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Los ojos de Amari

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Blurb

La vida de Amari no es tan libre de amargura como parece, de hecho, ella tiene poca paciencia y suele llorar para liberar sus frustraciones, por suerte, parece tener un ángel que la respalda, y protege, o quizás se trate de un demonio.

Quizás ese demonio también pueda ayudarla a liberar su frustración de otra manera.

Quizás ese demonio pueda hacerla ver el mundo y las estrellas.

Puede que Amari se convierta en el corazón que a Thomas parece faltarle, mientras que Thomas puede intentar ser los ojos de Amari.

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Capítulo 1 “Su frustración”
No puedo soportarlo más, voy a enloquecer. Ya no tengo lagrimas para llorar, aunque también estoy cansada de hacerlo, me siento hinchada, siento una pelota enorme en mi garganta, mi nariz está irritada y mis ojos están irritados. Siento mis uñas filosas y rotas, lo que me irrita todavía más, tendré que pedirle a mamá que me ayude con eso, y sabrá que otra vez estoy comportándome como una neurótica y volverá a recomendarme con su amiga la psicóloga. Yo no necesito un psicólogo, necesito un trabajo y que dejen de tratarme como si fuese una nena de cuatro años y tengan que picarme la comida y dármela en la jodida boca. Tampoco necesito palabras de aliento, como si en lugar de buscar trabajo estuviese buscando consejos sobre cómo vivir una vida que he vivido por veinticinco años. Soy ciega de nacimiento, y es una mierda, pero podría ser peor. Tuve una buena infancia, un poco difícil, pero en realidad no fue terrible, por otro lado, mi adolescencia si fue algo más complicada, aunque en realidad la parte difícil fue todo por culpa de mi pequeña etapa de rebeldía que por fortuna no tardé en superar. En conclusión, he vivido veinticinco años no más difíciles de lo que ya es una vida promedio. Como dice el dicho, no se puede extrañar algo que nunca se ha tenido, y aunque si hubo un tiempo en el que añoraba más que nada poder ver, a estas alturas de mi vida considero que soy feliz. Claro que también ayuda mucho el hecho de haber tenido la suerte de nacer en la familia en la que nací; nunca nos hizo falta nada ni a mi hermano ni a mí, al contrario, y además tanto mis padres como Adrien han sido siempre un apoyo enorme. Ahora, mi problema actual no se debe a que he tenido una mala vida, porque no ha sido así, he tenido obstáculos, sí, pero gracias a la tecnología, a mi familia, y a que nunca me rendí, pude incluso graduarme en una buena universidad, lo que es grandioso. El problema radica en que aun cuando tengo los estudios y todo el perfil necesario, no consigo el trabajo, y en su lugar, a cada entrevista a la que voy consigo palabras de apoyo, consejos no útiles y palmadas en la espalda. Mierda, quiero volver a llorar. —Ese tipo fue un imbécil ¿cierto, bebé? — limpio mi nariz con un pañuelo antes de dejar caer la cama en el piso, pero antes de volver a llorar, no puedo evitar reírme al sentir las cosquillas que me causa mi pequeño Rey al lamerme la cara. Intento quitarlo en vano. —Ya basta Rey, por dios, me vas a dejar toda babosa — me quejo, aunque sinceramente, esto es lo que necesitaba para dejar de revolcarme en mi miseria. >>Sí, bueno, tienes razón, no fue tan imbécil, fue bastante amable, aunque no me vas a negar que la recepcionista si fue bastante idiota — escucho como mi bebé ladra en un tono que identifico como feliz. Vuelvo a soltar otra risa. Adrien siempre me molesta porque hablo con Rey como si fuese una persona, pero lo que él no entiende es que mi dulce bebé no necesita ser una persona o hablar en mí mismo idioma para comunicarnos. Además, que no necesito ser adivina para saber que Rey tiene mucha más consciencia y compasión que muchos humanos, y que también es menos animal y menos salvajes que muchos monstruos que hablan y visten como nosotros. —Pero igual no puedes negar que fue un tonto ¿cómo me va a decir que soy muy inteligente y que sabré como poder con esto? Obvio que lo soy, lo he hecho toda mi vida, es un idiota — sigo quejándome. Hoy a primera hora tuve una entrevista, todo parecía apuntar bien cuando me llamaron luego de dejar mis papeles, creí que finalmente lo había logrado. Pero