Capitulo 4

1583 Words
* * * Ya había pasado casi una hora desde que Alex llegara de su odisea. Alexandra le alquilaba una habitación a una señora mayor que insistía en que la llamasen tía Julie. Eso se le hacia un poco extraño a Alexandra , pero había mucha gente con manías en la ciudad. Otra cosa extraña era que, a pesar de llevar dos meses viviendo en esa casa, ella era la única inquilina. Pero suponía que pronto llegarían más. Además estaba el hecho de que la “tía Julie” prácticamente la había arrastrado a vivir a su casa. Se habían conocido un par de semanas a atrás, en el supermercado. Alexandra le contaba a Suzy que iba a tener que dejar el apartamento que alquilaba por que una plaga de ratas había invadido todo el edificio. En ese momento la señora Julie intervino en la conversación y le dijo que ella alquilaba habitaciones de su casa, a bajo precio y curiosamente estaba situado muy cerca del antiguo trabajo de ella, ese del que la despidieron hacia solo dos semanas. Suzy había insistido en que no se mudara con la señora, en que se fuera a vivir a su departamento y ambas pagaran el alquiler, pero el departamento de Suzy era exageradamente pequeño. Solo tenía el baño y dos habitaciones. Una habitación servía de sala-comedor-cocina y la otra era el dormitorio. Así que con dudas y recelos, y después de ver la casa de la señora, Alexandra accedió alquilar la habitación que la anciana le ofreciera. Aclarando que solo sería por poco tiempo. La señora se había sorprendido de verla llegar así, tan desaliñada y lo único que a Alexandra se le ocurrió fue decirle que había sido víctima de un asalto y que había tenido que correr descalza por la ciudad para poder escapar. No le gustaba mentir, pero no quería involucrar a más personas en sus problemas. Además de que aun no la conocía lo suficiente como para confiar en ella a ese grado. Mirándose los pies, que habían quedado hechos un desastre, se puso a pensar. Tenía que idear algo nuevo para poder regresar a la empresa, el problema era como hacerlo sin que la reconocieran. Porque si lo hacían, no iba a poder poner un pie ni siquiera en la acera de toda la cuadra. Razonaba en ello con los pies apoyados en la pared y recostada en el piso de su cuarto, cuando timbró su móvil. Al momento que miró la pantalla de su teléfono reconoció que era el número de su amiga. Suzy y ella se habían conocido tres años atrás, en las bancas del Boston Common. Ambas solían ir allí a leer el periódico buscando trabajo. Se hicieron muy amigas después de darse cuenta que ambas vivían solas en la ciudad y que ninguna tenía trabajo. Empezaron a apoyarse mutuamente, logrando una fuerte amistad, al grado de que Alexandra la consideraba la hermana que nunca había tenido. Suzy había dejado su pueblo natal para labrarse un futuro, quería entrar a la universidad, desgraciadamente en tres años no había tenido suerte. Pero siempre decía que lo intentaría hasta que lo lograra. Sin embargo, no iba a desaprovechar que ya estaba en la ciudad y había instalado su propio negocio. Tenía un salón de belleza justo en la planta baja del edificio donde alquilaba el apartamento. Solo así Alexandra se explicaba que viviera en esa ratonera. La historia de Alexandra era diferente. Ella no tenía sueños de estudiar, solo de sobrevivir. Boston era si ciudad natal, ahí vivían su hermanastro y su padre. Ahí había crecido junto a su madre primero y con su madrastra después. Pero si vivía sola, era simplemente porque había abandonado la casa de su padre. Después de que muriera Emma, la madre de Joey , Luke no había tardado en casarse con su secretaria. Una mujer que bien podría ser la hermana mayor de Alexandra , pues no llegaba a los treinta años. Incluso Alexandra sospechaba que Luke y Jennifer eran amantes antes de que Emma falleciera. Por eso se había ido de su hogar, por eso le guardaba rencor a Luke y por eso había prometido no poner un pie en su antiguo hogar hasta que Jennifer no viviera ahí. – Hola Suzy , ¿Cómo estás?