Destinos Cruzados

Cristina

Maximiliano Sandle se encontraba sentado en la estación de policía frente a su padre. Le había contando parte de como él y Cristina se conocieron, claro, si mencionar que veía a un fastama, ¿para qué?, eso complicaría más las cosas.

Su padre se acarició la barbilla con una cara de preocupación, como si Max se hubiese metido en un problema gigante. De un salto se levantó de su asiento acercándose a un pizarrón blanco que tenía a un lado de su oficina.

—Tengo que hacer algunas llamadas—habló en un tono un poco arisco.

Max también se levantó despacio sin apartar la vista de su padre; a la espera de que este le diera más información de la muerte de Cristina, y más al mostrarle el último texto que ella le había escrito.

Max, alguien me sigue... pienso que es por lo de Kimmi Bloom, te lo explicaré luego.

Ese te lo explicaré luego nunca llegó porque ahora había sido silenciada por alguien que no quería que se supiera información. ¿Que tenía que ver Kimmi? tal vez mucho, de algo Max estaba seguro, Cristina estaba investigando la desaparición de la chica.

—Regresa a casa Max, hablaremos luego.

Él asintió.

—Papá.

—¿Si?

—¿Como murió Cristina?

Mike Sandle resopló.

—Aún no lo sé.

☆☆☆☆

Cristina Campbell... ¿quién era ella?... solo una chica que estudiaba periodismo.

Max al lado de Kimmi y vestido de luto presenció como aquel cajón estaba a punto de ser sepultado. Mildre lloraba sin parar abrazada de otra mujer que al parecer del chico debia ser un familiar. Bazz estaba neutro, inexpresivo, parecía ausente de la situación y su amigo lo entendía, era demasiado crujir de dientes y lamento por parte de muchas personas.

Era una niña.

Mi niña.

Mi amiga.

Si la hubiera acompañado.

Si no la hubiese dejado sola.

Si la hubiese abrazado esa mañana.

En resumen, todo se quedaba en un hubiese... y eso era lo triste y lamentable porque ya Cristina estaba a punto de ser enterrada, sin alma y sin vida, y lo que no se atrevieron a decirle en vida ahora lo declaraba cuando ella estaba muerta.

Las flores que nunca dieron en vida, las llevaban cuando ya no puede olerlas. Las palabras que nunca escuchó en vida, ahora muchos menos puedes oírla de muerta.

Max cerró los ojos... suspiro... estar ahí le hacía mucho daño, ardía, dolía, quemaba como el mismísimo infierno.

Sin darse cuenta estaba llorando por no leer el último mensaje de Cristina y por no haber repetido lo de la última noche en el columpio.

Ayudame Max, ayúdame.

Al verse atrapado ante ese sentimiento de hubiese... Max revivió algunos recuerdos que tenía muy bien enterrados en su alma, vivencias que nunca debió desenterrar porque ellos eran los fantasmas de un tormento que le costaba superar.

6 meses atrás...

Tocaba la guitarra eléctrica, era el vocalista principal de su banda junto a Dereck, su mejor amigo y Antonella, su novia. En ese entonces tenía 17 años a punto de cumplir la mayoría. Era su concierto, su noche, debía impresionar a los productores que se disponían a evaluarlos para firmar contrato.

Habían ensayado por meses para hacer lo mejor. Max, Dereck, Alexander, Selim, y Antonella habían trabajado duro construyendo, escribiendo, componiendo. Hasta esa noche después de dar lo mejor. La última canción fue amor puro, Max se esmeró a cantarle a Antonella delante el público y ese fue el broche de oro para que la productora le diera el visto bueno.

—Celebremos—Alexander alzó un vaso de whisky—. Que seamos un equipo y que la música siga consumiendonos... ahora viajaremos por el mundo, como lo dijiste Max—sonrió señalando a su amigo que se encontraba al lado de su novia.

—¡Salud!—dijeron todos chocando los vasos de vidrios. Luego de celebrar todos se embutieron en el auto.

Selim procuro manejar, era el que menos había tomado. Alexander se sentó de copiloto mientras que Dereck, Max y Antonella se reían en el asiento trasero. Escuchaban música y cantaban a todo pulmón... hasta que...

Booooom.

Al oído de Max pareció una explosión. Todo había ocurrido tan rápido, en un abrir y cerrar de ojos que cuando reaccionó estaba fuera del auto empapado en sangre. Todo le daba vueltas, no podía moverse, ni respirar. El olor a gasolina era tan fuerte que Max sentía asfixiarse.

