A Través Del Mar

Todas las mañanas se repetía lo mismo, despertar en medio de la madrugada con la cama mojada a causa de las pesadillas y aunque la terapeuta repite que es completamente normal después de vivir un suceso traumático, termina resultando humillante no poder controlar tu propio cuerpo. Solo pienso el porqué, ¿Por qué sigo teniendo esos sueños que no tienen sentido alguno? Y es que aunque no recuerde del todo como fue el accidente, siempre termino relacionándolo con un suceso extraño. El sueño de esta noche fue perturbador, estaba nuestra antigua vecina, la señora Norton e iba a darnos una felicitación y no logré entender en ninguna parte del sueño porque nos felicitaba. Sacó de su bolso una cuchilla con la que atravesó el abdomen de mi madre hasta matarla, luego apareció frente a mí con su rostro arrugado y los ojos en blanco, fue en ese momento que desperté. Hasta ahora no me atrevo a levantarme de la cama, han pasado unos minutos y sigo mojada sin poder moverme. En algunos momentos me cuesta distinguir entre los sueños y la realidad, me cuesta saber que no estoy dormida, que no me va a suceder nada ni que va a suceder nada con las personas que amo. La terapeuta habló con mi tía, le dijo que podría mandarme algunas medicaciones que me podrían ayudar a sobrellevar todo esto y me lo consultó antes de darle una respuesta. No quiero llevar una vida donde sea dependiente de medicamentos siempre, yo quiero enfrentarme a lo que me tocó vivir porque eso es lo que hubieran querido ellos. Mis padres me enseñaron desde que era una niña, que si me caigo me debo levantar, que si tengo problemas no debo huir y que si necesito ayuda tengo personas que me aman para apoyarme. Antes de que ellos murieran pensaba que esas personas eran todos mis familiares, que tenía a la abuela y las tías para apoyarme en absolutamente todo. Pero cuando mis padres murieron solo quedó la tía Amelia, la abuela dijo que tiene una vida demasiado ocupada y que no está en edades de ocuparse de una chiquilla. Sí, fue con esas mismas palabras que se lo dijo a la tía Amelia, pero para mí eso solo fue una excusa porque le dio miedo quedarse conmigo y porque en el fondo creyó como todos que yo me tendría que haber ido con ellos. Mi tía Amelia me dijo que eso era cosa de mi mente, que aunque no sea de lo más demostrativa, la abuela me ama, pero eso es otra mentira y aunque me tome como la misma niña con la que estaba acostumbrada a pasar los veranos no lo soy. Crecí y puedo darme cuenta cuando a alguien le incomoda mi simple presencia, eso pasa cada vez que vamos de visita a la casa de la abuela. Antes todo era distinto, cuando íbamos con mis padres a la casa de la abuela, ella me llevaba de visita a una de sus bibliotecas favoritas, me esperaba con dulces para recibirme y siempre tenía planes para nosotros. Por otra parte, la tía Lidia y mi tía Esmeralda pusieron a sus hijos como excusa, que tienen ya bastantes responsabilidades con ellos y que yo sería otra para lo que no están preparados. Dejaron a la tía Amelia sin opción, ella es la tía sin hijos que vive para el trabajo y aunque para ella tampoco fue fácil adaptarse a todo, eso fue la única que se sintió incapaz de dejarme sola en estos momentos. Si ella se negaba a lidiar conmigo, me tocaría pasar mis últimos meses antes de la mayoría de edad en una casa de acogida o un internado, lo que mi familia decidiera que fuera lo mejor para la huérfana. Pero no crean que no hubo condiciones de parte de la tía, ella fue demasiado clara que si no sigo las reglas de la casa no tendría piedad y que aunque ella respetara la memoria de mis padres, ella actuaría conmigo como si fuera su propia hija. Ya hace un año desde que vivo con la tía, aún no entiendo por qué nunca quiso tener su propia familia. Se esfuerza porque siempre me sienta cómoda, me enseñó poco a poco que puedo confiarle mis problemas y se ocupa de mí como una verdadera madre, aunque no lo sea. A veces me siento sola porque pasa mucho tiempo fuera en el trabajo, pienso que esa es la razón principal por la que no quiso tener una familia y lo entiendo, cualquier persona se sentiría sola si la dejas más de diez horas. En esta época del año la tía trabaja haciendo guardias por las noches, por lo que no se siente la casa del todo sola, duerme en las mañanas y en la tarde se dedica a las tareas de la casa, como lo es dejar comida preparada para mí cuando no está. Cuando al fin me decido a levantarme, veo el reloj en la mesa de noche, son las cinco de la madrugada y no me apetece volver a hacer el inútil intento de dormir. Me metí a la ducha, me quité esa ropa que huele asqueroso y abrí la llave del agua para toparme con un poco de la misma fría que poco a poco empezó a calentarse. Tomé una de esas duchas que agotan el agua caliente, la verdad es que me hacen sentir bien pero, ya que pasaremos el verano en la zona costera lo