– 4 –

1923 Words
    Me desperté con el sonido de mi celular en la cómoda. Miré el nombre de Max y el pequeño 9:00 am justo arriba de su fotografía.     —Buenos días, Fea Durmiente —me saludó del otro lado del teléfono.     —Me alegro de que hayas aprendido todo esto del cambio de hora —le dije aún algo dormida mientras me desperezaba.     —No aguanté para responderte el mail de anoche. ¿Así que se juntarán nuevamente hoy? —su voz sonaba extasiada.     —Sí, dijo que me llamaría, iremos a almorzar. —Me levanté de la cama para dirigirme al baño a lavar mi rostro.     —¿Qué se siente?     —¿A qué te refieres?     —A estar con una persona famosa, digo, no es un chico cualquiera, Carolina.     —Sí lo es, Maximiliano, es alguien como tú y yo, no es nada diferente a como cuando salimos tú y yo a comer.     —La diferencia, querida amiga, es que lo encuentras atractivo hasta la muerte, te conozco.     —Que lo encuentre guapo no significa nada, somos amigos, creo, si se puede considerar una amistad a tan corto plazo.     —Y dicho eso, otra diferencia es que a mí no me quieres arrancar la ropa para…     —¡Max! —lo detuve. Mi amigo soltó una risa que hizo que alejara el teléfono de mi oreja—. ¡Amigos!     —Sigue diciéndote eso, cariño.     —Es demasiado temprano para discutirte, necesito un café.     —Llámame apenas puedas, te extraño.     —Y yo a ti, cabeza hueca. —Colgamos el teléfono y comencé con mi rutina matutina.          Habían pasado cuatro días desde que habíamos ido al café.     Cuatro días en los que nos habíamos visto en toda oportunidad que tuvimos, dividiendo mi tiempo entre pasear sola mientras Harry trabajaba y el resto del día pasando horas conversando sin aburrirnos, cuidándonos de los paparazis y la gente con teléfonos celulares y malas intenciones. Y aunque nos cuidábamos de ellos, no había visto a nadie que no fuera una adorable persona que se acercaba para sacarse una fotografía con Harry, hasta podía jurar que los paparazis en realidad no eran tan cargantes como lo había descrito él. Podíamos caminar por las calles sin problemas, aunque no por demasiado tiempo. Habíamos ido a muchos lugares que se encontraban en mi lista de cosas por hacer, y en otros momentos solo la pasábamos conversando en algún café hasta que el mesero nos avisara que ya era momento de cerrar. 
Habían sido unos días maravillosos junto a esa persona que ya podía decir que conocía.     Un día viernes lo habíamos pasado en la habitación de su hotel mientras Harry hacía unos llamados y yo veía despreocupadamente la televisión, algo que solíamos hacer cuando mis pies y los suyos ya no podían más.     —No me apetece comida de hotel —me dijo al colgar el teléfono.     —¿Y qué quieres?     —Salir a comer.     —¿No es prácticamente lo mismo?     —No donde quiero ir, es mi restorán favorito —dijo con una sonrisa.     —Dios, ¿es uno gigantesco donde una sopa vale un millón de dólares?     —Casi, medio millón, si quieres está vez te dejaré pagar —dijo divertido mientras me lanzaba mi abrigo.     Después de cenar nos quedamos por un par de cervezas y tuvimos la misma discusión que siempre teníamos cuando se trataba de pagar la cuenta, pero él siempre era más rápido haciendo que le reclamara con un par de profanidades es mi idioma, y nuevamente se ofreció nuevamente a llevarme a mi hostal, y aunque protesté porque se encontraba cerca, no dejó que caminara sola a esas alturas de la noche, aunque el reloj no alcanzaba a marcar la media noche.     Nos detuvimos fuera de la puerta como ya era costumbre mientras Harry apagaba el motor de su auto. Suspiré feliz por la entretenida velada que habíamos tenido y noté por el rabillo del ojo como Harry me miraba sereno. Desabroché mi cinturón y giré para encontrarme con sus ojos esmeralda profundos y cálidos.     —Tienes que prometerme que la próxima vez me dejaras pagar a mí.     