DIEZ

1377 Words
Aiden continuó en la labor de manejar con una mano, mientras que la otra reposaba en una de mis piernas, desde luego me había pedido permiso antes de hacerlo, fue bastante tierno. Más tierno fue cuando coincidíamos en las miradas que nos echábamos y me sonreía, definitivamente debía ser el hombre más perfecto que había visto en mi vida, al menos superficialmente hablando. —¿Puedo preguntarte algo? —Claro. —No es que me interese ni nada, sólo te lo pregunto por curiosidad ¿bien? —Bien, continúa. —¿Tienes novia? Aiden fue reduciendo la velocidad cuando el semáforo cambió a rojo hasta detenerse. Se giró levemente en mi dirección con una expresión seria. ¿Qué? ¿Se habrá muerto? —¿Es seria la pregunta? —Claro, por qué no iba a serlo. —Quizás porque estoy demostrándote que me interesas y no haría eso si tuviera novia. Dios, siempre la cagaba. —Yo… o sea. He conocido varias clases de hombres, entonces… —Oye Ivvana —sus manos viajaron a mi cara, al mismo tiempo que una de ellas se desviaba hacia mi cabello, apartándolo de mi rostro— podré ser muchas cosas, pero esta no es una de ellas. Jamás jugaría con los sentimientos de una chica, ¿confías en mi? Asentí poniendo mis manos sobre las suyas, entonces él acabó con la distancia que nos separaba y unió nuestros labios en un beso lento, me transmitía algo, sin embargo no quería aceptarlo aún, era demasiado pronto. Nos separamos y me dedicó una sonrisa tranquilizante. —No tengo novia. Me hizo sentir segura el que lo dijera, aunque a esa altura ya estaba de más. Sostuvo mi mano y besó su torso. —Me encanta que seas tan directo, gracias. —A mi encantas tú —soltó dejándome nerviosa y sin palabras por otros dos minutos, volvió a poner el coche en marcha y me tomé el atrevimiento de recostar mi cabeza en su hombro por el resto del recorrido mientras le contaba cómo me había ido en los días pasados. Nunca me había sentido tan cómoda en silencio con una persona, en unas cuantas ocasiones yo era quien lo interrumpía y Aiden me seguía la conversación, todo era perfecto. —¿Ya quieres despedirte de mi o quieres tomar algo? —¿Por qué querría despedirme? —contraargumenté elevando la mirada. —Sólo preguntaba, ¿significa que eliges la segunda opción? —asentí. —¿Y si te tomas un batido en mi casa? Propuse. —¿Nuestro favorito? Sonreí ampliamente asintiendo— entonces sí. El resto del trayecto a mi casa no fue para nada aburrido, aparte de parecer sombrío, Aiden también era un payaso. Por suerte, no había nadie en casa al llegar, ni siquiera Sabrina y eso era raro, aunque no tanto, considerando que tenía un novio secreto que visitaba cada vez que pretendía que no la echaríamos de menos. Aiden se ofreció, todo caballeroso, a abrir la puerta, abrió paso para que cruzase y luego lo hizo él después de dejar en mis manos el osito que decoraba el manojo de llaves. —Esta vez vas a ayudarme. —A tus órdenes. Entramos a la cocina, empecé a sacar todo ll que ocuparíamos simultáneamente, Aiden me miraba con la espalda recostada en la encimera y los brazos cruzados; permanecí acosándolo por unos segundos más, el momento terminó cuando largó una carcajada, que sexy. —¿Y ahora de qué te ríes? —abrí una gaveta sacando dos delantales de allí, evitando su mirada porque sabía por qué se reía. —¿Yo? De ti. —¿Te parezco graciosa? —di media vuelta luego de atarme el delantal y empecé a caminar hacia él con el otro en mano— ten. —Eso es un halago. —Claro, desde luego, ten —insisti en que tomase el delantal. —No sé ponerme eso, en mi vida he hecho algo en la cocina —entrecerré los ojos evitando que se me escapara una risita. —Se que estás mintiendo —toqué sus brazos deshaciendo el cruce— pero haré como que te creo. —¡No