—No puedes dormir.
Mis ojos suben para ver esos hermosos ojos azules que tantas veces me han cautivado, que tantas veces me han gustado después de una larga noche de tener sexo.
Lástima que este comprometido y yo casada.
—Eso no es cosa tuya, Bastián.
Hace un gesto neutro antes de avanzar y sentarse en la silla que hay frente a mi escritorio, me recuesto en la silla fingiendo indiferencia.
—¿No lo es?—arqueo una ceja antes de beber del whisky que tengo aquí.
—No.
Tocan la puerta y doy el pase, Gato entra con una escopeta en la mano, arqueó una ceja y luego sonríe.
—No pienso dispararte—dice burlón.
Pero al ver a Bastián cambia de expresión y deja la escopeta en el lugar que le corresponde.
—¿Para qué la usaste?
—Deja de ser divertido si te digo—ruedo los ojos antes de levantarme y darle lo que le debo—¿Qué es?
—Te debía quinientos—me sacude el pelo como lo haría Hansel o Henry.
—¿Puedo salir a dar una vuelta de noche completa?
—Si... Y usa condón.
—Amargada.
Se va por la puerta sin decir adiós, tengo algo de sueño pero necesito terminar. Me regreso a mi asiento y paso los documentos que me hacen falta, Bastián se queda en silencio mientras lo hago; no sé que espera encontrar o saber, no cambiaré de opinión sobre el bebé que quiero con Nicolás.
—Creo que ya es suficiente—levanto los ojos de los documentos, pero no la cabeza de la posición que tengo.
Lo ignoró y regreso a lo que estoy haciendo, escucho el cerrojo de las puertas del estudio y el sonido de pasos acercarse al escritorio, levanto la vista a Bastián que me guiña un ojo antes de volverse a sentar en donde estaba. Niego y sigo con lo mío, pero es tiempo de irme a dormir, son casi las doce de la mañana y ya es algo tarde para que siga despierta.
Muy tarde.
—Ya me voy a dormir—asiente antes de tomarse lo que resta del whisky que tengo en el vaso—. Si no tienes sueño puedes revisar los papeles que tengo aquí, después de todo es tu empresa.
No dice nada y es señal suficiente para irme a la cama. Me levanto de la silla y acomodó el escritorio para tener todo en orden, si me hubiera puesto temprano ya hubiera terminado de coger con Nicolás o iríamos para la segunda ronda.
Lástima que no siempre se tenga lo que se quiere.
Estoy a casi un metro de la puerta cuando escucho el sonido de la silla al ser arrastrada, no le prestó importancia, tal vez se cambió para revisar los documentos o algo parecido.
Cuando estoy por llegar a la puerta soy empujada a ella y atorada entre la puerta y el cuerpo de Bastián.
—¡¿Qué mierda te sucede?!—las manos de Bastián empiezan a jugar por mi cuerpo con la libertad de siempre—. Suéltame, Bastián.
—No—me muevo entre sus brazos y la puerta que sirve para no caerme de bruces contra el suelo.
—Bastián no estoy jugando—gruño.
—Yo tampoco—su lengua sale al encuentro de mi lóbulo derecho, jadeo al sentir ese contacto en mi cuerpo—¿Crees qué se me olvidó la señal que me dice que mi mujer quiere ser cogida hasta perder la conciencia?—se encargó de resaltar el mi mujer mientras su mano se interna entre mis piernas.
—Bastián... tengo que irme...
—No preciosa, no te vas de aquí hasta que te haya dado lo que quieres.
Su mano toca ese punto lleno de nervios que me electrifica el cuerpo, gimo de manera automática, mis manos se aprietan por su mano masturbando la parte más sencible de mi cuerpo. Me gira en sus brazos para atacar mis labios, se siente tan bien besarlo después de sabe cuánto tiempo de no hacerlo. Lo jalo contra mí y eso lo hace sonreír, sube mis piernas a su cadera para después besarme como loco, jadeo al sentir su erección contra mi centro.
Mis manos se envuelven en su cuello mientras ambos vamos aumentando la temperatura del otro.
Me baja para poder comenzar a quitarnos la ropa, su saco es el primero en caer al suelo seguido de la bonita camisa blanca que lleva puesta, el cuerpo que le conozco reluce ante mí, mis bajos instintos se activan más que nunca y la adrenalina del momento me hace dar la vuelta para que él quite de manera torturoza mi vestido. Doy un ligero gemido cuando toca mis pechos para retirar la copa de mi sostén.
—Extrañaba tu cuerpo—susurra electrificandome al por mayor.
Jadeo al sentirlo duro contra mi espalda, j***r, despierta las más bajas pasiones que pueda tener.
Me da la vuelta y no espero para quitarle el pantalón mientras nuestros labios están pegados pasandonos todo lo que sentimos el uno por el otro. Cuando me lo pienso ya estamos sobre el sofá que tengo aquí en el estudio, sus labios se divierten con mis pezones mientras estoy absorta de las múltiples sensaciones que causa en mí, me muerdo el labio para no gemir alto. Abre mis piernas para luego acomodarse entre ellas, me muerdo el labio cuando lo siento entrar en mi cuerpo. Duro, rápido y sin protección. Mierda.