luego cuando me vieron llegar con mi perro guía y el tipo notó que soy completamente ciega, y no parcialmente como dijo que creyó, lo único que recibí de su parte fueron palabras de consuelo, como si hubiese perdido a alguien importante o algo así. Estúpido. —¿Debería renunciar y dejar que mis padres me mantengan por el resto de mi vida, Rey? ¿qué opinas de eso? Mudarnos a casa otra vez y que vuelvan a elegir mi ropa, me sirvan la comida en la mesa y lo único que tenga que hacer sea jugar contigo todo el día, seguro te encantaría. Siento como el ya familiar nudo comienza a formarse otra vez en mi garganta, pero antes de volver a llorar, aunque creí que ya no sería posible, siento como mi Rey se lanza sobre mi cara a atacarme. No puedo no reír ante las cosquillas que me causan sus lamidas. —¡Rey por dios, que asco, ya para! — como siempre, él obedece y me da mi espacio, y pocos segundos después siendo como se deja caer acostado a mi lado, dejando reposar su hocico en mi pecho. Suspiro en lo que me giro para abrazarlo. Mi Rey no solo me protege y guía en los entornos desconocidos, cuando estamos en casa, él también es mi apoyo emocional. Sinceramente, no estoy segura de que sería de mí ahora mismo sin él. Quizás estaría internada en algún psiquiátrico. —Tu no me dejarías enloquecer de frustración ¿cierto? — como si me entendiera, él resopla, lo que me hace sonreír —Bien, entonces supongo que no puedo romper cosas para desahogarme, a ti no te gustan los ruidos fuertes. Ya una vez navegando por internet conseguí que un método efectivo para desahogar el estrés es ese, romper cosas, pero no llegué muy lejos porque mi soporte emocional, A.K.A Rey, se me arrojó encima luego de haber roto el primer plato. Él suelta un pequeño ladrido que tomo como una afirmación. Suspiro con pesadez, pero no tardo en sonreír. —Bien, entonces tendré que cocinar — de inmediato me pongo de pie y camino tranquilamente a la cocina. Luego de un par de años viviendo aquí conozco mi hogar perfectamente, lo que me permite andar por ella a largas y anchas sin ayuda de mi bastón o de Rey, también sé en donde está cada utensilio que podría necesitar. Es difícil, pero puedo cocinar cosas sencillas, de otro modo, mis padres no hubiesen permitido que viviera sola. —Rey, pon música — justo después de decirlo, escucho la voz de la inteligencia artificial que Adrien instaló para mí en prácticamente todo mi hogar. También fue tan dulce de cambiar la configuración para que, en lugar de llamarla por su nombre, se activara al llamarla por el nombre de mi hijo perruno. No pasan más de un par de segundos para que mi lista de reproducción comience a sonar, así que mis ánimos no tardan en subirse, tanto que me sirvo una pequeña copa de vino mientras comienzo a preparar todo. Casi puedo sentir a Rey dándome la espalda, lo que me hace reír. Adrien me ha comentado más de una vez que él parece sentir cuando voy a hacer alguna imprudencia porque se acerca a mí o me da la espalda. No considero que cocinar sea una imprudencia, no puedo comer siempre cosas de la calle, además, me sirve mucho como distracción. Tampoco es como si tuviesen que preocuparse mucho porque no soy amante de la cocina, no es como si adorara hacerlo diario. Quizás solo para des estresarme en este momento, ya que Rey no me permite romper cosas, pueda cortarlas. —Ay — me quejo en voz baja al cortarme un poco el dedo. De inmediato siento un pequeño golpe en la pierna y bajo la mano para acariciar su cabeza —Todo está bien mi vida, solo fue una cortadita chiquita. Él vuelve a darme otro ligero golpecito antes de alejarse. Yo sigo con lo mío. No demoro mucho en terminar, ya que tampoco es que hice un plato de mil contornos, solo simple milanesa con ensalada y un puré. Delicioso, simple, y con poco riesgo a que me haga daño. El único detalle, quizás, es que puede que haya calculado mal y haya hecho mucho más de lo que puedo comer, incluso si guardo para la cena me queda sobrando suficiente para dos platos más. —Rey, me seria de mucha utilidad si pudieses comer conmigo — lo escucho ladrar. Me río —Pero la doctora me regañó la última vez que se enteró que comiste conmigo, así que lo siento, bebé, no me convencerás, sabes que conmigo no funcionan los ojitos de perrito triste — me burlo de mi misma.  