SIETE

3518 Words
Ivvana ☻☻☻ Mi primer impulso al escuchar un ruido en el pasillo no fue asustarme y esconderme como lo haría cualquier persona con sus seis sentidos activos, sí, seis, porque el sexto era el sentido común y ese era el más importante en la situación; en lugar de eso, salí de la cama mirando la hora en el celular. 1:09 A.M. me miro notando que ni siquiera llevaba mi pijama puesto, sino la misma ropa de la tarde, lo que me llevó a la conclusión de que me dormí viendo algún tutorial y no me di cuenta. Estaba bien hasta que recordé que no había cenado y las tripas me empezaron a sonar. Eso era cosa del diablo. Enfoqué mi atención en el ruido que había escuchado y abrí mi puerta con cuidado de que no sonara, asomé la cabeza, sólo llegué a ver la silueta de una persona doblando al final de pasillo, así que, como toda una chica que hacía uso de su sentido común, me impulsé afuera caminando con sigilo hacia la misma dirección en que había desaparecido la silueta. Llegué a la esquina y seguí caminando frunciendo el ceño, llegué a la única habitación que estaba en esa dirección, la de los regueros, ¿ustedes no tienen una habitación donde meten todo lo que casi no usan o cosas nuevas que aún no tienen un sitio? Pues sí nosotros la teníamos y según la ruta, ese era el único lugar donde pudo haber ido la persona. Debía tener algo para defenderme en caso de ser algún ladrón pero me sentía un poco segura, es que esa alarma no estaba ahí en vano, mamá la había conseguido directamente desde Rusia y yo había visto un tutorial sobre las funciones que tenía. Conclusión, no era fácil burlar nuestra seguridad, en cuanto alguien entrase lo sabríamos. Me asomé a la habitación que efectivamente tenía la puerta entreabierta pero me detuve al escuchar la voz de Sabrina hablando con alguien. ¿Había traído a alguien? Miré por la pequeña hendija que había en la puerta, estaba sola y llevaba la misma ropa con la que se fue a la universidad. O sea, acababa de llegar. ¡Bandida! Mi impulso me pedía que abriera la puerta de golpe y le diera un buen susto pero mi curiosidad me gritaba me quedara a escuchar. Ya pueden hacerse una idea de a qué la hice caso. —...No, sí estoy bien, ¿y tú?... ah, gracias a Dios... ya lo sé, Iven, no tienes que repetírmelo... también te amo, adiós... claro que sí, igualmente —colgó. ¿Iven? ¿Te amo? Mmm, interesante. Volví a mi habitación casi corriendo, por suerte mi torpeza no se manifestó y llegué muchísimo antes de que ella empezara a caminar por el pasillo de nuestras habitaciones, la vigilaba  por una ranura de mi puerta y cuando estuvo cerca de mi puerta, salí como quien no quiere la cosa. —¿Sabrina? —fingí la sorpresa de mi vida— me asustaste —debían darme un jodido premio. ¡Netflix, ponte las pilas mi amor! —Ivvana —no pasé por alto el susto que se dio ni el que intentó ocultarlo. ¿En qué andabas hermanita? —¿Qué haces aquí afuera tan tarde? —miré su ropa, su cartera, sus zapatillas, todo— ¡oh! Acabas de llegar, ¿a la una, Sabrina? Puse mis manos en jarra muriéndome de la risa por dentro. —¿Qué? ¡Claro que no! —Ajá, ¿y por qué llevas todo eso encima? —enarqué una ceja esperando por la excusa. —¿Esto? Pff, pues ¿por qué va a ser? Porque voy al cuarto de estudio a hace un trabajo que tengo que entregar mañana temprano. La maldita era buena, si no la hubiera visto antes, por supuesto que le habría creído. —Ah, que buena estudiante —esperé que notara el tono irónico implícito más no lo hizo— ¿cenaste? —No. —Yo tampoco, iré a preparar algo para las dos. —A preparar algo, ¿tú? —Sé lo que hago, solamente no me gusta