Harry seguía mirándome directo a los ojos, y de pronto, sus ojos bajaron a mis labios. Mi corazón se saltó un latido cuando los míos bajaron a los suyos y pude ver como se mojaba los suyos. Mi respiración comenzó a vacilar, pero lo escondí bien e intenté alejar los pensamientos que se producían en mi cabeza cada vez que veía esos labios.     —¿Te puedo besar? —dijo de pronto.       Mi estómago se apretó por la forma que salieron esas palabras de su boca.     Sonreí, pero negué con la cabeza.     —No.     —¿No? —preguntó algo confundido.     —No. Cuando el momento es el indicado, los besos no se piden, se dan —le respondí tranquila, aunque en mi interior estaba gritando y saltando de la emoción solo por el hecho de haber considerado besarme—. Y si me estás pidiendo un beso, mi respuesta es n…     Pero no pude continuar.     Su mano tomó mi nuca con rapidez acercándome a él mientras sus labios presionaban los míos suavemente. Un suspiro involuntario salió de mí haciendo que su lengua entrara a jugar con la mía. Y me rendí, me rendí a esa beso tan perfecto y sublime. Sus labios sabían a todo lo que me imaginé y más. Subí mis manos hasta su cabello para adentrarnos más en ese beso apasionado, que con cada roce de lengua nos cortaba más la respiración. Su mano bajó hasta mi cintura para intentar acercarnos más, pero estando en el auto fue imposible. Su tacto cálido hacía que todo en mí estallara en llamas, y que toda mi espina dorsal se convulsionara con ráfagas de electricidad.     Nos separamos un momento para buscar el aire que nos faltaba en los pulmones. Harry apoyó su frente en la mía mientras respiraba con dificultad con sus ojos cerrados, y los míos de la misma forma.     —He querido hacer eso desde que nos bajamos del avión —confesó cerca de mis labios, y sonreí—. ¿Nos vemos mañana? —dijo aún pegado a mi frente mientras su pulgar hacía pequeños círculos en mi mejilla y el resto de sus dedos largos se curvaban al comienzo de mi nuca. No confiaba en mi voz así que solo asentí, todavía respirando con dificultad. Harry volvió a posar sus labios en los míos, hundiéndonos ahora en un beso tranquilo y cariñoso—. Buenas noches, Pecas.     —Buenas noches, Styles.     Harry me había mandado un mensaje la mañana siguiente diciéndome que estaría ocupado hasta la tarde, así que quedamos en cenar a eso de las 8 de la noche.     Como mi itinerario se había ido al basurero en los últimos días con él, decidí volver a dormir hasta cansarme y salir a comer algo por ahí cuando me bajara el apetito. Cuando ya estaba en mi sueño número mil pude sentir como mi celular vibraba a lo lejos por los mensajes que le entraban.     Por la mierda.     Debo recordar dejarlo en silencio cuando duermo.     Pero algo en mí se encendió.     Puede ser Harry.     Me levanté como si tuviera un resorte en el culo, tomé mi celular y me alarmé a notar notificaciones de twitter, **, algunos mensajes directos y llamadas perdidas de Max.     Abrí el último mensaje; el de mi amigo.     «Por la misma mierda, Carolina, contesta el maldito teléfono»     Me metí en mi libreta de números y le marqué.     —Lo sé, lo siento, te iba a llamar —me adelanté a decir.     —Carolina —su voz sonó urgente y me alarmé. Nunca usaba ese tono conmigo, ni menos usando mi nombre completo.     —¿Qué pasa? ¿Estás bien? —me apresuré a decir. Me estaba asustando.     —¿Lo estás tú? —me preguntó casi gritando.     —¿A qué refieres? Estoy bien.     Ahora estaba más confundida que nunca. Mi celular volvió a vibrar en mi oreja pero lo ignoré.     —¡Estás en todos lados!     —Max, me acabo de despertar, debes expresarte mejor que eso para que te comprenda —lo reprimí con una respiración sonora.     —Hazte un favor; toma tu computadora y métete a la página de Just Jared —me dijo serio—. Llámame cuando lo hagas.     