OCHO

3562 Words
IVVANA Levantarme un sábado temprano no suponía un problema, es que, ¡todos mis días eran como sábados! No había día en que no pudiera dormir bien, sin embargo, levantarme temprano a causa de ruidos mortificantes, eso ya eran otros quinientos. Salí de la cama con el cabello hecho un asco, probablemente tenía la cara marcada por los restos de baba seca y las marcas de la almohada tatuada en toda mi mejilla izquierda. Ajá, quizás era muy linda el resto del día pero ¿al despertar? Eso sí que no. Igual no me importó, yo estaba en mi casa, quien sea que estuviera gritando y estampando cosas era quien debía sentirse fuera de lugar, no yo. Apenas iba a mitad de las escaleras cuando Un grito me hizo plantearme un cambio de tímpanos. —¡Ivvy! —oh, no, conocía bien esa voz. Me apresuré a bajar los escalones faltantes antes de que mi prima se me lanzara y acabásemos rodando por ellas. Ni bien había pisado el último escalón cuando Claire se lanzó sobre mi con euforia. No me explicaba el por qué mi molesta prima estaba en mi casa esa mañana pero tenía una vaga idea y Sabrina estaba incluída teniendo un papel importante. Tenía 17, ella había no heredado los ojos azules de la familia, los suyos eran grises, pero sí que tenía aquella contextura física que nos caracterizaba. Y bueno, era naturalmente rubia pero su cabello lucía un rojo bastante escandaloso y llamativo. Maldita Sabrina, ya hablaríamos ella y yo. —Claire —respondí sin un tercio de la emoción que ella. No me malinterpreten, la quería pero resultaba ser agobiante estar en su presencia, muy— ¿qué haces aquí? —¡Sorpresa! ¿No estás emocionada? Yo sí que lo estoy, hacía mucho que no venía y ansiaba venir. Llamé a la tía y me dijo que podía venir... —Sí, ya entendí —la corté antes que no pudiera callarla— hubieras avisado para que te acomodaran una habitación. —Oh, eso está resuelto —la maldita Sabrina apareció con un plato en mano— y por suerte yo salgo mañana de vacaciones. Sí, por suerte o iba a morirme de algo cuando tuviera que estar yo sola con mi prima. Sabrina se fue a la universidad dejándome sola con el loro más parlanchín que había visto en mi vida, tuve que escucharlas minutos y minutos hablar sobre su instituto, y el chico que le gustaba, y sus clases de canto y sus múltiples salidas en compañía de su novio. —Espera, espera, me hablaste del chico que te gusta y salidas con tu novio, ¿cómo es eso? —realmente me interesaba el chisme. —Sí, claramente el chico que me gusta no es el mismo que mi novio. —¿Ah? —Eso —sonrió ampliamente. —Bien, entonces no tiene mucho sentido que estés con tu supuesto novio si te gusta alguien más. —Mi novio también me gusta pero el otro... —soltó un suspiro— el otro es demasiado. —Ya —solté. Estos adolescentes... Habló la señora de cuarenta Mentalmente sí. Mentalmente tienes cuarenta menos treinta y dos. Tenemos. —¿Y tú, qué? Ya no me hablas, no me escribes... —No te sientas especial, no es algo que haga exclusivamente contigo. —Claro, eso me tranquiliza. —Que bueno. —¿Y tu novio? —Mi novio —repetí pensativa, no sé por qué la imagen de Aiden fue la primera que apareció en mi cabeza al pensar en esa palabrita. —Sí, necesito confirmar si es ese pedazo de bombón que subiste a tu i********:. Así que lo había visto. Ni siquiera había revisado los comentarios de esa foto, supuse que tendría bastantes conociendo lo chismosa que suele ser la gente. —¿Y por qué? ¿No se sube fotos con amigos? —No creo que se pueda ser amiga de un hombre así. Confirmo. —Pues somos amigos, que te enteres. —Entonces no te molestaría presentármelo, ¿no? —no pude evitar echarle una mala mirada que camuflajeé al instante en que me di cuenta. —Eres