y por eso no lo hago. —Ya. —Que te den. Mi hermana rodó los ojos yendo al cuarto de estudio. Era una maldita fingidora, igual que yo. Esperaba que fuera a su habitación, entonces la interrogaría pero la muy astuta supo jugar sus cartas y siguió con su coartada. Así fue cómo bajé a la cocina y encontré la cena hecha, seguro que la señora del servicio lo había hecho, entonces lo calenté tomando más tiempo del que se tomaba calentar una cena para que Sabrina me creyera que yo lo hice. Me vi subiendo los dos platos no sin antes tomarle una foto y postearlo en mis historias, hacía mucho que estaba inactiva y debía retomar, sobre todo después de saber que el oji verde estaba tan interesado en mi perfil. El recuerdo de la llamada llegó a mi mente. Maldito Aiden. Maldita tú, serías pésima agente encubierta. Ya. Sabrina se me quedó mirando con desconfianza cuando planté el plato frente a ella. La muy descarada estaba estudiando de verdad ahí, quizás sí tenía planeado ir allí a hacer el dichoso trabajo. —¿Qué? —inquirí  sentándome a otro lado del escritorio. —Tú no hiciste esto. —Me caga que me creas una inútil. —No es eso, Ivvana, es que... —soltó una risotada, intenté no reírme también. —¿No sabías de mis habilidades culinarias? —formulé la pregunta con el labio temblándome por reír pero me contuve. —Que son nulas, eso sabía de tus habilidades culinarias. Yo, Ivvana Brens, alias la chica menos disimulada del mundo, logró no reírse a carcajadas. Hasta empleé una cara de indignación bastante creíble. —Bueno, prúebalo y así te callas. Me hizo caso y lo probó, sus ojos se abrieron con sorpresa antes de volver a reír. —Es que obvio esto no lo hiciste tú. —¿Te duele que cocine mejor que tú? —me hice la interesante. —No se aprende a cocinar así de la nada. —¡Vi tutoriales en youtube! ¿Te crees que no hago nada productivo estando aquí sola? Te vas enterando de que sí. —Mmm. Mi hermana me estudió entrecerrando los ojos, mantuve mi pose de hablo con la verdad, perra, me crees o me crees y Sabrina asintió sin estar segura por completo, pero asintió, entonces me sentí satisfecha. —Ya, no lo hice yo, pero a que te he convencido —reí con ella. —Ya lo sabía. ¿Qué tenías que decirme? Le expliqué con entusiasmo todo lo del papasito de Aiden, su invitación y eso. Cuando le hablé de Olivia y mi encuentro clandestino con ella, me puso mama cara, aún seguía enojada con mi amiga porque "me había dejado tirada en aquel lugar peligroso". —¿Qué dices? —Yo digo que le gustas. —No digas tonterías, nos acabamos de conocer. —Por eso mismo, nadie se toma tantas molestias con una recién conocida. Además a ti te gusta e igual acabas de conocerlo. —¿Quién te dijo que me gusta? —Soy tu hermana, lo sé todo sobre ti. —¡No es cierto! —Lo es. —Sólo me atrae, lo normal. —Ajá... ¿no has pensado qué...? —se cortó a sí misma. —¿Qué? —curioseé. —No, ya. —¿Qué? —insistí. —Déjalo. —Sabrina... —¿No crees que él es un poco... uh, como del tipo chico malo para ti? —junte las cejas manteniendo mis ojos en ella— pero no me hagas caso, sólo fue una duda que me asaltó de repente. —Igual pensé que tenía un aura de chico malo, pero hasta ahora no ha sido más que lo contrario. —Está bien, sólo fue una duda, no te preocupes. —No me preocupo. —Podrías darme sobrinos preciosos —cambió el gesto a emoción en unos segundos. Sonreí negando. —No seas ilusa. —¿Ilusa? Tú debes agradecer que saliste parecida a mi, así que eres linda —levanté una ceja— y al chico sólo hay que verlo. —Ya, te diría lo mismo pero tu novio sigue siendo un misterio —inmediatamente dejó de sonreír. Gato encerrado. —¿Qué? —inquirí