Capítulo 3: "¿Quieres acostarte conmigo?"

3750 Words
La semana había pasado lenta y agobiante, pero finalmente era viernes, y si existía algo en el universo que amara con todas mis fuerzas, era los viernes. Los malditos viernes eran para volver a recobrar la vida y energía que la semana de instituto me había quitado, literalmente. Un día de belleza pura y sincera. Y aunque normalmente solamente salía al patio de mi casa, estaba todo el día tirada viendo alguna serie, o película, comiendo y sin ser molestada por nadie, era uno de los mejores regalos que pudiera tener.  Esa noche era la fiesta de regreso a clase, que la organizaba West Harrison. Quien era un completo idiota - aunque toda persona en mi instituto era idiota según yo, excepto mis amigas -,pero no podía negar que hacía las mejores fiestas del universo, aunque solo había asistido a una. Pero eso no importaba, esa fiesta fue épica. La pregunta era  ¿iré a la fiesta? Claramente no. No estaba en mis planes de un viernes ideal. Uno porque no tenía ganas, y dos porque... simplemente porque no tenía ganas. Las chicas intentaron convencerme de todas las jodidas maneras de que vaya con ellas, pero cuando algo se me metía en la cabeza, no había forma de sacármelo.  Sabía que posiblemente esa noche era la posibilidad ideal de ganar la apuesta de una vez por todas. Pero la verdad eso se lo dejaba a Julie. No quería acostarme con nadie en ninguna fiesta, y conociéndome, menos aún estando borracha.  El timbre de fin de clases sonó y todos salieron corriendo como gacelas perseguidas por un león. Salí del curso sola ya que ninguna de mis amigas estaba en esa clase conmigo, y cuando estaba a punto de cruzar la puerta, alguien me chocó con fuerza el hombro para poder salir primero.  Al levantar la mirad y encontrarme con su perfil, me contuve para no explotar de la rabia.  - Fíjate por dónde vas, Brennett. – le espeté al idiota que casi me arrancó una extremidad. Él se dio vuelta para mirarme con una sonrisa socarrona y unos ojos divertidos.  - Así que si hablas...-- dijo en tono divertido y fruncí el ceño, él me miró atento por unos segundos -. Tú eres la hermana de Matt. – dijo como si recién me recordara de todas las veces que nos habíamos cruzado en la cocina de mi casa. - ¿Tu nombre?  Eso no sonó como una pregunta, fue casi como exigiéndome que le respondiera. Exactamente a eso me refería cuando decía que era una de las personas más idiotas que conocía.  - No te interesa. – dije antes de salir disparada del salón de clases, apretando los puños a mis costados. No dejaría que me arruinara el buen humor.  Caminé por los pasillos desiertos del instituto hasta por fin llegar a la puerta de salida. Busqué con la mirada el auto de Lenn cuando salí al aparcamiento del instituto, pero no lo encontré. Miré confundida alrededor, se suponía que ella me llevaría a casa, como siempre, ¿dónde mierda se había metido? ¿Por qué mierda no me había esperado? Sabe que no tengo como ir a casa, que está a unos cinco kilómetros de aquí. Definitivamente cuando la viera la mataría.  Vi a mi hermano recostado por su auto a unos metros de distancia, con Sidney a su lado, tocándole un brazo de una manera provocativa, y con una sonrisa coqueta en el rostro. Así que descarté la idea de pedirle para ir en su auto a casa. Igualmente, aunque se lo pidiera, posiblemente preferiría morir de sed en el desierto antes de hacerme algún favor, o mucho peor que eso, querer que luego yo le haga un favor. Así que simplemente me aferré a la idea de ir caminando. Tampoco me vendría mal hacer algo de ejercicio.  Cuando empecé a bajar las escaleras, Brennett pasó por mi lado, mirándome de reojo con una sonrisa de idiota en el rostro, y fue directamente en dirección mi hermano.  Por un segundo se me pasó por la mente la idea de pedirle que me acercara a casa, pero luego me di cuenta de lo estúpido que sería y me golpeé mentalmente en la cabeza con un martillo.  Tendría que ir caminando a casa y seguramente sudaría como un cerdo. Pero sería algo bueno, al menos podía contar esa caminata como ejercicio del año.  Empecé a caminar atravesando el estacionamiento, cuando de la nada una camioneta convertible negra paró en frente de mí, a pocos centímetros de aplastarme el pie.  