Capítulo 1 - Quedé como Frankenstein
Era la octava operación, al menos ya no habrá más de reconstrucción. Mamá se quedó en Montería cuidando a José Luis y a mi otro hermanito que venía en camino. Mi pedacito de vida, como le digo, ya iba a cumplir en unos meses tres años.
La preciosa señora Samanta espera a su tercer hijo, apenas estaba en su tercer mes, no sabemos si será niño o niña. En esta ocasión fue Rafa quién se ha encargado de mis cuidados.
Lo veo dormido en el mueble. Sin duda se ha convertido en un gran padre. En Bogotá me han realizado las intervenciones estéticas; en otras palabras, me han cortado el cuero sobrante y me han cosido, parezco la mujer de Frankenstein. —recuerdo cuando recién llegamos, después de la sustracción de esa bolsa al lado de mi barriga, la cual se llenaba de sangre.
Hasta el momento no ha vuelto a salir, según la información suministrada por Rafael. —En todo caso, el bollito del doctor, el cual era mi cirujano plástico, era una bella imagen visual, respetado con una esposa muy linda, la cual también conozco. Pero un hombre como él hasta el gallito fino se me olvidaba.
«Quién me oye dirá que ando de fufurufa, pero ¡qué va!, pase lo que pase, aunque no lo demuestre recuerdo a cada momento mi monito». Pero recrear el ojo no hace daño. Era muy agradable aparte de simpático. Su esposa es nutricionista y entre los dos me quieren dejar como modelo raquítica en talla ocho y les dije ¡qué ni de funda!
Yo no quería verme como un bolillo. Ya bastante sufrí cuando me decían balón playero para que ahora me digan palo de escoba. Por eso llegué a un acuerdo, y tendré una talla diez – doce, más tirando a doce. Para poder disfrutar de buena comida. Así como mi mamá, después de todo era sabanera, debía lucir mis caderas y mi trasero.
Con mis comentarios y luego de sacarles algunas risas los doctores aceptaron, de eso han pasado casi dos años y medio. Para qué decir mentiras, hicieron un buen trabajo, a él lo bauticé manos de sedas, solo se veían una línea en cada lado de mis extremidades; tengo una desde el muslo hasta la batata, —aclaro el cirujano se cansó de corregirme cada vez que le decía dicha palabra. «Cata, no es batata, son los gemelos». Y mi respuesta era. «Es la misma vaina».
También tenía esas mismas líneas en la parte interna de mis brazos, a los lados de mi cintura, espalda a la cual le digo, cremallera invisible; como la de los trajes de fiesta de gala. A la doctora le digo mi salvadora; en la dieta que hizo para mí incluyó mis delicias. Eso sí, ñinguitos de porciones, pero me permite deleitarme con ellas.
La operación que acabaron de hacer hace unas horas era la última y fue en donde me quitaron la piel sobrante de la barriga. Fue la última por muchas razones, querían mirar si me volvía a salir la bolsa de sangre. Por años mi cuerpo se vio raro, además, debían dejar que mi estómago sanara.
No podía quejarme, en los casi tres años de nuestro regreso de Estados Unidos no los he sentido tan deprimente. La verdad era que yo mandaba pa’ la porra la depresión. ¡Ay, qué pereza! Eso de estar con la jeta arrugada todo el tiempo… ¡No mija! Conmigo no.
Era consciente de mi cuerpo embolatado y ¿a eso le iba a sumar la amargura?, ¡erdaaa! Así ni los gallinazos se me acercarían. Y sí, reconozco que fui tratada, horrible, sobre todo la persona en la que más confiaba, pero como dice la vieja Rochi, ¿quién pierde? ¡Yo no!
Sigo vivita y coleando, allá él con su conciencia. Por eso al sentir la tristeza acercándose la mando a mirar a ver si la puerca puso. —volví a mirar a Rafael, él era otro regalo de la vida, se ha portado como mi padre, aunque extraño a papá. Sé que en donde se encuentre se siente feliz de vernos a mamá y a mí bien cuidadas,
Me acogió como su hija mayor, me lo demuestra con su apoyo e interés en todo lo concerniente a mi vida, tan así que anda construyendo tremenda clínica a las afueras de Montería, en la vía a Cereté, para continuar con el estudio de la Enfermedad Páez.
También quería hacer pequeñas clínicas en varios municipios con conexión a la monstruosidad que está construyendo. Ya tenía dos años en dicho proyecto, ¡eso era una barbaridad de monumento de la ciencia!