haciéndome la desentendida. —Nada. —Algún día todo se sabe, ¿sabías? —Mejor tarde que temprano. —Ya, que tengas una linda noche de estudios —dejé el plato en la cocina y me fui a mi habitación. Aiden ya no ocupaba más mi mente antes de dormirme como cada noche desde que lo conocí, sino ese tal Iven, intenté idearlo según el prototipo de chico que le gustaba a Sabrina y nadie conocido apareció en mi mente. Lo dejé estar y me dormí, ya habría tiempo para eso. ☻☻☻ —Faltar no es una opción. Estaba con Olivia, de nuevo en un encuentro clandestino en su clase de defensa personal, por primera vez la paranoia de su madre sirvió para algo. Hablábamos de ella, su noviazgo con el infiel y el que la había invitado a salir otra vez. Esperaba que no la llevara a aquella cafetería. —Eso lo decide tu mamá —le recordé, esperaba una mueca o un asentimiento derrotado, pero sonrió. —No sé qué hizo pero se lleva bien con mamá. —¿Bien con tu mamá? —Sí, bueno sí sé, lo ve como el héroe que me socorrió cuando la irresponsable de mi ex mejor amiga me sonsacó para salir de noche —no deberíamos habernos reído de eso, pero lo hicimos. —Ya no me hace gracia. —Lo sé, te juro que aún intento explicarle a mamá pero se niega a escucharme y además ya no quiero arruinar la visión que tiene de Stiven. —Gracias por sacrificar a tu amiga por él, ahora podrías decir que vas con él y venir conmigo. —Lo tendré en cuenta alguna vez. —Mhm, ahora dime que sabes a dónde quiere llevarte porque si piensa en algún sitio similar al del otro día, haré lo que sea para que no vayas. Olivia me miró con ojos acusadores. —No me mires así, Liv, es por tu bien. —Mi bien es estar con el chico que me gusta. —Claro, especialmente si es un cabrón que mantiene una extraña relación oculta contigo. —Las relaciones no se publican. —Ya, seguro que es eso —rodé los ojos y ella soltó el tema volviendo a hablar sobre lo emocionada que estaba, y que Stiven esto y que Stiven lo otro. —... El otro día estábamos hablando y me dijo que me iba a presentar con su familia —la miré— para que veas que no me esconde. —Esperemos —suspiré— igual te voy a pedir de favor que no te hagas expectativas demasiadas altas con él. —No seas así, Ivvy, nunca le das el beneficio de la duda. —Porque no se lo merece. —¿Ni por mi? —Justo por eso es que no se lo merece pero ya —observé la hora en mi reloj— no puedo creer que desperdiciáramos nuestra hablando sobre tu novio. Olivia me puso mala cara. —A veces me caes mal. —Sólo te cuido, Liv —le troné la mejilla con un beso— intentaré no poner mala cara cuando me hables de él, si eso te consuela. —Te lo agradecería. —Pues ya está, es promesa —levanté mi mano derecha con seriedad. —Mejor vete porque ya son casi las tres. —Sí, sí, pasado mañana te cuento cómo fue todo. —Un día podríamos hacer una salida de parejas —arrugué la nariz. —No te aceleres, Olivia —se rió— bueno, adiós. —Sí, bye —nos abrazamos. —Dile a tu entrenador que voy a cobrarle por cada diez minutos que me mira el culo —Olivia soltó una carcajada mirando sobre mi hombro. —Claro, yo le digo. —Gracias. Salí a paso rápido, la verdad es que iba un poco tarde pero a consciencia. Mi idea era que Aiden llegara a buscarme y que yo no esté lista aún, así vería su ropa y podría vestirme acorde al lugar que fuera a llevarme. Inteligente, ehhh. Salí de la ducha con el pelo mojado, definitivamente eso fue un imprevisto que me hizo tardarme más, normalmente me llevaba hasta más de media hora en secarme el pelo y por eso no iba a mojarlo, pero lo moje por accidente y como tenía cinco días sin lavarme el pelo, aproveché