CUANDO UN HOMBRE MATA A UN TIGRE LO LLAMAN DEPORTE, CUANDO UN TIGRE MATA A UN HOMBRE LO LLAMAN FEROCIDAD…
ANONIMO
Una realidad puede ser tan mágica, que a veces creemos que es parte de los ingredientes de una mentira. No es irracional confundir un suspiro con una falta de aire, como tampoco a simple vista el agua dulce del agua salada, o el sexo de los cangrejos jóvenes, y el discurso de un político a otro.
El caso es que en la confusión esta la célula de la verdad y de la mentira. Esta última es como un árbol grande y hermoso, de tronco grueso, que en su temporada se llena de flores y un aroma rico, dulce, e irresistible para aves, abejas y mariposas. Mas no da ningún fruto, solo en flores se queda.
La verdad es como las algas del mar, por mucha tormenta y obstáculos que presente, las olas la depositan en la orilla como una ofrenda irresistible de claridad.
Esta historia es de un señor muy peculiar y talentoso, el cual tenía una profesión que muchos desearían tener, al menos para hacer el intento de desaparecer a la suegra, o eliminar del camino la mala suerte, quizás aparecer más cosas en los bolsillos que tanto hacen falta en estos tiempos. Pues sí, el señor era mago, unos de los mejores de su época.
Comenzó trabajando en un circo viejo, destartalado, en donde al león se le confundían la melena con las costillas, el payaso se pintaba con bija y la nariz era recortada de una etiqueta roja. El come candela estaba desfigurado de tantas quemadas, y el trapecista… bueno ese acto ya no se hacía por luto.
Esta fue su primera zona laboral, la cual nos hacía sospechar que en sus inicios por casa, cuando joven, desaparecía razones en las noches, y aparecían preguntas en las mañanas. Nun shelalla era su nombre artístico, aunque en realidad selectas personas sabían la verdad de su verdadero alias.
Todas las noches de viaje en carretones tirados por contrariados burros, le causaban innumerables dolencias al mago cuando en la mañana llegaban al pueblo donde tocaba hacer alguna función, pero bastaba un buen enjuague de cara, una toma de aire profunda, una exhalación sutil y un café cargado, para estar listo con su don de magia y hacerle nudos en los ojos al público.
Uno de los actos principales que tenia era el de poner a un gato y a un perro encima de la mesa, luego metía al perro por la mitad en un cajón y solo sobresalía la cola. Igual hacia con el gato, aunque la diferencia era a la hora de meter al felino, el cual abría las cuatro patas y bueno, con algún trabajo le lograba introducir, sobresaliendo las colas de los animales hacia el trabajo de las palabras mágicas… ¡MEJUM MEJUM!… ¡AGACHAM AGACHAM…! Y de una, por un orificio de la caja del perro salía la cabeza del gato con las pupilas totalmente en midriasis mirando para todos lados y por la caja del gato sacaba la cabeza el perro, con lengua y ladrido incluido.
Esto provocaba un mar de risas y aplausos en ese humilde público que se divertía con el mejor mago que había pasado por todo el lugar en muchos años, por no atreverme a decir que en toda la historia de estos pueblecitos. Pero había un truco que era el que más llamaba la atención de todos cuanto asistían al circo, lo cual los dejaba con la boca a medio metro y el asombro estremecía el lugar cual sismo de 6,7. No era más que el clásico truco del sombrero y el conejo.
Luego de dar una charla cargada en simpatía, jaranear con el público un rato, aparecer de entre sus dedos algunos que otra flor y lanzarla. Caminaba para el medio del redondel y con mucha sutileza, del traje iba sacando las orejas del conejo. Solo esto lograba que el público aplaudiera con gran júbilo y emoción. Al rato, ya con el conejo fuera, agarraba su sombrero, una flauta y hacía sonar una rara pero dulce melodía que el tierno animal iba siguiendo hasta sin dudarlo, entrar al desgastado sombrero de copas n***o que se encontraba a la derecha del encantador.
Sin bisbiseo, era mucha la algarabía que formaba el público con este señor, principalmente los niños que estaban perplejos de sus cosas. Johnson dijo: “Se puede tomar como compañera a la fantasía, pero se debe tener como guía a la realidad…” y la realidad de Nun Shelalla era esa fantasía que igual a una fruta, cada quien consumía en estilo muy particular, pero que terminaban chupando los dedos uno a uno.
Al final de cada espectáculo todos se reunían en una de las carretas que estaban detrás de la carpa, y allí pasando uno a uno, cobraban el salario de la noche repartido por el dueño del negocio circense. El mago en los últimos espectáculos comenzó a ganar un estimulo por el aumento en sus aplausos. Dinero que no hidrataba, pero calmaba la sed.
