CINCO

2675 Words
Ivvana ☻☻☻ Todo se descubrió. Gracias al escándalo que se armó en el local y el que Stiven se haya ido dejando a Olivia en su casa aunque ella quisiera volver por mi. Seguía siendo un patán pero eso se lo agradecía. En fin, gracias a ello la mamá de Olivia descubrió nuestra pequeña mentira de la pijamada, castigó a su hija y le prohibió verme porque soy una mala influencia, si supiera que yo intenté convencerla de no hacerlo, pero bueno, era entendible su reacción. Eso sí, que Olivia no iba a volver a salir en su vida, de eso estaba segura. Por otra parte, Sabrina me confesó su enojo hacia mi amiga por haberme dejado aquella noche y me reclamó por no llamarla. También me reclamó el no  haberle contado de las circunstancias en las que conocí al sexy pelinegro de ojos verdes pero al final ya había entendido todo porque se lo conté, omitiendo el lazo fraterno entres los hombres y el que uno de ellos había matado a una persona por mi, cosa que no sabía por qué me seguía dando tan igual, y había dicho sentirse avergonzada por cerrarle la puerta en la cara. Mis días eran aburridos, ni siquiera podía mensajearme con Olivia porque le habían quitado el teléfono justo con esa intención. Intenté yendo a su casa y sólo me gané unas cuantas palabras de enojo de su mamá por lo que, en esos últimos seis días, no intenté en volver a hacerlo. Liv aún no tenía comunicación y no me quedó más remedio que ver series en la sala o en mi cuarto mientras Sabrina llegaba de la universidad a las tres. Porque fue tan considerada que empezó a llegar en su horario normal, lo que quería decir que estaba dejando de verse con su novio por mi. Desperté de una siesta vespertina, nunca me había gustado eso de dormir en la tarde, eso es desperdiciar horas de tu vida que podían ser invertidas en algo productivo como ver videos tutoriales en youtube o aprender bailes de t****k. Y bueno, también leer, aunque ese era mi hobby secreto. Bajé las escaleras con mi coleta casi desecha, una camiseta de talla exagerada y mis pies descalzos. Conclusión: como una maldita loca. Aparte tenía la cara hinchada y seguro que llevaba las marcas de la almohada en la cara y restos de baba seca. —¿Qué estás haciendo? —pregunté abriendo la nevera. —La cena. —¿A las siete? —pregunté extrañada. Normalmente cenábamos a las diez de la noche o a las una de la mañana, una o la otra. Además nada muy elaborado como lo que aparentemente hacía. —Sí, hoy cenamos en el comedor. —Sabrina, no quiero pensar que hiciste lo que estoy pensando que hiciste sin siquiera avisarme. —Vete a arreglar, querida, pareces una mendiga. —Ya lo sé, pero ¿por qué debería arreglarme? —intenté sacarle la información que en algún segundo de esos tendría que darme. —Quien te ve en la calle y quien te viera ahora —me miró unos segundos y volvió su atención a la estufa. —¡Sabrina! —¿Qué? —¿Por qué me mandas a arreglar? A ti nunca te importa cómo ande en la casa... Sabrina —me ignoró olímpicamente. —Es una sorpresa. —¿Qué sorpresa ni sorpresa? Sabes que no me gustan las sorpresas. —Rara al fin. —Voy a sabotear tu cena si no me dices —amenacé agarrando un cartón de jugo y bebiendo directamente de el. —Que es una sorpresa, sólo arréglate. El timbre interrumpió mi oración antes de formularla. La miré con desconfianza. —Sabr... —¡Llegó! —¿Llegó? ¿Cómo que llegó? —ella me miró con una sonrisita y la seguí hasta el pasillo principal— no me digas que... ¡invitaste a tu novio! Sabrina soltó una carcajada confirmándolo. —Ve a arreglarte. —Te pasa, que conste que lo hago porque me provoca curiosidad conocerlo —ando hacia la escalera— y que conste que si me cae mal no voy a disimularlo. —Ajá. Desaparecí por las escaleras y me encerré en mi habitación. Volví a escribirle a Olivia antes de meterme al baño. Había tomado una ducha rápida sin mojarme el pelo y procedí a vestirme. Sólo era el novio de mi hermana, no tendría que arreglarme mucho. Pero es que yo era una jodida diosa y me veía fabulosa aunque no intentara serlo. Me observé en el espejo, envolví los mechones sueltos de mi moño para darle un poco de onda y salí del cuarto topándome con una Sabrina bañada y vestida. —Vamos, es de mala educación dejar solos a nuestros invitados. —¿Nuestros? —Anda, Ivvana. Sabrina se adelantó y yo me quedé frente al espejo del descanso de las escaleras, algo que me pasaba siempre que cruzaba por cualquier superficie reflectora, incluyendo vidrios de autos. Decidí bajar cuando dejé de idolatrarme y caminé hacia la cocina primero para ver si Sabrina necesitaba ayuda con algo, pero ni estaba ahí, supuse que se había ido a la mesa, algo obvio quizás