miento! —ya, claro. —Está bien, te creo, tranquilo —sostuve las cintas superiores del delantal— baja tu cabecita cariño —moría por reír y lo reprimi pero entonces el estalló en carcajadas contagiándome. —Bien, esto es gracioso. —Calla y baja tu cabeza, estupido. —¿Ya no soy tu cariño? —Cállate y baja la cabeza. Aiden obedeció aún sonriendo, pasé mis manos por encima de su cabeza y procedí a entrar el delantal justo cuando levantó, a propósito, claro está, haciendo que mis manos quedaran en cuello, aún sosteniendo las tiras del delantal. —Me gusta más así —amplió su sonrisa achinando sus ojos verdes en el proceso. —No juegues, Aiden. Mi nerviosismo pasó de casi palpable a palpable cuando enredó las manos suyas en mi cintura. —No juego, sólo te ayudo a colocarme el delantal. Cuanta ayuda, ojalá me ayudara para siempre. Solté las tiras y bajé mis manos hasta sus brazos, haciendo un poco de fuerza para que deshiciera el agarre. —No me pongas nerviosa —se inclinó hacia mi. —¿Te pongo nerviosa? —Sí Aiden, me pones nerviosa —dejó un beso sorpresivo en mis labios. —No debería, linda. Ven —volvió a tomar mis manos colocándolas alrededor de su cuello nuevamente y las suyas en mi cintura, nos unió como si fuese un abrazo pero en lugar de ello, me levantó y se dio la vuelta sentándome sobre la encimera. Ya estaba haciendo calor y no podía controlar el tono rosado que empezaba a asomarse a mi cara. Estaba lista para lo que fuera que quisiera hacer conmigo. Pero no pasó nada de lo que hame había imaginado, sino que me soltó y se dio la vuelta dejándome confundida. Tenía mis manos suspendidas en el aire y el ceño ligeramente fruncido mientras él permanecía de espaldas a mi. Aiden miró sobre su hombro con una sonrisa que escondía algo. —¿Aún no alcanzas? ¿Qué? ¿De qué rayos hablab…? Oh, eso. Solté una risa nerviosa y me adelanté a sostener muy torpemente las tiras y atarlas en su espalda. —Quedaste. Aiden volvió a girarse y besó mi mano en un gesto de agradecimiento para después agarrar mi cintura, supongo para bajarme devuelta pero lo atrapé con mis piernas. —Y si… Dejé la frase en el aire y dejé la timidez atrás. Me deslicé hasta quedar en la punta de la encimera, pegada a el. Coloqué mi pelo detrás de mi oreja y me acerqué sin apartar la vista ninguno de los ojos del otro, sonreí negando internamente para finalmente juntar nuestros labios en un beso poco inocente. Estar de esa manera con el, me hizo sentir mil cosas, ningunas sentimentales. Una de sus manos abandonó mi cintura haciendo que calara el frío en esa zona y la subió mi nuca, sus dedos se deslizaron entre mi cabello, masajeando mi cuero cabelludo a una velocidad tan calmada, a comparación del ritmo de nuestro beso. Sus dedos se cerraron tomando un puño de mi cabello desde la raíz, cosa que provocó que echara la cabeza hacia atrás instintivamente y dejó justamente solo un beso húmedo en mi cuello. Con ansias de más pero aún no quería parecer urgida, aunque lo estuviera. Continuamos con los besos en la boca hasta que todo se volvió demasiado para manejarlo sólo con besos, así que tomé la iniciativa y lo llevé a mi habitación. Me importo un culo el hielo derritiéndose, los delantales, todo, sólo quería sentirlo y que el me sintiera. Mierda, ¿acaso estaba en abstinencia? ¿Me había depilado? Disfruté cada caricia que dejó en mi cuerpo, y encima de todo, nunca se atrevió a tocar más allá, pero esta vez, era lo que quería así que hice el amago de deshacerme de la ropa, mas no me lo permitió. —¿Qué? —¿Estás segura? —Más segura no puedo estar. —Y te pongo nerviosa… Me encogí de hombros. —Tengo mis momentos —zanjé antes de seguir en lo nuestro.
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