Capítulo 4: "Zach"

5733 Words
- Okey, ¿Y dónde se supone que está tu ropa de mujer? – preguntó Gregg mientras revolvía todo mi armario y yo lo miraba divertida desde mi cama. Hace unos cuantos minutos subimos a mi habitación y lo primero que hizo Gregg fue empezar a revisar mis cajones como loco, mientras tiraba todas las prendas por los aires e intentaba encontrar algo que me haga lucir "sexy", que creo sucedería dentro de miles de años. Hasta el momento solo se había encontrado con camisetas enormes, jeans flojos, sudaderas grises gigantes también y solo tres pares de zapatillas. Era bastante verlo irritado mientras intentaba encontrar algo "decente" - según él - dentro de mi armario, mientras que yo solo lo observaba desde mi cama. - Te lo dije. Aquí no encontraras cosas muy femeninas que digamos – hice una mueca al ver que prácticamente Gregg quería llegar a Narnia en mi armario –. O bueno, a no ser de que busques bragas y sujetadores, o tampones, claro. – lo escuché soltar una carcajada y sonreí de lado mientras bajaba la vista a mis manos. - ¡Bingo! ¡Bendito sea Jesús! – pegué un saltito al escucharlo gritar de una manera escandalosamente fuerte. Cuando levanté la vista hacia Gregg, en sus manos había una caja bastante grande color celeste cielo, y sobre ella había un muy bien armado moño azul. Gregg sonreía de oreja a oreja a causa de lo que tenía entre sus manos, y yo tragué saliva fuertemente, sabía de quien era esa caja. Y sabía lo que había adentro de ella. Me puse de pie al mismo tiempo que él dejaba la caja sobre mi cama. La abrió emocionado y lo primero que vi dentro fue un hermoso vestido de seda blanca. Creo que mi expresión era de las más serias que tenía en mi vida. - ¿Con qué no tenías ropa de mujer aquí dentro, eh? – su tono era sarcástico y divertido. Tragué saliva antes de hablar. - Era de mi madre. – dije cortante y con la voz baja. Gregg palideció e incluso creo que se dio una patada mentalmente. Me di cuenta de lo tenso que estaba en ese momento y le sonreí para hacerle saber que no había problema. De hecho, me alegraba que él hubiera descubierto esa caja. Hacía mucho tiempo que no veía cosas de mamá, y aunque era un acto masoquista, de vez en cuando era necesario recordarla, aunque doliera muchísimo. Empecé a sacar la ropa que había dentro, y me fui encontrando de a poco con toda la ropa que ella dejó en una lista a papá para que me comprara cuando, inevitablemente, me convirtiera en una adolescente. Y ahí estaban todos esos shorts, jeans, faldas, blusas de seda, vestidos, todo perfectamente doblado. Mamá había muerto hace dos años, o por lo menos se estaban por cumplir dos años dentro de unos meses. Su muerte no fue rápida y sin dolor, creo que sufrió hasta el último aliento de su vida, y eso era lo que más me afectaba. Tuvo cáncer, y se lo descubrieron en una etapa demasiado avanzada, en dónde no podíamos hacer nada más que esperar el día en el que ella ya no esté a nuestro lado. Solamente vivió ocho meses luego de que le detectaran la leucemia. Ocho meses que se pasaron de hospital en hospital, viendo como ella perdía las fuerzas cada vez un poco más. Pero peleó hasta el final, ni siquiera por sí misma, sino por nosotros. Estaba aterrada de dejarnos solos. Antes de irse, le dejó una lista a mi padre de todo lo que nos tenía que comprar conforme fueramos creciendo. Una carta explicándole cómo darnos ciertas "charlas" importantes de padre a hijos. Muchas indicaciones acerca de nuestro futuro, más que nada con respecto a que Instituto asistiríamos y para que Universidades podríamos aplicar eventualmente (si, estaba más preocupada por nosotros que por ella misma. Y si, era muy controladora). Y en una de esas miles de listas dejó una infinidad de nombres de diseñadores y atuendos que creyó yo ocuparía cuando creciera, cosa que no fue así. Así que cada mes, cuando llegaba una caja con ropa nueva, ya que aunque le dije miles de veces a mi padre que dejara de gastar