Capítulo 2 - Sano poco a poco

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Aún luchaba con todas mis fuerzas para no buscarlo por las r************* , pero toda mi familia lo seguía. ¿Cuándo se ha visto a Chila pegada a un celular siguiendo al gran Dylan Miller?, ¡hasta canta sus canciones!, porque él cantaba en español y en inglés; era un cuento escucharla cantar en inglés, no se le entendía nada, aunque ella se mostraba feliz cantando según ella, las canciones más bellas del mundo. Creen que no me he dado cuenta, cada vez que iba a la finca a ella se le daba por escuchar solo a Dylan. Una mujer con gustos autóctonos como el escuchar, el porro, el vallenato, ahora cantando baladas pop. ¿Y a dónde dejo a la abuela?, ahora tenía todas las r************* activas, para presumir a sus amigas de la tercera edad que era abuela del gran ¡Dylan Miller!, a los hombres de la casa los perdí hace años; ellos idolatran a ese traicionero. Lo más triste y que me tenía ofendida, en un principio, fue mi mamá y Betty hablando bellezas de ese. En fin. Si les reclamo era darle importancia al pendejo ese. —Te quedaste callada. —miré a Rafael con indiferencia. —Mira Rafa, él puede venir cuando quiera, lo que si no te aseguro es que yo me encuentre dispuesta a recibirlo; la casa, la finca, es de ustedes, no puedo echarlo, espero ese ser no tenga la intención de recuperar una amistad que él destruyó, él ya no es nada para mí, mucho menos volverá a ser mi héroe, ahora es el feo villano. » Ahora yo tengo a mis amigos y a mis pretendientes. Mi padrastro alzó la ceja, pa’ que decir mentira, pude ser gordota, luego tener mi cuerpo embolatado con cada operación; quedé como mal armada. Pero el consejo de mi amigo Lucas lo he puesto en práctica desde mis quince años. Tengo los ojos más bonitos del mundo y con mi carisma no dejo que la gente me mire más allá de mis ojos. Descubrí en la universidad que era muy buena para hacer amigos y tengo un montón, también de admiradores. » Creo que… Ya va siendo hora de tener novio de nuevo. No tengo idea como entender la mirada de Rafael. En ese momento sonó su celular. —Dime… Si también lo escuché… No tengo idea… ¡Cálmate! —Quién sabe con quién estará hablando—. Esa es tu decisión, no lo hagas por la nueva información… ¡Tampoco insultes! Bien, luego arreglamos todo. —colgó, lo miré—. ¿Problemas en la clínica? No le creí nada e iba a hablar, pero ingresó el doctor, no tuve más opción que pelar mis dientes. —¿Cómo sigue mi paciente favorita? —Bien, mientras no me hagan reír, porque siento que se me saldrán las tripas. —Los dos hombres rieron. …***… Acababa de hablar con Betty, Cata ya se encontraba en recuperación por la última cirugía, va a quedar con un cuerpo precioso, llenita donde debe estar llena y con la panza plana. —¡Cecilia! Me llamó la señora Robinson a desayunar, tenía clase temprano, traté de hacer lo que hizo Catalina, pero ¡qué va! Esa vaina era pa’ los cerebritos como mi amiga. Sí, adelanté algunas materias, solo algunas, yo no hice mi carrera en dos años y medio, por eso termino materias en un año, al menos pude ahorrarme un semestre. Después de mitad de año debía hacer las prácticas, estoy mirando y la universidad posee convenios con varios canales de animales y cultura, pasarelas, hasta en estudios cinematográficos. Pero lo mío era fotografiar a gente común y corriente, no artistas ni estar metida en la farándula. Dado a mi inclinación me postularé para tomar fotos en los lugares más remotos del mundo, pasaré viajando por diferentes lugares de América del Sur y documentaré a través de la fotografía la gente sencilla, cotidiana, también sus paisajes. Aún no tenía idea en que visitaremos primero. —Buenos días. La señora ya era bastante mayor, pero era un amor. Me sonrió, me senté a desayunar. —Buenos días, querida. Somos ella y yo en este