Mis gemidos y los suyos van a la par mientras me penetra duro, sus manos se encargan de marcarme con caricias un tanto suaves por la forma en la que su amigo arremete contra mi zona más íntima. Su labios están ocupados besando lo que puede mientras que mi cuerpo está sensible y dispuesto a él, a sus caricias. Con cada maldito beso mi cuerpo se va contrayendo, preparándose para el orgasmo que tendré con Bastián.
Mi interior está muy mojado por tanto fluido que tiene en él, los de Bastián y los míos, y eso le permite mayor facilidad para deslizarse en mi v****a sin ningún contratiempo. Cuando llegó a mi orgasmo, entierro mis uñas en la espalda de Bastián mientras su nombre sale de mis labios. Él gruñe contra mis labios, y me fascina que sea mi nombre en gruñido lo que suelta.
—Vaya mi amor... Cuánto extrañaba tenerte así—jadea sin salir de mí—. Desnuda y cansada por el orgasmo que te acabo de dar.
Y es cuando la culpa cae sobre mí como agua sobre un manantial surtido por una cascada, suspiró y eso lo hace mirarme.
—¿Sacha?—lo beso antes de que pregunte algo más.
Se separa para luego salir de mí, me levanto y no dudo en ir por mi ropa, me visto y de alguna forma acomodó mi cabello.
—No sucederá de nuevo—le aviso antes de terminar.
—Sacha... No estoy comprometido con Cobra.
—Pero estoy casada y...
—¡Estás casada conmigo!—trago despacio.
—No es justo para él, no es justo para ti y tampoco lo es para mí.
—Sacha...
No digo nada más, sólo me voy, espero y Nicolás este dormido porque no podré verlo a la cara después de esto, se supone que hicimos un trato... Y... Dios.
Cuando llegó a la habitación me voy a bañar para quitarme todo lo que pueda tener encima, lloró mientras la regadera me moja el cuerpo y se deshace de la saliva , y otros fluidos que pueda tener mi cuerpo después del encuentro con Bastián.
Cuando salgo del baño veo a Nicolás despierto con la mirada perdida en ningún lado, bajo la cabeza y me siento del otro lado del colchón.
—¿No tienes nada que decir?—trago saliva.
—Nico...
—No soy idiota, Sacha—bajo la cabeza—. Los escuché... Iba a ver si ocupabas ayuda con algo... Pero los gemidos se escuchaban antes de adentrarse en el pasillo que lleva al estudio.
—Lo siento.
—Ven—suspiro antes de subirme a la cama, me acerco a él y me siento a horcajadas en sus piernas. Bajo la vista pero él me sube la cabeza para que lo vea,—. Si vuelve a pasar, ignoraré nuestro trato de paz y lo mataré, ¿entiendes?—asiento despacio-. Sacha...
—Si entendí.
—Duerme, por el momento...—lo beso para ver si no se niega a lo que hablamos hace rato.
Merezco una semana en el maldito infierno, pero más la merezco por lograr lo que quiero con Nicolás, que se deshace de mi ropa en cuanto le estorba. Me abre las piernas, para dejar besos a lo largo de ellas, así va subiendo hasta llegar a mis labios. Pero luego se baja para dejar marcas en mi cuello, entiendo para que las hace. Esto hará enojar a Bastián, y no se diga a Axel que no me habla al igual que Elisa o que la mayoría de los que duermen en este techo.
Sus penetraciones son lentas y duras, me hacen gemir alto y un poco excitantes. Se encarga de mostrarme que soy de él por el momento y que no puedo hacer lo que hice con Bastián hace unas horas. Cuando terminamos quedó demasiado cansada, me duele el cuerpo, por la segunda posición que me tuvo hoy.
—De verdad, lo siento—suspira conmigo sobre su pecho.
—Sacha...
—Sé que el desayuno en la cama no arregla nada—lo escucho suspirar para luego sentir sus labios en mi frente y de ahí su mano internarse entre mis piernas para penetrar mi v****a con uno de sus dedos.
De tan húmeda que está no duele su intromisión, sino que se siente rico el sentirlo ahí.
—Muévelo—jadeo en su pecho.
Lo hace mientras me muevo a su compás, en un momento me deja debajo de él mis piernas no se quedan quitas y se abren para él, se interna en mi cuerpo robándome gemidos nítidos que se escuchan en la habitación.
—Tu hermoso cuerpo es mío—gruñe mientras se interna nuevamente en mí—. Sólo yo puedo tocarte así.
Paso mi lengua por su cuello para escucharlo sisear, a ambos nos gusta que lo haga, porque así penetra más duro y se alarga más en mi interior.
—Que rico se siente el que te vengas conmigo adentro—jadeo antes de gemir.
Embiste de nuevo para hacer estallar en mil pedazos mi cuerpo. Sale de mi interior y yo quedo como gelatina en el colchón.
—A dormir, que mañana tienes junta y cariño... Preparemos una visita con un ginecólogo.
Asiento como un pedazo de gelatina, me acuesto donde estaba antes y él mismo nos tapa con el edredón.
—Dulces sueños, Sacha.
—Descansa Kay.