– pregunto Alex a su amiga – que bueno que me hablas, estaba por hacer eso y o misma. – ¿Si? Solo hablaba para decirte que mis padres tuvieron un compromiso que atender y no iré a Norwood a visitarlos todavía, creo que siempre si me iré hasta mediados de noviembre o tal vez hasta diciembre – explicó su amiga – ¿Tú, que querías decirme? – Lo que pasa es que tuve un accidente con tus sandalias y tu vestido– Alex esperó un segundo por si Suzy decía algo, pero como no lo hizo prosiguió– quería verte para explicarte lo que había pasado. – Podemos ir al Café Rose, para platicar. – Si, eso me agradaría muchísimo, nos vemos en una hora ahí. Ya no sabía que más intentar hacer, ahora para salir del embrollo, tenía que recuperar las sandalias de Suzy y el disco duro de la computadora. Tal vez su amiga le ayudara a idear un plan, pero no quería involucrarla a ella en eso, y tampoco creía que su amiga se tragara el cuento del asalto, en fin tendría que verla para saberlo. Cuando Alex cruzó la acera caminando como si tuviera un año, a traspiés y con muy poco equilibrio, Suzy ya la estaba esperando. Estaba sentada en una de las mesas del pequeño café y se sorprendió mucho al verla. El café era un sitio muy agradable, pequeño pero elegante, con unas cuantas mesas en la acera y otras dentro del local. Contaba con una barra mostrador donde estaban envases con galletas, las más deliciosas que Alexandra había probado en toda la ciudad, además de que su capuchino era increíble. Suzy se paró de su silla cuando Alexandra se acercaba a la mesa, para ayudarla a sentarse. Porque aunque no usaba muletas, era obvio que los pies los traía hechos un desastre y apenas podía pisar con las sandalias que traía puestas. Hubiese sido mucho más cómodo que Alexandra usara un vestido o unos pantaloncillos cortos en vez de traer los jeans doblados hasta la rodilla. Viéndola con humor, Alex hasta se veía un poco ridícula, pero eso no le quitaba gravedad al asunto. – Alex, ¿Qué fue lo que te sucedió?–preguntó Suzy con cara de preocupación– no pensé que hubiese sido tan grave. – No es nada Suzy , solo tuve un accidente. – le contestó Alex al momento de sentarse, pero por la cara de Suzy estaba segura que no le creería nada de lo que le dijera. – Si claro, ¿crees que vas a poder mentirme a mí? Yo te conozco, por si no lo recuerdas. – Mira Suzy , solo quería decirte que siento mucho lo de tu ropa y que te la pagaré, pero en realidad no me pasó nada. – Mira Alexandra , si crees que me engañas, estás muy equivocada. Pero está bien, si no quieres decirme no hay problema, respeto tu silencio. Alex estaba por decir algo pero no pudo, porque la camarera se acercaba a ellas. – Buenas tardes, ¿puedo servirles en algo?– preguntó la mujer. – No – contestó secamente Suzy – a mi no, ya me voy – Suzy se puso de pie para retirarse, pero Alex la detuvo. – Señorita ¿puede dejarnos solas un momento?, después la llamamos para ordenar – le dijo Alex a la empleada, la mujer se dio media vuelta y se retiró, cuando estaba lo suficientemente lejos como para no oírlas, Alex le habló a su amiga. – No quiero que te enfades conmigo, Suzy . – No es que me enfade – replicó la joven – simplemente no me tienes la confianza para decirme que te pasó y eso me duele. Llegas aquí caminando como bebé, porque no puedes ni pisar la acera, traes los pies vendados hasta la pantorrilla y no quieres que me preocupe. Eso es muy raro Alex, si no te conociera diría que la mafia te estuvo torturando para que les dieras alguna información. – Suzy , créeme, no estás muy lejos de la verdad – le dijo Alex con una sonrisa de preocupación – te contaré lo que pasó, pero por favor no quiero que le digas nada a nadie, ¿de acuerdo? – Por supuesto, – interrumpió Suzy , levantando la mano hizo una seña para llamar a la mesera – pero primero ordenemos un café. Alexandra no le explicó todo para no preocuparla ni involucrarla. Pero Suzy no era tonta y aunque no le hizo más preguntas de lo que le contó Alex, era obvio que no estaba muy convencida con lo que le había dicho. Pidieron la cuenta a Ruth, la mesera, y se despidieron. Suzy le pidió un taxi a Alexandra para que la llevara a casa y ya no se lastimara más los pies, le recomendó que se cuidara y le dijo que pronto iría a visitarla. Alexandra ya estaba sentada dentro del taxi, pero reflexionó un momento, todavía era temprano para ir a casa. Así que le pidió al chofer que se desviara de la ruta, no quería ir directamente a casa de la tía Julie, prefería visitar primero otro lugar.
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