Estuve a punto de insultar a los cuatro vientos al idiota que estaba conduciendo, cuando me di cuenta de quién era.   Gregg me estaba mirando con una sonrisa divertida sin mostrar los dientes, y casi me atoré con el chicle que tenía en la boca. Había visto a muchos chicos en mi vida, pero en serio que Gregg Miller no podía ser tan jodidamente atractivo. Ya lo dije muchas veces, pero era un jodido Dios griego, y no entendía como su sola sonrisa podía sacarme la respiración haciéndome parecer una retrasada.  - Sube – me dijo. Pero no de una manera ruda, incluso lo dijo casi tiernamente. Fruncí el ceño confundida ante sus palabras.   - ¿Qué? – me escuché decir en tono confundido. Él rió por lo bajo y yo cada vez estaba más y más perdida con lo que estaba sucediendo.  - Vamos a tu casa - yo seguía sin entender nada. Me miró divertido -. A comer pan. Lo arreglamos el lunes. – Soltó una risita y enarcó una ceja mirándome con los ojos entrecerrados-. ¿Lo olvidaste, cierto?  Abrí los ojos como platos y me subí rápida y alborotadamente a su auto cuando caí en la cuenta de sus palabras. Mierda sí, lo había olvidado por completo. Es lo que me sucedía siempre: mi cerebro no era capaz de retener muchas cosas. Además, en el transcurso de la semana ni siquiera cruzamos miradas con Gregg, por lo que tampoco tuve ningún tipo de recordatorio. Pero no entendía cómo pude haberme olvidado de que el sexi, agradable, amistoso y lindo Gregg iría a mi casa.  Todo era por culpa de los profesores y esa mierda. Nos habían mandado kilos y kilos de tareas y recién era la primer semana de clases. Mi cerebro no funciona en esa época del año. Me llevaría unas tres semanas más adaptarme a la rutina del instituto de nuevo.  Sonreí de manera tensa mirando a Gregg y él soltó una carcajada al mismo tiempo que empezábamos a avanzar. Me enderecé en el asiento y me coloqué el cinturón de seguridad. Cuando pasamos por el frente de mi hermano, Sidney y Eric, Gregg los saludó agitando la mano. Tuve que contener una sonrisa ante sus reacciones. Mi hermano literalmente me miró como su me hubieran salido tres ojos en la frente, Sidney simplemente me observó confundida y con algo de odio, y Brennett simplemente trataba de ocultar una sonrisa que amenazaba con escapar de sus labios.  Cuando por fin estuvimos fuera de la vista de sus amigos, decidí que debía decir algo.  - No lo olvidé. – me defendí cruzándome de brazos.  - Ajá, claro. – respondió él, divertido, como siempre. Puse los ojos en blanco, tratando de buscar una buena excusa.  - No es que lo haya olvidado, simplemente se me pasó – Gregg rió -. Okey sí. Lo olvidé. Pero no puedes culparme. Ni si quiera hablamos en el instituto como para que me lo recordaras.  - Puedes acercarte a hablarme cuando quieras – dijo mirándome de reojo, sentí por primera vez en mi vida que me sonrojaba –. Yo también lo empezaré a hacer.  - ¿Hablarte en el instituto? – Pregunté incrédula, casi solté una carcajada –. Ni loca, ni drogada.  - ¿Por qué? – preguntó riendo pero con el tono de voz curioso.   - Eres amigo de mi hermano– Dije obvia. Empecé a enumerar con los dedos –. Eres amigo de Brennett. Todas las porristas y los del equipo de fútbol siempre están contigo. Si me acerco, sería el centro de atención entre miles de idiotas que no tardarían ni un segundo en despedazarme con sus críticas.  - Okey, okey... Entiendo tu punto - puse los ojos en blanco –. Entonces tendré que acercarme yo a ti. - su tono coqueto y su sonrisa de costado me hicieron negar con la cabeza.   Y como me gustaría que lo hiciera.  ( . . . )  Cuando llegamos a mi casa lo primero que hicimos fue tirar las mochilas en el piso y correr hacia el sillón. Gregg había estado tantas veces en mi casa que prácticamente ya se consideraba de la familia y estaba totalmente cómodo con su entorno, tanto que ni siquiera tiene que pedir permiso para ir a sacar comida de la cocina.  Al principio simplemente empezamos a mirar la tele mientras comíamos sándwiches que había en la nevera. Prácticamente nos reíamos del programa o cuando alguno de los dos hacía alguno que otro comentario gracioso. Nunca se volvió incómodo en ningún momento, y eso fue algo que me encantó, porque a pesar de que no nos conocíamos mucho, ya existía cierta comodidad y familiaridad entre nosotros. Casi podría decir que era como estar sentada en la sala con mi hermano mirando televisión. Cosa que claramente jamás sucedía, pero que solíamos hacer cuando éramos más pequeños y cuando mamá seguía con nosotros.  