Ares y Félix duermen profundamente sobre mis piernas, uno sentado sobre ellas y el otro con la cabeza sobre las piernas de su hermano, suelto un suspiro cansado. Nicolás no deja de teclear algo en su tablet, estoy haciendo lo que puedo para no dormirme con mis hijos.
—Si tienes sueño, puedes dormirte—niego.
—No quiero... Nicolás, no me veas así.
—Puedes dormirte—tuerzo los labios.
Señaló a mis hijos y sonríe de manera ladeada, se levanta para quitarme a Ares, luego se regresa a su asiento, me levanto y me voy a sentar a su lado.
Me acomodo para dejar mi cabeza en su pecho, cierro los ojos antes de recibir un beso de su parte.
—Dulces sueño, cariño.
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Cuando llegamos a la casa de seguridad mis pequeños se emocionan al ver los caballos que corren libremente por el corral que tiene la casa de seguridad. Hace unos meses que la compre con ayuda de Nicolás.
Cuando mi auto se detiene soy la primera en bajar de la camioneta, estiró mi cuerpo para arriba mientras veo el paisaje ante mis ojos, justo como pensé que sería el terreno de la casa.
—Lindo lugar—dice la voz de Gato a mi espalda.
—Muy lindo—me concentró en los animales que corren libres por la propiedad.
—Tengo lo que pediste—giro mi vista a él y me pasa una tablet con la información—. Es nuevo en el negocio... Pero con fuerza.
—El hijo del... ¡Nicolás!—lo voy a matar.
Me doy la vuelta para verlo parado sin expresión, más le vale decirme la verdad, porque está casa está a mi nombre y si yo quiero se va hasta que me contente con él. Me acerco y casi le arrojo la tablet en la cabeza.
—Me lo explicás—no me importa en donde o cuando pero la quiero ya.
Revisa la información y luego se encoje de hombros.
—No tengo porque informarte de todo—quiero golpearlo.
—¡Destruí y reduje a cenizas la casa de mis padres!—gruño molesta—. Me dices la verdad, o esto se acaba.
—Hicimos un trato.
—El trato incluye que me digas la verdad—doy dos pasos atrás.
Gato se pone atrás de mí para su asombro, además de los pocos hombres que tiene se ponen detrás de mí también, los otros se quedan con él. Es tensión de la buena y la siento correr por la sangre al igual que la adrenalina.
—Rosa, llévate a mis hijos adentro—no duda en llevárselos adentro de la casa. Una vez que están seguros me giro a Nicolás que se mantiene neutro—. Una vez más... Explícame porque los hijos del Canguro nos buscan.
Niega.
—Se acabó—digo con sílabas alargadas.
Doy tres pasos lejos de él, no me giro a ningún lado, estoy concentrada en mi respuesta y tristemente le aprendí bien a la zorra de Puma y a él... Principalmente a él.
—¿Regresamos a gatos y ratones?—saca el arma sin balas y apunta al pecho de Bastián.
Saco la mía y apunto directo a su cabeza, los hombres que nos rodean también lo hacen, haciendo un fuego cruzado. Gato también le apunta a Nicolás, la lealtad se gana y yo me gane la de Gato.
—Sacha...—cargo el arma sin bajarla.
—El arma que tienes en las manos no tiene balas—le aviso—. Pero la que yo traigo, sí. Y si no bajas tu arma, la bala que saldrá de mi cañón te volará la cabeza esparciendola por las caras de tus hombres... Para que después los míos hagan lo mismo que yo con ellos.
Baja el arma pero no bajo la mía y sus hombres tampoco las bajan.
—Gato baja el arma.
—Lo siento, León, pero trabajo para el Halcón—Nicolás dispara al suelo y el arma confirma que no tiene balas.
—Dile a tus perros que bajen sus armas—no moderó mi tono de voz.
—Bajenlas—no lo hacen—¿No me escucharon? ¡Bajen las putas armas de ya!
Lo hacen, Gato y yo guardamos las nuestras.
—Los hijos de Canguro nos buscan por culpa de esos pendejos—señala a Bastián y Axel—, esos dos hunduieron casi dos toneladas de heroína en el fondo del Atlántico. Creyeron que fuimos nosotros, por eso nos buscan. Investigué antes de decirte... Para desgracia mía no fueron ellos quienes hundieron esa mercancía.
—Buen niño—regreso mi arma a su lugar-. Gato, quiero vigilancia y anillos de dos, cinco y diez kilómetros. Nadie entra y sale sin que yo sepa.
—A la orden señora.
Me encamino a Nicolás antes de sonreír y darle un beso en los labios.
—No te costaba decirme—dejo otro beso en sus labios antes de avanzar.
Bastián me detiene antes de internarme en el interior de la casa.
—¿Cómo sabías que no tenía balas?—le sonrío antes de seguir.
—Porque yo se las quite mientras veníamos aquí—me suelto de su agarre y me adentro a la casa—. Y respondo a tu otra pregunta antes de que la hagas... No te dejaré morir aunque quieras a alguien más, eres importante para mis pequeños... Por mi parte... Dejaste de ser importante cuando yo dejé de serlo para ti.
Me adentro al interior de mi casa y veo todo lo bonito que escogí para su decoración, subo las escaleras de la mansión en la que estoy, avanzó el pasillo completo hasta llegar a la que es mi habitación, abro las puertas y sonrío al ver lo enorme que es, además de que la cama también es enorme. Me acuesto en ella antes de sonreír y gritar de alegría al estar aquí.
