Vuelve, no te tocaré.

1287 Words
Furioso consigo mismo, Rubén buscó en los archivos la dirección de Irene, si no contestaba al teléfono, no quedaba de otra que ir a su casa. Llama al timbre y no tarda mucho en abrirle. —¿Qué haces aquí? —le preguntó Irene desconcertada. —¡Vuelve a la escuela, por favor!—le rogó. —No puedo, Rubén, tengo mucho trabajo y ... —intenta darle la misma excusa que a sus compañeros, pero él no la deja. —¡No me mientas!, se que es por mi, y lo siento, no quería hacerte daño, vuelve, prometo que no te tocaré. Decirle eso, fue lo mismo que pegarle un bofetón. —¿En serio crees qué ese es el problema? —estaba muy enfadada —No lo sé, Irene, dime cuál es —la miró serio. ¿De verdad siendo profesor era tan tonto?, ¿no pensó ni un momento en que ella se podía enamorar?, "si, lo pensó, pero le dió igual ", Irene llegó a esa conclusión. —Tú eres el problema, no quiero verte cada día, ni oírte... "Porque hacerlo, me destroza más el corazón", pensó, eso no se atrevió a decirlo, aún le quedaría un poquito de dignidad. —Vete de mi casa —le pidió bajito. Al ver que el no se movía, le gritó. — ¡Ya!, ¡vete! Se marchó, y con él, el corazón de Irene. Durante esos meses, Irene pensó que no era justo para Jorge empezar una relación sin amor, le había cogido mucho cariño, pero no sentía lo mismo que sintió por su profesor, él lo entendió y quedaron como buenos amigos. Se centró en los estudios esos meses, fue a la boda de Tamara, fue su orgullosa madrina, allí río, bailó con Jorge y todos los de la fiesta, se alegraba muchísimo por ver tan feliz a su amiga, aunque en el fondo sentía un poco de envidia sana por poder vivir el amor en toda su plenitud. En su caso, estaba más que claro que nunca sintió nada por ella, no había habido ni un poquito de amor, mientras que ella le había entregado por accidente el suyo. Carmen la llamó unos días después. —¡Irene, tienes que venir a la cena de fin de curso! —le dijo entusiasmada, sin saber que eso es lo que menos le apetecía. —No pinto nada ahí, Carmen, si quieres quedamos otro día y celebramos juntas —a Irene le pareció que eso la contentaría. —¡No, Irene!, ¡por favor, vente!, ¡todos esperan que vayas! Después de rogarle mil veces, Irene accedió, Carmen podía ser muy insistente cuando quería, desde luego no se rendía fácilmente. Llegó el día de la cena, estaba muy nerviosa, no quería verlo, de verdad que no, volver a sentirse tan hundida.... Entró en el restaurante y buscó a su amiga con la mirada. —¡Irene, aquí! —escuchó a Carmen llamarla. Rubén también la oyó, tomó aire y la miró, estaba preciosa, se preguntó si Jorge sería su novio, si había acabado los estudios, quería saber todo, pero no se lo preguntaría. La noche fue muy amena, haciendo chistes entre ellos, y bromeando sobre el pelma del profe, Irene intentó sonreír cada vez que lo mencionaban y tenía que mirarlo, tan guapo, tan..."¡no, Irene!" se recriminaba constantemente. De la cena, pasaron a la fiesta, ya todos con copas de más. —¡Vamos a bailar! —Estefanía la cogió de la mano, arrastrándola a la pista de baile. Se dejó llevar y no paró de bailar, hasta que tropezó y chocó con Rubén, frente a frente, él la sujetó por la cintura, parecía cansado, Irene se intentó soltar, alejarse de él. —No te vayas —le rogó Rubén. Irene bajó la vista, sabía lo peligroso que era mirarlo a los ojos. —Lo siento, no puedo —se soltó y salió corriendo. En la calle tomó aire, intentaba que sus latidos pararan un poco, estaba segura de que no saldría a buscarla, eso solo pasaba en las películas románticas. —¡Irene! Se equivocaba. —¡Por favor Rubén, vete!, ¡déjame en paz! —se estaba enfadado, no quería volver a sentir el bajón del amor no correspondido, a las tabletas de chocolate y dulces de compasión. —Irene, entiendo que estés enfadada conmigo, no podíamos tener una relación y aún así te busqué, ¡fui un egoísta! —¿Cómo? —lo suyo ya era increíble— ¿No podíamos ? , ¿por qué Rubén?,¿ tanto te avergonzaba que te vieran con una gorda? — soltó, "ya, al fin lo dije", se sintió más aliviada al poder decirlo en voz alta. —¿Irene, qué estás diciendo?, nunca me avergonzaría de ti, no podría, ¡eres una mujer increíble!, una mujer con curvas preciosas... Rubén no entendía porque ella decía eso, en ningún momento mostró alguna señal de ser tan superficial o egocéntrico. —Ya, claro, ¿por eso con Estefanía si te dejabas ver? —le preguntó con pruebas de su teoría. —No entiendo por dónde vas, Estefanía y yo no tenemos nada, solo somos amigos. Irene ya no le creía nada. —Está bien, digamos que te creo, ya está todo dicho, que te vaya bien, Rubén —intentaba salir de esa conversación como fuera, se dió la vuelta, dispuesta a irse. —¡No, Irene!, ¡no está todo dicho!, ¡no estaba contigo en público, porque se notaba como te miraba!, ¡porque no quería que la relación afectara a tus estudios o a mi trabajo!, pero no pude, no pude alejarme de ti, me enamoré como un loco, de tus ojos, tu boca, tus pechos, tu dulzura , e incluso de tu forma de tentarme. Irene tenía los ojos abiertos como platos. —¿No tenías una relación conmigo por tu trabajo? —Claro, pensé que lo sabías, una de las clausulas es que no puede haber relaciones entre profesor y alumna, no mientras dure el curso. Irene se dió cuenta de lo equivocada que había estado, de lo mal que lo había juzgado. —Yo, pensé que... —intentaba hablar, pero en ese momento se sintió tan patética y estúpida, sus complejos habían jugado contra ella, buscando como derrotarla. —¿Irene, me has escuchado? —le preguntó pegándose a ella. —Si, yo... —seguía intentando asimilar todo. —Irene, mírame —levantó delicadamente su barbilla —. Te amo. La besó, Irene se apartó de él. —¡Perdoname por ser tan estúpida! —lloró, el tiempo perdido, los complejos, lo que pensó de el, la auto compasión innecesaria. —No importa, mi amor, ya veremos cómo hacemos para que puedas seguir tus estudios presenciales y no perder mi trabajo —le besó la frente. —No es necesario, ya acabé los estudios — le contó Irene con una sonrisa. —¿Cómo? —preguntó Rubén intrigado. —Bueno, el mal de amores tiene algo bueno, te centras en otras cosas para distraerte — sonrió de nuevo. —¡Qué lista eres! —y la besó nuevamente, orgulloso de ella. Sus compañeros estaban fuera presenciando todo y aplaudieron, Irene se puso colorada, se tapó la cara en el cuello de Ruben. —Irene, una cosita... —Estefanía estaba pegada a ellos —. Soy lesbiana, si eso te deja más tranquila —sonrió, guiñándole un ojo. —Ya lo estaba, desde hace unos segundos, pero gracias. Esa noche, no fue como la primera con aquel beso inocente, ni con inseguridades, esa noche hicieron el amor, despacio, disfrutando el uno del otro, cada segundo, cada caricia y cada promesa.
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