Peor entonces, entre las risas y las bromas acerca del capítulo de  "Friends" que estábamos viendo, caí en la cuenta que esa comodidad quizás era una mala señal. Yo no tenía que verlo como un amigo o un hermano, yo tenía que querer acostarme con él. Yo tenía planeado estar perdiendo mi virginidad en este preciso momento y desentenderme de la apuesta. Pero no, estaba sentada en el sillón con un tazón de uvas en el regazo mientras ambos miramos televisión como dos amigos y nos reímos de cualquier estupidez.  >  - Okey – dijo animadamente Gregg de repente, mientras se volvía hacia mí. Sonreí confundida–. Hay una pregunta que me está carcomiendo la cabeza desde el lunes..  - Dispara, vaquero. – le hice una seña con la mano para que me preguntara lo que tanto lo torturaba por las noches. Se rio por lo bajo. Sus ojos verdes eran de verdad una manera sencilla de distraerse.  - ¿Por qué me invitaste a venir? – preguntó por fin –. Es decir, de los casi tres años que vengo aquí, las veces que nos cruzamos prácticamente me ignorabas por completo... y luego de un día para el otro me invitas a tu casa, en algo así como una "cita" – Quise decirle que eso no era una cita en lo absoluto, que simplemente fue un pequeño plan para perder mi virginidad, pero me mordí la lengua y lo continué mirando atenta –. Así que quiero saber por qué me invitaste.  Y en ese mismo momento me tensé de pies a cabeza. La sonrisa se borró de mi rostro.  Si existía algo para lo que jamás había sido buena para nada era mentir. Podía hacer cualquier cosa, o bueno casi, pero mentir definitivamente no se me daba bien. Y no sabía qué carajo responderle a Gregg, no quería decirle sobre la apuesta y que pensara que simplemente intenté utilizarlo, porque la verdad no es así... Bueno, al principio si fue así, pero no pensé que me terminaría cayendo tan bien. Además, también estaba la posibilidad de que él pensara que era una loca acosadora que solamente estaba en busca de su cuerpo.   No quería que me odiara o que pensara algo así sobre mí.  - Solo quería conocerte mejor. – dije evitando su mirada y encogiéndome de hombros. Mi tono de mala mentirosa me delató al segundo. Llené de aire mis pulmones.  - Val – su tono de voz era casi amenazante, pero divertido –, no me mientas. Solo dime por qué me invitaste.  - Si te lo digo vas a pensar que mis amigas y yo somos unas raritas. – le dije por fi,  encarándolo. El bufó poniendo los ojos en blanco mientras agarraba unas cuantas uvas y se las llevaba a la boca.  - Jamás pensaría eso – habló con la boca llena, lo que me hizo reír -. O bueno, quizá sí, pero en el buen sentido.  Me mordí el labio indecisa mientras Gregg me miraba ansioso, y decidí que decirle no estaría mal, incluso, sería algo divertido y podríamos reírnos. O en el peor de los casos, él inventaría una historia falsa diciendo que intenté abusar de él para ganar una apuesta, o que simplemente soy una interesada que intentó seducirlo y bla bla bla. Pero al fin y al cabo, me importaba una mierda lo que pasara después. Si decidía contarlo, por mi no había problema.   - Mis amigas y yo hicimos una apuesta – empecé a explicar –, que consiste en que todas tenemos que dejar de ser vírgenes antes de la graduación, y la que no lo cumple, tendrá que mostrar sus pechos cuando le entreguen el diploma en la graduación.  Gregg me miraba atento cuando se lo expliqué, como casi analizando cada una de mis palabras. Incluso, me pareció raro que me mirara tan fijamente.  - ¿Y me invitaste porque...? – dejó la oración en el aire. Lo miré exasperada, ¿en serio aún no había comprendido el porqué de su presencia en la sala de mi casa ese día?  - Porque pensé que podríamos acostarnos. – dije como si nada metiendo unas uvas en mi boca, a pesar de que por dentro moría de nervios por su reacción.  Su reacción fue un poema: abrió los ojos como platos al mismo tiempo que empezaba a toser como una foca, ahogándose con todas las uvas que tenía en su boca. Empecé a golpear fuertemente su espalda para ayudar a que no muera en mi sofá.  