Noche desesperada
Estaba cansada de estar en medio de una relación poco común. Pero amaba a Ronald, después de todo él estaba conmigo hace algunos años.
Pero una noche todo cambió, esa noche en la que conocí sus verdaderas intenciones.
Era mi cumpleaños número 24, cuando esa noche me citó en su departamento.
Honestamente pensaba que era para darme una sorpresa y yo tenía razón, era para una sorpresa.
Al llegar, me abrió la puerta con amabilidad, sin dudarlo le di un beso largo de la emoción en sus labios.
—Buenas noches querida, bienvenida— Dijo con un tono diferente en la voz.
—Parece que hoy cenaremos solo tú y yo— Le respondí al mirar a mi alrededor y ver que nadie salía de que su escondite.
Ronald me tomó de la mano y me llevó hasta la habitación, al abrir la puerta, había una pequeña mesa con flores y una cena exótica.
Además la cama estaba llena de pétalos y no entendía del todo lo que estaba pasando.
—Toma asiento por favor— Dijo.
Tomé asiento en silencio, Ronald destapó los platos, sirvió vino en cada copa.
Levantó la copa y por supuesto que tomé la mía aunque me sentía en shock.
—Brindemos por tu cumpleaños número 24, hoy será un día interesante para ti.
Bebí de la copa y luego con una sonrisa confundida le pregunté. —¿Por qué dices eso?.
En ese momento justo sentí que empezaba a ver borroso y un leve mareo pero a pesar de eso, pude levantarme de la silla.
—¿Qué me está pasando Ronald?— Le pregunté mientras trataba de entenderlo todo.
Vi como Ronald se acercaba con una sonrisa, sentí como sus labios buscaron los míos, pero a toda costa quise alejarlo.
—Ronald déjame, no te acerques, ¿qué le echaste a mi bebida?.
—Solo un poquito de algo, es para que te relajes y por fin podamos tener nuestra primera noche juntos.
—¿Que? ¿Te has vuelto loco?.
—Siempre lo he estado, pero por ti mi amor.
Intenté salir de la habitación, pero él me detuvo a tiempo.
Me llevó hasta la cama y me tiró en la cama, quise levantarme, pero no pude.
—No te vas a escapar querida, he esperado demasiado por ti y ya me cansé— Dijo y aún poco furioso.
Sentí como sus manos empezaban a desabrochar los botones de mi vestido, mis manos luchaban porque no lo hiciera, pero sentía que había poca fuerza en mi cuerpo.
Sin embargo, como si del cielo haya bajado una fuerza extrema en mi cuerpo, le di una patada entre el medio de sus piernas y salí corriendo.
Estaba mareada y algo caliente… pero sabía que no quería pasar la noche con alguien que solo pensó en tomarme de una manera horrible.
Mientras caminaba por todo el pasillo del departamento, sentía que faltaba el aire pero aún así, logré salir de allí.
Al salir a la calle, intentaba parar a algunos autos pero nadie se detenía, hasta que finalmente uno lo hizo.
La puerta se abrió y lo vi a él, pero borrosamente. Y antes de dar un paso más, todo se volvió más oscuro.
La mañana siguiente, abrí los ojos. Aún me sentía un poco mareada pero todo se fue aclarando poco a poco.
Había una manta sobre mí, limpia y pesada, y el techo era alto, con una lámpara de total fineza.
El pánico me hizo que en mi pecho se sintiera como una ola fría. ¿Ronald se había salido con la suya?
La última imagen que tenía era de Ronald furioso, y yo corriendo, mareada caliente.
Me levanté de un salto de la cama, sintiendo la misma ropa de anoche, arrugada.
Inspeccioné la habitación con los ojos muy abiertos. No era el departamento de Ronald.
La decoración era impersonal, casi de hotel o de una casa de huéspedes muy ordenada.
Miré la mesita de noche buscando alguna pista, pero no había nada: ni notas, ni logos, solo un vaso de agua.
Estaba en un lugar seguro, pero no sabía de quién.
El miedo me tomó y no de sorpresa. No me detuve a buscar más respuestas; la necesidad de escapar de nuevo era primordial.
Salí de la habitación, crucé un pasillo corto y encontré la puerta principal. Salí sin mirar atrás y busqué la calle familiar.
Por suerte, parecía estar en la misma zona de la ciudad.
Corrí hasta llegar a mi casa, la que compartía con mi hermano, Ulises. Necesitaba la seguridad de lo conocido, y no sentirme tan perseguida.
Al abrir la puerta, mi mundo se detuvo,
Ronald estaba sentado en el sillón de la sala, con las piernas cruzadas y una taza de café en la mano.
Ulises, despreocupado, estaba frente a él, charlando sobre un partido de fútbol con total normalidad.
Parecían dos viejos amigos en una tranquila mañana de domingo.
—¡Daniela! Al fin regresas —dijo Ronald con una sonrisa molesta, como si yo simplemente hubiera llegado tarde a un desayuno familiar.
Mi respiración se aceleró, estaba tan enojada que la voz tardó en salir.
—¡Vete! —grité, y mi voz salió temblorosa de la garganta. —Sal de mi casa ahora mismo. Y no me busques nunca más, ¿me entiendes? ¡Nunca!
Ulises levantó la mano como quien necesita una oportunidad para entenderlo que pasa. —¿Qué te pasa, Daniela? ¿Por qué le hablas así?
Ronald se levantó lentamente, manteniendo esa sonrisa odiosa. Se dirigió a Ulises, ignorándome por completo.
—Lo que sucede, Ulises, es que parece que a Daniela se le cruzó alguien más en el camino —dijo, con un tono de falsa tristeza. —Por eso no quiso estar conmigo anoche, y ahora está buscando pretextos para terminar nuestra... "relación poco común".
Solté una risa fuerte y llena de ironía.
—¡Qué gran mentiroso eres, Ronald! —Me acerqué a él, sintiendo el impulso de golpearlo, pero me contuve. —Dile la verdad, ¿o no puedes? Dile que le echaste algo a mi bebida para llevarme a la cama sin mi consentimiento.