Mi postre favorito.

1080 Words
—¿Te vienes ha comer luego conmigo?— le preguntó Tamara a Irene por teléfono. —He quedado con Jorge para comer, lo siento —le contestó —.Por cierto, gracias por presentarnos. —Él me pidió que os presentará— le contó Tamara. —¡Ah, pensaba que habías hecho de celestina! — se sorprendió Irene. —No, es compañero de trabajo de mi prometido, lo conocí esa misma noche, así que más le vale que se porte bien contigo —dijo bromeando —.Te dejo, se acaba mi rato del almuerzo, disfruta de la comida y, ¡me cuentas luego! Irene estaba de vacaciones, aprovechó a dormir más de la cuenta y se quedó tumbada mientras hablaba con su amiga, se levantó y se fue a vestir, miró el armario , quería ir cómoda, quería ser ella, pero tampoco tan ella, un chándal no era lo idóneo. Al final se puso unos vaqueros olvidados en el fondo del armario y una blusa blanca que le gustaba mucho, pero que casi nunca usaba, se maquilló ligeramente y se sintió lista para salir. Había quedado con Jorge un rato antes para dar una vuelta, se encontraron en una plaza y fueron caminando por la ciudad, se lo estaba pasando muy bien con él. Resultó ser muy bromista y simpático. Ya al mediodía, pararon en un restaurante, entraron y pidieron, al poco de llegar, sonó una notificación en el móvil de Irene. —Perdona un momento —le dijo a Jorge . Lo leyó "Disfrutando de la comida?", era de Rubén. Miró a su alrededor, sorprendida, estaba a un lado del restaurante mirándola, estaba con Estefanía, "¡que sorpresa!" pensó decepcionada. "Mucho y tú", le respondió ella "Claro, pero estoy viendo mi postre favorito en otra mesa." ,lo leyó y lo miró. Estaba sonriendo. Se rió sin darse cuenta, miró a Jorge que la miraba sin entender nada. —Perdona, estoy siendo una maleducada —se disculpó, puso el móvil en silencio y mientras miraba a Rubén, lo guardó. Él, por su parte, se salía de si de celos, mientras escuchaba de fondo a Estefanía hablar de su futuro, veía a Irene reír con otro hombre, quería que se riera así con él, terminaron de comer y arrastró a Estefanía hacia la mesa de Irene. —¡Hola, Irene! —saludó su compañera. —¡Hola, chicos, no os había visto! —mintió disimulada. —¿Nos presentas? —pidió Rubén sin cortarse un pelo —Soy Jorge, un amigo de Irene, aunque espero que por poco tiempo... —dijo guiñando un ojo a Irene, la cual se ruborizó al instante. —Espera sentado —bufó por lo bajo Rubén. —¿Cómo? —preguntó Jorge sin entender ese comentario. —Nada, nada, bueno, nos vamos, tengo que preparar las clases, luego nos vemos, Irene. Estefanía lo siguió a la salida diciendo adiós con la mano a Irene. ¿qué había pasado?, luego nos vemos en clase..., ¿era un tipo de aviso? ¿y a qué venían esos mensajes?. Intentó prestar atención a la conversación con Jorge el resto de la comida, pero fue difícil, no paraba de pensar en los mensajes y en cómo había tratado a Jorge, si no quería estar con ella, algo de lo que estaba segura después de la escena en el baño, ¿por qué tenía celos?. Esa tarde el ambiente para ella fue muy extraño, Rubén no paraba de mirarla, el resto de la clase también se dió cuenta y Carmen en bajito le preguntó. —¿Ha pasado algo ? —Luego te cuento, Carmen. Al acabar la clase, Rubén la llamo y le pidió que se quedará un momento para hablar con ella. —Bueno, mañana nos vemos entonces —se despidió Carmen. Una vez solos, Rubén fue hacia la puerta y la cerró con llave. —No necesitas cerrar la puerta —le dijo nerviosa. —¿Tienes algo con ese hombre? —fue directo al grano. —De momento no, nos estamos conociendo. Por la expresión de su cara, no le gustó la respuesta, pensó Irene, cada vez se había acercado más y ya estaban pegados. —Te reíste con mi mensaje. Irene sin saber porqué decía eso, le contestó. —Fuiste gracioso. Según terminó la última palabra, la besó con desesperación, ella no podía contenerse a sus besos, se enredaron el uno con el otro, tocándose, besándose. —Quiero mi postre —susurro Rubén a su oído. Desabrochó la blusa con prisa, le bajó el sujetador hasta descubrir sus senos, tocó los pezones hasta sentirlos duros, para pasar a lamerlos y morderlos suavemente, Irene le acariciaba la nuca y miraba maravillada como disfrutaba con sus senos. —Me encantan tus tetas, son tal como las imaginaba —lo decía mientras terminaba de quitarle la ropa y la tenía frente así desnuda. Se quitó los pantalones y los calzoncillos, y la volvió a observar, cuanto la deseaba, así, natural, era una belleza, la sentó en la mesa y se arrodilló, quería saborear su néctar, hacerla llegar al cielo. Lamió su clítoris como quien lame un helado, pasaba la lengua de arriba a abajo, ya no se diferenciaba entre su saliva y el flujo de ella, oírla gemir le excitaba más y sentía que su m*****o iba a estallar, sintió como tembló al llegar al orgasmo y observó cómo se corría mientras seguía pasando la yema de los dedos. Irene lo levantó sonriente. —Quiero tenerte dentro de mi. Los ojos brillantes y las mejillas coloradas hicieron que la deseara todavia más, la embistió sin parar, gozando con cada empuje, no podía parar de mirarla, como se movían sus pechos, su cara al gemir, sus manos sujetándose fuerte a la mesa, se echó hacía delante al correrse, haciendo un fuerte sonido con la garganta, estaba satisfecho y sabía que ella también. La besó con pasión para pasar a un beso dulce como la miel. Se vistieron en silencio, entonces se dieron cuenta de dónde estaban y la posibilidad de que los hubieran oído, salieron como si fueran delincuentes, al llegar a la calle, se echaron a reír a carcajadas. —Parecemos niños —dijo Irene intentando parar de reirse. —Si, pero no lo somos, tenemos que actuar con más cuidado —contestó el. A la cabeza de Irene volvieron las inseguridades, seguía pensando que se avergonzaba de ella, la inseguridad era la única constante en esa relación.
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