una niña, Claire. —Qué importa la edad, deberías presentármelo. —¿Y qué harán? ¿Tener una relación a distancias? Porque te recuerdo que tú no v —mi prima empezó a soltar carcajadas negando— ¿qué? —Es obvio que te gusta, sólo estaba probándote, tranquila, soy una perra pero no a esos extremos. —No me gusta. —Ya. Ignoré a Claire el resto del día hasta que se metió a mi habitación y me obligó —literalmente— a escucharla hablar —otra vez— del novio y el chico que le gustaba. Se me había pasado la tarde completa viendo tutoriales, no había podido ir a ver a Olivia primero, porque mi prima estaba conmigo y no iba a dejarla por poco que se me antojara estar con ella, y segundo, porque no podía llevarla conmigo si no quería que empezaran a discutir como dos locas. Al final, Claire me había dejado en paz y se había metido a la piscina. Sinceramente, tenía previsto un día bastante aburrido y normal, igual que cada uno de los anteriores. E iba por ese rumbo hasta que el timbre sonó notablemente antes de las tres, inmediatamente pensé en Aiden. Lo pensé un rato más antes de ir abrir cuando volvió a sonar el timbre y me lancé a abrir la puerta. Me miré inconscientemente en el espejo, me había bañado pero iba despeinada y en pijama —que consistía en una camiseta gigante que había comprado con ese mismo fin—, abrí. —Aiden —me hizo un pequeño escaneo antes de esbozar una sonrisa y volver sus ojos a los míos. —Me gusta más esta versión. Ah, caray. ¿Cómo es que se respira? —¿Te estás burlando implícitamente? —Me ofende que pienses así de mi, Ivvana. —Estoy horrible, obvio te estás burlando. —Si así te consideras horrible no quiero imaginarme cómo te verás cuando te consideres hermosa —oh por Dios. ¿Se había propuesto conquistarme? Ojalá. Sí, ojalá. —Emm... ven, entra —la halé por la muñeca y cerré la puerta detrás de mi. Se había detenido un segundo y casi iba a preguntar si pasaba algo cuando se inclinó a besarme la mejilla pero como me había movido, aquel beso había parado en la esquina de mis labios, fue un casi beso. Aquel mínimo gesto había encendido mis alarmas, padre nuestro que estás en los cielos... —¿Quién er...? —Claire se detuvo abruptamente cuando vio al señor candente levemente inclinado hacia mi, el ni siquiera se molestó en mirarla más abajo de la cara, y eso que llevaba bikini. Fue un detalle que puede que hiciera me gustara un poquiiiitito. Ya, como si no te gustara antes. Que me guste su físico no quiere decir que me guste él. Claro, porque el físico viene por separado. Cállate. —Mmm, ella es mi prima Claire —lo miré comprobando que siguiera mirándome— tiene diecisiete años. Claire mal disimuló una risita y yo me sentí avergonzada por unos segundos. ¿A qué ha venido esa necesidad de aclararle la edad de tu prima, Ivvy? Hasta yo quisiera saber. Igual puede que le gusten menores. El pensamiento no abandonó mi cabeza en ese instante ni cuando pasamos a la sala y a mi prima mágicamente se olvidó de que hacía poco deseaba estar en la piscina. Lo que sí me llamó la atención, fue el rostro serio de Aiden, respondía con amabilidad pero sin sonreír, y ya lo había visto antes pero hasta ese momento había caído en la cuenta de que era un poco más risueño cuando hablaba conmigo. Eso o estás obsesionada y loca. También es una opción. —Bueno, como que ya está bueno de interrogatorios, ¿no? —A él no le molesta, ¿no? —Sí le molesta —mascullé de malas formas, gracias a Dios el timbre sonó y me largué a abrirle a mi hermana. —¿Y esa cara? —¿Quieres hacerme el favor de llevarte a Claire de la sala? —¿A Claire? —preguntó confusa, asentí caminando hasta el salón— ah, ya entiendo. Ignoré la sonrisita que se le formó al mirarme, claramente