el momento. Me envolví en el albornoz y me senté frente al espejo empezando a secar mi cabello. Tenía sus ondas naturales y estaba aún húmedo cuando sonó el timbre de mi casa. Genial. Agarré mi celular y le marqué caminando a la habitación de mamá, la única cuyo balcón daba al frente de la casa. —Estoy abajo. —Sí, te estoy viendo —llevaba camisa, zapatos y unos pantalones de tela que ¡mmm! Me reí un poco al verlo buscarme sin éxito. —¿Dónde estás? —Antes de que te molestes —corrí a las escaleras y las empecé a bajar— no estoy lista aún. —Menos mal que te di horas de anticipación, ya sé que las chicas se tardan horas arreglándose. —¿Horas? Que astuto —llegué a la entrada y abrí la puerta. Colgó, colgué. —Hola —sus ojos me recorrieron deteniéndose demasiado en cabello, que seguía húmedo. Suerte que era naturalmente ondulado, me vería horrible su fuera lacio. —Hola Aiden —me acerqué poniéndome en puntas para alcanzar su mejilla— espero que hayas estado hablando en serio sobre lo de las horas de más. —Deberíamos estar en el lugar a las cinco. —Y son... —Las tres y diez. —Entonces tengo mucho tiempo, ven, pasa —agarré su mano adentrándolo. Que brazos tan sexys. ¿Es que no había nada malo en ese chico? Cerré la puerta detrás de nosotros. —Me encanta tu outfit. —¿Mi qué? —reí un poco. —Tu outfit, tu ropa, te ves bien, me gusta. —Seguro que te gustaría más si me quito la camisa —hizo el amago y el escenario de la foto favorita de i********: llegó a mi mente. Me sentí abochornada, otra vez. —No sabía que eras tan arrogante. —¿Entonces no te gustaría si me la quito? —Deja de hacer el tonto y ven —lo arrastré conmigo— espérame ahí —lo empujé al sofá y me fui a mi habitación antes de que dijera algo. Aproveché que tendría más tiempo y consumí veinte minutos secando por completo mi cabello, que ya lucía fabuloso. A juzgar por su ropa, iríamos a un lugar semiformal, así que opté por un top ajustado con mangas de burbuja, una falda tubo corta como cinco dedos por encima de la rodilla y unas zapatillas con poquito, muy poquito tacón. Sólo arreglé mis cejas, mis pestañas y me puse un poco de gloss antes de agarrar mi cartera con todo lo necesario, aplicar perfume y salir. Entré en el salón, estaba tecleando algo en su teléfono mas se detuvo al escucharme, sus ojos me escanearon como si fuera una máquina de rayos x. Me gustó la mirada que me echó y me sentí orgullosa de mi. —Estás preciosa. Nos dijo preciosa. Sí, nos lo dijo. Sonreí complacida. —Sí, lo sé, pero gracias. —Y el arrogante era yo. —Somos los dos entonces, ¿nos vamos? —Vamos. Sostuve el osito n***o en mis manos después de salir y lo eché en mi cartera después de que Aiden me lo recomendara. —¿Te molestaría si nos tomo una foto? —le pregunté con cierta cautela, no le había visto una foto en compañía de nadie. —¿Molestarme? Para nada. —Venga entonces —acomodé el teléfono en el cercado y activé el temporizador— ponte. La primera foto fue la típica de amigos, uno al lado del otro tocándonos únicamente los brazos. En la segunda me coloqué delante suyo dándole la espalda. Para la tercera él había agarrado mi cintura apegándome hacia él. Era una pose muy íntima para nosotros pero a mi era a quien menos le importaba, estaba tan dispuesta a lo que fuera con él que me asustaba. —Esa me gusta —la tercera, a mi también. —Ya te la envío. ¿Te molestará que la suba? —Tienes muchos seguidores... —No me digas que ahora eres tímido, porque no te queda. —Es tu foto, haz lo que quieras. —Gracias —tomé un último selfie donde sólo me coloqué a su lado y miré la cámara. No tenía ni una foto sonriendo, todas