dinero en ropa que claramente no usaría, él decía: "Es lo que tu madre hubiera querido". Yo me aguantaba las ganas de responder y simplemente sonreía para hacerlo feliz. Aunque en realidad le quería decir que mamá hubiera querido lo que yo hubiera querido. Harta del incomodo silencio decidí por fin hablar. - Todos los meses me llega ropa nueva que papá encarga – le expliqué a Gregg sin mirarlo. Rasqué mi nuca –. Hay miles de cajas más en el sótano, pero creo que si quieres "remodelarme" – hice comillas con los dedos sonriendo al igual que él –, podrás hacerlo tranquilamente con esto. Gregg frotó sus manos y puso una cara que no me gustó para nada. Me observó casi pervertidamente. - Querida Val, al fin empezarás a vestirte con ropa de tu talla – le di un fuerte golpe en el hombro por sus para nada ofensivas palabras y el soltó una carcajada haciendo una mueca falsa de dolor. Guardé el vestido de mamá en mi armario y Gregg empezó a revolver todo lo que había en la caja, que al parecer eran muchas cosas. Miraba prendas y hacía muecas raras, y si no les gustaba las tiraba al suelo, y a las que si le gustaba las dejaba sobre la cama. Yo lo miraba como si fuera el mejor espectáculo del mundo, y es que lo era de verdad, no podía con el hecho de que uno de los chicos más populares del instituto estaba en mi habitación eligiéndome la ropa que usaría en una fiesta en dónde todo el jodido instituto iría. No sabía si reírme por lo gracioso que me resultaba, o llorar por lo desastrosa que podría llegar a ser la fiesta para mí. Luego de unos minutos más tratando de elegir la ropa que yo usaría, Gregg por fin suspiró de alegría y se dio vuelta lentamente hacia mí con una sonrisa de oreja a oreja. Me daba miedo, en serio que me estaba asustando de ese chico. Quise acercarme a la cama para ver qué era lo que había elegido pero él me lo impidió agarrándome de los hombros y empujándome hacia atrás hasta tal punto de que la parte baja de mi espalda chocó con uno de mis muebles. Gregg estaba tan cerca de mí de un momento a otro que mi respiración empezó a fallar. Sus ojos verdes se encontraron con los míos. Okey, quizá o eso era demasiado excitante o demasiado incomodo. Y creo que él pensaba igual que yo, ya que luego de unos segundos se separó de mí por completo pasándose una mano por el cabello. - Okey - pronunció luego de aclararse la garganta –. Ya tenemos la ropa exterior – me miró de arriba abajo y casi me sonrojé –. Ahora solo falta la interior. – mis ojos se abrieron como platos ante sus palabras e inmediatamente me interpuse entre su camino y mi cómoda en dónde estaba mi ropa interior. - Que ni se te cruce por la cabeza la idea de ver mi ropa interior. – le advertí con la mirada filosa. Él bufó y puso los ojos en blanco mientras caminaba hacia mí y me empujaba con facilidad apartándome de mi cómoda. Abrió el cajón de mi ropa interior y empezó a revisarlo como si nada. Mis ojos estaban a punto de salirse de mi cabeza. - Cómo si no tuvieras algo aquí que no hubiera visto antes. – dijo. De la nada, sus manos se detuvieron y vi como lentamente levantaba en el aire unas bragas de emojis. Lo escuché soltar una pequeña risita – Definitivamente esto no lo había visto antes. Me crucé de brazos mientras el soltaba una carcajada y seguía hurgando en mis cajones. Sentí como mis mejillas tomaban color intensamente. Esa era la primera vez en mi vida que un chico ve mi ropa interior. Descartando esa vez que Matthew abrió la puerta da mi habitación cuando me estaba cambiando. El gritó que soltó fue memorable. - Por fin. – dijo Gregg. Me lanzó unas bragas comunes negras y un sostén de encaje del mismo color que no recordaba que tenía. Lo miré divertida, creyendo que era un chiste, yo dije que jamás en mi vida usaría ese tipo de corpiños, eran sumamente incómodos. Gregg me observó con una ceja enarcada y una mirada seria, cruzándose de brazos. Resignada caminé hacia el baño de la casa. Cuando estuve ahí me quité la ropa y me coloqué rápidamente el conjunto de ropa interior que me había dado Gregg. Literalmente estuve una hora para prender el jodido sostén, y cuando por fin lo logré suspiré pesadamente, sintiéndome algo incómoda.  