estaba celosa y ella lo sabía porque me conocía bastante bien. Mi prima estaba coqueteando con él y ni siquiera tenía la decencia de vestirse. Además ¿no había dicho que no era tan perra? Pues a mi me parecía lo contrario. Donde manda capitán no manda marinero, nomás te digo. Aiden es libre. Ya. —Hola, Aiden —le sonrió a Sabrina. —Hola. —Claire, ¿no quieres ver mi closet? Te dejo que escojas lo que no me queda —agradecí internamente a Sabrina cuando mi prima se levantó emocionada y se largó por las escaleras. Me tumbé en el sofá, al lado de Aiden. —Es realmente molesta, siento si te molestó. El se encogió de hombros restándole importancia. —¿Es otra amiga? —Es mi prima —corregí, asintió como si la información no fuera relevante. Es que ni lo es. —Quise venir por aquí para que hablemos de lo que pasó ayer. —No es necesario —aseguré pero por dentro me moría por saber, sin embargo no quería ser chismosa. Controlando impulsos por un chico, ¡enhorabuena! —Quiero decírtelo. —Quiero que no te sientas obligado porque... —apenas nos conocemos— parecía algo privado. —Ya no lo es tanto —le restó importancia— además pasaste un mal rato por eso, lo justo es que sepas. Era un pedazo de cielo. —Lo pasé bien —me miró con cara de en serio— bien, podemos ir a un sitio más privado. —Donde no nos espíen, quieres decir. —Mas o menos —me siguió hasta la piscina, deslicé las puertas de cristal que la separaban de la cocina, cerrándolas. —Para empezar, ¿tienes alguna pregunta? —me sonrió sentándose en el borde de la piscina sin meter los pies, palmeó el sitio a su lado y sentí un poco de nervios de estar tan cerca pero estaba cerca del agua, cualquier cosa, me lanzaba y listo. —Te dejo el honor a ti —él asintió conforme con mi respuesta, fijó su vista en el agua que se movía por las ondas producidas por mis pies y luego volvió a mirarme a los ojos. —El museo donde te llevé, era de mi madre —estuve a punto de preguntar cuando recordé que me había contado que había muerto. Con aquella simple oración, las piezas empezaron a encajar, con razón tantas atenciones y formalidades. —Creo que ya entiendo todo con esa frase. Él negó sonriendo. —Hay más —aseguró— nunca te conté cómo murió pero... —lo pensó unos segundos antes de negar, sentí que se guardaba información pero no dije nada— eso es algo que no importa, ella no sólo tenía un museo, también era pintora, ¿recuerdas el pabellón grande del centro? —Lo recuerdo. —Todas las pinturas que estaban ahí eran las suyas, todas las que quedaron antes de... bueno, de que ella muriera —me fue imposible apartar mis ojos de los suyos y por eso estaba mirando cada emoción al pasar por sus ojos— la que viste tú, esa fue la primera pintura que hizo, nunca la había querido vender porque tenía un significado sentimental para ella, era su favorita. "También era su favorita" —Se ve demasiado perfecta para ser la primera pintura de una persona. —Ella era la mejor en lo que hacía, en todo, era la mejor pintando, la mejor cocinando, la mejor madre... —Se nota que la querías mucho. —Más que a mí mismo —era muy raro ver a un chico así luciendo afectado, mis manos habían atrapado la suya en un acto impulsivo, esperé que la apartara pero no lo hizo, cosa que me dio libertad para apretársela un poco. —¿Todas las pinturas que están ahí? ¿Son todas las que quedan de tu madre? —Lo son, había tenido unas cuantas peleas con Ryan porque insistía en venderlas, decía que conservarlas no haría que mamá volviera y yo no quería... —¿Querías? —Sí, bueno, creo que tendrá razón, ella las había hecho con intención de venderlas, fue algo en lo que trabajó mucho pero hay algo no me deja hacerlo. —Si no quieres venderlas, está