Nun Shelalla comenzó a crecer y su nombre y fama a correr de boca en boca. En cada café se conversaba sobre sus actos, en cada taberna comentaban del trabajo tan especial con el conejo. Hasta un alcalde discutió con el jefe de la policía sobre como hacía para sacar o meter al conejo del sombrero sin que se notara. Además, un gobernador se dice que ordeno a dos músicos que investigaran la melodía que tocaba en la flauta el mago para atraer al roedor, cosa que les trajo perdidas a los concertistas que en su experimento tuvieron que pagar diez conejos que huyeron a la maleza en sentido contrario al sombrero.
Nun, salto a dos o tres circos más y cada quien pagaba mejor, hasta que un día lo busco el principal canal de televisión del país que había en la época. Dando una jugosa suma, se apodero del arte de este mago. Incluso “El chaleco amarillo” seria el nombre de la sección que tendría en dicho canal a las seis de la tarde. Sin duda la gente con algún tipo de talento siempre tendrá en la vida algunas o muchas oportunidades, tarde o temprano es así.
“La persona importante no se pregunta: ¿puedo hacerlo mejor?, porque sabe que si puede hacerlo mejor, lo que se pregunta es ¿Cómo hacer mejor lo que hago?” Esto decía David Schwartz y tenía razón .El veterano mago tenía todas las herramientas en sus manos para pulir esa estrella que la vida le había dado con luz propia, y así paso. El éxito no se hizo esperar y con ello, dinero, fama, comodidad, mujeres, y algo que va en el menú de esta sopa de logros como un ingrediente fundamental, la arrogancia.
Nun Shelalla en varios momentos dejo de ir a múltiples eventos caritativos, hospitales de niños, cumpleaños humildes, y alguna que otra parroquia con campanario húmedo y viejo, por andar tras fiestas vistosas de olores extranjeros, bebidas doradas y habanos recién prendidos.
Un día, recibió teléfono del secretario presidencial, llamada que le hicieron en la mañana y la cual se rechazo en boca de una de las mujeres que dormían plácidamente en su cama luego de una madrugada eufórica .No fue sino en la tarde que el propio mago hablo con la presidencia de la republica aceptando la invitación para cerrar la fiesta del día nacional, evento que se realizaría por todo lo alto y con transmisión en vivo de canales extranjeros y nacionales.
Nun, dejo de beber dos días antes del evento y solo se concentro en el traje que llevaría puesto además de estudiar el programa de magia que produciría para dejar con la boca abierta a todos los presentes y televidentes que lo observarían. Fue a pintar su cabello, limar sus uñas, arreglar las cejas, y amoldar su bigote. Hizo gárgaras de romerillo para aclarar su voz, y pidió hojas de tilo traídas de un pueblito vecino donde se había criado, para según él, relajar esos nervios propios del éxito.
Esa noche pasaron en un Cadillac muy lujoso e ingente del año, a buscar al mago. Este no pudo contener la emoción cuando vio la casona presidencial tan aderezada, llena de luces y glamur, con tanta gente elegante e importante, los ojos le brillaban más que nunca. Saliendo del carro y en camino al lugar que sería su camerino, les estrecho la mano a cantantes, actores, políticos y hasta un famoso lector del tarot que había por este ciclo en el país.
El presidente hizo su aparición en los jardines del lugar. La gente espero unos cuarenta y cinco minutos más de lo programado, pero para todos había valido la pena. Hubo mucho ruido y muchas nueces, como decía mi abuela. El presidente, todo engalanado dio un pequeño discursillo, aunque sin tocar los profundos problemas que pintaban de gris a todo el país, se refirió a lo histórico de la fecha y como esta celebración seria más interesante que la de los años transitados. Luego de un prolongado aplauso, entre una mezcla de aduladores y oportunistas de las más altas esferas, dio paso a la actividad cultural.
Comenzó un quinteto tocando algunas guarachas de ñico saquito, y terminaron con la guantanamera. Luego varios intérpretes pusieron romántica la noche cantando boleros, entre los que más disfrutaron estaba “Lágrimas negras”, que el propio presidente tarareo en algunos pedazos. Hubo tres parejas de baile que ejecutaron a la perfección unos tres o cuatro tangos, y un declamador hizo varios poemas de José Martí que originaron muchos aplausos.
Ya había llegado la hora del gran Nun Shelalla y la algarabía no era normal. Previo a su anuncio y salida, en el pasillo se oyeron tres palabras enérgicas y briosas… ¡Soy el Mejor!... cuando salió, vestido todo de n***o con una capa más oscura que el propio traje y un ¡Buenassssss nocheeessss! Haciéndole reverencia al primer mandatario, sus ministros y demás figuras principales de la noche. Todo quedo en un absoluto silencio.
El mago hizo el primer acto intercalado con algún que otro chiste, lo cual deleitaba mas el evento, el presidente y demás quedaron pasmados cuando puso la cabeza del perro en el cuerpo del gato y viceversa, los aplausos fueron de aquelarre.