Entonces, cuando me di media vuelta, la puerta del baño se abrió de golpe, haciéndome dar un salto de la sorpresa y dejando a un Eric Brennett con las cejas elevadas mirándome fijamente parado en el marco de la puerta. Grité y me apresuré a tomar una toalla. Pero al darme cuenta de que era una pequeña me quise morir en ese mismo momento. Tenía que decidir si dejar que el idiota de Brennett viera mis pechos o mi parte baja. Obviamente que me cubrí las caderas y la entrepierna. - Bueno, sí me encontraré con esto cada vez que venga, juro que empezaré a vivir en esta casa. – dijo descaradamente mientras sus ojos me inspeccionaban. - ¿Qué haces? ¡Vete de aquí! – le grité furiosa mientras sentía que me ponía colorada, pero esta vez de la furia. Eric estaba a punto de decir algo, pero antes de eso Gregg apareció en la puerta, parándose a su lado y mirándome con los ojos como platos y asintiendo lentamente mientras me miraba igual que Brennett. > - ¿Ves? Te dije que con un sostén así tus amigas se elevarían. – comentó Gregg con tono feliz y orgulloso - Y sip, claramente tienes pechos. Estaba a punto de darme un derrame cerebral por su maldita culpa. - ¡Afuera! ¡Los dos! – grité. Eric elevó las manos en el aire como haciéndose el inocente y se fue riendo del baño, mientras que Gregg se dio cuenta de cómo lo estaba mirando y se apresuró a taparse los ojos con una de sus manos y tirarme la ropa que había escogido para mí, y la agarré de puro reflejo. Gregg salió prácticamente corriendo del baño al mismo tiempo que yo cerraba con seguro la puerta.  Me quedé en shock unos segundos, intentando asimilar lo que acaba de suceder. No solo dos chicos acababan de verme medio desnuda, sino que esos chicos eran los mejores amigos de mi hermano mellizo. Lo cual no era todo, sino que uno de ellos fue Gregg Miller, y el otro, para mi gran suerte, fue el jodido Eric Brennett. Definitivamente sería incómodo volver a verlo en el instituto.  Agitando mi cabeza y bufando revisé la ropa que el idiota había elegido para mí. Prácticamente mi mandíbula casi tocó el piso. Eso era demasiado... descubierto para mí. Bueno, esa ropa la usaría una motociclista, pero el short ajustado que tenía en mis manos y esa blusa escotada de más definitivamente eran demasiado para mí. No estaba acostumbrada a ocupar ropa ajusta o corta.  Pero me había comprometido con la causa y si quería ganar la apuesta de una vez por todas, era mejor empezar a trabajar en ello inmediatamente. Y si tenía que usar ropa así para lograrlo más rápido, pues lo haría. Me resigné y me empecé a vestir de a poco. Cuando por fin terminé me observé en el espejo de cuerpo entero. No me veía tan mal. Me veía asquerosa. No me gustaba, no me gustaba nada. Pero ya había hecho un trato con Gregg, y de verdad no quería perder la apuesta. El short de jean n***o dejaba demasiada piel fuera y se abrazaba a mi trasero y mis caderas. La blusa de gasa algo transparente, también de color negra, no solo tenía un escote demasiado grande, si no que se transparentaba un poco. En mis pies tenía mis típicas zapatillas. Por suerte a Gregg no se le cruzó la idea de usar tacones por la cabeza, porque no creía que nadie quisiera verme caminar como un Bambi recién nacido. Me miré unos segundos en el espejo, y me dije a mi misma que tenía que peinarme un poco, así que eso hice, dejando mi cabello simplemente suelto pero al menos no como un nido de pájaros. Me observé un minuto más y llegué a la conclusión de que necesitaría un poco de maquillaje para completar todo el atuendo.  