He escuchado a mis padres quejarse de que Rey los mira con esos ojitos que les hace imposible negarle algo, pues conmigo no existe ese problema. —Eres un manipulador — volteo en su dirección cuando lo escucho chillar y siento como pone la patita sobre mi cadera —Pero eso no funcionará conmigo. Termino de guardar en envases lo que dejaré para la cena y mientras estoy en eso, se me ocurre que podría llevarle el resto a mi hermano. Trabaja cerca de aquí, podría ir caminando. —Rey, dime la hora. —Son las once y cuarenta de la mañana — escucho a la Inteligencia Artificial. Hago cálculos rápidos y asiento. Bien, si me alcanza el tiempo, puedo arreglarme y llegar a tiempo para darle la comida. —Bien, Rey, vamos a salir — me apresuro a mi habitación y me pongo lo mismo que tenía puesto para la estúpida entrevista con el estúpido hombre que juraba que cuando decía que era ciega me refería a parcialmente ciega. Idiota, estoy enojándome otra vez por lo mismo. No tardo más de diez minutos en estar lista, con un bolso en la mano en donde llevo mis cosas y el envase con comida para mi hermano, y en la otra mano llevo la correa de Rey, quien camina pegado en mis piernas, guiándome en mi camino a las oficinas donde trabaja mi hermanito. Llego en media hora de caminata tranquila, Rey se sienta a mi lado, y entonces yo llamo a mi hermano. —Linda, justo estaba pensando en ti ¿cómo te fue en la entrevista? — es lo primero que escucho al llamarlo. Suelto un suspiro pesado —¿Así de mal? — resoplo. Lo que menos quiero ahora mismo es hablar sobre eso. —Estoy afuera de tu oficina — es lo único que respondo. —¿Qué haces aquí? — suelto una risita al escuchar algo caerse al otro lado de la línea y parece como que se apresura a caminar. —Vine a traerte comida — levanto el brazo en donde llevo la comida, como si esperara que me viera. —¿Cocinaste y viniste a traerme comida? —Sí, eso dije, no tienes que repetir cada cosa que digo ¿Te tardas mucho? — siento como Rey se pone de pie y da una vuelta a mi alrededor justo antes de ladrar a alguien frente a mí. —Hola muchacho ¿ella te ha dado mucho trabajo hoy? — mi bebé le responde con un ladrido y yo suelto una pequeña risa. —Yo no soy una bebé ni soy alguien que dé trabajo. —Eres peor que un bebé, sí das mucho trabajo, también preocupas mucho ¿por qué cocinaste estando sola si sabes que es peligroso? Peor ¿cómo pudiste venir aquí y sin usar el bastón? — arrugo la cara, intentando exteriorizar al menos un poquito lo mucho que me molestó todo lo que dijo. —Primero, yo puedo cocinar perfectamente sin supervisión. —Sí, pero es peligroso que lo hagas estando completamente sola —me interrumpe, pero yo solo sigo hablando sin prestarle atención a su muy grosero actuar. Lo regañaré por esto después. Es de mala educación interrumpir a sus mayores. —Y yo puedo salir perfectamente sin usar al bastón porque tengo a Rey conmigo, él es mis ojos — repentinamente, siento un ligero cosquilleo en mi vientre y algo así como una presión en mi nuca. Se siente como si alguien estuviese pegado a mi espalda, pero no lo suficientemente pegado como para sentir su cuerpo. Volteo instintivamente, pero no es como si pudiese ver quien se supone que está a mis espaldas. —Amari — volteo hacia mi hermano otra vez — ¿Estás escuchándome? —No, porque fuiste un grosero — levanto el bolso en donde llevo su comida y la pego contra su pecho suavemente —Ahí está tu comida, de nada, nos vemos después, hermanito. Siento ese cosquilleo y esa presión por un par de minutos más, pero pronto desaparece tan repentinamente como apareció. Me pregunto qué será lo que me causó esa sensación. —Linda, yo solo me preocupo por ti — sonrío al sentirme envuelta entre sus brazos y como deja un beso en mi frente. —Lo sé, pero no vuelvas a interrumpirme mientras hablo — repito con terquedad, haciéndolo reír. —Bien, pero entonces tu deja de preocuparme — oh hermanito, ambos sabemos que no hay manera que él no se preocupe por mí. Tampoco hay manera de que yo deje de hacer todo lo que él y mis padres me piden que deje de hacer, por lo que sí, saliendo de aquí volveré a entregar más papeles esperando me vuelvan a llamar para alguna entrevista. Solo espero no tener que soportar muchas más palabras de consuelo o me volveré loca.

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