Acomodó una almohada antes de quedarme dormida, esto es la vida que merezco, lujos, dinero a montones y una vida peculiar.
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Al despertar es de noche, así que es hora de cenar, me pongo un vestido corto en color rojo encendido, la verdad hoy quiero coger y con este vestido será fácil que Nicolás acceda a quitarlo para entrar entre mis piernas. Bajo a comer, el olor a comida me guía a la cocina y para suerte de mi madre las que hacen de comer son empleadas mías, toca que le sirvan a ella.
Mis hijos están presentes en el comedor, pero no por eso los olvidó, les dejo un par de besos a cada uno antes de sentarme al lado de Nicolás.
—¿Puedes ser menos obvia?—ruedo los ojos.
—Es mi problema lo que vista, Montecarlo—me llega el mensaje de que Cobra entro en el primer anillo de seguridad.
La perra viene detrás del Dragón.
Perfecto.
—Señora.
Levanto la vista al escuchar la voz de Gato. Me pasa la tablet y veo que mi pedido se entregó a su dueño.
—¿Diez?
—Eso mando.
Tuerso los labios. ¿No puedo tener una noche tranquila? Al parecer no, me levanto de la silla y sigo a Gato por el pasillo que me lleva a la parte trasera de la casa, lo sigo hasta pasado los establos, niego al ver a Murciélago con la mordaza en la boca.
—Hola Batsi.
—Eres una perra.
—Gracias.
—Salve a Bastián ¿y así pagas?—me arrodilló junto a él y sonrío.
—Te lo agradezco, pero delatarme con Pejelagarto, no fue buena idea.
—Dispara entonces.
Me la pienso, pero luego niego, no quiero sangre hoy, ya derrame mucha el día de ayer. Les digo a mis hombres que se lo pueden llevar a donde quieran, y que lo tiren con los federales es buscado por muchos homicidios que tendrán sin resolver.
Me regreso a mi comedor para ya no ver a mis hijos pero si a la zorra de Cobra sentada junto a Bastián, con el anillo de compromiso reluciendo en su dedo. Duele. Pero sé que es el mismo dolor que tiene él al verme con Nicolás, yo lo hice por una buena causa, pero no sé él.
Cuando me siento dejo salir un suspiro cargado de frustración, Nicolás no me dice nada, sólo se calla y le conviene que no estoy de humor, tal vez al rato que quiera un rato de diversión.
—Sacha—incorporó mi cabeza para ver a Cobra que sonríe abiertamente en mi mesa—. ¿Cuánto mide el rancho?
—Doscientas hectáreas—ladea la sonrisa.
—¿Cuánto te costó?—sé a dónde va.
—Un par de millones—le doy armas y a la vez me las doy yo.
—La compraste con el dinero...
—Con mi dinero—intervengo—. Bastián llevaba muerto... Dos años, y la empresa a generado casi diez millones en ganancias, así que dos millones son lo que use para comprar la finca y lo demás sigue en el banco. Aunque todos mis empleados tienen su paga y sus bonos navideños, incluso pague lo que se le debía a algunos.
Se calla y sigue comiendo. Más le vale.
Regreso la vista al plato cuando escucho el grito de Ares en la planta alta, me levanto y voy a ver qué sucedió, primero fue el grito y después más regaños de Félix. Cuando llegó mi pequeño tiene su bracito raspado y su carita llena de lágrimas.
Lo cargo y bajo con él y Félix regañando a su hermano menor. Llego a la enfermería y tomo un poco de alcohol, lo pongo sobre la herida de Ares qué llora al sentir el ardor en su brazo, después pongo un curita en su brazo.
—Listo.
Lo bajo, y ambos me dan un beso en mis mejillas. Se van a la planta alta, sonrío antes de suspirar al verlos irse.
Regreso al comedor, me siento en mi lugar y los recuerdos del embarazo me hacen sonreír, la forma en que se movían adentro de mí, las pataditas que aventaban a mi vientre Dios recuerdo cada detalle del embarazo a la perfección y las ganas de otro bebé...
—Nicolás...
—Dime.
—¿Crees qué podamos tener un bebé?
Dos personas en la mesa escupen lo que sea que estén tomando, y eso llama la atención, el primer escupitajo fue de Bastián de él no me sorprende pues tenemos dos hijos en común y el segundo fue de Hansel.
—Por supuesto—sus ojos se iluminan de una forma única.
—¿En serio?—asiente antes de darme un beso en la mejilla.
—Lo que mi reina quiera—la sonrisa que aparece en mis labios no me la quita con nada.
Le sonrío abiertamente, de verdad que la noticia de un embarazo me encanta.
—¿Bastián?—pregunta Axel, pero cierta persona está perdida en un viaje ancestral.
Le sonrío antes de abandonar el comedor para pasar a la sala, todos nos sentamos en esa sala para platicar de las cosas que podemos hacer para eliminar la plaga. Cuando me llega el mensaje de Olivia.
Mañana hay reunión de concejo y no tengo nada todavía, vaya mierda, me despido de los presentes y voy a mi oficina. Creí que tendría seco esta noche, pero me equivoqué. Tomo asiento en mi maravillosa silla de trabajo improvisada y me pongo a planificar lo que tengo que presentar para mañana. Cuando tengo trazado todo lo que necesito sonrío, pero estoy algo cansada, tomo un poco de whisky y bebo de él para después seguir con lo que tengo pendiente.
Cuando terminó me quedo en silencio unos minutos, luego sonrío al recordar que quiero otro bebé y no me da miedo intentarlo nuevamente.
—¿No puedes dormir?