvería a amar. La herida que Antonio, su esposo y padre de sus cuatro hijos, le infligió, era una cicatriz profunda, un recordatorio constante de su fragilidad. Durante años, Mariana vagó por la vida, buscando consuelo en fiestas y relaciones efímeras, intentando llenar el vacío que Antonio dejó. Cada encuentro era un intento fallido, un recordatorio de que su corazón aún le pertenecía a él.
Después de Antonio, Mariana se convirtió en una mujer fría y distante, temerosa de abrir su corazón nuevamente. Pero entonces, Zuriel apareció.
Sus ojos, un abismo de misterio y deseo, la cautivaron desde el primer instante. Su sonrisa, una promesa de un amor eterno, hizo temblar su alma. Con Zuriel, Mariana descubrió una pasión que creía extinta, un amor que la hizo sentir completa, viva. Se entregó a él sin reservas, y pronto, un nuevo latido creció en su vientre.
Pero la felicidad fue efímera, un espejismo que se desvaneció con la traición de Zuriel.
La imagen de él, abrazando a otra mujer, se clavó en su mente, reemplazando los recuerdos de sus momentos juntos. La pérdida de su hermana, su confidente, su alma gemela, fue el golpe final, sumiéndola en una oscuridad que amenazaba con consumirla. Zuriel, el hombre que le prometió amor eterno, corrió a los brazos de otra, añadiendo traición a su ya profundo dolor.
Ahora, Mariana se encontraba sola, de nuevo, pero esta vez con un hijo de Zuriel en camino, un recordatorio constante de su traición. La venganza comenzó a gestarse en su interior, un fuego que ardía con la misma intensidad que el amor que una vez sintió. Zuriel pagaría por su traición, por el dolor que le había infligido.
Había dudado en enfrentarlo, pero no podía ocultarse o huir. Un bebé venía en camino y el niño merecía un padre, así fuese un mentiroso. Los consejos de su madre, que con los años y los momentos difíciles, se habían unido más, resonaban en su mente.
Así que hoy, Mariana retomaría el camino de su vida, un camino que nunca imaginó que tomaría.
Junto a ella y Zuriel, el lector descubrirá si el amor es lo suficientemente fuerte como para perdonar la infidelidad, a pesar de que Mariana nunca pudo perdonar a su propio esposo. En este nuevo camino, Zuriel tendrá que enfrentarse a una mujer obstinada y leal a sí misma. Tendrá que volver a enamorarla, como la primera vez, o inventar nuevas técnicas para conquistar el corazón de la mujer que pronto le dará su primer hijo. Ese corazón que él llenó de inseguridades y dolor, un dolor que se alojó en su mente, en su pecho y, tal vez, en su alma.
Mariana cerró los ojos, intentando bloquear las imágenes que la atormentaban. La sonrisa de Zuriel, susurrándole promesas de amor eterno, se mezclaba con la visión de él, abrazando a otra mujer. El dolor era un nudo en su garganta, una presión en su pecho que amenazaba con asfixiarla.
Se levantó del sofá, sintiendo un mareo repentino. Llevó una mano a su vientre, donde el pequeño Zuriel crecía, ajeno a la tormenta que se desataba a su alrededor.
"No mereces esto", murmuró, con la voz quebrada. "Ninguno de nosotros lo merece".
Caminó hacia la ventana, observando la ciudad que se extendía ante ella. Las luces parpadeantes parecían burlarse de su dolor, recordándole la felicidad que una vez tuvo. Recordó el día que conoció a Zuriel, en la peluquería donde trabajaba. Sus ojos, un torbellino de misterio y deseo, la habían cautivado desde el primer instante. Su sonrisa, una promesa de un amor eterno, la había hecho temblar.
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Flashback:
"Una manicura, por favor", dijo Zuriel, su voz grave y seductora.
Mariana lo miró, sintiendo una corriente eléctrica recorrer su cuerpo. " No atiendo hombre", respondió, con la voz apenas audible.
Durante los siguientes días, Zuriel se convirtió en un perseguidor. Sus conversaciones se alargaban, sus miradas se volvían más intensas. Mariana se sentía atraída hacia él como una polilla a la luz, a pesar de sus miedos y reservas.
Fin del flashback.
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La traición de Zuriel había destrozado su confianza, pero el recuerdo de esos momentos felices la hacía dudar. ¿Podría haber sido todo una mentira? ¿O había algo de verdad en sus sentimientos?
La imagen de su hermana, su confidente, su apoyo incondicional, apareció en su mente. La pérdida de su hermana había sido un golpe devastador, un dolor que aún no lograba superar.
Y ahora, la traición de Zuriel se sumaba a su sufrimiento, haciendo que la oscuridad se volviera aún más densa.
"No voy a permitir que me destruya", se dijo Mariana, con determinación. "No voy a permitir que nos destruya".
Tomó su teléfono y marcó el número de su madre. La voz de su madre, siempre cálida y reconfortante, la tranquilizó al instante.
"Mamá, necesito verte", dijo Mariana, con la voz temblorosa.
"Claro, mi niña", respondió su madre. "Estaré ahí en media hora".
Mariana colgó el teléfono, sintiendo un ligero alivio. Sabía que su madre la apoyaría, como siempre lo había hecho.
Mientras esperaba a su madre, Mariana comenzó a planear su venganza. Zuriel pagaría por el dolor que le había causado. Le haría sentir la misma angustia, la misma soledad, la misma traición.
Pero en el fondo, una pequeña voz le susurraba que la venganza no traería la felicidad. Solo la dejaría tan vacía como se sentía ahora.