quería tiempo para compartir saliva con su novio sin mi de espectadora. Andé al comedor y atravesé la columna en la entrada deteniéndome en seco la escena frente a mi. —¿Aiden? —estaba sentado a la mesa, ni idea de qué pantalones usaba pero no quería volver a verlo con otra cosa que no fuera una camisa manga larga por el resto de mi vida. ¡j***r! ¿Cómo una jodida prenda podía lucir tan bien en alguien? Bueno, aparte de mi, pero ¡wow! Seguro que él no era consciente de lo que provocaba. —Otra vez la gente demuestra que soy un maldito cero a la izquierda —mi atención cayó en el teñido a quien ni había notado, también llevaba camisa y era guapo, pero él no querría compararse con su hermano. Sabrina soltó una risita y yo caminé hasta ellos después de disimular, sin éxito alguno, la tremenda examinada que le había hecho a Aiden. —Hola —él se puso de pies para provocarme el martirio de mi vida al saludarme con un beso en la mejilla. —A juzgar por tu cara de sorpresa, no sabías nada de que vendríamos —miró a mi hermana quien respondió... —Quería que fuera sorpresa —y vaya sorpresa, Sabrina siempre busca cómo hacer de las suyas. —De hecho, fue la misma cara de sorpresa de Sabrina al verte —Aiden dirigió sus palabras al teñido que puso cara de ofendido. —Claro porque invitan al héroe Aiden y a mi me dejan de lado —se quejó y sonreí un poco antes de acercarme y saludarlo yo a él con un beso en la mejilla. —Bien, ¿y a qué se debe esto? —Es una cena de agradecimiento por la ayuda —explicó Sabrina tomando asiento— siéntate. Lo hice, al frente de Aiden, al lado del teñido. —Me sorprende ya que cierta persona se negaba a recibir algún otro tipo de agradecimiento más que un gracias. —No te creas que fue fácil, tuve que insistir mucho. —Es muy persuasiva —agregó Ryan. —Ya, vamos a cenar, Aiden, da las gracias. Miré a mi hermana con una ceja levantada, ¿desde cuándo se preocupaba por dar las gracias? Todos cerramos los ojos y Aiden empezó a orar por los alimentos, escuchar su voz con los ojos cerrados me hacía pensar en todo menos en que Dios bendijera los alimentos. Los abrí y quedé mirando sus labios moviéndose, ¿por qué tenía los labios rosados? ¿Nunca había sufrido de resequedad o qué? Seguí con mi mirada de acosadora por unos segundos entonces vi sus pestañas moverse y cerré mis ojos asustada antes de que me descubriera. La oración continuó, mi impulso de loca acosadora me movió a abrir los ojos de nuevo, él sonrió aún con los ojos cerrados, cosa que movió a cerrarlos de golpe hasta que concluyó la oración. Todos abrimos los ojos, él seguía sonriéndome hasta que un movimiento detrás suyo me hizo enfocar mi vista ahí. —¿Mamá? —comentamos Sabrina y yo al unísono. —Alguien va a conocer a su suegra —murmuró el teñido a mi lado. La mujer que me dio la vida me miró de una forma significativa antes de acercarse a saludarnos con efusividad. Supe qué había significado aquella mirada, había visto cómo miraba a Aiden y seguro que me esperaba un interrogatorio de su parte. —Yo preocupada por mis niñas y ellas mejor cuidadas que yo —comentó— ¿quiénes son los apuestos muchachos? Ay no. —Son unos amigos —me apresuré a contestar. —Mhm —murmuró mamá con esa típica sonrisa que Sabrina había heredado de ella— bueno, ¿me los presentas o lo hago yo? Se los presenté, mamá obviamente no pudo saludar como una persona normal conociendo a desconocidos sino que tuvo abrazarlos haciendo insinuaciones. Sabrina le dio un breve resumen del por qué estaban allí, obvio omitiendo los detalles que podrían resultar alarmantes para ella, y arreglé un espacio para mamá, al lado del pelinegro sexy. Empezamos a comer mientras mamá, tan callada como siempre, le hablaba a los dos hombres de su vida siendo una quirófana y cirujana plástica reconocida. Mamá era literalmente igual a nosotras, el mismo pelo castaño, los mismos ojos azules, la contextura física y eso, Aiden seguro que lo estaba notando porque no dejaba de alternar la vista entre las tres al igual que el teñido. —Entonces ¿son novios? —sabía que venía. Todos nos levantamos de la mesa y empecé a recogerla para escapar pero mamá insistió. —¿Quiénes? —fingí demencia. —El pelinegro y tú, ví cómo l... —¡Mamá! —carraspeé al notar que había chillado— aquí la única persona con pareja es tu hija mayor. Nada mejor que desviar la atención de ti. Me autofelicito. —¿Sabrina? ¿Y quién es? —Aún es un misterio mamá —mi hermana me mira mal recibiendo las múltiples preguntas averiguativas de mamá quien la arrastró hacia otro lado. —Espero que ya no insistas con lo de los favores —Aiden agarró un plato ayudando a recoger. —Ahora sólo te debo uno —rodó los