caserón. Desde que le contaron hace un mes que sería abuela por segunda vez de parte de Rafael, se veía muy alegre. —¿Cómo amaneció? —Viva querida, ya a mi edad el despertar es un tiempo extra por parte del árbitro de la vida —señaló hacia arriba con su dedo—. Y eso me hace recordar que todo este tiempo con tu compañía, lo cual agradezco, pero te veo muy solitaria, eres joven y muy bonita. —Le sonreí. Yo trato de implementar la estrategia de Catalina, pero la verdad era más depresiva y no he podido mandar a la puerca a ver qué fue lo que puso, como hace mi mejor amiga. Yo reconozco mi debilidad, me he refugiado varias veces al año en los recuerdos de mi único novio. No tenía idea lo que ha sido su vida, tampoco me he rebajado a preguntarles a mis amigas por él, ni a Cata, Betty o Paola. De las cuatro, la última era la única que seguía de novia con uno de los antiguos integrantes de Los Absurdos. Con ellos hasta planes de bodas se han escuchado. A él si lo veo en cada una de mis vacaciones, hemos compartimos y la última vez que estuve en Montería rumbeamos y la pasamos muy sabroso. Él si sigue en contacto con todos ellos, pero desde un principio le pedimos que no nos hablara de ninguno, por lo menos Catalina fue enfática y yo también le pedí el mismo favor. Mientras que Betty sí seguía en constante comunicación con Ricky por Cadie, nuestra sobrina. —Yo estoy bien, señora Robinson. —Cecilia, hija, vives conmigo hace más de dos años y medio y ¿sigues llamándome señora Robinson? —Es por respeto. —Entonces dime abuela. —sonreí. —Ese me gusta más. —Cariño, escucha lo que te dice una anciana, a esta edad, uno solo puede ofrecer consejos. Me has contado sobre tu exnovio, ya le has entregado bastante tiempo al duelo. Ahora es tiempo de salir, de conocer a otros chicos. El vecino te manda saludes a diario y ojalá yo tuviera unos cuarenta años menos, esto que no lo escuchen mis hijos. Solté una carcajada. No tengo idea él porque me he cerrado tanto a aceptar a alguien más, siempre lo comparo con Lucas, para mí él fue perfecto… Hasta que me fue infiel. —Cuando al recordar no se me arrugue el corazón sabré que he sanado y puedo recibir a otra persona, por ahora eso sería un clavo, saca a otro clavo y no soy partidaria a hacer lo que no me gustaría que me hicieran a mí, pregono lo que no quiero que me hagan, ese es mi filosofía. —¿Tienes la esperanza de volver con él? —No, eso no pasará, pero no quiere decir que deba abrirle las piernas a cualquier hombre con tal de olvidar. Para mí ese no es el modo de olvidar. —Instrúyeme. —volví a reír mientras ella se llevaba el café a la boca. —Olvidar es recordar sin dolor. Es tener tu mente tranquila porque diste lo mejor de ti, que si te ves con esa persona podrás sonreírle sin que tu corazón se añuña. —Sin que se arrugue, eso es lo que significa esa palabra, ¿cierto? —Así es. —Tiene mucho sentido, aun así, yo veo que te estás consumiendo. —No abuela, por ahora me siento cómoda, entregada a mi profesión, a lo único que no me defraudaría. Si alguien existe para mí en la vida, créame, como dice la abuela Rochi, el universo, el destino, la vida y sobre todo Dios me lo pondrá en el camino, solo debo ser paciente. No hay nada más honesto que ser sincero contigo mismo. Sé lo que quiero de un hombre para mi vida y hasta el momento no ha llegado esa persona. —Debió de ser muy especial ese joven Lucas. —De todo el tiempo que duró nuestra relación, lo condeno por sesenta y tres días de engaños. —¿Y qué aprendiste de la ruptura? —Ya con el paso de los años a que no se debe endiosar a un humano, olvidé que Lucas es un ser humano que comete errores. El problema es que dañó mi corazón. —Deberías hablarle. —Ya me humillé en el pasado. Ahora me siento muy bien. Créame, soy lenta para sanar, pero sano de a poquito.
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