Lo que quiera el señor

1258 Words
Las primeras veces, siempre son incómodas, al menos que no sepas que es la primera vez que estás expuesto algo. Yo evito olvidarme de cualquier prejuicio y le tomo de la camisa. Le dirijo al sofá, quito los zapatos de mmi cliente mientras le miro a los ojos. Desabrocho la faja de su pantalón, le hago una seña para que me ayude elevando su cadera, lo hace y después intenta tocarme, niego con la cabeza. Le desabotono la camisa, luego ato sus manos con el fajón y las llevo encima de su cabeza. Coloco el preservativo, lo aseguro y veo a Raúl triunfante, porque parece algo mínimo, pero esto no lo pienso volver a discutir con él, le acaricio lentamente, después lamo su polla. Raúl me observa en silencio. Yo deslizo la punta de mis uñas sobre su abdomen, le animo a apoyarse contra el respaldo mientras lo tomo con fuerza de los huevos. Él gruñe y obedece, siempre con la mirada puesta sobre mí, los brazos sobre la cabeza y mi boca deslizando una y otra vez a lo largo de su polla. Le mamo, lento, profundo, permito que sienta mis arcadas, el cielo de mi boca y mi lengua, jugueteo con él, succiono y vuelvo a empezar. Lo hago lento, mirándole a los ojos mientras le chupo y le acaricio los muslos y lo hundo en mi interior. Raúl, está intentando contenerse por lo que suspira y deja caer sus manso sobre mi cabeza. Niego mientras me salgo por completo, él ve cómo la saliva se me escapa. Me limpio con el dorso de la mano los labios y me deshago del blazer que llevo encima nuevamente. Esta vez, me siento sobre el suelo de mi apartamento para desnudarme. Abro las piernas mientras me deshago tanto del pantalón cómo de las bragas, por último; me saco el brasier y vuelvo a colocarme en cuclillas entre sus piernas, le lamo el dorso del muslo y Raúl mi acaricia el pelo y sus dedos se deslizan por mis mejillas. Reparto delicadamente besos por todo su cuerpo, cerca de su pelvis, continuó repartiendo beso, lametazos y chupetones en la piel de su abdomen. Raúl me observa totalmente desnuda, su mirada es una declaración de hambre y deseo. —¿Quieres que te folle? —preguntó. —Tienes todo él controla, nena. Me permite tomar el control absoluto, yo le beso, él responde de la misma forma descuidada intensa, y finalmente, me acomodo ahorcajas sobre él. Juego un rato con su polla mientras le beso, rozo mi pezones endurecidos contra su pecho, él muerde mi cuello y exige que le monte, y eso es lo que hago, con fuerza, rápido, moviendo las caderas en círculos pequeños y rápidos, mientras él se mueve de arroba abajo. Lleva a uno de mis pechos a su boca y me ordena que me acaricie, gimo para encenderle, sonrió triunfante, hecho mi cabeza hacia atrás para entrarle mis pechos para que enloquezca. Muerde mi abdomen cuando comienza a correrse y yo grito fingiendo haber encontrado mi propio placer. Él, deja su rostro entre mis senos, le acaricio el pelo y desato sus manos, Raúl busca mi boca de inmediato y me acomoda sobre el sillón, continúa acariciándome y le miro sorprendida. —¿Qué estás haciendo? —¿Estoy ayudándote? —¿No necesitas… un par de minutos, quieres más, ya…? —Me estoy ocupando de ti. —Oh… no tienes que hacerlo, gracias. —¿Te has corrido alguna vez?—pregunta Raúl. —Sí. —¿Sola o con alguien? —Sola… y con alguien —él me mira y acaricia uno de mis pezones, ambos responden amablemente endureciéndose. Raúl —Ves, eso estoy haciendo. —No te lo tomes personal, Raúl. —No me lo tomo personal, es muy probable que solo hayas tenido sexo con mocosos de tu edad y casi estadística el hecho de que no fuese satisfactorio. —responde mientras me besa. Raúl, besa cada espacio de mi cuerpo, sus manos juguetean con mis curvas y encuentran mi sexo. Él mete uno de sus dedo dentro de mí y gimo mientras acaricia un punto específico, siento el placer acumularse lentamente, con cada movimiento incesante de sus dedos, lento, pero enloquecedores. Desliza su lengua sobre mi monte de venus y no teme continuar jugando con sus dedos hasta que se recupera a completo. El hombre coloca mis piernas cruzadas sobre uno de sus hombros se coloca un nuevo condón mientras rueda los ojos y da una estocada fuerte, firme, sus dedos que han hecho espacio a su polla, ahora acarician mi clítoris. Sonidos de placer escapan por mi boca y él sonríe complacido, orgulloso y hace sus embestidas más intensas, el sonido de sus huevos golpeado mis nalgas y la mano masculina oprimiendo mis senos me llenan de placer. —Ahh—él también gime y vuelve a abrirme las piernas apara hacerse hueco sobre mí, su peso y la barba rasposa acariciándome la mandíbula mientras me penetra más rápido su es posible. Siento que va a arrancar una de mis tetas y sin mucho más esfuerzo me corro Raúl continúa bombeando unas tres veces más para ayudar a intensificar mi orgasmo y grito agarro de su espalda, él se separar sonriente y se masturba con violencia mientras me mira embriagada de placer se vuelve a correr. Se acuesta encima de más sobre el sofá y besa mi cuello. —No quiero tener que conquistarte o hablar de tus amigas antes de follar porque para eso tengo una esposa, quiero esto, que la pasemos bien juntos y cuando estés cómoda. Vamos a botar estas mierdas.—Responde mientras pone el condón en el suelo. Le acaricio la espalda, le beso de vuelta y espero unos segundos mientras le acaricio distraídamente. —¿Quieres algo de comer? —Tienes postres. —Preparé un pastel de zanahoria que no es por nada, pero me salió muy bueno. —¿Pasaste hambre de pequeña o de dónde viene esa necesidad de alimentar la gente? —Esto es un secreto que espero no le cuentes nunca a nadie, pero, siempre estoy pensando en comer. Eso del menú semanal y las mierdas no me van. Estoy pensando en huevos fritos, con salchichas gordas en la mañana. —Chorizo. —Vale, chorizo. Un aguacate bien fresco, quiero unas frutas, café y por el amor de Dios, una tajada de un pan cuatro quesos. —Si te engordas no te darán más trabajo. —Los hombres tienen sexo con mujeres gordas, lo que les deja de gustar de sus esposas es conectar —le doy un par de golpes en el pecho y me salgo del sillón. Voy a orinar y a limpiarme un poco. Me cubro con una bata y regreso al sofá. Raúl está en el otro baño por lo que preparo un café para mí y corto una tajada grande de mi pastel de zanahorias, pongo a calentar agua por si le gusta el té y él me mira sonriente con sus pantalones puestos. —¿Quieres pastel? —Vale. —Es una porción para compartir. —Vale —responde y los dos reímos. —Mina. —¿Sí? —Quiero que vengas conmigo el viernes. —¿A dónde? —Nueva York, conoces un poco de mundo. Vienes como mi asistente, tendrás que trabajar un poco para disimular. —Lo que el señor quiera —Raúl ríe y prueba el pastel. —La obediencia no es lo tuyo. —Sé cuándo portarme mal.
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