Tuve que revolver todo el baño hasta que por fin encontré el pequeño estuche de maquillaje de mi madre. Al abrirlo me encontré con una gran variedad de productos, pero mi atención se posó en un labial que recordé ella usaba cada vez que salía a cenar con mi padre. Era de un color algo rojo, pero un poco oscuro. Dudando un poco me lo pasé por los labios. Y el resultado fue... una Val bastante dinstinta. Y no. No me gustaba. No me sentía ni cómoda, ni sexy, ni provocativa, me sentía como un feto horrible. Bufé, harta de preocuparme tanto por lo que tenía puesto o por cómo me veía. Puse los ojos en blanco y salí del baño dirigiéndome hacia mi habitación. Me fijé la hora en mi celular, y mis ojos se abrieron como platos: ya casi eran las ocho de la noche. Tomé mi celular y lo guardé en mi bolsillo trasero junto con un poco de dinero, por si tenía que terminar volviendo en taxi a casa. Aunque supuse que Lenn podría traerme, ya que ella no era de beber demasiado. Al acordarme de ella, recordé que no le había dicho a ninguna de mis amigas que iría a esa fiesta. Sabía que ellas irían, así que seguramente se caerían de culo cuando me vieran. Bajé las escaleras casi corriendo, y cuando llegué a la planta baja me encontré con mi hermano jugueteando con su celular, pero en cambio a él, sus dos amigos me estaban viendo con los ojos como platos, bastante sorprendidos puedo decir.  Eric fue el primero que rápidamente se recompuso. Me inspeccionó de arriba abajo sin ningún tipo de vergüenza, lo que me hizo revolverme nerviosa en mi lugar. En cambio Gregg simplemente me miraba y sonreía, como si estuviera orgulloso de mí o algo. - ¿Nos vamos? – le pregunté a Gregg. Mi hermano me miró con una mueca rara y el ceño algo fruncido al ver lo que traía puesto. - ¿Ir a dónde? – preguntó mirándome, luego sus ojos viajaron a Gregg -- ¿Saldrás con mi hermana? – le preguntó con el ceño fruncido, él abrió la boca para hablar pero yo me adelanté. - Solo iremos a la fiesta de West. - le dije con tono seco, irritada por su repentino interés en lo que hacía o dejaba de hacer con mi vida –- ¿Por qué preguntas? ¿A caso te interesas por mí ahora, Metthew? – mi hermano prácticamente soltó una carcajada. - No me interesa – me dijo mirándome a los ojos, seco –. Es solo que es algo incómodo que uno de mis amigos se esté tirando a mi hermana. Es decir, con tantas chicas hermosas en el instituto, justamente contigo, Val – sus ojos estaban algo así como llenos de odio. Y mentiría si dijera que no me dolió su comentario – Creí que tenías buen gusto, Gregg. Estuve a punto de tirarme encima de mi hermano para romperle la cara de un solo golpe. Pero antes de que yo pudiera hacer nada, Eric me interrumpió y empezó a hablar. - Okey, esto es más incomodo de lo que creí – dijo él pasándose una mano por el cabello –. Vámonos, Matt, deja de molestar a tu hermanita. ¿Desde cuándo yo necesitaba que alguien me defendiera? - No necesito un guarda espaldas, Brennett.— le dije de mala manera a Eric, quien me miró con expresión divertida. - Yo creo que sí, bonita – dijo sonriendo –. Si supieras como defenderte no habrías dejado que él te hablara de esa manera en primer lugar. Y antes de que yo pudiera darle una patada en las bolas por meterse en dónde no lo llamaban, salió de la sala y se dirigió a la puerta principal seguido de mi hermano. Los dos idiotas más grandes del universo juntos.  ¿Acababa de llamarme "bonita"? Ugh, ¿Quién demonios se creía que era para llamarme de esa forma? Cuando escuché que su auto se alejaba le hice una seña con la cabeza a Gregg para salir de ese lugar, y eso hicimos. El camino hacia la fiesta de West fue bastante corto y muy pero muy silencioso. Pero no de esos silencios incómodos, sino de esos silencios que a veces son necesarios para todo el mundo. En ese preciso silencio decidí que si quería cambiar las cosas este año y que todo fuera mejor, tendría que sacar una cosa de mi vida, o mejor dicho a alguien: mi hermano. Estaba harta de nuestras constantes peleas, de atacarnos cada vez que tengamos ocasión y de todos los momentos mierdas que he pasado por su culpa. A partir de ahora simplemente empezaría a ignorarlo