pienso aprovechar. El año entero se vuelve estresante en la ciudad, la tía trabajando todo el día y yo con mis exámenes estresantes que casi me vuelven loca. Este último año me estuvieron insistiendo que lo dejara por ahora, que me tomara unas vacaciones de un año para dejar que las cosas se calmen y que puedo volver a estudiar cuando me sienta preparada. Resulta verdaderamente tedioso tener que lidiar con la tía protectora, a veces siento que me tratan como una incapacitada y no lo soy. Salí de la ducha y me vestí con ropa deportiva, una de las grandes ventajas de la zona costanera es que puedo disfrutar de correr por la playa. También es que la tía no llega hasta que sale el sol y que puedo salir si despierto sin miedo a que me regañe siempre que por supuesto llegue antes que ella. Tomé las llaves, cerré antes de salir, el viento me azotó el rostro y me coloqué la capucha, ya que mi cabello está mojado. A estas horas hace mucho frío, pero cuando empecé a correr al menos dejé de temblar. Me quité los tenis antes de bajar a la arena, estaba helada, pero aun así se sentía bien y el escuchar las olas romper sin duda es la mejor terapia ante una mala noche. Corrí por la orilla mientras pensaba en mis padres, siempre este pueblo costero fue el favorito de ellos y de toda la familia, pero nosotros no dejamos de venir todos los años. Bueno, en realidad fueron casi todos los años, hubo algunos durante mi adolescencia en que mis padres optaron por viajar a otros lugares y conocer mejor el mundo. El verano del accidente la abuela los convenció de que un viaje a las playas Mexicanas sonaba como una buena opción, que podríamos divertirnos y que ellos se relajarían de todo el estrés de las empresas. El agua corre entre los dedos de mis pies, está fría, pero realmente no me importa. No puedo dejar de correr y como tantas veces me sucede vuelven a mi mente las palabras de la abuela, sé que ella no podía saber lo que sucedería, pero ¿Justo ese viaje a México tenía que caer el avión?. A lo lejos puedo ver a un chico, está con una tabla de surf en la orilla del mar y apenas me doy cuenta de que el sol está saliendo. Eso solo significa que tengo un castigo asegurado al llegar a casa, así que ya no tengo nada que perder y disfrutaré de los últimos momentos de libertad. Me creía la única loca que sale en medio de la madrugada a correr por la playa, pero me toca admitir que es un loco muy sexy. Él me sonríe, por supuesto que me sonríe porque estoy parada como una tonta en medio de la playa mirándolo. Su traje remarca su cuerpo musculoso, su cabello pelirrojo está alborotado por el viento y sus ojos color ámbar tienen un brillo especial. Mis mejillas se ponen rojas, puedo notarlo por el calor que desprende mi rostro y mi corazón se acelera al ver como se acerca a mí. —Eres la sobrina de Amelia, ¿Verdad? —entierra la tabla en la arena y se apoya en ella. Respiro hondo, jodidas hormonas de mis diecisiete años que no podrían ser menos oportunas y dejarme ser una persona normal. —¿Cómo lo sabes? —fruncí el ceño un poco y él soltó una risa. Creador de la tierra y todo lo que pertenece en ella, a él sí que le echaste ganas cuando lo estabas creando. Podrías haber puesto las mismas ganas cuando me hacías, por lo menos así tendría una mínima oportunidad y no me vería ridícula como ahora. —Es que las mujeres de tu familia creo que tienen los mismos factores, ese cabello n***o intenso, la piel pálida que ni el sol de la playa les afecta, mejillas pecosas y ojos azules —puso su mano sobre mi cabeza y miré hacia arriba su rostro burlesco— O bueno y que son todas demasiado pequeñas. —¡Oye! —inflé mis mejillas cruzada de brazos. —Oh, de quién son esas mejillas —abultó sus labios mientras me tomaba las mejillas y me las jalaba. Por un momento sentí como si nos conociéramos de toda la vida, como si tuviéramos la confianza para bromear de esa manera y fuéramos amigos. Hasta olvidé que estaba frente a un chico jodidamente guapo, que estaba tocándome y que me estaba tratando como si fuera una niña pequeña. —Tengo diecisiete años, no me trates como si fuera una niña —le tomé las manos y la expresión en su rostro cambió. —¿Entonces ya no eres una niña? —alzó una ceja y aproximó su cuerpo al mío, quisiera decir que no me hizo temblar, pero me sentí intimidada. —Creo que debo irme a casa, si no llego a mi tía le puede dar un ataque —sonreí de labios cerrados y estaba dispuesta a salir corriendo cuando me tomó la mano. —Te acompañaré a casa, no te lo dije, pero mi madre es mejor amiga de tu tía —me quedé estática. Ya había tenido el gusto de conocer a su madre, una mujer muy amable que va siempre a preguntar si necesitamos algo y en verdad no sabía que tenía un hijo tan guapo. Me da curiosidad saber por qué su amabilidad, tal vez es porque lo heredó de su madre y aunque solo parece un seductor, puede que sea más que lo que se ve a simple vista.