( 🥀Fría como Navidad🥀 ) " Zuriel Ladera"

1037 Words
El volante temblaba bajo mis manos, la adrenalina y la incertidumbre convirtiendo cada semáforo en una tortura. El mensaje de Marian resonaba en mi cabeza, una invitación que había esperado durante meses, pero que ahora se sentía como una trampa. "Puedes venir cuando quieras". Esas palabras, tan simples, tan cargadas de significado, me habían arrancado de la cama con una mezcla de esperanza y temor. Al llegar al edificio Conlallave, la fachada gris y anodina contrastaba con la tormenta de emociones que me sacudía. Respiré hondo, tratando de calmar el torbellino de pensamientos, pero la puerta se abrió antes de que pudiera tocar el timbre. Marlene, con su bolso al hombro y una sonrisa nerviosa, me invitó a pasar. _ Hola, Zuriel, pasa. Bienvenido. Mari, mira quién vino a visitarte. La voz de Marlene resonó en el pasillo, anunciando mi llegada como si fuera un invitado de honor. Subí las escaleras, observando cada detalle del apartamento: los muebles de color café, las paredes blancas, los cuadros abstractos. Un ambiente que, a pesar de su pulcritud, carecía de calidez, de la chispa que siempre había asociado con Marian. La cocina, con su mesa junto a la ventana, la mecedora, la manta y los libros, me golpeó como un puñetazo. Era evidente que Marian había hecho de este lugar su refugio, un secreto que me había ocultado. Tomé la taza de té de jazmín, el aroma dulce y floral contrastando con el amargor que empezaba a invadirme. _ Buenos días, señor Ladera. Desea café, té o solo vino por mi ADN. La voz de Marian, fría y distante, me devolvió a la realidad. Su figura, con el vientre abultado y el vestido ajustado, era un recordatorio constante de la distancia que se había creado entre nosotros. _ Buenos días, Marian Pérez. Cómo estás Aparte de hermosa. Intenté acercarme, tocarla, pero su cuerpo se tensó bajo mi mano. La frialdad en sus ojos apagó la chispa de esperanza que aún ardía en mi interior. Cuando el tal Jerry bajó las escaleras, sin camisa y con una actitud tan familiar, la rabia me nubló la vista. _ Quién carajos eres tú. La pregunta salió como un rugido, un eco de la furia que me consumía. La explicación de Marian, _ Es Jerry, hermano de Alameda, es mi vecino. no hizo más que avivar las llamas. La sonrisa que le dedicó a ese hombre, la forma en que él la miraba, todo me gritaba que había algo más, algo que ella me estaba ocultando. Pero entonces un vaso de vidrio se rompió en los pies de Marian. _ Estás bien. Te hiciste daño. La voz de Jerry, cargada de preocupación, me revolvió el estómago. Quería arrancarle la sonrisa de un puñetazo, pero me contuve, recordando que estaba en el hogar de Marian. _ Estoy bien nos vemos más tarde estaré esperando los chocolates, - Dijo ella al intruso después se diriguio a mi con apenas y mirarme. - señor Ladera, si es tan amable de seguirme. Marian me condujo a la habitación, un espacio personal lleno de sus pertenencias: la cama deshecha, el escritorio lleno de libros, las fotografías de Luz. _ Cuánto llevas viviendo aquí. - pregunté, la voz cargada de reproche. _ Un poco más de un mes. La respuesta me golpeó como un balde de agua fría. Más de un mes. Tiempo suficiente para que ella rehiciera su vida, para que construyera un nuevo mundo sin mí. _ Más de un mes. Eso quiere decir que hace más de un mes estás comiendo chocolates con tu maldito vecino. _ Qué tiene de malo? Es solo un amigo. Respondió con naturalidad. Su indiferencia me enfureció aún más. _ Te prohíbo hablar con él. Ordené como otras veces, pero está ya no era aquella Marían.. _ Tú no eres nadie para prohibirme nada. soltó nuevamente con indiferencia. _ Te voy a aclarar algo, mientras lleves mi hijo en tu vientre es mi problema todo lo que hagas. No se te olvide que yo Zuriel Ladera, soy tu hombre y padre de tu hijo. Salí de la habitación con la sangre hirviendo, dispuesto a hacer lo que fuera necesario para recuperar a Marian. En la oficina, el whisky quemaba mi garganta, pero no lograba apagar el fuego de la ira y los celos. La notificación en mi celular, con la fotografía de las cajas de pizza y los bombones, me arrancó una sonrisa amarga. _ Ven y saca toda esta mierda de aquí. Estás loco. Solo yo tenía el derecho de matar sus antojos y gustos ninguno me quitaría lo que es mio porque Marian Pérez. Me pertenece. _ Si no puedes comértelos todos, dile al vecino que se puede comer la mitad, pero trata de darle su porción. Antes de que mi día laboral termine, te veo esta noche. La respuesta no tardó en llegar, pero la ignoré. No quería darle el gusto de verme reaccionar a sus provocaciones. La frustración me llevó a caminar por los pasillos del edificio, Y entonces lo vi en mis pensamientos. Jerry, el vecino. La rabia me cegó, recordándome que no solo había perdido a la mujer que amaba, sino que también había sido humillado. "Será que ya no me ama? Como pudo olvidarme tan rápido? si mi amor aún está intacto?" me pregunté, sintiendo un vacío helado en el pecho. La noche se cernía sobre mí, cargada de preguntas sin respuesta, de un amor que se resistía a morir. La imagen de Jerry, sonriendo y tan cómodo en el apartamento de Marian, se grabó a fuego en mi mente. La rabia, un torbellino oscuro y destructivo, me impulsó a actuar. Necesitaba respuestas, necesitaba entender qué estaba pasando entre ellos. La idea de que Marian pudiera estar rehaciendo su vida con otro hombre me resultaba insoportable. Decidí no rendirme. Si Marian no quería hablar conmigo, la obligaría a hacerlo. No podía permitir que la distancia entre nosotros se agrandara aún más. La necesitaba, la necesitaba a ella y a mi hijo. La idea de perderlos me aterraba más que cualquier otra cosa.. Pero no me rendiría. No podía rendirme. La amaba demasiado. Y estaba dispuesto a luchar por ella, aunque ella ya no me amara.
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