Madre santa, le dolía todo. Buscó la forma de moverse pero parecía inmovilizado, y ante ese suelo frío comenzó a llorar obligando a su mente poder moverse, orando muy dentro de si a que su cuerpo reaccionara.

—Ayuda... ayuda—escuchó gritos... se desesperó Max, debía hacer algo, moverse. Cuando pudo por fin efectuar algún movimiento por parte de sus extremidades. Se alzó muy despacio, seguía mareado con un sangrero de miedo encima. Cojeaba al caminar, la sangre saturaba su cabeza que bajaba despacio a un lado. Se detuvo cuando vio a Antonella en el suelo.

—Mi amor, mi amor—se apresuró a su encuentro. La chica tenía vidrios por todos lados, y una herida fatal en su estómago—. Estarás bien, estarás bien—comenzó a llorar.

—Ayuda, ayúdame—Max miró al auto empapado en llanto, esos gritos eran de Selim.

—Esperame amor, saldremos de esto—le acarició el rostro, y sintió que su alma se quedaba con su amor mientras iba ayudar a su amigo. En ese momento cayó en cuenta que habían tenido un accidente catastrófico.

Acontinuacion, cuando Max se acercó al auto, vió a Alexander empapado en sangre e inscociente, y Selim gritando desesperado. El auto estaba con las ruedas arriba y totalmente destrozado. El camión con que habían chocado estaba a un lado de la carretera.

—Max, ayúdame, no quiero morir—lloró Selim con desesperación. El chico vió desde la ventana como Dereck, su mejor amigo estaba hecho trizas en el asiento de atrás. Incluso, le faltaba una extremidad.

El impacto fue tanto que Max no pudo reaccionar al momento, solo se quedó con los ojos pelados y fijos en el asiento trasero.

—Ayudame Max, ayúdame.

Estaba tan asustado que no podía moverse. Tomó la mano de Selim para sacarlo pero su pierna se encontraba atorada por los lados del acelerador y el freno.

—No puedo sacarte...—sollozó empapado en llanto.

—Ayudame Max, ayúdame—volvió a repetir desesperado. De pronto, estar atorado ser convirtió en el problema menor cuando el auto se encendió en candela.

—¡¡¡¡Maaaaax!!!!—gritó desesperado.

Sin embargo, Max hizo su mejor esfuerzo, y con lágrimas en los ojos se apartó porque ya las llamas estaban tomando parte del cuerpo de Selim. Se alejó un poco del auto con un llanto desgarrador, tapandose los oídos para evitar escuchar a su amigo pedir ayuda y gritar.

Siguió gritando una y otra vez hasta que finalmente dejó de hacerlo. Se volteó para mirar el auto y este ya se estaba consumiendo por las llamas. Se arrodilló con las manos en la boca entrando en un trance hasta que recordó que Antonella estaba viva.

Corrió en pos de ella, no obstante, la chica ya había muerto. Max se acostó encima de su pecho y tembloroso perdió la cabeza, su alma, sus fuerzas, sus ilusiones. Ese día, Max Sandle no volvió a ser el mismo chico que era. Ese día, él también murió junto a sus amigos.

Abrió los ojos en lágrimas, con el corazón hecho pedazos, con la misma sensación de aquella vez del accidente.

—¿Estas bien?—le preguntó Kimmi.

Él la miró envuelto en lágrimas, tan vulnerable como un niño recién nacido.

De pronto, necesitaba respirar, se asfixiaba, el aire le faltaba.

—No puedo respirar... no puedo respirar...—murmuró apretandose el pecho—. No respiro, no respiro—dijo desesperado. Bazz lo tomó de un brazo, y en poco segundos, todos estaban mirando a Max.

—Vamos, vamos—lo alejó su amigo. Kimmi le siguió, mirando a la tumba de Cristina, observando como la chica muerta visualizaba su propia tumba. Era aterrador. Un escalofrío recorrió su espina dorsal.

Cristina con el cuello marcado, sangre en su rostro y en el pecho le dió una mirada triste.

—Ayúdame Kimmi, ayúdame... Él me mató

Desapareció...

El fantasma de Cristina ya no estaba, y una sensación fatal descompuso su espíritu.

El asesino aún seguía suelto, cazando, matando, llenándose de sangre. De pronto Kimmi se dió cuenta... Una chica la observaba, también podía verla.

Alguien aparte de Max podia verla. Pero... ¿quién era esta chica?

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