por completo. Sí, era mi hermano y vivíamos bajo el mismo techo, pero solo eso: vivir bajo el mismo techo. No quería volver a cruzar palabra con él nunca más. Y no lo haría. Terminé suspirando pesadamente al darme cuenta de que sería algo imposible. Al fin y al cabo era mi mellizo, y nos llevábamos mal porque los dos teníamos el mismo carácter insoportable. Sabía que podía esforzarme un poco más en llevarme bien con él, pero me detenía el pensamiento de que seguramente yo sería la única que desearía tener una buena relación. No me esforzaría demasiado, y sabía que él tampoco lo haría. El auto de Gregg se estacionó justo en frente de una enorme casa que estaba a rebosar de personas. Bajé del auto junto con él y juntos empezamos a caminar hacia la entrada de la casa. Por el camino me encontré con miles de vasos rojos y latas de cerveza tiradas en el césped de la casa, también a miles de adolescentes ebrios vomitando o desmayados en el piso. No sabía si llorar de la pena que me daban o reírme de lo idiotas que eran. Quizás ambas. En la entrada de la casa había varios chicos del equipo y nos detuvimos ahí para que Gregg los saludara. Casi todos ellos posaron su vista en mí, y me inspeccionaron de arriba abajo, haciéndome incomodar. Entre ellos estaba Eric, que tenía un vaso de cerveza en la mano y sonreía de costado mirándome con ojos divertidos. - Oh, ella es mi... - Gregg se trancó a mitad de oración. Sabía que él no tenía idea de que decir, si "amiga", "chica que quiso acostarse conmigo" o "experimento" – Valerie... - lo miré mal -. Uhm, quiero decir Val. Val Drake. Todos me saludaron diciendo un simple "hola" y yo hice lo mismo asintiendo con la cabeza. Estaba a punto de darme una úlcera por lo incomodo que resultaba estar bajo la mira de todos. - ¿Drake? – Preguntó un moreno mirándome curioso -. ¿Eres la hermana de Matthew Drake? - Desgraciadamente, sí. – respondí encogiéndome de hombros, mis ojos se encontraron con Eric por unos segundos. Pensé que apartaría la mirada cuando lo descubriera observándome, pero hizo todo lo contrario: mantuvo sus ojos fijos en los míos con descaro. Mi cuerpo se tensó de pies a cabeza y tuve que ser la que rompió el contacto visual, lo que lo hizo sonreír triunfante. - De hecho, Val y Matt son mellizos, y ella está en nuestro instituto. Solo que ahora está vestida con ropa de su talle y por eso no la reconocen. – dijo Eric y todos rieron por lo bajo. - Me pregunto, Brennett, ¿Eres así de idiota siempre o practicas? – le dije con un tono divertido falso a Eric. Todos los chicos rieron y molestaron a Eric mientras él me miraba fijamente con una sonrisa de costado. Puse los ojos en blanco y me acerqué a Gregg. - Necesito un trago. – le dije antes de adentrarme a la casa e ir directamente a la cocina. El humo, el olor a hierba y a alcohol, más todos los cuerpos amontonados y algo sudados no me dejaban respirar con tranquilidad, así que cuando llegué a la cocina y pude respirar sin ser aplastada fue un alivio. Tomé una cerveza que había sobre una mesada de mármol y me dirigí hacia la sala nuevamente, que se había convertido en una improvisada pista de baile. Le di un trago a la bebida e hice una mueca de asco por lo caliente que estaba. A lo lejos pude divisar a mi hermano charlando con... mis ojos se abrieron como platos al ver a una de mis mejores amigas conversando con el estúpido de mi hermano. Less estaba sonriéndole y sonrojándose mientras él le dedicaba una sonrisa de costado y se rascaba la nuca. Aparté la vista sin poder creer lo que mis ojos veían. Me negaba rotundamente a que una de mis mejores amigas tuviera algo con mi hermano. Es decir, no me molestaba que tuvieran algo con él por el hecho de que fuera mi hermano, sino por el hecho de que es un idiota, y con todas las letras. Busqué nuevamente con mi mirada a otra de mis amigas. Me encontré con Julie conversando con un chico bastante apuesto. Él le sonreía coquetamente y ella simplemente soltaba