Inmediatamente Nun se preparo para su acto magistral, El conejo y el Sombrero. Para más expectativa mostro el sombrero a más de uno e incluso les hizo meter la mano en el bombín para que viera que no había nada dentro, como todo un profesional. Entre chiste y asombros asomaron las orejas del roedor por el mismo centro del traje, el mago se hacia el desentendido y les preguntaba a todos: ¿Qué pasa? Todo esto con una sonrisa en los labios. El presidente mismo, ahogado en risa señalaba el pecho del mago por el cual ya asomaba la cabeza completa del orejón animal. Luego de asombros y aplausos tomo las orejas del roedor y lo saco de una vez de su camisa, lo cual triplico la algarabía.
Luego de ponerlo en el centro del lugar, hizo otro acto y de una de sus mangas, luego de tomar a un niño del público y hacerlo soplar tres veces, apareció la flauta con la que tocaría la dulce melodía que haría que el conejo se metiera sutilmente en el sombrero de copa nuevo n***o azabache . Así fue, antes de tocar se hizo un silencio radical, para todos prestar atención a lo que sucedería.
Comenzaron las dulces notas a invadir aquel silencio que existía en todos, como si la voz de cada quien se escondiera detrás de sus ojos. Lo cierto es que cuando iba a mitad de la música una de las notas que toco chillo, pero fue un chillido horrible que incluso varias personas brincaron de sus asientos, hasta algunos pajaritos que se encontraban en el descanso nocturno de su nido salieron volando sin rumbo de entre los árboles.
El mago no se inmuto por esto, al contrario intento volver a retomar la cadencia, pero cuando paso por el mismo pasaje de la melodía, volvió a suceder lo mismo. Muchos se taparon los oídos tratando de darles un alivio al tímpano, o más bien refugiándolo de tan horripilante chillido. Num separo la flauta de los labios y la miro detenidamente buscando una explicación la cual no encontró. Solo miro alrededor, cuando sintió a varios niños riendo a carcajada, otros llorando con pataleta incluida, sonrió entre nervioso y confundido. Así guardo la flauta para concentrarse más bien en meter al conejo dentro del sombrero.
Todos hicieron silencio nuevamente, con cierto desencanto y obstinación, acomodando el consiente y subconsciente de cada cerebro en la acción cabal de cómo el mago haría tal cosa. Fue sutilmente acercándose al conejo y este corrió tímido hasta el centro del lugar donde se practicaba el show. Shelalla volvió a intentar aproximarse hasta que logro llegar sin que este moviera una sola pata. Se volteo al público y con una sonrisa de satisfacción y alivio grito… ¡MEJUM MEJUM!… ¡AGACHAM AGACHAM…!
Cuando se inclino para atrapar el conejo para meterlo de una al sombrero, este se disparo a correr y le paso por entre las piernas al mago que en un gesto de intentar atraparle las orejas se fue de cabeza. Dando una vuelta quedo sentado en el piso con un semblante ridículo. Todos reían a carcajadas. Un niño se le puso de frente y bailándole como un mono, le decía: “EL MAGO ES UN PAYASO…EL MAGO ES UN PAYASO”
Lo único que se escuchaba en el lugar eran los estruendos de risa que burlescas inundaban la sangre del frustrado mago. Este se puso rojo cual si fuese a explotar, se levanto sacudió su estropeado traje. En un impulso de rabia, tomo el bastón y salió corriendo tras el conejo que al verlo se escapaba de un lado a otro ante tanta multitud que continuaba riendo por lo que sucedía.
Ya no aguantó más y le lanzo el bastón al conejo, el animalito lo esquivo como pudo y el palo revoto con fuerza para terminar pegando en la rodilla de la primera dama, que cambio la risa por un alarido de contundente dolor. Todos hicieron silencio de lo que ya había dejado de ser gracia. El mago Num llevo sus manos a la boca preguntándose: ¿Que había hecho? Inmediatamente atendieron a la señora del presidente. Parte de la escolta de este se dirigió al artista y tomándolo por las manos fue retirado cabizbaja de lugar. No creía el mago lo que sucedía, como se le enredo todo y que acto de magia tan irónico le había preparado la vida. Allá, desde el patrullero veía como una niña tomo al blanco conejo y lo acariciaba sentada solita al borde de una fuente, mientras él era trasladado a un lugar de máxima seguridad.
Allí lo condenaron sin juicio previo, a tres meses de prisión trabajando en lugares sociales. Las únicas personas que le visitaron fueron dos prostitutas de las tantas que disfrutaron con el mago en momentos de gloria. Una de ellas espero la salida y se marcharon juntos a un pueblito que si tenía nombre pues nadie lo sabía. Como tampoco nadie supo que fue de la vida del artista, si se habría dedicado a su arte o simplemente hizo una vida normal, quizás rayo arboles o fumaba debajo de una mata de mango, o simplemente corrió tras un circo a intentar alguna otra aventura. Lo cierto es que Nun Shelalla comprendió que en lo más simple se esconden grandes cosas y que en el momento donde más seguro estamos allí late más que nunca el riesgo a equivocarnos, a errar contundentemente. Estoy convencido que podrán pasar miles de conejos intrépidos por su camino, pero no tendrá el coraje para esconderlos.
YURI