eran serias, con la cara típica de modelo forzada. Entonces sí nos subimos al magnífico auto y Aiden empezó a manejar. Le tomé una foto disimulada mientras lo hacía, es que era tan, taaaaan sexy. Dejé la foto en mi i********: únicamente con un corazón y el tag en la descripción. —¿A dónde vamos? —A una galería. Abrí los ojos con sorpresa. —Wow, eso no me lo esperaba, o sea que en tu tiempo libre vas a galerías, que culto. El sonrió sin quitar la vista de la carretera. —Lo hago una vez al año, solo o con Ryan. —¿Y qué te movió a invitarme? —Me gustó ser tu salvador, ya te salvé la vida, casual —reí— no me pareció justo dejarte morir del aburrimiento. —Ya, claro —mi risa se juntó con la suya, me miró por un segundo antes de  volver a fijar su atención en la calle. —Me nació invitarte, no sé si esperabas algo más divertido. —Oh, esto me parece genial. —Menos mal. No volví a hacerle preguntas, me dejó encender su reproductor y descubrí que tenía demasiado buen gusto musical. Más de la mitad del camino me la pasé cantando al mismo tiempo que él tarareaba. Y hasta eso le salía genial. —¿Falta mucho? Se me está durmiendo el c... —me corté a mi misma al percibir lo que estaba por decir. Estuvo cerca. —Quince minutos más —respondió con tono divertido. —¿Qué hago para entretenerme? Soy medianamente activa, necesito hacer algo. —Ya lo veo. —Mhm, ya... —volví a callarme en seco cuando mi celular vibró dentro de mi bolsa. Lo saqué mirando el identificador. Claire. ¿Por qué me llamaba mi prima a mi de repente? Contesté intentando no alargar la conversación demasiado, era de esta gente que empezaba a hablar y ya no se callaba más nunca. Literal, más nunca. Unos minutos después, Aiden estaba estaba estacionando frente a un lugar finísimo, habían hombres en la entrada, como resguardando. Casi enarqué una ceja cuando un chico se refirió a Aiden de señor y tomó la llave de su deportivo. Ah, el ballet parking. —Espero que lo disfrutes. Mi amor, contigo disfruto hasta caminar por los suburbios. —Soy muy abierta. Enarcó una ceja lanzándome una mirada significativa. —¿Muy abierta? Interesante —cuando mojó sus labios me quedé seca ya podrían imaginarse cómo me quedé cuando unió nuestras manos y me guió dentro del lugar. Todo era muy blanco, demasiado blanco, el pasillo estaba decorado por columnas con relieves llamativos en color hueso y lámparas modernas. A medidas que fuimos avanzando, la gente fue apareciendo, me sorprendió ver gente de nuestra edad ahí, ¿no se suponía que la gente mayor era la que iba a esos lugares? Me sentí una inculta. Unos cuadros fueron apareciendo y mi curiosidad y admiración salió a flote, eran pinturas y eran... no sé qué rayos eran pero desde luego que eso despertó mi curiosidad, pero más lo hizo el que la gente se acercara simultáneamente a saludar a Aiden, y por consiguiente a mi. La gente parecía admirarlo mucho, ¿es que acaso ese era su pasatiempo? —¿Te está gustando? —me preguntó tirando de mi mano hacia algún sitio. —Mi curiosidad está a flor de piel. —Ya lo noto, verás esto —terminó de tirar de mi parando en un salón redondo, rodeado por columnas con relieves que parecían valer mucho. ¿Y si me robaba una y la sorteaba en mi i********:? ¿Cómo diablos vas a robarte una columna, Ivvana? Bueno, nada es imposible. El lugar era... majestuoso, las paredes estaban ocupadas por algunos cuadros que parecían hechos por el mismísimo Dios. —Wow —fue lo único que salió de mi boca. Me solté de su mano y me acerqué a uno que había llamado mi atención en específico. Era
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