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Destinos Cruzados

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Blurb

Una noche lluviosa.

Una chica olvidadiza.

Un misterio que resolver.

Aunque se pierdan mil veces.

Siempre se volverán a encontrar.

Estaban destinados a hacerlo.

Solo que el resplandor de ella se acaba, se agota al igual que su amor.

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Noche Lluviosa.
Lluvia. Truenos. Relámpagos. Conduce en la oscuridad al lado del camino del bosque forgot. Tiene los audífonos con música bastante alta, es un rock pesado que habla de la depresión, el suicidio y lo difícil que es la vida. Max Sandle tiene un chamarra con capucha gris, con unos pantalones blancos con rayas rojas, es su uniforme de trabajo, y lo odia con toda su alma porque le hace parecer un payaso. Sigue conduciendo mientras la lluvia se desplaza por su auto invadiendo su limpiaparabrisas empañando el vidrio. Llevaba las dos luces delanteras encendidas como guía por la lúgubre carretera. Maldijo entre dientes la lluvia, los truenos, porque parecía que el cielo se le venía encima, además, temía a que el coche pudiera hasta perder el control. Suspiro hondo mirando la hora, marcaba: 10:30pm. Blanqueó los ojos centrando su atención en la carretera. I’m sitting here alone in darkness, waiting to be free, Lonely and forlorn I am crying I long for my time to come, death means just life Please let me die in solitude Hate is my only friend, pain is my father Torment is delight to me Death is my sanctuary, I seek it with pleasure Please let me die in solitude Sigue escuchando la música a medida que el silencio a su alrededor aguardaba, y solo un deseo insistía en su mente. Lo había decidido... no, aún lo estaba decidiendo. Hace 6 meses atrás él debió morir, era su destino, sin embargo, no fue así, seguía respirando, soñando, anhelando mientras que la culpabilidad lo hizo añicos. Si no hubiera bebido... Si no hubiera insistido... Si no hubiera... Todo se quedó en sí no hubiera hecho algo. Pero... ¿cómo saber cuál es nuestro destino final? ¿cómo saber el fin de una persona que amas? es imposible, la vida por sí sola ya es bastante intrigante como para añadirle tantas vueltas. Te amo Max, te amo... Su voz aún persiste en su cabeza continuamente, de algo Maximiliano Sandle estaba seguro, y era de como lentamente enloquecia. Inhaló y exhaló un par de veces, necesitaba estacionarse para tomar sus aspirinas y así calmarse un poco, ha esta hora siempre está ansioso, en suspensión, en pánico y aunque la psicóloga le había dicho que todo iba a mejorar, Max creía fielmente que todo estaba empeorando cada día que abría los ojos. Estaba cansado de todo... físico y mentalmente. Quería apagar su cerebro por completo y cerrar sus ojos para siempre. Por un momento su vista se agotó, se frotó los ojos un segundo respirando despacio por la boca. Volvió a incorporar una mano al volante. Había sido una jornada dura, hay días de días y precisamente ese día había sido jodidamente difícil. Parpadeó un par de veces mientras bostezaba dejando solo una mano al volante. La lluvia se crispaba aun más, los truenos parecían mortales, a esas horas de la noche Maximiliano deseaba llegar a su casa, quitarse ese uniforme, las medias sudadas de toda una tarde, los zapatos que le apretaba su dedo gordo, tomarse su aspirina y tener una sueño bastante plácido. Por lo menos a eso sí estaba motivado, a dormir. Bajo su vista por un instante frotándose la cara para quitarse el cansancio que se apoderaba en sus ojos. Alzó nuevamente su vista cuando algo se le cruzó por el camino. Frenó de golpe. El carro rechinó con fuerza girando sobre si mismo. Max con los ojos bien abiertos, el pulso acelerado y sus labios pálidos se quedó inmóvil, en ese momento, los pensamientos parecieron congelarse porque todo se había quedado en blanco. Las luces quedaron en dirección al fúnebre bosque que parecía tener vida con la lluvia. Se quitó los audífonos de inmediato. Tanteando con su vista la ventana de los lados y la de al frente. Por algún motivo sabia que salir del coche sería la decisión más estupida que tomaría esa noche. —¡Mierda, mierda!—se repitió buscando la forma de calmar su pesado pulso, y su corazón extremadamente acelerado. El auto seguía encendido, solo tenía que arrancar y simular que no había ocurrido nada. Arrancar Max, arranca. Cuando estuvo a punto de continuar su destino, observó desde su retrovisor un resplandor. Era una chica empapada, con la cabeza llena de sangre. —¡Ayudame!—exclamó en sollozos. Max se le quedó mirando por unos segundos desde su asiento. Estaba tan asustado que no sabía que hacer. Me bajo o no, me bajo o no. Timarin de lopingue.. a la mierda. Cerró los ojos por un momento y recordó esa terrible escena imnombrale. Ayúdame Max, ayúdame... Los abrió agitado, no podía volver abandonar a alguien que necesitaba su ayuda. En el nombre de Jesús. Se hizo lo cruz imaginaria y salió de su zona de confort. La lluvia de inmediato empapó su capucha, su chamarra, sus zapatos, su pantalón. —¡Dejame ayudarte!—declaró extendiéndole una mano. —Quiere matarme por favor, quiere matarme—gimió. El chico se estremeció de pies a cabeza. Tragó saliva mirando a todos lados del bosque, por razones desconocidas, el bosque forgot le parecía de miedo y más en lluvia. —Te llevaré a la policía, entra al auto. Asintió. —Ahí viene, ahí viene—expresó llena de horror. Maximiliano Sandle miró a todos lados a punto de cagarse los pantalones. Había visto algunas películas de terror donde los asesinos aguardaban en los bosque y aparecían siempre detrás de ti. Mira a todos lados Max, no te descuide. Cuando su vista volvió al lugar de la chica, no había nada. Era como si se fuera esfumado de la nada. Carajo, carajo, debo salir de aquí. Buscó con la mirada otros segundos y al no verla le espantó aún más. Corriendo regresó a su coche subiéndose al mismo, agradeció a Dios que lo había dejado encendido. Cerró la puerta exhalando aire. —Apurate ... vamos...—escuchó a la misma voz. La piel de inmediato se le puso de gallina y todos los colores se le subieron a rostro figurando en especial el blanco. Volteó la cabeza como si fuera un robot jurando dentro de sí que su cabeza le estaba jugando una mala broma, no obstante, comprobó que aquella chica estaba en su auto, mojada, con la cabeza llena de sangre, las uñas llenas de fango y lloraba sin parar. —¡Vamos!—gritó haciendo que Max reaccionara arrancando lo más rápido que pudo. Apretó el acelerador, 180 de velocidad en una tormenta. No podía pensar, solo reparaba en su mente ¿en que momento subió a su auto? Quería mostrarse fuerte y no que estaba cagado hasta los interiores. Siguió manejando a la locura hasta que finalmente llegó a la estación de policía donde trabaja su padre. —¡Llegamos!—musitó con el corazón hecho un lío mirandola con el rabillo del ojo. Bajó del auto y al buscar a la misteriosa chica con la vista se dió cuenta que había desaparecido y yacía ahora a su lado. Pegó un respingo apartándose de inmediato casi infartado. —Vamos...—le guió por el camino a el edificio con piedrecillas gris y una placa policial grandísima en todo el centro con letras mayúsculas plateadas: DEPARTAMENTO DE POLICIA Abrió la puerta, con pasos asustadizos caminó rumbo a la recepción. A esa hora de la noche el departamento de policía ya se encontraba con menos personas, en el día los pasillos casi siempre estaban llenos de gente caminando de un lado a otro. —Jovencito, ¿a quién busca?—le pregunta un uniformado canoso, con bigotes de santa claus. —Buenas noches, busco a mi padre. —¿Su padre?—frunce el ceño rascándose la barba larga. —El detective Mike Sandle. El hombre bosteza haciendo un rugido. Max sigue mirando a la chica a su lado con la cabeza llena de sangre, le sorprende que el policía no la haya visto ni preguntado que le sucedió. —Su padre no se encuentra en estos momentos. ¿Quiere dejarle un mensaje? —No, en realidad mi amiga quiere hacer una denuncia—señaló a la chica. El hombre se echó a reír mirándo al chico como si fuera un demente. —¿Me está tomando el pelo? —No, dice que quieren matarla. Habla, dile...—ahora se centra en la chica que explota en llanto—. Deja de llorar, explícale al policía. El uniformado se le queda mirando atónito. —Joven, ¿se encuentra bien? —¡Espere un segundo!—dijo indicandole con su dedo índice mientras se dirigía a la chica frente a él que seguía llorando desconsoladamente. —Joven... debe calmarse. —Un momento... eso es lo mismo que trato de decirle. —¿A quién? —A ella—la señaló. El bigotudo lo mira confundido. —¿A quien? Max suspiró impaciente. —Ella necesita su ayuda. —¿Acaso esta loco? allí no hay nadie. Esta hablando solo. Se rió con ironía. —Aquí esta, justo aquí señor, como no puede verla. Háblale, diles como te llamas—sigue hablando señalando el lugar donde se encuentra la chica. —Ese es el problema... no recuerdo mi nombre...—musitó estallando nuevamente en llanto. Un destello de desconcierto cruzó por la mente de Max, que ahora la miraba con terror. —Allí no hay nadie—indicó el oficial—. Se lo demostraré—. Tomó las grabaciones de las cámaras de seguridad y se las mostró a Max. El chico palideció cuando se vio él solo entrando a la estación y hablando con el oficial. Volvió a girar su cuello como si fuera un robot y seguía mirando a la chica ahora con un resplandor más ferviente que se hacía parte de su silueta. Por un instante percibió como su corazón se detenía obstruyendo todo latido. Su vista se convertían en dos escamas y la palidez se apoderaba de él. ¿Que estaba viendo? Quería salir corriendo, no obstante, no pudo, sus pies se habían quedado plantados en la recepción. —¡¿Señor, esta bien, señor, joven?!—escuchó a lo lejos al policía hasta que su cabeza comenzó a dar miles de vueltas, toda la estación comenzó a girar y a distorsionarse. Seguia mirando el resplandor, a la muchacha que lentamente se acercaba. —Oh no. Hasta que cayó al suelo y todo lo que vió fue oscuridad. ☆☆☆☆ Holizz a todos... me alegra que se aventuren a leer esta historia llena de amor, suspenso, misterio, e intriga. Poco a poco iremos descubriendo a los protagonista. Si te ha gustado te invitan quedarte hasta el final, no sin antes dejar tus comentarios, y un me gusta.

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