bien, entiendo que quieras conservarlas, especialmente esa que dijiste. —Sí, la cosa es que he controlado a mi hermano lo suficiente, él también tiene el cincuenta por ciento del mando para decidir si venderlas o no. —O sea, ¿que podría venderlas si quisiera? —No el solo, o no todas pero iniciaría una pelea, igual no importa, hace tiempo que no saca el tema y prefiero que siga así. —Me imagino que han ofrecido un dineral por ellas. —Sobre todo por la primera —confirmó desviando la vista a nuestras manos unidas, las alejé incómoda— Ryan es un tanto ambicioso, tanto ofrecimiento lo ha movido a querer venderlas. —Me imagino. —Quería disculparme, antes me he puesto así porque lo de mi madre , todo lo que esté relacionado con ella  es tema sensible. —Lo entiendo, no pasa nada —le sonreí. —Tenía diecisiete cuando la m... cuando murió. —Me imagino que sufriste mucho —me sentí estúpida al soltar el comentario. Desde luego que había sufrido mucho, si ya habían pasado tres años y se notaba que aún le dolía. —Fue la primera vez que lloré por algo que lo mereciera —esbozó una sonrisa triste y sentí la necesidad de animarlo, así que intenté bromear temiendo la reacción. —¿Me estás diciendo que eras un llorón? —ok, eso no había sonado tan bien como lo imaginé, cerré los ojos y cuando los abrí él tenía una sonrisa burlona que me hizo suspirar de alivio. —Podrías confirmarlo diciéndote que lloraba por cualquier tontería. —Quien te viera ahora no lo creería, a ver, ¿dime lo más estúpido por lo que hayas llorado? Esperé ansiosa por su respuesta. —Una vez lloré porque no encontraba el par de mis calcetines favoritos —intenté aguantar la risa, no me imaginaba un Aiden llorando por unos calcetines— tenía trece años. Ahí sí que no pude aguantarlo y estallé en carcajadas, Aiden sonreía también así que no se lo había tomado mal. Sí que no me imaginaba a un Aiden preadolescente llorando por un calcetín. —Lo siento —me incorporé en el suelo— tu calcetín favorito no es algo estúpido. —Quizás no para un crío de cinco años. —Es relativo, para ti puede ser una tontería pero para mi no, y para otra persona tampoco pero para alguna otra sí —ahora me miraba con una genuina sonrisa divertida— yo lloré porque se había terminado mi cereal favorito. Se mantuvo sonriendo guardando las ganas de reír, se le notaba un gran esfuerzo. —¿y cuántos años tenías? ¿Catorce? —Fue la semana pasada —me reí junto con él, me habría avergonzado de admitirlo pero me sentía bien contándoselo— ¿ahora me dirás que fue una tontería llorar por mi cereal favorito? —La comida es sagrada y más si es la favorita de uno —asentí encantada con la respuesta. —Hablando de comida, ¿te apetece comer algo? —Depende , si lo vas a preparar tú. Jejeje. —Eh, sí, claro —me guardé la risita para mi misma y tomé su mano para impulsarme cuando me la tendió. Me sacudí el trasero y caminamos al interior de la casa, la cocina estaba impecable y no había rastros de la señora del servicio, seguro mamá le había puesto días específicos y ese no era uno de ellos. —Siéntate ahí mientras me observas, así aprendes. —Como mande mi capitana —se sentó obediente en el taburete del otro lado de la isla. Abrí la despensa pensando en algo que no me condenara a pasar la vergüenza de mi vida. ¿Para qué demonios le ofrecí comida? —¿Qué hacen? —Sabrina entró en la cocina manteniendo una expresión bastante seria que compraría a cualquiera, pero no a mi. Esperé a que Claire entrara pero no lo hizo y mi hermana lo notó— Claire está mostrándole su nueva ropa a sus amigas. Asentí. Aiden apoyó los brazos en la isla. —¿Y? ¿Qué haces, Ivvana? —ahora sí esbozó una sonrisita que conocía muy bien— no me digas que vas a