ojos. —No voy a recibir nada de ti. —¿Nada? —inquirí cambiando el tono. Aiden me observó intentando descifrar a qué me refería. —Oigan, yo sigo aquí, dejen de coquetear. —Nadie está coqueteando, teñido. —Si me sigues llamando así me empezarás a caer mal. —Claro. —Mejor ayuda y cállate, ¿ya ves por qué no te invitan a nada? El teñido bufó quedándose en su sitio al contrario de Aiden y yo que llevamos todo a la cocina. Abrí la llave para lavarme las manos mientras pensaba en quién rayos iba a lavar todo eso, más bien, mortificada sabiendo que me tocaba a mi siendo que ella había cocinado. Aiden también metió sus manos al chorro de agua, yo lo escudriñaba desde atrás apoyada sobre el mármol n***o de la meceta. —Ten —le pasé la toallita disimulando el escrutinio. U —Gracias. Secó sus manos con delicadeza, le quité la toalla y la dejé en la meseta. —¿Cómo es que mi hermana se comunicó contigo? —la pregunta llevaba mucho pidiendo salir de mi boca— porque yo las veces que te he visto ha sido por pura casualidad. —Me escribió por i********:. ¿Ah? —¿Y cómo es que tenía tu i********:? —Lo mismo le pregunté y me dijo que no fue difícil encontrarme —sí, Sabrina era buena en eso así que asentí. —Ok —me despegué de la meseta alzando un poco la cabeza para verle mejor— ¿qué es eso de vigía? —¿Tu personalidad se basa en ser curiosa? —Algo así —sonrió. —Es mi trabajo. —¿Cuántos años tienes que trabajas? —No hay una edad para trabajar. —No, yo sé, solo quería saber tu edad —para ver si somos compatibles en eso, tenía mis gustos. —Veintiuno —uf, perfecto. —¿Seguro? No es que te veas mayor ni nada pero... —Sí, seguro —rió un poco— ¿tú cuantos tienes? —Dieciocho. —La edad anhelada. —Hasta que la tienes y llegan las responsabilidades. —¿Tienes responsabilidades? —Si ver tutoriales en youtube y series en HBO se considera como eso, entonces sí. Las comisuras de sus labios se elevaron. —Que vida más productiva. —Es lo mejor que puedo hacer estando aquí encerrada todo el tiempo. —¿Has intentado salir con amigas? —Ver tutoriales es más productivo que salir con amigas —apoyé los codos detrás de mi en el mármol— además sólo tengo una y está castigada. —¿La que andaba con el cobarde? —Sí, esa, la castigaron ese mismo día y la mamá le prohibió hablarme. —¿Por qué? —Porque soy una mala influencia para su hija. —No me pareces mala chica. —No lo soy. Sus labios llamaron mi atención cuando pasó su lengua por ellos. —Yo podría cambiar tu situación social si quieres. —¿Me vas a conseguir amigos? —sonreí con la idea, me gustaba conocer personas. —No creo que sea tan malo rodearte de las personas como yo. —A mi me parece que estás buenísimo —Aiden sonrió y yo por primera vez sentí vergüenza de ser tan abierta— es decir, que eres buenísimo, a eso me refiero —él asintió sin dejar de sonreír. —Es relativo. —No lo es, ya me lo demostraste. —¿Que estoy buenísimo o que soy buenísimo? —enrojecí, ¿podían creerlo? Yo, Ivvana Brens enrojeciendo. —No seas creído. —Tú lo dijiste. —Pero sabes a qué me refería. —Pues responde. —Es que si sabes a qué me refería, la pregunta estuvo de más. Mejor di que quieres un halago mío —volví a ser yo. —Recibo halagos a diario. —Bien por ti —sonrió más. —¿Entonces? —Entonces ¿qué? —¿No vas a responder? —¡Aiden! —me impulsé a golpearlo con mano, soltó una carcajada limpia. —Bien, si me das tu número puedo extenderte alguna invitación. —También podrías venir e invitarme en persona. —El precio del combustible está caro —fue mi turno de reír. —¿Por qué es que todo el mundo se olvida de mi? —el teñido hizo acto de presencia con el modo víctima activado. —Es difícil olvidar ese amarillo artificial —Sabrina apareció tocando el cabello del chico. —Confirmo —hablé sólo para molestar. —Mamá los llama, quiere hablar con ustedes —anunció Sabrina— para agradecerlos. —Ya veo a quién salió la hija —miré a Aiden sonriente y seguimos a la sala de estar donde mamá esperaba con su cartera en las piernas. Después de requete insistirles para aceptar dinero como muestra de agradecimiento, a Aiden porque el señorito teñido ni lo pensó para recibirlo a pesar de que él a mi no me había ayudado en nada, en cambio, Aiden parecía hasta ofendido y se mantuvo firme en su posición hasta que mamá tuvo que "resignarse". Y mamá nunca se resignaba, era tan obstinada como Sabrina o yo. Sabía que algo idearía. Nos despedimos de los chicos y mamá los bendijo mil veces después de pedirles que se cuidaran mucho. ¿Qué diría si le decía que Aiden tenía un arma y sabía usarla bien? —Vengan con mami, mis niñas, mañana pasaremos mucho tiempo juntas.
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