una de esas risitas bobas que tanto odiaba. Puse los ojos en blanco y supe desde ese momento que Julie sería la primera en ganar la apuesta. Seguí buscando con la mirada a Lenn, pero no logré encontrarla, y cuando unas manos algo frías me rodearon por la cintura pegué un saltito por la impresión. Miré a mi costado y me encontré con los ojos verdes de Gregg, y con una sonrisa bastante coqueta. Me enderecé y aclaré la garganta. - ¿Qué haces? – le pregunté confundida. - Verás, Val, la mejor manera de llamar la atención de un chico no es vestirte tan sexy, si no, simplemente estar junto a otro chico – me explicó con una sonrisa mientras apretaba su agarre a mi cintura –. Los hombre somos muy competitivos, y el hecho de ver a una mujer con otro hombre ya le da un toque de... picante, al asunto. El poder presumir que pudieron conquistarte a pesar de que estabas con otro. Asentí lentamente tratando de comprender las palabras de Gregg. Me enfurecí ante mis pensamientos, a sabiendas de que nosotras siempre quedábamos como las "zorras". Porque si ellos se acuestan con muchas en una noche son como Dioses, pero en cambio, si nosotras lo hacemos, quedamos como unas zorras en frente de todo el mundo.  No entendía cómo podíamos seguir viviendo en una sociedad donde el hecho de que una mujer disfrutara libremente de su sexualidad siguiera siendo tan mal visto. Me revolvía el estómago de la furia.  Algo que sí sé sobre el sexo, es que es algo de placer, no solo de amor, y que si quieres puedes acostarte con cualquiera, disfrutarlo y no sentirte mal después de ello. Pero no todos están preparados para esa conversación. La música cambió abruptamente, con un ritmo bastante sensual y movido. Gregg me sonrió y me hizo una seña, invitándome a bailar. Le sonreí y empecé a mover primero la cabeza y luego las caderas, en movimientos lentos y algo provocativos, algo que jamás había hecho. Sentí que Gregg se colocaba a mis espaldas y empezaba a moverse conmigo, cosa con la cual me tensé, pero no dejé de moverme. De un momento a otro sentí sus fríos labios en mis hombros desnudos y un escalofrío me recorrió de pies a cabeza. Tragué saliva por el repentino contacto. Sus manos me tomaron por las caderas y me dieron media vuelta, quedando frente a frente con Gregg. Estábamos tan cerca, que con algún otro movimiento de su parte o de la mía, y ya estaríamos besándonos. Así que me quedé quieta, pero él en cambio se acercó unos centímetros más a mí. - ¿Esto también es para llamar la atención de otros chicos? – pregunté a escasos centímetros de su boca. - Digamos que sí. Y entonces sus labios se encontraron con los míos. Sus labios sabían a vodka de fresa y se movían experimentados sobre los míos. No fue un beso intenso, al contrario, fue bastante tranquilo, tanto que solo parecía un simple toque entre nosotros, y fue solo de unos segundos. Y la verdad es que fue algo raro no sentir las maripositas de las que todo el mundo habla, o ese mini cosquilleo en el estómago, o eso de ver fuegos artificiales. Nop, yo no había sentido nada. Pero fue lindo, se sintió bastante lindo. - ¿Y eso? – pregunté haciéndome como que no me había sorprendido en lo más mínimo. Gregg sonrió. - Bueno, quería asegurarme de ser tu primer beso. – dijo. Solté una risita. - Lamento informarte de que no eres el primero. – le dije arrugando los labios divertida. Gregg abrió los ojos como platos y su boca en una perfecta O, se llevó una mano al corazón e hizo una mueca de dolor falsa. - Acabas de romper mi corazón. En miles de pedazos. – dijo con un falso tono ofendido. Me reí negando con la cabeza y me alejé de él para ir a buscar otro trago. Encima de una mesa había todo tipo de bebidas, así que me acerqué a ella (a penas por toda la gente que había en el lugar) Inspeccioné todo lo que había buscando algo que estuviera cerrado, porque seguramente a más de una de estas bebidas le han tirado una que otra droga. Terminé agarrando una botella de algún tipo