Y sin más colgó.     Dejé mi celular a un lado y tecleé lo que me dijo Max en mi computadora.     Mi estómago cayó al suelo y fue pisoteado por el dolor creciente de mi pecho.     Ahí estaba yo, usando la ropa que usé el primer día que me junté con Harry en la cafetería junto con unas grandes letras negras:     ¿Es esta la misteriosa Pecosa y Pelirroja que buscaba Harry Styles en sus r************* ?     Seguí leyendo el artículo que hablaba de mí y de teorías del por qué había pasado los cinco días anteriores con Harry, todas con una foto a su lado, todas bajo una gruesa capa juzgadora y arrogante, donde entre líneas quedaba claro que por no ser vista antes detrás de una pantalla no era digna de estar con alguien como él. Más fotos aparecían de nosotros, con diferentes ropas, paseando por la calle, riéndonos en el restaurante, tomando un batido.     ¿Cómo es posible?     No hubo nadie que para sacarnos una fotografía a esa distancia al menos que tengan un lente gigantesco.     Pero ahí estaba la prueba; estábamos ambos paseando por las calles de Londres en los diferentes días que nos juntamos.     Bajé a la última fotografía y el color escapó de mi rostro.     Una fotografía frontal, oscura pero visible.     Harry y yo, en su auto.     Besándonos.     El aire comenzó a faltarme en los pulmones, pero el sonido de mi celular me distrajo con tres mensajes nuevos. Miré como el icono de twitter se encontraba en la pantalla bloqueada. Los abrí y mis temores se expandieron; cientos de mensajes directos de personas que no conocía.     «¿Quién mierda eres y por qué estás con Harry?»     «Aléjate de él zorra, no lo mereces»     «Eres un trol, te ves ridícula a su lado»     «Si no me dices donde está Harry en estos momentos juro que te mataré»     Y esos eran los más tranquilos.     Mis ojos se empañaron por las duras palabras sin rostro mientras tapaba mi boca con la palma de mi mano sin todavía digerir lo que estaba pasando, esperando despertar en cualquier momento de ese sueño. Abrí ** y en mis fotos había miles de nuevos comentarios. No los vi, no podía hacerlo.     ¿Cómo saben quién soy?     ¿Cómo lograron encontrar mis r************* ?     Las lágrimas comenzaron a amenazar con salir, pero no podía ser tan débil, no podía caer en su juego y victimizarme, pero dolía, dolía como el carajo. Una presión en el pecho no me dejaba respirar tranquila al ver mi imagen junto a Harry.     Mierda.     Harry.      Abrí la mensajería y le escribí.     «Tenemos un problema»     Tecleé pestañeando varias veces para despejar mi vista de las lágrimas que se amontonaban en mis ojos sin mi consentimiento.     En unos pocos segundos mi teléfono vibró.     «Lo sé, ¿te puedes juntar a las 5 en la cafetería del centro? Tenemos que hablar»     «Está bien. Nos vemos luego.»     Y sin poder detenerlo comencé a sollozar, pero apoyándome en el hecho que vería a Harry en unas horas para encontrar una solución entre los dos, pues sabía que él podría lidiar con ese tipo de cosas. Quizás él me podría ayudar a manejar lo que sentía. Pensar en verlo ya me producía una calidez de confort sabiendo que no estaba sola.     Con él estaré bien, él sabe como manejar todo eso.     Marqué el número de mi amigo.     —¿Estás bien? —me preguntó cauteloso al otro lado del mundo.     —¿Cómo es que encontraron mis redes? ¿Cómo saben quien soy? —dije con la voz quebrada.     —Ay, cariño, hay gente psicópata en todos lados.     —¿Por qué dirían cosas tan brutales?     —Lo sé, lo sé, tu ** está plagado de comentarios estúpidos, pero son solo eso, amiga, estupideces, no dejes que te afecten, ¿sí? —dijo calmado. Me limpié las lágrimas que ya salían veloces—. Prométemelo.     —Lo intentaré, te extraño, por la mierda que te extraño.     —Y yo a ti. Sé fuerte.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD