TRECE

1263 Words
Estaba en casa, Sabrina, creo, hacía sus deberes en su habitación. Le había comentado sobre aquella invitación que había recibido de esos dos chicos, me dijo que no era nada especialmente bueno, ni malo, era sólo una especie de iniciación para saber en qué grupo social encasillarte. Y yo que ya había cantado victoria. Bueno, Lucas y Tyler esperaban que asistiera a aquella fiesta, mi hermana también, y hasta yo, pero habían dos problemas: no sabía cómo debía ir vestida, tampoco tenía nada en mente para usar, Lucas no me había escrito para confirmar la dirección ni nada y por último, pero no menos importante, no me apetecía ir sola para nada. ¿Cuál vendría siendo la mejor opción? No ir. Total, tampoco quería ser encasillada en ningún grupito social estúpido y que mi vida académica se reduzca a intentar sobrevivir a eso. Desde luego que no. Preferí quedarme a organizar mi semana y ver cómo ser la mejor en clases, por el momento, nada más encabezaba mi lista de prioridades. Empecé por apartar outfits cómodos para cada día, nada para impresionar (eso lo hago de forma inconsciente), sino para estar cómoda. Debíamos empezar con que al día siguiente tan siquiera tenía clases hasta las 1 de la tarde, así que tendría que ir sola a la universidad y no con Sabrina, por lo que tomé mi teléfono para anotar lo del taxi como un gasto extra, pero ante que pudiese entrar a la app de notas, me salió una notificación seguida de otra. Lucas Buenas noches, Ivvana, ¿estás lista? Desconocido ¿Podemos vernos fuera de tu casa? Claramente, ni siquiera necesitaba el identificador para saber de quién provenía aquel mensaje, estaba más que claro. Reprimí las ganas de ir directo hacia el segundo mensaje y responder ese inmediatamente, incluso luché con las ganas de correr escaleras abajo hasta su encuentro, pero eso no es de bichotas, ¿verdad? Pero yo tampoco era una bichota. Calcé mis pantuflas y caminé hasta que me fui acercando, ya en la plata baja, la adrenalina había desaparecido y sólo quedaban los nervios. ¿Qué iba a hacer? ¿por qué quería verme? Avancé más y abrí la puerta de la casa con el corazón casi en la boca. Aaron estaba allí, frente a la casa, recostado de su auto n***o. Lucía tan bien con aquella simpleza. El corazón se me detuvo por una milésima de segundo, mis pies flaquearon y casi me devuelvo, pero ya estaba ahí, me había visto y no iba a ser cobarde, y quería tener las cosas claras. Hacía un poco de frío, por lo que crucé los brazos dejando mis manos debajo de las axilas y me acerqué ralentizando mis pasos lo mejor que pude. —Hola. ¿En serio, Ivvana? ¿Hola? Mínimo dos putazos se merecía. —Hola Ivvana —respondió devuelta sin sonreír, si me lo preguntaban a mi, lucía incómodo, como si no se sintiera a gusto en esa situación en la que estábamos. Volvimos a un silencio sepulcral, yo miraba la manija del auto y él me miraba a mi, o eso sentía. No podía hacerme la fuerte, no en esa situación, y fingir que no estaba nerviosa, era como si el enojo y el resentimiento que le tenía por haberme ignorada, se había disipado o sustituido por las ansias. Cuando decidí ser quien rompiese aquel silencio, y levantar la vista para mirarle a la cara, una de sus manos tocó mi mentón, haciéndome levantar la cabeza y comprobar que me miraba, aquel simple toque había hecho que me olvidara hasta de mi propia existencia, ¿siempre había sido así de bello? Pero tampoco iba a ser tan fácil. —Prefiero evitar el contacto —aclaré poniendo un pie hacia atrás, aunque el otro pie nunca obedeció a la señal de mi cerebro para moverse de su lugar. —Bien, como prefieras, ¿a dónde quieres que... —A ningún lado —interrumpí— ¿a qué viniste, Aaron? —Quiero hablar contigo. Reí con cinismo. Claro. —¿Ahora quieres hablarme? tiene que ser una broma —su mirada nunca abandonó la mía, transmitiéndome cada emoción que experimentaba. —Ivvana... ¡Dios! es mucho lo que tendría que contarte para que me entendieras, pero no quiero ponerte en peligro. —No quieres ponerme en peligro —repetí riendo cínicamente— eres un maldito egoísta narcisista, podías irte directo al carajo y ahorrarte el viaje hasta acá. Solté aquellas palabras liberando cada gota resentimiento que había contenido durante aquellos días, desde la última vez que nos vimos. —Ivvana, por favor, no creas que a mi no me dolió el estar lejos de ti también —negué efusivamente— por un momento, mi corazón decidió creerlo, y se ablandó, pero mi cerebro era quien manejaba aquella jugada, el resentimiento, el enojo, la vergüenza... —No, Aaron, a mi no me dolió— su mirada se quebró, mas nunca la apartó de la mía— sólo me decepcionó. Y es mi culpa, así que tranquilo, puedes irte con tu conciencia tranquila después de saber que sí es mi culpa, por idealizarme algo que ni siquiera conocía y por creer que quizá sí podía existir algún hombre que fuera diferente a todos. Tú no tienes que ver con eso, por eso yo asumo la responsabilidad. Acabé la oración soltando un pequeño suspiro, con toda la intención de que se sintiera responsable de provocar aquel sentimiento. Contradictorio, lo sé, pero sentía la necesidad de que se sienta responsable. Aaron dejó escapar un suspiro, antes de volver a fijar la vista que había apartado de mi. Mi cuerpo me gritaba que olvidara todo, pero esta vez no podía ignorar a mi cabeza. — Bien, sé que quizá la forma en la que se dieron las cosas, y en la que actué, no fueron las mejores... — Obvio no — murmuré por lo bajo con rencor. — ...pero la hacerte sentir así, te puedo prometer, jamás estuvo en mis planes, de verdad me gustas, Ivvana, muchísimo, o quizá hasta sea más que eso — casi pierdo el aliento— pero no puedo permitir, de verdad, que te encuentres en peligro, haría lo que fuera por que estés bien, aunque eso implique que me odies. ¿De qué rayos hablaba? ¿Por qué seguía expresándose así? ¿Debería sentirme yo la culpable? — Aaron, yo solo quiero que me dejes vivir mi vida y no te entrometas en mis asuntos. Por favor. ¿Desapareciste? vuelve a hacerlo, así quizá me olvide de que exist... Mi oración fue interrumpida con el contacto de nuestros labios, ansiaba tanto ese beso, que no hice nada para apartarlo, o tal vez sólo haya sido el asombro del momento. Sus labios no se movían, los míos tampoco, tan sólo permanecían en contacto mutuo, sin mover absolutamente ningún músculo del cuerpo. Quise disfrutarlo, como nunca, pero volví a reaccionar apartándolo de mi con un empujón por el pecho, seguido de una bofetada. —No te vuelvas a atrever. —¿Me dirás que no lo querías? —Sí, te diré que no lo querías. Respeta mi decisión, te lo pido, acéptala aunque no te guste, es mi turno de imponerla, así como hiciste tú en un principio. —Ivv... —No, cumpliste tu propósito en mi vida y te lo agradezco, pero ya no quiero tener nada que ver contigo. —Ni siquiera me dejaste hablar. —Ya perdiste tu oportunidad. Que te vaya bien. —¿Entonces es un adiós? —Es un hasta nunca, Aaron.
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