Todas debían ser de la infraestructura similar a las de Estados Unidos, además quería posicionarla entre unas de las mejores de Colombia, y lo logrará. Por mi parte, debía enfocarme en mi carrera de coreógrafa. Como soy tan ñoña, los primeros dos años me llené de materias para mantener la cabeza ocupada y no pensar en monitos falsos.
Hice dos semestres en uno, por eso terminé materias a los dos años y medio, Ahora me encontraba con el trabajo de tesis. Tenía todo el tiempo disponible porque solo era práctica con el proyecto. Paso bailando el día entero, eso me ha ayudado a quemar grasa, además que puedo seguir comiendo un poco más de mis delicias costeñas. ¡Eso era lo mejor!
Nunca he dejado de comer mi machacao de plátano, mi bollo de maíz, el de coco, el limpio con butifarra, mis sancochos, el mote de queso, todos los fritos que hace la vieja Rochi, eso sí, no en cantidad, sino en calidad, he sido juiciosa con la dieta de la doctora.
¡A eso le llamo tener suerte en la vida! Poder comer y no engordar. A mi regreso a Montería debía presentar la tesis, espero graduarme a mitad de año. Mi trabajo era con los niños especiales, a ellos les enseño a bailar el porro y champeta, la cumbia. Ha sido arduo, pero ellos eran tan receptivos.
Fui la única en presentar un proyecto con carácter de ayuda social a una población bastante olvidada por todo el mundo. Hasta cuando se descoordinan se veían tan hermosos, mis niños en su mayoría tienen síndrome de donw y síndrome de Asperger, como me han dicho las madres, desde que estaban en mi proyecto se les veía más activos y alegres.
Eso los ayudaba. Mi proyecto era crear una academia para dichos niños, luego me encargaré de buscar lugares donde puedan presentarse. La música era una buena terapia y Rafael me ha apoyado con mi trabajo. Ya contaba con apoyo económico, el poder montar la primera academia de baile para niños especiales una vez obtenga el título, aparte de eso estaba realizando un curso de pedagogía a distancia.
—Como diría mi Sabanera, el que solo se ríe de sus picardías se acuerda.
Lo miré y sonreí más, aunque me dolía todo. Esto era lo peor de una cirugía.
—Con ese recorte de piel no puedo reírme mucho, siento que se me estira todo.
—Solo es cuestión de darle tiempo a la piel a que se regenere.
Se levantó del sillón, besó mi frente, constató mis signos y volvió a darme un beso en el mismo lugar de hace unos segundos.
» En la clínica de Montería tendré compasión con las personas que se quedan con los pacientes, tengo la espalda atrofiada.
—Eso dice mi mamá.
Las anteriores había sido ella quién se quedaba conmigo, pero ahora por su embarazo el ginecólogo le prohibió viajar, ha presentado un leve sangrado hace un mes y medio, por eso tenía vetado viajar lejos,
» Que ella termina siempre como si una catapila le hubiera pasado por encima. —Lo vi sonreír.
—Catica, me gustaría hablar contigo de algo muy delicado.
—¿Pasa algo con mi enfermedad?
—No, por ahora todo va muy bien. Por cierto, ya envié todo lo concerniente de la Enfermedad Páez para que sea catalogada como una enfermedad por la organización mundial de la salud. Esperemos a ver la respuesta.
—Te darán un premio, ojalá se encuentren más casos como el mío y que aún estén a tiempo de otorgarle más años de vida.
—Sería bueno salvar vidas a distancia. Sin embargo, de eso no era de lo que quería hablarte, sino de Dylan. —hasta ahí llegó la señora sonrisa—. No pongas esa cara, él en unos meses vendrá a Montería. El abuelo y yo lo extrañamos, además compró algunas tierras que colindan con Las Reinas y La Sabanera.
—Él puede hacer lo que se le dé la gana.
—Bueno, me alegra no escucharte con tu verborrea nefastica hacia él, me dejas más tranquilo, ya lo estás superando.
—No tienes que ser tan refinado para hablar, pero se te escuchó lindo lo de la verborrea nefastica. Lo tendré presente pa’ no decir cantaleta cizañera. —sonrió.
Le devolví el gesto, sin embargo, por dentro tenía un concierto de papayeras. Delante de ellos no decía nada en contra o a favor de ese traicionero, no le daba ni una pisca de importancia. Sin embargo, en mi soledad batallo con el deseo de volver a verlo y más ahora que se escuchaba por todos lados.