de whiskey que estaba cerrada, y sí que me costó abrirla, pero cuando lo hice sin pensarlo dos veces le di un largo trago. Sentía que mi garganta se quemaría de un momento a otro si no tomaba un vaso de agua pronto, pero en vez de eso – y por lo masoquista que era – le di otro trago. Hacía mucho tiempo que no bebía. - No sabía que a Gregg le gustaban las rubias. Normalmente él es más de las morenas. – escuché que dijo una voz masculina a mi lado haciéndome dar un respingo de la sorpresa. Me giré y me encontré con unos ojos celestes tan claros que por un momento me dejaron sin aliento. Un chico, bastante mayor (de unos veintitantos) me estaba mirando con una sonrisa de lado sin mostrar los dientes, lo que le marcaba un perfecto hoyuelo. Su mandíbula era cuadrada y sus labios finos y rosas, su piel estaba algo bronceada y su cabello era de un color n***o azabache hermoso, sus pestañas tocaban sus cejas, y juro que tenía un cuerpo para morirse ni bien mirarlo. No sabía quién era, ni por qué me hablaba, ni cómo sabía quién era Gregg, pero decidí seguirle la corriente para poder simplemente seguir admirando su rostro demasiado atractivo. - ¿Y tú quién eres? – le pregunté y luego le di otro trago a mi bebida. Bebida la cual él de ojitos claros me arrebató de las manos con una sonrisa petulante. - Eres demasiado pequeña para beber. – su tono de voz era seductor, pero no temblé ante ello. Enarqué una ceja y el siguió sonriendo de la misma manera mientras le daba un sorbo al whiskey. - Y tú estás demasiado viejo para venir a fiestas de preparatoria. – contraataqué. - Hey, veintiún años no es estar viejo. – Se quejó con una mueca demasiado sexy, tanto que ni siquiera sé cómo explicarla – Es solo... estar algo más avanzado que todos estos adolescentes tarados. - Yo soy una adolescente. – le dije obvia y supuestamente ofendida. - Lo sé. Pero no tienes pinta de ser una tarada. – dijo divertido, y casi reí con su comentario. Me crucé de brazos. - No sé si agradecerte, o pegarte una patada en las bolas. – le dije con la mirada fija en su hermoso rostro. Maldición, era demasiado perfecto para ser real. Definitivamente ese era el hombre más atractivo que había visto hasta el momento. - Podrías decirme tu nombre. – sugirió acercándose un paso más hacia mí, y no me aparté, incluso le sostuve la mirada por unos segundos con una sonrisa retadora en mi rostro. Sin mirar tomé un vaso de la mesa y le di un trago, mandando a la mierda eso de al previsión de bebidas. Necesitaba alcohol para tener un poco más de coraje.  Él ojiazul era mucho más alto que yo, por lo que tenía que elevar un poco la cabeza para poder verlo. - ¿Por qué te diría mi nombre? – Pregunté entre seria y divertida –. Es decir, puedes ser un violador y estar buscando emborracharme para secuestrarme, violarme y luego vender mis órganos al mercado n***o. - el achinó los ojos divertido –. O simplemente puedes ser uno de esos chicos enamoradizos y psicópatas y puedes estar planeando nuestro futuro en tu cabeza. Quizás me veas con un vestido de bodas, luego la luna de miel, y luego con dos o tres hijos, mientras que nos convertimos en viejos arrugados e inservibles juntos. – él estaba con una sonrisa divertida de oreja a oreja –. De las dos maneras, en ambas opciones estás loco. Así que decirte mi nombre sería una total falta de sensatez, por el simple hecho de saber de qué estás demente. - O quizás – se pasó una mano por la barbilla -, dejando de lado tu razonamiento bastante exhaustivo, simplemente soy un hombre que quiere invitarte un trago solo porque le pareciste bastante atractiva. – enarcó una ceja seductor y esa sonrisa de costado volvió a aparecer. No soporté más y sonreí al igual que él, solo que luego solté una risita por lo bajo por lo entretenida que había resultado esta conversación con alguien que no conozco en nada. Mis ojos se encontraron con los suyos nuevamente, y sonreí ampliamente. - Val. – dije pasándole la mano. - Zach. – respondió