Actualización…
Minutos más tarde…
Hemos dejado de usar esos vestidos por lo que cada quien vuelve a su respectiva recamara, eso con el fin de prepararnos para ir con los masajistas tal y como lo dijo el señor Alberto.
Tomo mis cosas y seguidamente de eso salgo nuevamente de mi habitación. A decir verdad, nunca me he hecho un masaje así que veremos qué tal es eso.
Sigo avanzando hacia el lugar a donde me dijo mi tía que me tocaría tomar el masaje, eso es fuera de esta hermosa casa. La cual es la casa de vacaciones de los Guidacci a lo que comento el señor esto es como un escape el cual se dan de vez en cuando, o también cuando hay un festejo el cual quieren hacer lejos de la ciudad.
En fin, bajo unos pequeños escalones, doy vuelta a la derecha para finalmente ver a lo lejos unas camillas y dos masajistas aparte de aperitivo mientras observo eso sigo avanzando hasta llegar, cuando lo hago me doy cuenta de que Roberto está ahí, justamente acostado en una de esas camillas.
¿Qué es esto? Sin pensarlo me doy la vuelta e intento volver.
—Señorita por aquí —ese masajista me toma del brazo y me devuelve.
Algo incomoda vuelvo hacia ese lugar en donde no me queda más opción que recostarme en esa camilla.
Minutos más tarde…
Ese masaje ha comenzado y hasta el momento ni el mismo Roberto ni mucho menos yo he cruzado palabra y aunque no quiera verlo o algo parecido eso a esta cercanía es imposible, puesto que desde donde estoy puedo ver esos tatuajes y esos brazos marcados con los cuales cubre su rostro o al menos eso hacia hasta que noto como su mirada se encuentra con la mía, eso me sorprende y aunque quiera voltear mi mirada no puedo.
Trago saliva en tanto sigo viendo esos ojos los cuales me hacen sentir tan nerviosa.
Vaya sí que estos masajes son tan relajantes que, aunque me sienta tan nerviosa no dudo en cerrar mis ojos y perderme en esa relajación.
Una hora más tarde…
Algo confusa levanto mi rostro para darme cuenta de que los masajistas ya han terminado su trabajo ¿Cómo es que me he quedado tan dormida que ni siquiera me di cuenta de que se han ido?
De pronto la voz de Roberto me saca de mis pensamientos ¿Qué? ¿Roberto aún sigue aquí?
Frunzo el ceño y volteo hacia donde esta él quien me ve fijamente a la vez que niega con la cabeza mientras una diminuta sonrisa se asoma por esos labios carnosos y bien formados.
Por Dios Celia ¿Qué dices? Me digo a mí misma mientras aprieto mis ojos por unos segundos.
—Sí que te cayo de maravilla ese masaje, pero entiendo, una persona de clase baja lo primero que hace es quedarse dormida.
—No estoy para ofensas, con permiso—me levanto de esa camilla y camino fuera de ese lugar.
—Un momento—él me alcanza para detenerme.
¿Ahora que quiere? Me pregunto al mismo tiempo que veo ese agarre para después levantar mi mirada y verlo.
— ¿Qué pasa? —me suelto de su agarre.
—Vaya casi y no te reconozco en cuanto llegaste, te ves diferente—me observa a detalle.
— ¿Eso es todo lo que tenías que decir? —cuestiono un poco desconcertada.
—Toma este celular es para ti, no quiero deberte nada —menciona seguido de ofrecerme una pequeña cajita de cartón la cual está adornada con un moño y unos chocolates.
Recibir eso de él no sea si sea una buena manera de hacer las paces o quizá sea una broma de su parte, aunque para ser franca creo que la segunda opción es más verídica.
Exhalo indignada en tanto niego con la cabeza.
—Creo haberte dicho que no quiero nada, pronto sacare un teléfono y lo pagare yo misma, con permiso—tan solo bajo un escalón para después sentir como él toma mi mano y me detiene nuevamente.
Por mi parte solo siento una corriente divagar por todo mi cuerpo, sé que esto ya lo he sentido varias veces sin embargo todas ellas fueron porque accidentalmente él me ha tocado sin querer, pero ahora esto no es accidental.
Él ha tomado mi mano para detenerme y aunque eso solo duro tan solo algunos segundos eso me sorprende tanto que me cuesta hablar.
— ¿Qué? ¿Lo tomarás? O ¿Te seguirás haciendo la indignada? —alza las cejas.
Él habla tan natural mientras que yo me debato entre mis nervios y mis ganas de decir algo.
Aun así pestañeo un par de veces hasta que decido decir algo.
—No me esperaba menos de ti, pero te responderé, así lo veas como una indignación ¡No tomare nada! —contesto molesta.
—Bueno por lo menos respóndeme ¿Si me ayudaras o no?
Mi única respuesta es torcer los ojos y finalmente irme de ese lugar.
No lo puedo creer, bueno si lo puedo creer. Él nunca va a cambiar jamás lo hará, juro que por un momento pensé que él me diría que por lo menos esos chocolates los había comprado pensando en mí y no por una deuda, pero no, él solo no quiere deberme nada para quedar bien y así acepte ser su maestra de música.
—Alberto te amo, soy tan feliz —esa es mi tía quien está tomando un café con su prometido—Alberto en unos días seré tu esposa y nuestras familias se unirán ¿Te confieso algo?
—Si. Dime mi amor—él toma sus manos.
—Me alegra tanto que mi sobrina y tu hijo estén planeando un dueto juntos y aunque no quiero forzar a Celia a nada. Me alegra que ella haya tomado sola la decisión de cantarme esa canción en mi boda y mejor aún a lado de tu hijo, porque, aunque no lo creas en el fondo eso ayuda a que nuestra familia este unida—ella sonríe — ¿Sabes? Siempre soñé con una familia unida y ahora que estoy contigo soy muy feliz—ella acaricia las mejillas de su prometido.
—A mí también me alegra ese dueto, por lo menos hemos logrado que nuestros hijos se lleven bien al menos a base de la música.
Dejo de ver eso y con los brazos cruzados sigo avanzando hacia dentro de la casa y después me paso de largo hacia mi recamara.
Por alguna razón las palabras de mi tía Bella me han hecho reflexionar. Ella no se merece que mis problemas con Roberto la afecten y aunque él me de miles de razones para enojarme, no puedo quitarle la ilusión a mi tía de verme cantar su canción favorita.
Así que, si, voy a continuar dándole clases a Roberto, total solo faltan unos días para la boda así que no tendré que soportarlo tanto tiempo.
En fin, entro a mi recamara, finalmente me puedo dar un baño asì que para no hacerlo tan largo me paso directo hacia la regadera, en donde me baño y salgo rápidamente puesto que no he lavado mi cabello, eso por el alaciado que me acabo de hacer.
Puestos mis calzones y brasier salgo del baño rumbo hacia el tocador para tomar mi crema de cuerpo, así como la de rostro.
Pongo unas gotitas en mi mano la cual deslizo sobre mis piernas y después por mis brazos, seguidamente de eso pongo otro poco de crema, pero ahora de rostro en mis manos, luego de eso unto mi cara un poco y con masajes la divulgo hasta que me veo al espejo y detrás de mi esta Roberto quien me ve sorprendido.
De inmediato tomo la bata y me la pongo sobre mi cuerpo.