cocinar. La quise matar. —Sí, eso iba a hacer —solté con toda seguridad sintiéndome la chef del año. Me crucé de brazos. A la defensiva. Sí, a la defensiva. Aiden miraba la escena con cierta confusión ligada con diversión, entonces cuando creí que mi querida hermana mayor iba a hundirme, dijo... —¿Y por qué no haces un batido o algún jugo? Yo ya pedí unas pizzas —me sonrió inocente, suspiré siguiéndole el juego. —¿Ah, sí? Bueno, ¿qué dices, Aiden? —No estoy en condiciones de exigir —pronunció sonriendo. —¡No se diga más! —exclamó mi hermana pasando por mi lado. —Te debo una —murmuré. —Ya lo creo —respondió igual. —Dime, ¿cuál es tu jugo favorito? —¿La gente tiene jugos favoritos? —lo miré con la boca abierta. —¡Pues claro! —Sorpréndeme con tu jugo favorito, puede que se convierta en el mío y tengamos algo en común. Reí. —¿Lo de llorar por tonterías no cuenta como cosa en común? —formó una mueca divertida bajando del taburete. Le dio la vuelta a la isla quedando frente a mi, del otro lado de la encimera. —Dijiste que no eran tonterías, me siento engañado —fingió una mueca de dolor que me hizo reír, me siguió. —No son tonterías. —Bien, sí cuenta como cosa en común. —Si te gusta mi batido serán dos. —Por ahora, sí. Abrí la nevera y saqué todo lo que necesitaría para mi batido de fresa, aclaro que lo aprendí a hacer por un tutorial de youtube, de algo estaban sirviendo. Fresas, medio litro de leche descremada, una lata de leche condensada, yogurt natural e hielo. ¡Voilá! El mejor batido de sus vidas. —No quiero presionarte para que te guste —serví el contenido en dos vasos— pero más te vale que te guste. —Cualquier cosa que venga de ti me gustará —abrí mucho los ojos, suerte que no tenía nada en la mano o lo hubiera soltado. ¿Cómo soltaba aquellas cosas así, tan natural? Si probara tu sazón no diría lo mismo. Rodeé la encimera quedando justo al lado suyo. —Pruébalo. —¿Es de fresa? —Ajá. —Buena elección —llevó el vaso a su boca y tomó un sorbo, lo dejó devuelta en la encimera y relamió sus labios de una forma tan... Como que ya no te importa el jugo, eh. —¿Y? —Sí, ya es mi favorito. —¿¡En serio!? —sonrió abiertamente con mi reacción y asintió— y así Sabrina duda de mis habilidades culinarias. —¿Eh? —Eh, nada —también le di un sorbo al jugo— aprendí a hacerlo con un tutorial de youtube. —Y yo que pensaba que esas cosas no servían. —Retráctate. —Acabo de hacerlo. —Más te vale. Volvimos al área de la piscina para hablar, me sentía tan a gusto con él, pero lo bueno me dura poco, Claire apareció interrumpiendo nuestra hermosa conversación sobre nuestros hobbies y justo cuando se preparó para el arruinarlo todo, el celular de Aiden le ganó, rompiendo el silencio que se había formado. —Dime. No, no estoy muy cerca. Claro. ¿Es importante? —arrugó un poco el entrecejo— ya, ¿pero tiene que ser ahora? —me miró por un momento— bien, en veinte minutos. Colgó. Me resultó inevitable poner cara de tristeza, la estaba pasando bien. —¿Tienes que irte? —mi ánimo había descendido veinte pisos. —Es importante, pero volveré otro día. —¿Otro de mis batidos te sirve de motivación? —Tú ya eres suficiente motivación —me dejó sin habla, desvié la vista a Claire que parecía tan sorprendida como yo. Lo acompañé a la puerta. —Mmm, igual te ofrezco otro batido —me sonrió. —Si insistes —nos miramos por unos segundos más, como si no quisiéramos despedirnos el uno del otro— no estaba muy seguro de venir, ahora no me arrepiento de haberlo hecho, nos vemos, Ivvana. —Nos vemos —lo seguí con la mirada hasta que llegó a su deportivo polarizado y me dedicó una mirada antes de subir e irse. Sí, me gustaba.
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