estrechándomela. Sonreí y le di un trago más a mi cerveza. Odiaba con mi vida que estuviera tan caliente, pero era lo único en este jodido lugar que no era completamente descartable para mi lista de bebidas alcohólicas. - Y dime, Zach, ¿Por qué estás en una fiesta de prepa y no en algún bar o antro con tus amigos de la universidad? – pregunté. - Hay dos respuestas. La primera, es porque no voy a la universidad, decidí dejarla por un tiempo. Y la segunda, porque estaba aburrido en casa y mi hermano me dijo: Hey, me voy a una fiesta, si quieres puedes venir. – se encogió de hombros – Y la verdad prefería ver como idiotas se emborrachaban a estar en mi sofá tirado viendo alguna película. - ¿Y qué estudiabas? – al parecer que lo esté investigando tanto le dio gracia, ya que soltó una pequeña risita por lo bajo y sonrió por fin mostrando sus dientes, y esa sonrisa se me hizo parecida a la de alguien pero no pude recordar quién. - Medicina – hice una mueca, no tenía pinta de médico. Le dio un trago al whiskey –. Yep, no es lo mío. El año que viene empezaré leyes. Pero la verdad la veo difícil porque... - no lo dejé terminar porque sabía lo que diría. - Adivino. Toda tu familia estudió medicina como tradición familiar. Y ahora el hecho de que uno de ellos quiera corromper todo el sistema y estudiar leyes es un gran grano en el culo. - ¿Qué te puedo decir? – se encogió de hombros sonriendo –. En mi familia solo hay puros idiotas. - Brindo por ello. – le dije elevando mi cerveza al aire y chocándola con su botella de whiskey. - Ahora que ya me has analizado – dijo divertido a mitad de una risa. Lo miré -, ¿No quieres bailar? – preguntó achicando un poco los ojos y frunciendo los labios. Se me hacía imposible decirle que no. Era apuesto, me caía bien, era divertido y comprobó no ser un maldito idiota, así que decirle que no a un baile sería prácticamente un pecado mortal. Y cuando llegara al infierno, lo primero por lo que me torturarían sería por haberle dicho que no a este hombre. - No estaría mal. – respondí con una sonrisa. Zach sonrió sin mostrar los dientes, seductor, sexy y me tomó de la mano dirigiéndome a la pista de baile. Así se pasó la noche, mientras la música sonaba a todo volumen y muchos cuerpos a nuestro alrededor querían aplastando, fuimos bailando de todo un poco. A veces con movimientos sexys, otras veces con movimientos raros y divertidos para reírnos un rato y otras veces simplemente nos la pasábamos saltando por la canción electrónica que pasaban. Traté de buscar a mis amigas, pero las pocas veces que las vi estaban con un chico charlando, y no quería interrumpir. Me preocupaba el hecho de no haber visto a Lenn en toda la noche, pero sabía que ella no sería tan idiota como para dejar que algo malo le pasara, o como para descuidarse, además, estaba al tanto de su regla anti-alcohol, así que jamás en la vida podría tener miedo por el hecho de que esté borracha con un chico encima de ella, ya que eso no pasaría jamás. Definitivamente cuando nos volviéramos a ver, tendríamos miles de cosas que contar de esa noche. Todo el resto de la noche me la pasé junto a Zach, bailando, bebiendo, bailando de nuevo, riéndonos, charlando bastante y volviendo a beber. Resultó ser una persona completamente agradable, incluso bastante interesante con todas las experiencias que tenía que contar de la universidad. Y me cayó muy bien, súper bien diría yo. Cada hora que pasaba con Zach, siempre tenía una botella llena de cerveza en mi mano, que no recuerdo de dónde salían. Pero llegó un momento en el que necesité aire y entonces él me acompañó afuera. A penas podía caminar y todo daba vueltas en mi cabeza mientras sentía la comida de esta tarde subir por mi garganta. Todo me dio vueltas y me sostuve por la pared a mi lado para no caerme, pero simplemente me mareé aún más. Lo último que recuerdo es que todo se puso n***o de un momento a otro.
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