Cuando por fin pudo digerir correctamente las uvas de su boca, me miró con la boca abierta y empezó a carcajearse fuertemente. Sin poder contenerme yo también empecé a reír. Si, de hecho lo dije de una manera tan casual que hasta a mi me dio gracia.  - O sea que tú, Valerie Drake, quieres acostarte conmigo. – dijo con tono pervertido mientras subía y bajaba las cejas rápidamente. Lo empujé por los hombros mientras reía.  - Con todo respeto, si lo hacemos lo antes posible mejor. Si no es una molestia, claro. – me encogí de hombros y empezamos a reírnos nuevamente.  - ¡Dios mío! Esto es lo más épico que me han dicho hasta ahora – dijo riéndose -. Es decir, la hermana de uno de mis mejores amigos quiso utilizarme para perder su virginidad y no tener que enseñar sus pechos todo el institut... - dejó de hablar de la nada, como dándose cuenta de lo que estaba diciendo, y me miró con los ojos entrecerrados – Espera, espera... ¿eres virgen?  Asentí con la cabeza y sus ojos casi se salen de sus órbitas.  - ¿Tanto te sorprendes? – pregunté mientras comía unas uvas.  - ¡Claro que sí! – casi gritó –. Es decir. Eres una chica simpática, eres muy lista, atractiva, y tienes un cuerpo de la muerte. ¿Cómo carajo no te has acostado con nadie todavía? – preguntó casi ofendido.  - ¿Yo? ¿Buen cuerpo? – solté una carcajada -. ¿Ves esto? – dije apuntando a dónde supuestamente tendrían que estar mis pechos -, ¿No lo ves? ¡Es porque no hay nada ahí! – grité y Gregg soltó una carcajada –. Mi tía tiene los pechos más grandes que yo. Yo heredé las tetas de mi padre, no sé qué pasó.  Gregg empezó a reír tanto que en un momento temí por el hecho de que muriera ahí en frente de mí. No entendía que tenía este chico conmigo, cada vez que decía una sola palabra, él ya empezaba a reírse como si hubiera dicho lo más gracioso que hubiera escuchado nunca.  - ¡Oh, vamos! – Exclamó –, sí tienes un buen cuerpo. Solo tienes que mostrar un poco más de piel, usar algo más... -- me miró de arriba abajo, arrugó su nariz — Más de tu talla.  ¿Ahora todo el mundo era asesor de moda? Primero mi hermano, y luego él. Pero a diferencia de Matthew, Gregg lo decía con buenas intenciones, en cambio mi hermanito lo decía para ofenderme.  - A ver, ¿qué clase de corpiño estás usando? – preguntó como si fuera lo más común del mundo. Abrí los ojos como platos y lo miré extrañada, con cara de "¿En serio crees que hablaré de mi ropa interior contigo?" –. Oh, por favor. Aunque no lo creas, sé mucho sobre mujeres. Eso incluye el vestuario, la ropa interior, todo.  Pensándolo bien, tenía razón. Había estado con miles de chicas, había visto miles de tallas, miles de bragas y corpiños, miles de faldas cortas, miles de blusas y camisas, jeans, y a pesar de que todo eso seguramente terminaba en el piso, él mismo era todo un analítico de mujeres. Incluso, en él podía confiar mucho más que en mujeres, al fin y al cabo era un hombre, ¿y qué mejor que él me dijera qué era lo que le atraía de una chica? Quizás podía usar sus consejos.  A partir de ese momento, Gregg Miller se convertiría en mi nuevo asesor de modas.  - Val. – dijo quejoso, ya que no le contestaba.  - ¡Okey, okey! – grité elevando las manos en el aire. Solté un bufido -. Uno deportivo. – dije casi en un susurro poniendo los ojos en blanco.  - ¡Ahí está el problema! – gritó mientras saltaba del sillón y se ponía de pie –. Ese tipo de corpiño aplasta totalmente tus... - hizo unas señas raras con sus manos y no pude evitar reírme –. Tienes que ocupar uno de esos que tiene un... uhm, cosito en la parte de abajo que hace que tus... pechos... se levanten. O algo así.  - Los corpiños armados. – aclaré por él.  - Exacto. Uno de esos. Y mejor si es con encaje. – dijo apuntándome con su dedo índice.  Hice una mueca. Esos corpiños eran muy incómodos y me daban picazón. Además, con mis tops deportivos estaba más que cómoda. Podía correr, saltar, dormir y hacer todo lo que quiera estando completamente cómoda. Definitivamente, la ropa interior sexi sería un problema.  Lo miré con cara de "Jamás en mi puta vida" y él puso los ojos en blanco mientras me miraba con cara de "Oh, claro que lo harás"  - ¿Quieres perder tu virginidad o no? – preguntó torciendo la boca y elevando las cejas.  - Pues si. — Dije obvia.  - Entonces tendrás que hacerte notar un poco más, linda – dijo –. Está claro que yo no lo haré contigo. Mis códigos de buen amigo me lo impiden. Incluso aunque me lo ruegues e intentes suicidarte. – reí ante sus palabras -. Así que vas a tener que coquetear, ser más atrevida y esas cosas que hacen las chicas para conquistarnos. Y entre esas cosas está el hecho de que tienes que vestirte para llamar la atención.  - ¿Estás seguro de que no eres gay? – pregunté divertida frunciendo el ceño –. Porque si no, nada explica el hecho de que no quieras acostarte conmigo. – dije con sorna, y el rió ante mis palabras.  - Créeme que no. Me gustan las v*****s, así que no – reí –. Y no me quiero acostar contigo no por el hecho de que no seas guapa, si no, porque tengo varias reglas personales – se sentó nuevamente a mi lado, mirándome a los ojos -. Y entre esas reglas está la de no acostarme con las hermanas de mis amigos, y no acostarme con chicas que me caen bien – me abrazó por los hombros –. Y tú, Val, entras en ambas.  Le sonreí ampliamente.  A decir verdad, yo tampoco quería acostarme con él. Al principio si, al fin y al cabo lo invité a venir porque pensé que podría ganar la apuesta con su ayuda, pero luego de un rato hablando me di cuenta que era mejor no arruinar o tensionar las cosas con él. De verdad me caía muy bien como amigo. Pero solo eso. Nada de amigos con derecho a roce o alguna de esas mierdas.  Estaba de moda las relaciones desinteresadas, donde ambas partes deciden involucrarse solamente con el sexo. Pero yo jamás había estado con nadie, ni sentimental, ni sexualmente. Así que no sabía qué podría salir del hecho de que Gregg me agradara tanto. No quería arriesgarme a acostarme con él y que mi estúpido corazón empezara a sentir cosas o que mi v****a creara una relación afectiva no deseada por mi mente.   Ser solo amiga de Gregg sería la mejor salida.  - ¿Entonces qué se supone que tengo que hacer para poder acostarme con alguien? – pregunté divertida. Era entretenido hablar al respecto, idear planes o lo que sea.  - Primero que nada – me miró a los ojos con una sonrisa –, un pequeño cambio de imagen – bufé poniendo los ojos en blanco. No quería dejar de vestirme cómodamente simplemente por conseguir a un chico –. Quizás algo un poco más ajustado o... ¿corto? – Dijo mirando mi torso y mis piernas –. Definitivamente peinarte un poco – comentó mirando mi cabeza con mueca de horror, lo empujé divertida -- Y maquillaje. Solo si quieres. A mi me gusta más al natural pero, ¿qué mierda sé yo de maquillaje?  No me gustaba mucho la idea de tener que cambiar mi imagen para tener que gustarle a alguien lo suficiente como para que quiera irse a la cama conmigo. Pero desgraciadamente vivimos en una sociedad donde tu apariencia dice mucho de ti, incluso a veces te define. Una completa mierda.  - Punto para mí. Odio maquillarme, y tampoco sé como hacerlo.  - De todas maneras no lo necesitas– dijo, recorriendo mi rostro con sus ojos demasiado atento. Sentí mis mejillas arder por segunda vez en toda mi jodida vida. Esto se estaba volviendo una muy mala costumbre en mí. Gregg me sonrió –  ¡Hey! ahora que recuerdo, esta noche es la fiesta de West. Podemos ir juntos y así me verían llegar con una Val completamente cambiada. ¿Quieres?  - De hecho, no estaba en mis planes ir a esa fiesta. – suspiré.  - ¡Por favor! – gritó en mi oído dejándome sorda - ¡Podemos hacerte el cambio de imagen y llegaremos a la fiesta y dejarás a todos con la boca abierta! ¿Quién sabe? Incluso puede que ganas la apuesta hoy y puedas volver a la normalidad y dejar de preocuparte por esa apuesta.  Lo miré indecisa por unos segundos, pensando en el hecho de que si me acostaba con alguien pronto, significaba que me dejaría de preocupar por la apuesta y por el hecho de tener que cumplir el jodido reto. Es decir, ¿Quién carajo quiere enseñar sus pechos a toda la sociedad estudiantil y además de eso a los padres y a las autoridades? Yo no quería. Y mucho menos por el hecho de que mi padre estaría en mi graduación.  Mientras más rápido terminara con todo el asunto, más rápido dejaría de preocuparme al respecto.  - Iremos a la fiesta. – dije fingiendo felicidad con una pequeña sonrisa.  - Créeme, cariño. Será la mejor noche de tu vida.  Lo dudaba mucho. 
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